Juan Martínez Montañés (Alcalá la Real, 1568-Sevilla, 1649) se
formó como escultor en Granada en el taller de Pablo de Rojas. Se estableció en
Sevilla en 1585 dando inicio a la escuela sevillana barroca. Su estilo se
caracteriza por el realismo, la armonía y la serenidad. Entre sus obras más
importantes hay que citar Cristo de la Clemencia (1606), el retablo de la iglesia de Santiponce
(1609) y la Inmaculada de la santa, metropolitana y patriarcal iglesia catedral
de Santa María de la Sede y de la Asunción de Sevilla (1628).
Juan
Martínez Montañés: Cristo de la Clemencia,
1606.
Estilo:
Barroco.
Técnica:
Madera policromada.
Temática:
Religiosa.
Dimensiones:
190 cm. sin la cruz.
Santa, metropolitana y patriarcal iglesia catedral
de Santa María de la Sede y de la Asunción, Sevilla, España.
Juan Martínez
Montañés utilizó madera de cedro para realizar el Cristo de la Clemencia o Cristo
de los Cálices. De la policromía se encargó el pintor Francisco Pacheco,
que practicó las técnicas del encarnado y del estofado.
El Cristo de la Clemencia representa a
Jesús de Nazaret crucificado, pero aún vivo. Está sujeto a la cruz con cuatro
clavos, uno en cada mano y uno en cada pie, aunque la pierna derecha se cruza
al modo del Cristo de tres clavos. La cabeza es un prodigio de la escultura:
está inclinada hacia su hombro derecho, con corona de espinas, la mirada hacia
abajo, directa al creyente que se sitúe delante de él, en un plano inferior, y
la boca se presenta entreabierta. La sangre se limita a las heridas de manos y
pies y a la que se derrama desde la corona a rostro y pecho. No aparece la
herida en el costado. El paño de pureza se recoge en un nudo hacia su lado
derecho, sus pliegues son de pequeño tamaño, pero sirven para crear un juego de
luces y sombras. La encarnación es en tono mate. El estudio anatómico es
perfecto en las formas y comedido en la tensión muscular. La expresión del
dolor es contenida y serena.
El Cristo de la Clemencia es manierista si
se atiende a su canon alargado, pero barroco en el mensaje y forma de transmitirlo.
Cristo dialoga con el creyente en torno al perdón: quien se le acerca lo hace
para pedirle perdón, que lo recibe como prueba del amor misericordioso que el
Señor tiene hacia sus hijos.
El contrato de
ejecución de la imagen, el espíritu contrarreformista surgido del Concilio de
Trento (1545-1563) y las influencias recibidas por Juan Martínez Montañés
explican el tipo iconográfico del Cristo
de la Clemencia.
El Cristo de la Clemencia fue un encargo
personal de Mateo Vázquez de Leca, arcediano de Carmona, para su oratorio
particular. En el contrato, de 5 de abril de 1603, se estipuló que el
Crucificado debía “de estar vivo… con la cabeza inclinada sobre el pecho,
mirando a cualquier persona que estuviese orando al pie del, como que está el
mismo Cristo hablándole”.
Quien
mira a los ojos del Cristo de la
Clemencia dialoga con él y le pide perdón.
La
Contrarreforma católica insistió en desarrollar el tema de la crucifixión dado
que Jesús de Nazaret con su muerte en la cruz redimió a los hombres.
Juan Martínez
Montañés se vio influido por el pintor Francisco Pacheco y por santa Brígida;
ambos eran de la opinión de que Jesús de Nazaret fue crucificado con cuatro
clavos.
Fue así que
Juan Martínez Montañés definió el modelo de los crucificados barrocos
sevillanos con el Cristo de la Clemencia,
para muchos el Cristo “más bello de la escultura barroca”.
Hoy el Cristo de la Clemencia se conserva y
venera en la sacristía de los Cálices de la catedral de Santa María de la Sede
de Sevilla.