Antonio de Pereda (Valladolid,
1611-Madrid, 1678) fue un pintor barroco español. De niño se trasladó a Madrid
tras quedar huérfano. Se formó en el taller de Pedro de las Cuevas. Estuvo
protegido por el noble italiano Giovanni Battista Crescenzi, quien le acercó al
naturalismo y a la pintura veneciana. Pintó cuadros de temática histórica, caso
de Socorro a Génova por el II marqués de
Santa Cruz (1634), religiosa, destacando San Jerónimo penitente (1643), pero se especializó en las vanitas, es decir, bodegones
moralizantes, sobresaliendo Alegoría de
la vanidad (1635) y El sueño del caballero (1650).
El sueño del
caballero
se ajusta al género vanitas, es
decir, al del bodegón moralizante. Se caracteriza por aparecer un personaje en
un interior acompañado por objetos a los que se les dota de una intención
moralizante. Es una alegoría con la que se pretende hacer ver la fugacidad de
la vida y de las glorias mundanas. Las vanitas
aparecieron en el siglo XVI y se
extendieron durante el siglo XVII. También fue género literario, que cultivaron
Quevedo en Sueños y discursos de verdades
descubridoras de abusos, vicios y engaños en todos los oficios y estados del
mundo (1627) y Calderón de la Barca en La
vida es sueño (1635).
Antonio de Pereda dividió el lienzo en tres espacios, que, de izquierda a derecha, están ocupados por un joven caballero, un ángel y un bodegón, que ocupa la mayor parte del cuadro.
El joven caballero aparece sentado en un cómodo sillón, durmiendo un sueño profundo, que simboliza la confusión entre la realidad y lo imaginario, que cuando se sueña parece real; apoya los brazos en el sillón, el izquierdo lo tiene doblado para recibir la cabeza; viste de manera elegante.
El ángel aparece con las alas desplegadas; observa al joven caballero, mientras sostiene una filacteria en la que se lee “Aeterna pungit, cito volat et accidit”, es decir, “Eternamente hiere, vuela veloz y mata”. El ángel presenta túnicas roja y verde y cabello dorado, colores que simbolizan la Pasión, la esperanza y la Gloria.
El bodegón presenta una gran cantidad y diversidad de objetos con un rico mensaje moralizante: las monedas y las joyas simbolizan la riqueza, la armadura, las armas y la mitra papal el poder temporal y espiritual, el globo terráqueo el conocimiento, el reloj el paso del tiempo, los naipes el azar, los libros, la partitura y la máscara de teatro los placeres intelectuales y mundanos, las flores y la vela que la vida se marchita y apaga y la calavera la muerte cierta. Todo ello quiere hacer recordar al joven caballero que ningún bien material ni cargo alcanzado se lo podrá llevar al otro mundo.
El dibujo define con exactitud cada elemento que compone la escena.
La paleta de colores es rica en variedad cromática y en tonalidades, reservando el negro para el fondo del cuadro.
La luz se reparte, con más o menos intensidad, por toda la escena, pero los rostros del caballero y del ángel concentran una luz casi blanquecida. La luz pierde intensidad a medida que se aleja del primer plano. El fondo queda en la sombra.
Las texturas de los ropajes y objetos son realistas.
Para el hispanista francés Paul Guimard El sueño del caballero, de Antonio de Pereda, es “uno de los mejores cuadros españoles del siglo XVII” por su calidad técnica y rica iconografía.
Antonio de Pereda influyó en Valdés Leal, quien también cultivo el género de la vanitas en sus dos obras más destacadas In icti oculi y Finis gloriae mundi (1672).
El sueño del caballero, de Antonio de Pereda, formó parte de la colección de arte del Almirante de Castilla don Juan Gaspar Enríquez de Cabrera y Sondoval, en 1800 de la colección de pinturas de Manuel de Godoy, en 1813 fue llevado a París para formar parte del Museo Napoleón y desde 1816 pertenece a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid.