Juan Martínez
Montañés
(Alcalá la Real, 1568-Sevilla, 1649) se trasladó con su familia a Granada en
1578, donde comenzó su formación como escultor bajo la dirección de Pablo de
Rojas. En 1582 se instaló en Sevilla y en 1588 obtuvo el título de maestro escultor
de imaginería y ensamblador. Se le reconoce como el creador de la escuela
sevillana de escultura barroca. Entre sus obras destacan imágenes como Cristo de la Clemencia (1606) e Inmaculada Concepción (1631) y los
retablos del monasterio de San Isidoro del Campo de Santiponce (1613) y de la
iglesia de San Miguel de Jerez (diseñado por Martínez Montañés en 1601 y
concluido por Juan de Arce en 1655). Entre sus colaboradores hay que citar a
los pintores Francisco Pacheco, Juan de Uceda y Baltasar Quintero, que se
encargaron de la policromía de muchas de sus esculturas.
San Cristóbal
con el Niño Jesús
(1597) es la primera obra de Martínez Montañés que ha llegado hasta nuestros
días.
Las características de la producción escultórica
de Martínez Montañés son las siguientes:
- Toda la producción es de temática religiosa, excepto el busto de Felipe IV para la estatua Felipe IV a caballo de Pietro Tacca.
- La mayor parte de su producción fueron imágenes devocionales y retablos para la decoración de iglesias.
- El material de trabajo preferido fue la madera policromada, pero también trabajó el marfil y el barro.
- Sus esculturas son realistas.
- La expresividad de sus imágenes es serena, pero se ajusta a los principios del Concilio de Trento (1545-1563) y la Contrarreforma con el fin de exacerbar en el espectador los sentimientos religiosos.
La carrera profesional de Martínez
Montañés pasó por las etapas siguientes:
- De formación, de 1579 a 1582.
- Magistral, de 1582 a 1630.
- Plenitud barroca, de 1630 a 1649.
La etapa
de formación (1579-1582) se desarrolló en Granada a la sombra de Pablo de
Rojas de quien adquirió el gusto por la expresión serena y las composiciones
equilibradas. No se conservan obras de esta etapa.
La etapa
magistral (1582-1620) se abre a su llegada a Sevilla, donde conoce a los
escultores Gaspar Núñez Delgado, Andrés de Ocampo y Jerónimo Hernández. En 1588
consiguió el título de maestro escultor de imaginería y ensamblador. Puso en
marcha la escuela sevillana de escultura barroca. Además, fue protagonista de
tertulias culturales celebradas en la Casa de Pilatos o en la academia del
pintor Francisco Pacheco, donde conoció a Velázquez y Alonso Cano. También se
dedicó al estudio de la Biblia y de textos de santa Teresa de Jesús, fray Luis
de Granada y san Juan de la Cruz, además de pertenecer a la agrupación
religiosa Congregación de la Granda, que defendía la concepción inmaculada de
la Virgen María, lo que le enfrentó en numerosas ocasiones a la Inquisición. De
esta etapa es su obra maestra como Cristo
de la Clemencia (1606).
Las primeras obras que se conservan de Martínez
Montañés son San Cristóbal con el Niño
Jesús (1597) de la iglesia del Salvador de Sevilla, de grandes proporciones
y aspecto naturalista, concebida como paso procesional; San Jerónimo del retablo
mayor del convento de Santa Clara de Llerena (1598), el túmulo de Felipe II (1598), del que
realizó diecinueve esculturas, y el retablo
de la capilla de San Onofre del convento de San Francisco de Sevilla
(1604), hoy desaparecido.
Martínez Montañés se vio influido por
Torrigiano en Santo Domingo penitente
(1605). El santo aparece con el torso desnudo, el hábito caído formando amplios
pliegues, en actitud penitente, dirige la mirada al crucifijo que sostiene con
la mano izquierda, en la mano derecha sostendría un flagelo con el que se
estaría azotando la espalda.
El Santo Domingo penitente, de Martínez
Montañés, se inspira en el San Jerónimo
penitente, de Torrigiano.
El Cristo
de la Clemencia se encuentra en la sacristía de los cálices de la catedral de
Santa María de la Sede de Sevilla. Se inició en 1603 y se finalizó en 1606.
Representa a Jesús de Nazaret crucificado, pero aún vivo. Está sujeto a la cruz
con cuatro clavos, uno en cada mano y pie, aunque la pierna derecha se cruza al
modo del Cristo de tres clavos. La cabeza es prodigiosa: está inclinada hacia
su hombro derecho; con corona de espinas; la mirada hacia abajo, directa al
creyente que se sitúe delante de él, en un plano inferior; y la boca se
presenta entreabierta. La sangre se limita a las heridas de manos y pies y a la
que se derrama desde la corona a rostro y pecho. No aparece la herida en el
costado. El paño de pureza se recoge en un nudo hacia su lado derecho; sus
pliegues son de pequeño tamaño, pero sirven para crear un juego de luces y
sombras. El estudio anatómico es perfecto en las formas y comedido en la
tensión muscular. La expresión del dolor es contenida y serena. Del estofado y
la encarnación, en tono mate, se encargó Francisco Pacheco. El Cristo de la Clemencia es manierista si
se atiende a su canon alargado, pero barroco en el mensaje y forma de
transmitirlo. Cristo dialoga con el creyente en torno al perdón: quien se le
acerca lo hace para pedirle perdón, que lo recibe como prueba del amor
misericordioso que el Señor tiene hacia sus hijos.
