sábado, 22 de octubre de 2016

Juan de Juni

Juan de Juni (Joigny, Francia, 1506-Valladolid, España, 1577) se formó como escultor en Francia e Italia, pero desarrolló su carrera y alcanzó la fama en España. De sus años en Francia tomó del escultor gótico borgoñón Claus Sluter el patetismo expresivo y el tratamiento de los paños, que supo adaptar a la estética renacentista. En Italia tomó de Della Quercia el gusto por los ropajes movidos, de Dell’Arca las expresiones dramáticas y de Miguel Ángel la composición en hélice y los escorzos. En 1535 se instaló en España, primero en León, y desde 1537 en Valladolid.

El Entierro de Cristo (1544) del antiguo convento de San Francisco de Valladolid es una de las obras maestras de Juan de Juni y del Renacimiento español.
  

Las características formales de la escultura de Juan de Juni son las siguientes:
  • Casi todas sus esculturas son de temática religiosa.
  • Trabajó con los más diversos materiales: barro cocido, madera y piedra.
  • Uso de policromía en tonos intensos.
  • Las composiciones son simétricas.
  • Las figuras son muy expresivas y presentan un estudio anatómico perfecto.
  • Los pliegues de las ropas son amplios y pesados.

Las primeras esculturas de Juan de Juni en España se encuentran en el que fuera convento de San Marcos de León: los medallones de la fachada, los relieves Descendimiento, en uno de los tabernáculos de la fachada de la iglesia, y Nacimiento de Cristo, en el interior del claustro, y parte de la sillería del coro de la iglesia.

En Medina de Rioseco realizó en barro cocido policromado Martirio de san Esteban, una composición simétrica en la que el santo se encuentra entre un soldado romano y un judío, y San Jerónimo penitente, donde domina la línea serpentinata. Ambos obras son de 1538.

Martirio de san Esteban (1538) presenta una composición simétrica,
una de las características de las obras de Juan de Juni.
  

El Sepulcro del arcediano Gutierre de Castro (1540), en la catedral vieja de Salamanca, está hecho en piedra arenisca policromada en colores lisos. El sepulcro es del tipo arcosolio, de medio punto, con arquivolta poblada de angelotes. Está enmarcado por dos columnas corintias. Todas las figuras están vinculadas por medio de las manos. La Virgen ocupa el centro de la composición con Cristo sobre sus rodillas en escorzo. También aparecen san Juan, santa Ana, María Magdalena y María Salomé.

El Sepulcro del arcediano Gutierre de Castro (1540) es de tipo arcosolio.
  

El Entierro de Cristo (1544) fue un encargo de fray Antonio de Guevara, obispo de Mondoñedo, para el convento de San Francisco de Valladolid, desaparecido en 1836. El conjunto está formado por siete figuras en disposición simétrica: José de Arimatea y María Salomé, a la izquierda, la Virgen y san Juan, en el centro, detrás de Cristo yacente, y Nicodemo y María Magdalena, a la derecha. Las expresiones de los personajes son dramáticas. Juan de Juni pudo inspirarse en Llanto sobre Cristo muerto (1463) de Dell’Arca, que estudió en su viaje a Italia.

El Retablo de la iglesia de Santa María de la Antigua, hoy en la catedral de Nuestra Señora de la Asunción de Valladolid, se inició en 1545 y se finalizó en 1562. El retablo presenta predela, tres cuerpos y ático. Es de estilo manierista. A las figuras parece faltarles espacio, recurso que utilizó Juan de Juni para crear angustia en el espectador.

También es manierista el Retablo mayor de la catedral de la Asunción de Burgo de Osma (1554). La escena Dormición de la Virgen se enmarca en un arco serliano que rompe la estructura tradicional de los retablos en calles.

Del retablo mayor de la catedral de la Asunción del Burgo de Osma (1554)
destaca la escena Dormición de la Virgen bajo un arco serliano.
  

El Entierro de Cristo de la catedral de Santa María de Segovia (1571) forma parte del retablo de la capilla de la Piedad. Se trata de un altorrelieve. Cristo yacente aparece en primer plano; tras él, de izquierda a derecha, José de Arimatea, María Magdalena, la Virgen María, san Juan, María Salomé y Nicodemo. Destacan lo bien conseguidas que están la anatomía de Cristo y las expresiones dramáticas de quienes le acompañan. Las líneas ondulantes le diferencian del Entierro de Cristo de Valladolid.

El Entierro de Cristo de la catedral de Santa María de Segovia (1571)
es la última obra maestra de Juan de Juni.
  

Una de las últimas obras es La Piedad de Median del Campo (1575). El esquema clásico piramidal deja paso al trapezoidal irregular y la teatralidad en los gestos a la contención; la mirada de la Virgen no es de dolor y sí de tristeza.

Juan de Juni se cuenta entre los grandes escultores del siglo XVI. Entre sus méritos está haber creado con Alonso Berruguete la escuela castellana de escultura, realizar la transición del renacimiento al manierismo y preparar la llegada del barroco.

sábado, 15 de octubre de 2016

La vicaría, de Fortuny

Mariano Fortuny (Reus, 1838-Roma, 1874) se formó como pintor en los talleres de Domingo Soberana y Claudio Lorenzale. En 1853 ingresó en la Lonja de Barcelona y en 1857 la Diputación de Barcelona le pensionó para completar su formación en Roma. Pintó cuadros de temática histórica y de gran formato, La batalla de Tetuán (1864), de realismo costumbrista, La vicaría (1870) y paisajes, que anuncian el impresionismo, Desnudo en la playa de Portici (1874).

Mariano Fortuny: La vicaría, 1870.
Estilo: Realismo.
Técnica: Óleo sobre tabla.
Temática: Costumbrista.
Dimensiones: 60 x 94 cm.
Museo Nacional de Arte de Cataluña, Barcelona, España.
  

La vicaría se ajusta al cuadro tableautin creado por el pintor francés Meissonier. Se trata de un cuadro de pequeño formato, de temática costumbrista, ambientado en época dieciochesca, tratado con un realismo virtuoso.

En La vicaría se desarrolla una escena de la boda de Mariano Fortuny con su esposa Cecilia de Madrazo, hija del pintor Federico de Madrazo, que se celebró en la iglesia de San Ginés de Madrid el 27 de noviembre de 1867. El momento escogido es el de la firma de los testigos que asistieron al enlace matrimonial; la mayoría están arremolinados haciendo cola para firmar; otros, a derecha e izquierda de la escena principal, están ausentes. Llama la atención la figura del demandero de las ánimas, con el torso desnudo, encapuchado y con una bandeja en las manos.

La vicaría se considera la obra maestra de Fortuny por varios motivos:
  • Su amplitud y profundidad crean la sensación de que el cuadro es más grande de lo que es.
  • Pincelada abierta, rápida y fluida sin descuidar un dibujo preciso.
  • Virtuosismo en los detalles, tanto en el mobiliario como en la vestimenta de las personas.
  • Tratamiento perfecto del color blanco y la luz, los reflejos metálicos de la reja y el brasero y las texturas de las ropas de los personajes.

En La vicaría se reconoce la influencia de Goya.

La ejecución de La vicaría fue lenta. Fortuny realizó los primeros bocetos en 1868, pero numerosos retoques y repintes retrasaron su terminación hasta 1870.

La vicaría fue expuesta en París en 1870 con gran éxito. El marchante Goupil la adquirió por 25.000 francos y la vendió poco después a madame Cassin por 70.000, un precio más que elevado para la época.

sábado, 8 de octubre de 2016

Fachada de las Platerías, del maestro Esteban

Los escultores que participaron en la fábrica de la fachada de las Platerías son al menos tres: el maestro Estaban, el maestro del Cordero y el maestro de la Traición.

La fachada de las Platerías es la portada de la fachada sur del crucero de la catedral de Santiago de Compostela. Se llevó a término entre 1103 y 1117 “a mayor gloria del obispo Gelmírez”, su comitente y primer arzobispo de Santiago de Compostela.

Maestros Esteban, del Cordero y de la Traición: Fachada de las Platerías, 1117.
Estilo: Románico.
Técnica: Granito y mármol en relieve.
Temática: Religiosa.
Catedral de Santiago de Compostela, España.

  
La fachada de las Platerías es una doble puerta de medio punto abocinada, algo poco corriente en el románico. Acoge muchas esculturas pensadas en un principio para la fachada de la Azabachería o fachada norte del crucero de la catedral de Santiago de Compostela.

El tímpano de la puerta izquierda está dedicado a las Tentaciones de Cristo. En la parte inferior derecha aparece una mujer vestida con una túnica larga transparente, que deja en evidencia su anatomía, cabello largo y despeinado y con una calavera entre sus manos. Acerca de la mujer existen dos versiones: la primera, afirma que se trata de Eva y aludiría al pecado original; la segunda, defiende que es una mujer adúltera, en concreto la del Códice Calixtino donde se lee: “(…) Y no ha de relegarse al olvido que junto a la tentación del Señor está una mujer sosteniendo entre sus manos la cabeza putrefacta de su amante, cortada por su propio marido, quien la obliga dos veces por día a besarla. ¡Oh, cuán grande y admirable castigo de la mujer adúltera para contarlo a todos! (…)”. El cabello largo y despeinado de la mujer informa al creyente de su desorden moral y la calavera entre sus manos de la penitencia por haber pecado. En otra escena ángeles demoníacos colocan al Señor sobre el pináculo del templo, otros le presentan piedras y le retan a que las convierta en pan y otros le muestran los reinos del mundo que le regalarían si les adorase; pero también aparecen ángeles bondadosos adorándole con incensiarios. También se reconoce la imagen del rey David sentado en su trono con las piernas cruzadas tocando un instrumento musical; personifica el triunfo del bien sobre el mal.

La mujer adúltera es la escultura más conocida de la fachada de las Platerías.

  
El tímpano de la puerta derecha está dedicado a la Pasión de Cristo. Aparecen escenas dedicadas al Prendimiento, el Cirineo, la Flagelación y la Coronación de espinas; también la creación de Eva, Cristo en un trono, el sacrificio de Isaac y la Adoración de los Reyes Magos al Niño Jesús. Otras figuras que llaman la atención son un zorro engullendo una liebre y una mujer mal vestida con un animal en el regazo.

En las jambas de las puertas aparecen apóstoles y profetas haciendo las veces de guardianes del paraíso y ángeles trompeteros en las enjutas de los arcos.

De las once columnas de las puertas todas son de granito excepto las de los extremos y la del centro que son de mármol; todas con capitel corintio.

El centro del friso está ocupado por la figura de Cristo bendiciendo; le acompaña al apóstol Santiago. También están representados dos leones que soportan un crismón, el Padre Eterno dentro de un medallón con las manos abiertas y rodeado de ángeles; san Andrés, la Virgen María y el Niño Jesús, san Juan y la expulsión de Adán y Eva del paraíso, además de otras muchas figuras.

A pesar de la participación de al menos tres maestros escultores en la fábrica de la fachada de las Platerías se pueden citar características que hacen que este conjunto escultórico sea típico del románico: carácter monumental, esculturas trabajadas en relieve, adaptación al marco arquitectónico, jerarquía en función del tamaño, antinaturalismo, horror vacui y función didáctica.

La fachada de las Platerías pasa por ser uno de los conjuntos escultóricos más singulares del románico por presentarse en una doble puerta y por la densidad escenográfica y de contenidos.

sábado, 1 de octubre de 2016

Catedral de Santiago de Compostela

La catedral de Santiago de Compostela se construyó entre los años 1075 y 1122. Los comitentes fueron los obispos Diego Peláez, entre 1075 y 1087, y Diego Gelmírez, entre 1100 y 1122. Las obras estuvieron paradas entre 1087 y 1100 tras la destitución y destierro del obispo Peláez. Según el Codex Calistino los arquitectos fueron cuatro; en la primera etapa Bernardo el Viejo y su ayudante Galperinus Robertus, y en la segunda el maestro Esteban y Bernardo el Joven. La catedral fue consagrada por el obispo Gelmírez en 1128. La última etapa constructiva se desarrolló entre 1168 y 1188, años en los que el maestro Mateo llevó a término el Pórtico de la Gloria.

La bóveda de cañón que cubre la nave central de la catedral de Santiago de Compostela está reforzada con arcos fajones.
  

El apóstol Santiago el Mayor fue decapitado en Jerusalén en el año 44. Sus restos fueron llevados y enterrados en la península Ibérica, tierra que cristianizó en vida. Su tumba cayó en el olvido durante el siglo III. En 814 el ermitaño Pelayo redescubrió la tumba del apóstol Santiago y la de sus discípulos Atanasio y Teodoro tras ver la estela de la Vía Láctea en el cielo. Lo comunicó a Teodomiro, obispo de Iria Flavia, que consideró el hecho un milagro, que hizo saber al rey de Asturias Alfonso II el Casto, que de inmediato mandó construir una capilla y en 829 una iglesia “supra corpus apostoli”. Alfonso II el Casto fue la primera persona en peregrinar a la tumba del apóstol Santiago. Por Europa se difundió la noticia del descubrimiento de la tumba del apóstol Santiago; desde entonces los cristianos europeos empezaron a llegar a Santiago de Compostela tomando cuerpo el Camino de Santiago. El primer peregrino no español fue Gotestalco, obispo de Le Puy-en-Velay, que visitó la tumba del apóstol Santiago en el año 850. El rey de Asturias Alfonso III mandó construir otra iglesia de mayores proporciones en 899, la que en 997 destruyó el moro Almanzor. El rey de Castilla Alfonso VI mandó construir la actual catedral de Santiago de Compostela en 1075 bajo el patrocinio del obispo Diego Peláez.

La catedral de Santiago de Compostela se construyó en granito, piedra abundante en Galicia, y se ajusta a la tipología románica de iglesia de peregrinación. Sus precedentes son las francesas de San Saturnino de Toulouse y Santa Fe de Conques.

La catedral de Santiago de Compostela se ajusta a la tipología de iglesia de peregrinación.
  

La planta es de cruz latina. A los pies se distingue el nártex, flanqueado por dos torres de planta cuadrada. El brazo mayor tiene una longitud de 97 m.; cuenta con tres naves, la central de 10 m. de anchura y las laterales de 5 m. El transepto o brazo menor tiene una longitud de 70 m.; presenta el mismo número de naves y de la misma anchura que las del brazo mayor; en su fachada sur se dispone la Fachada de Platerías y en la norte la de la Azabachería. La cabecera es semicircular; presenta girola, que hace las veces de deambulatorio por detrás del altar; en la girola se abren cinco absidiolos, todos semicirculares, pero el central plano al exterior. En el transepto hay cuatro capillas absidiales, dos a cada lado de la cabecera.

La nave central tiene una altura de 22 m., proporcionando una sensación de acusada verticalidad; está cubierta por una bóveda de cañón reforzada con arcos fajones que descargan en contrafuertes exteriores; se sostiene sobre pilares cruciformes con medias columnas corintias adosadas; las columnas que dan a la nave central se prolongan hasta el arranque del arco fajón correspondiente. La nave central y las laterales se comunican a través de arcos de medio punto peraltados. Las naves laterales están cubiertas con bóvedas de arista y la tribuna, sobre las naves laterales, con bóveda de cuarto de cañón. La tribuna se abre a la nave central a través de arcos de medio punto geminados. El crucero está cubierto por un cimborrio sobre pechinas y pilares cruciformes; tiene una altura de 32 m.

La tribuna se abre a la nave central a través de arcos de medio punto geminados.

  
El interior de la catedral se ilumina a través de las ventanas de las naves laterales y la tribuna, el cimborrio y los ojos de buey de la girola y frontales del transepto.

Bajo el altar se encuentra la cripta donde se conservan los restos del apóstol Santiago.