Cristo de la Clemencia o Cristo de los cálices (1606) es la
primera obra maestra de Martínez Montañés.
El retablo
mayor del monasterio de San Isidoro del Campo de Santiponce se inició en 1609
y se finalizó en 1613. Consta de banco, dos cuerpos y ático. La calle central
está ocupada por las tallas de san Jerónimo y san Isidoro, las entrecalles por
relieves que narran la vida de Jesús de Nazaret y el ático por un relieve de la
Asunción y un Calvario. El retablo está flanqueado por las estatuas de los
fundadores del monasterio, Alonso Pérez de Guzmán y María Alonso Coronal.
Martínez Montañés contó con la ayuda de Juan de Mesa y Francisco de Ocampo.
El retablo mayor del monasterio de San
Isidoro del Campo de Santiponce (1613) es uno de los muchos retablos que
realizó Martínez Montañés.
San
Francisco de Borja
(1624) en la iglesia de la Anunciación de Sevilla es una imagen de candelero
para vestir. El santo contempla un cráneo, símbolo de la muerte, que portaba en
la mano izquierda, mientras con la derecha sostiene una cruz, símbolo de la
vida eterna.
De esta etapa son Niño Jesús bendiciendo de la iglesia del Sagrario de Sevilla
(1606), retablo mayor del convento de
la Concepción de Lima (1607), retablo de
san Juan Bautista de la iglesia de la Anunciación de Sevilla (1622) y retablo mayor del convento de Santa
Clara de Sevilla (1626).
En la etapa de plenitud barroca (1630-1649) Martínez Montañés no abandona
las composiciones equilibradas ni la serenidad, pero supo crear estereotipos
barrocos como el de Inmaculada Concepción
(1631), su obra maestra, que se ajusta a los principios contrarreformistas y a
la presentación y defensa del misterio de la concepción virginal de María,
madre de Dios.
La Inmaculada Concepción de la catedral de
Santa María de la Sede de Sevilla (1631) le sirvió a Martínez Montañés para
transmitir la idea de la concepción original de la Virgen María.
La Inmaculada
Concepción preside el retablo homónimo de la capilla de los alabastros de
la catedral de Santa María de la Sede de Sevilla. La Virgen María aparece de
pie sobre un pedestal compuesto por una nube, una media luna y tres ángeles. Se
la representa en su juventud; la mirada se dirige hacia el suelo en señal de
obediencia hacia el Señor, en actitud orante con las manos unidas por los dedos
delante del pecho; el cabello está suelto peinado con raya en medio, lo que
simboliza la pureza de la Virgen; el rostro es nácar. La Virgen está coronada
por doce estrellas, que simbolizan el apostolado y las tribus de Israel. Se
apunta un tímido contraposto al
avanzar la rodilla izquierda. Aparece vestida con túnica y manto, que recoge
con las manos, creando unos pliegues angulosos. La policromía original fue de
Baltasar Quintero, que eligió el blanco para la túnica y el azul para el manto,
sin embargo, la policromía actual es de 1779. Con la Inmaculada Concepción de la catedral de Santa María de la Sede de
Sevilla Martínez Montañés fijó un estereotipo de Virgen María que quedó
incrustado en el imaginario de la ciudad de Sevilla y del Barroco español.
El retablo
mayor de la iglesia de San Miguel de Jerez de la Frontera lo iniciaron en
1601 Martínez Montañés, Juan de Oviedo el
Joven y Gaspar de Águila, en 1638 los cuatro cuadros de las calles
laterales fueron sustituidos por relieves ejecutados por José de Arce y en 1643
Martínez Montañés finalizó su participación en la ejecución del retablo. De
Martínez Montañés es el diseño del retablo y las esculturas Ascensión (1638), Batalla de los ángeles (1641) y Transfiguración
(1643). Juan de Arce terminó el retablo en 1655.
El retablo mayor de la iglesia de San Miguel
de Jerez de la Frontera es uno de los más característicos de Martínez Montañés.
Otras obras de esta etapa son San Bruno (1634), el busto de Felipe IV para
la estatua Felipe IV a caballo de
Pietro Tacca (1635), San Juan Evangelista
(1637) y San Juan Bautista (1638).
Martínez Montañés falleció en 1649
víctima de la peste que asoló Sevilla.
A Martínez Montañés se le debe haber
creado la escuela sevillana de escultura barroca y haber fijado en el
imaginario español los modelos de Cristo crucificado y de la Virgen inmaculada.
Entre los discípulos de Martínez Montañés hay que citar a Alonso Cano y Juan de
Mesa.