La catedral de Santiago es un compendio de soluciones arquitectónicas anteriores: del prerrománico asturiano tomó el uso de contrafuertes exteriores; del románico español la cubierta de cañón para la nave central y la de arista para las laterales; del románico francés la girola, la tribuna y la prolongación de las naves en el transepto; y del arte musulmán el uso de arcos polilobulados en la capilla central y en la Fachada de Platerías. Es por ello la obra cumbre de la arquitectura románica española.

La catedral de Santiago de Compostela fue declarada Bien de Interés Cultural en 1895 y junto con la ciudad vieja de Santiago de Compostela Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1985.

sábado, 24 de septiembre de 2016

Pórtico de la Gloria de la catedral de Santiago de Compostela, del maestro Mateo

El maestro Mateo fue arquitecto y escultor. Debe su fama universal a haber finalizado la construcción de la catedral de Santiago de Compostela. A él se debe el pórtico de la Gloria (1188).

El pórtico de la Gloria lo encargó el rey Fernando II de León en 1168.

Forma parte del nártex de la catedral de Santiago de Compostela, que por tener una anchura de 5 metros impide su visión frontal completa. Se estructura en tres arcos, uno por cada nave de la catedral, siendo el central doble que los laterales. Se cuentan más de 200 esculturas, que tapizan todos los elementos arquitectónicos en una clara manifestación del horror vacui tan característico del Románico. El tema representado es el de la Jerusalén celestial.

Maestro Mateo: Pórtico de la Gloria, 1188.
Estilo: Románico.
Técnica: Granito y mármol policromados.
Temática: Religiosa.
Dimensiones: 18 x 11 m.
Catedral de Santiago de Compostela, España.


El epicentro del programa iconográfico es la escultura del apóstol Santiago, patrón de la catedral. Ocupa el parteluz, que hace las veces de eje de simetría. Aparece representado con nimbo de piedras engarzadas, báculo en la mano izquierda y en la derecha con pergamino extendido en el que se lee “Misit me Dominus”, es decir, “Me envió el Señor”. En el capitel de la columna sobre la cabeza del apóstol se representan las tentaciones de Cristo y en el que hay bajo sus pies la Santísima Trinidad. Bajo el apóstol representa el árbol de Jesé, que descansa sobre la imagen de Noé y dos leones. Al pie de la columna aparece la figura del maestro Mateo arrodillado.

La escultura del apóstol Santiago ocupa el parteluz del pórtico de la Gloria.


De las tres puertas de acceso sólo la central presenta tímpano. Está ocupado por el Apocalipsis. El Pantocrator en Majestad ocupa el centro; en las palmas de las manos y en los pies se ven las llagas de la Crucifixión. Sobre cada hombro del Pantocrator aparece un ángel que echa incienso; y a su alrededor el Tetramorfos: a la izquierda abajo san Lucas con el buey, a la izquierda arriba san Juan con el águila, a la derecha abajo san Marcos con el león y a la derecha arriba san Mateo sin el ángel, pero con un cofre en alusión a su anterior trabajo como recaudador de impuestos; los cuatro parecen estar escribiendo los Evangelios. Al lado de san Lucas y san Marcos cuatro ángeles portan los instrumentos de la Pasión de Cristo; sobre sus cabezas 38 figuras, en dos grupos de 19, representan las almas de los bienaventurados. En la arquivolta aparecen sedentes los 24 ancianos músicos del Apocalipsis en representación de las 24 clases sacerdotales del antiguo templo de Jerusalén.

La arquivolta del tímpano del arco central del pórtico de la Gloria está ocupada por los 24 ancianos músicos del Apocalipsis.


En los espacios que unen el arco central con los laterales hay sendos ángeles, el de la izquierda representa al pueblo judío y el de la derecha al de los gentiles.

Las jambas de la izquierda están ocupadas por los profetas del Antiguo Testamento: Moisés con las Tablas del la Ley, Isaías con el bastón, Daniel sonriendo y Jeremías con barba. Las jambas de la derecha lo están por los apóstoles san Pedro con las llaves del cielo y vestido de pontificial, san Pablo con un libro abierto y descalzo, Santiago el Menor con báculo y san Juan con un libro y sobre un águila.

El arco de la puerta izquierda está dedicado al Juicio Final. Cuenta con doble arquivolta dividida en dos mitades por dos cabezas: a la izquierda está representado el infierno mediante monstruos y a la derecha el cielo por niños. En la jamba de la izquierda aparecen las figuras de los apóstoles san Felipe y san Andrés y en la derecha san Bartolomé, santo Tomás, san Marcos, san Lucas y san Juan.

En la puerta derecha se representan escenas del Antiguo Testamento. En el centro de la primera arquivolta Dios bendice al peregrino y sostiene el libro de la Verdad Eterna, a la izquierda Adán, Abraham, Jacob, Noé y Esaú y a la derecha Eva, Moisés, Aarón, el rey David y Salomón; Adán y Eva aparecen desnudos sin corona porque ya pecaron y perdieron la inocencia. En la segunda arquivolta se representan diez tribus de Israel, todas menos las de Benjamín y Judá. En la jamba izquierda aparecen Amós, Abdías, santo Job, Judith y la reina Esther y en la derecha los profetas Oseas y Joel.

En las jambas del pórtico de la Gloria se reconocen las imágenes de
san Pedro, san Pablo, Santiago el Menor y san Juan.


En los basamentos de los cuatro pilares del pórtico se representan seis águilas, un oso, cuatro leones, dos animales sin determinar y tres cabezas humanas con barba.

Un programa iconográfico tan complejo pone de manifiesto los amplios conocimientos en Teología del maestro Mateo.

Las figuras están talladas en granito o mármol.

La policromía se ha perdido en su casi totalidad; quedan restos de azul, blanco, negro, rojo y oro.

El pórtico de la Gloria es románico en cuanto a su composición, pero gótico en el tratamiento dado a las figuras por cuanto la representación de las mismas y su expresividad son distintas en todas ellas. 

sábado, 17 de septiembre de 2016

Fachada del Obradoiro, de Casas y Novoa

Fernando Casas y Novoa (Santiago de Compostela, 1670-1750). Se formó como arquitecto con fray Gabriel de Casas en la catedral de Lugo. En 1711 fue nombrado maestro de obras de la catedral de Santiago de Compostela. Se convirtió en uno de los arquitectos del barroco más destacados gracias a la capilla de Nuestra Señora de los Ojos Grandes de la catedral de Santa María de Lugo (1726), la portada principal del monasterio de San Martín Pinario (1743) y a la fachada del Obradoiro de la catedral de Santiago de Compostela (1749).

La fachada del Obradoiro debía de cumplir cuatro funciones:
  • Proteger el Pórtico de la Gloria de las inclemencias meteorológicas que lo estaban deteriorando.
  • Permitir la iluminación del nártex catedralicio.
  • Integrar la catedral en la estructura urbana de la plaza.
  • Recibir la escalinata que estaba por terminar.

Para su construcción se eligió el granito, muy abundante en Galicia, y el vidrio.

La fachada del Obradoiro es simétrica y está compuesta de tres cuerpos: el central y dos torres que lo flanquean.

La fachada del Obradoiro se ha convertido en icono del barroco español.
Su construcción se inició en 1738 y se concluyó en 1749.


El cuerpo central presenta una estructura piramidal; columnas gigantes de orden corintio y fuste estriado lo dividen en tres calles y una cornisa en dos niveles. En el nivel inferior se cuentan tres puertas de acceso. La central, adintelada bajo arco de medio punto, que hace las veces de arco de triunfo, y dividida en dos por un mainel, que actúa de eje de simetría de toda la fachada. La decoración sobre la clave del arco y en las enjutas es de carácter heráldico. Las puertas laterales son de pequeño tamaño; sobre ellas aparecen ventanales alargados en arco de medio punto. En el nivel superior, las calles laterales están ocupadas por ventanales en arco de medio punto, igual que la central, que acoge dos ventanales, separados por una cornisa, el inferior en arco de medio punto y el superior en arco escarzano. Culmina el cuerpo central de la fachada una espadaña cubierta de esculturas: en lo más alto, bajo hornacina perforada en arco de medio punto coronada con frontón curvo partido, una escultura del apóstol Santiago como peregrino; a sus lados dos parejas de ángeles con la cruz de la Orden de Santiago; por debajo, cobijadas en sendas hornacinas de medio punto, sus discípulos Atanasio y Teodoro, como peregrinos; ambos flanquean una urna, representación del sepulcro del apóstol Santiago, y una estrella, representación de las luminarias que vio el ermitaño Pelayo; urna y estrella aparecen rodeadas por ángeles y nubes.

Las torres son idénticas en su estructura. A medida que ganan altura se van estrechando y aligerando; la parte superior aparece perforada. Están rematadas por chapiteles. Los cuerpos de las torres están recorridos por pilastras de fuste estriado y vienen marcados por cornisas y balaustradas. En la torre norte o de las Campanas aparece la imagen de Salomé y en la sur o de la Carraca la de Zedebeo, padres del apóstol Santiago. Además, en el bloque de refuerzo de la torre de las Campanas se reconocen las esculturas de Santiago el Menor y santa Bárbara y en el de la torre de la Carraca las de santa Susana y san Juan.

La fachada del Obradoiro muestra algunas de las características que son propias de la arquitectura barroca:
  • Verticalidad, reforzada por el progresivo estrechamiento de los tres cuerpos que la componen.
  • Ornamentación, con predominio de la línea curva.
  • Luz y movimiento, con elementos estructurales y decorativos dispuestos en distintos planos de profundidad.

La fachada del Obradorio fue criticada por los contemporáneos; no eran partidarios de “esconder” un templo románico tras un “retablo” barroco. Sin embargo, el paso del tiempo ha convertido la fachada del Obradoiro en icono de la arquitectura barroca española.

sábado, 10 de septiembre de 2016

Museo Diocesano y Catedralicio de Lugo

El Museo Diocesano y Catedralicio de Lugo lo fundó en 1918 el sacerdote don Alfredo Lorenzo López con la ayuda de don Luis López Martín, presidente de la Adoración Nocturna lucense. La primera sede del museo fue el Seminario Mayor de Lugo, por lo cual durante muchos años no estuvo abierto al público. Desde 1995 tiene su sede en el claustro y triforio de la catedral de Santa María de Lugo.

El Crismón de Quiroga, de estilo paleocristiano, data del siglo V.
Es la escultura más célebre del Museo Diocesano y Catedralicio de Lugo.
  

Los fondos del Museo Diocesano y Catedralicio de Lugo se organizan en las secciones siguientes:
  • Escultura. Las esculturas en piedra más destacadas son el paleocristiano Crismón de Quiroga del siglo V, los sepulcros paleocristianos, lápidas sepulcrales visigodas, los escudos historiados (el más importante el del obispo Izquierdo del siglo XVIII), capiteles de distintas épocas y estilos y relieves (llama la atención el Misterio de la Anunciación del siglo XIII). Las esculturas en madera son muchas; destacan la imagen San Capitón, primer obispo de Lugo, del siglo XII, la talla Santiago de la parroquia de Santiago de Meilán, del siglo XVII, y las tablas de la sillería del coro del monasterio de Santa María de Meira del siglo XVII.
  • Orfebrería. Reúne un centenar de piezas de oro, plata y cobre. Son cálices, campanillas, candelabros, cruces, crucifijos, custodias, incensarios, relicarios, vinajeras y otros objetos litúrgicos. Destacan las cruces de plata de Santa María de Meira y las de San Martín de Caraño y el expositor eucarístico de Santa María de Meira, obra que hizo el platero salmantino Josef Antonio Fernández en 1787.
  • Cerámica. Son abundantes las piezas prerromanas, romanas y de la Real Fábrica de Sargadelos.
  • Numismática. Se cuentan 2.000 monedas, desde romanas del siglo I a. C. hasta el euro. Entre las medallas abundan las de temática religiosa.
  • Colección de armas. Está formada por alfanjes, carabinas, espadas, sables, revólveres y otras armas.
  • Pintura. No abundan las obras de pintores españoles célebres. Destacan de la primera mitad del siglo XVIII Nuestra Señora de la Peña de Francia, de Antonio Villamar, y de finales del XVIII San Pedro, de Joaquín Canedo, del primer tercio del siglo XIX  La Presentación de Jesús en el templo, de Zacarías González Velázquez, y del primer tercio del siglo XX La misa y los difuntos, de Jesús Rodríguez Corredoria.

La misa y los difuntos es obra del pintor lucense Jesús González Corredoira.

viernes, 24 de junio de 2016

Velázquez

Diego Velázquez (Sevilla, 1599-Madrid, 1660) es el pintor más representativo y universal de la pintura barroca española. Muchos lo consideran el mejor pintor habido. Fue pintor de cámara de Felipe IV (1623) y caballero de la Orden de Santiago (1658).

Su producción no es extensa, pero sí fecunda por la diversidad de los temas pintados y por incluir varios en un mismo cuadro. Se atrevió a desarrollar todos los géneros, incluyendo los que eran ajenos a la pintura española, caso del mitológico y del desnudo femenino.

Velázquez pintaba alla prima, es decir, sin dibujo previo, lo que le llevó a practicar el arrepentimiento, es decir, superponer un cuadro sobre otro hasta conseguir la versión definitiva, la que consideraba perfecta.

A Velázquez no se le puede considerar un pintor barroco siguiendo a Eugenio d’Ors y Ortega y Gasset pues sus pintoras no fueron presa del movimiento, pero sí siguiendo a Wölfin y Lafuente Ferrari por lo pintoresco de su estilo, lo esfumado de las líneas, el sentido de la profundidad y la búsqueda de la personalidad del individuo.

La pintura de Velázquez se apoyó en la realidad, más sentida que observada. No es pintor fotógrafo y sí pintor pensador, que observó la realidad, la asimiló y la llevó al lienzo. Pero también se evadió de la realidad cuando pintó con una técnica casi impresionista.

La trayectoria pictórica de Velázquez se divide en seis etapas:
·         Sevillana o de formación, hasta 1623.
·         Primera etapa madrileña, de 1623 a 1628.
·         Primer viaje a Italia, de 1629 a 1631.
·         Segunda etapa madrileña, de 1631 a 1649.
·         Segundo viaje a Italia, de 1649 a 1651.
·         Tercera etapa madrileña, de 1651 a 1660.

En la etapa sevillana o de formación (hasta 1623) Velázquez tuvo como primer maestro a Herrera el Viejo y como más influyente a Francisco Pacheco, de quien tomó el gusto por el color mate. Su técnica se caracterizó por una plasticidad dura, el tenebrismo caravaggiano, los tonos madera, un dibujo preciso y la factura lisa de la pincelada. Pintó bodegones, cuadros de género, retratos y cuadros religiosos. En ocasiones en un mismo cuadro reunió más de una de estas temáticas.

Los bodegones velazqueños tienen un fondo melancólico y de respeto hacia la pobreza. Además, se confunden con la pintura de género, caso de Vieja friendo huevos (1618) y El aguador de Sevilla (1620), donde figuras y objetos tienen el mismo protagonismo.

Vieja friendo huevos (1618) es uno de los cuadros más representativos de la etapa sevillana de Velázquez.
  

Entre los cuadros religiosos destacan Inmaculada Concepción (1619), inspirada en los tipos de Pacheco y Montañés, y La Adoración de los Magos (1619), donde la humanidad y el realismo de los personajes da pie a pensar en que pueda ser un retrato de familia. En estos cuadros Velázquez abrió la composición al paisaje.

Velázquez inició en esta etapa uno de los géneros que más desarrollo en su carrera artística, el retrato. Destaca La venerable madre Jerónima de la Fuente (1620), donde capta la fuerza psicológica de la monja franciscana que a sus sesenta y seis años marcha a Filipinas para fundar un convento. La madre Jerónima de la Fuente ocupa el centro del lienzo sobre un fondo neutro en el que no se reconoce que haya suelo. Aparece de pie, vestida con el hábito de las clarisas, compuesto por una toca blanca, una túnica y un manto marrón de paño basto, que cae hasta los pies formando pliegues ampulosos. La religiosa empuña un crucifijo con la mano derecha y sostiene un breviario con la izquierda. La luz se focaliza en el rostro de la religiosa. Se pretende forzar al espectador a que reflexione acerca de la fe que impulsó a una persona en sus últimos años de vida a  marchar a Filipinas a evangelizar a los infieles. El carácter fuerte de la madre Jerónima de la Fuente se hace evidente en la mirada profunda y la seguridad con la que sujeta el crucifijo y el breviario.

La venerable Jerónima de la Fuente (1620) es uno de los retratos velazqueños de más fuerza expresiva.


En 1622 viajó a Madrid a estudiar las colecciones reales. Su capacidad de asimilación se demuestra a su regreso a Sevilla donde pintó Imposición de la casulla a san Ildefonso (1622), donde se reconoce la influencia de El Greco.

En la primera etapa madrileña (1623-1628) Velázquez apuesta por el retrato aislado y los cuadros de temática histórica y mitológica.

Los retratos responden a un tipo semejante al de Tiziano, pero tienen la particularidad de que la figura se destaca sobre un fondo más claro y se limita a lo accesorio. Aunque se mantiene la dureza del contorno de la etapa sevillana, la pincelada se hace más suelta y ligera, desaparece el tenebrismo y el tono madera, se aclara la paleta, aparecen pigmentaciones rosadas y blanquecinas, y predomina la luz. Destacan los retratos de El conde-duque de Olivares (1626), El infante don Carlos (1627) y Felipe IV (1628). Los retratados aparecen de cuerpo entero, vestidos a la moda española, de negro riguroso, con la gola blanca como único detalle de color, y se sitúan en un espacio indeterminado, pero no irreal.

Velázquez se atreve con los cuadros de contenido histórico con Expulsión de los moriscos (1627), que no se conserva.

La temática mitológica se reconoce en El triunfo de Baco (1628), que trata con absoluto realismo. La escena se sitúa al aire libre, lo que impidió a Velázquez practicar el tenebrismo, la pincela se hace más suelta y los personajes, la luz y el color hacen que la pintura sea un bodegón.

Velázquez trató la temática mitológica en El triunfo de Baco (1628).
  

Velázquez realizó su primer viaje a Italia (1629-1631) influido por Rubens, que visitó España en 1628. Visitó entre otras ciudades Roma, Génova, Venecia, estudió las obras de Cortona, Miguel Ángel y Rafael, tuvo contacto con Ribera, estudió las obras de San Pedro de Roma y residió en Villa Medici.

Su paleta se transformó. Desaparecieron los betunes negruzcos, su pincelada se hizo más fluida, se interesó por el desnudo y el paisaje, y utilizó la perspectiva aérea.

Velázquez pintó La fragua de Vulcano (1630) en su primer viaje a Italia.

  
De esta etapa son representativas La túnica de José (1630), de temática religiosa, y La fragua de Vulcano (1630), de temática mitológica. En ellas hay un equilibrio entre figuras y ambiente. La túnica de José representa el momento en el que Jacob se entera de la presunta muerte de su hijo José. La fragua de Vulcano recoge el momento en que Apolo comunica a Vulcano la infidelidad de su esposa; apenas ha hablado Apolo, cuando el rostro de Vulcano se enciende de sorpresa e indignación; lo mismo se aprecia en sus compañeros.

Pero Velázquez fue presentado en Italia como retratista. Durante este viaje pintó Felipe IV de castaño y plata (1631).

La segunda etapa madrileña (1631-1649) es la central de su biografía y la del afianzamiento cortesano. Siguiendo a Lafuente Ferrari se divide en tres periodos: de 1631 a 1635, de 1636 a 1643, y de 1643 a 1649.

De 1631 a 1635, Velázquez manifiesta una actitud discreta en los temas religiosos. En Cristo crucificado (1631) se reconoce en la cabeza y el torso la influencia del Cristo de la Clemencia de Montañés, y en el modelo iconográfico la de Pacheco; ha sustituido el patetismo por el sentimiento de serenidad y emoción contenida en el rostro de Cristo, reclinado y oculto en parte por el cabello, con ausencia de los detalles cruentos de la crucifixión. Otro cuadro religioso es Tentación de santo Tomás de Aquino (1632), que recoge el momento posterior a la tentación, es decir, cuando ya ha vencido las insinuaciones de la mujer pecadora, que se retira al fondo.

Durante estos años decoró el Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro de Madrid. El conjunto de pinturas de Velázquez, Zurbarán, Pereda, Maino, Carducho, Cajés y Castelo exaltan las glorias de la monarquía española a través de sus éxitos militares. De Velázquez son los retratos ecuestres Felipe III, Felipe IV y Príncipe Baltasar Carlos, y Reina doña Margarita e Isabel de Borbón, todos de 1635.

La obra cumbre de este periodo es el cuadro histórico La rendición de Breda (1635). Velázquez quiso y supo retratar el dolor psicológico de la derrota, por lo cual situó en el centro del cuadro al general Justino Nassau entregando las llaves de la ciudad al general Ambrosio de Spinola que, en un alarde de caballerosidad, interrumpe la humillante flexión que debía prestarle el vencido; pero también pintó la concordia a través de las figuras que se abrazan.

La rendición de Breda (1635) es el cuadro de temática histórica más conocido de Velázquez.

  
De 1636 a 1643 la pincelada gana fluidez. De estos años destacan Pablo de Valladolid (1637), donde desaparece el fondo, y Don Gaspar de Guzmán, conde-duque de Olivares, a caballo (1638), lienzo en el que Olivares aparece como hombre poderoso y triunfal en el campo de batalla. Olivares está retratado de medio perfil a lomos de un caballo bayo en corveta, viste media armadura, fajín, bastón de mando y sombrero de ala ancha emplumado con puntas levantadas, además, presenta golilla, peinado tufo y bigote con puntas levantadas. El caballo se presenta agitado mientras el conde-duque sujeta las riendas con la mano izquierda a la vez que mira con superioridad a los espectadores de la escena. Esta sensación se refuerza con un punto de vista bajo. La composición se organiza en diagonal. El caballo está dispuesto en escorzo hacia dentro, igual que el brazo derecho del conde-duque de Olivares. Compensa la diagonal la línea vertical del  árbol de la derecha del cuadro y la horizontal del fondo donde se está desarrollando la batalla. La gama de colores destaca por su riqueza; abundan los azules, grises, ocres y verdes en diversas tonalidades. El tratamiento de la luz proporciona naturalidad a la escena. Se combinan pinceladas minuciosas para retratar al conde-duque de Olivares y al caballo, con otras  largas, superpuestas y en contra dirección en la cola del caballo, sueltas en el paisaje y la batalla, empastadas en las flores y restregones que se mezclan en la retina. La perspectiva aérea está conseguida de una manera magistral.

En Don Gaspar de Guzmán, conde-duque de Olivares, a caballo (1638), Velázquez retrató al valido de Felipe IV como un hombre poderoso y triunfal en el campo de batalla.


De 1643 a 1649 la paleta gana en profundidad y efectos pictóricos. Velázquez pintó a los bufones de la corte con verdadera piedad pues disimula el enanismo de los personajes pintándolos sentados. Hay que destacar Francisco Lezcano y Sebastián Morra, ambos de 1645.

Francisco Lezcano, (1645). Velázquez gustó de retratar a los bufones de la corte.
  

Velázquez realiza su segundo viaje a Italia (1649-1651) con el encargo de comprar cuadros para las galerías reales españolas. De estos años son dos retratos sobresalientes: Martín Pareja (1650), su criado mulato, e Inocencio X (1650), en el que supo retratar la psique del papa con toda la dignidad de su cargo.

Inocencio X (1650) es uno de los retratos que más fama dio a Velázquez.

  
En los lienzos de Villa Medicis aparece prefigurado el impresionismo. Se observa el aire y la filtración de los rayos del sol hasta el suelo.

Bajo la influencia del ambiente italiano Velázquez pintó Venus del espejo (1650). La composición lo hace original. Venus aparece de espaldas al espectador y le muestra su rostro al reflejarse en un espejo.

En Venus del espejo (1650), Velázquez recrea el ambiente italiano que conoció en sus viajes.

  
La tercera etapa madrileña (1651-1660) cierra la biografía de Velázquez. La paleta se hace líquida, esfumándose la forma y logrando calidades insuperables; la pasta se acumula a veces en pinceladas rápidas y gruesas, de mucho efecto. En esta etapa Velázquez pintó sólo retratos y mitología. De estos años son sus obras maestras Las Meninas (1656) y Las hilanderas (1657).

En Las Meninas Velázquez consigue la perspectiva atmosférica perfecta, la presencia del aire entre objetos y personas, aire que diluye los contornos de los cuerpos del fondo, como evidencia la figura del aposentador, apenas abocetada. Es un retrato de la familia real de Felipe IV en el Alcázar y un autorretrato del pintor. La estructura del cuadro es un diálogo entre lo que parece estar pintando Velázquez, es decir, los reyes, que aparecen reflejados en el espejo del fondo, y lo que ha pintado para el espectador,  es decir, la infanta Margarita que entra en la estancia para ver a sus padres y a las meninas que la rodean, y que no puede estar pintando Velázquez pues se encuentran a su altura. El espectador al contemplar el cuadro lo completa al situarse donde se supone estarían los reyes. Por otra parte, hay un trasfondo que afecta a la propia estimación de la pintura; los reyes al visitar a Velázquez en su taller elevan la categoría de la pintura a arte liberal.

Las Meninas (1656) es la obra maestra de Velázquez.

  
Las hilanderas es el cuadro más vaporoso de Velázquez. Se confunde la imagen real, el taller, y la intelectual, el tema mitológico. El cuadro es de género en primer plano y mitológico en el fondo. En apariencia el lienzo es una escena de taller en la fábrica de tapices de Santa Isabel, pero en el fondo se representa la historia de Aracne, una joven ambiciosa orgullosa de su habilidad como tejedora. Palas convoca un concurso para humillar a Aracne, que se atreve a representar los vicios de los dioses a través del rapto de Europa, lo que lleva a Palas a castigar a Aracne y convertirla en una araña. Las hilanderas hacen las veces de testigos.

Las hilanderas (1657) fue la última gran obra de Velázquez.
  

En 1659 Velázquez recibió el nombramiento de caballero de la Orden de Santiago en reconocimiento de su arte. Pero el reconocimiento por el gran público es muy posterior, y por dos motivos: sus pinturas religiosas son escasas y casi toda su producción permaneció inaccesible en los palacios reales. Todo cambió entre 1819, año en el que se abrió el Museo del Prado, y 1865, año en el que Manet, tras visitar Madrid, definió a Velázquez como “pintor de pintores y el más grande pintor que jamás ha existido”.