sábado, 30 de abril de 2016

Cabeza de Montserrat gritando, de Julio González

Julio González (Barcelona, 1876-París, 1942) se formó como escultor en el taller familiar de orfebrería. En 1900 se instaló en París, donde entró en contacto con Picasso en 1910, que le inició en el cubismo. En 1927 empezó a trabajar en hierro influido por Brancusi y Gargallo. Entre sus mejores obras hay que citar Mujer peinándose (1932), Mujer frente al espejo (1936), Montserrat (1937), la serie Hombre-cáctus (1940) y Cabeza de Montserrat gritando (1942).

Julio González: Cabeza de Montserrat gritando, 1942.
Estilo: Expresionismo.
Técnica: Bronce fundido.
Temática: De género.
Dimensiones: 32,5 x 30,2 cm.
Museo Nacional de Arte de Cataluña, Barcelona, España.
  
  
Cabeza de Montserrat gritando es secuela y culminación de la Monserrat que Julio González presentó en la Exposición Internacional de París de 1937. Debería haber formado parte de Montserrat gritando, escultura de una campesina que el autor no concluyó a tiempo antes de morir.

La cabeza de Montserrat se presenta erguida, mira hacia el cielo, cubierta con un pañuelo que oculta el cabello, ojos muy abiertos con iris marcado y la boca abierta expresando un grito.

La fuerza del grito se subraya de cuatro maneras: una mirada intensa, las comisuras aparecen muy marcadas, la falta de piezas dentales en la mandíbula inferior y lo que parece una quemadura en el pómulo izquierdo.

Cabeza de Montserrat gritando simboliza el miedo del hombre frente al horror y la destrucción de la guerra y la fuerza del campesinado catalán, que siempre fue fuente de inspiración para Julio González.

La trascendencia artística de Cabeza de Montserrat gritando radica en haberse convertido en uno de los iconos del expresionismo escultórico, al mismo nivel que El grito (1893) de Munch en pintura.

Roberta González, hija del escultor, donó en 1972 Cabeza de Montserrat gritando al Museo de Arte Moderno de Barcelona, hoy Museo Nacional de Arte de Cataluña.

sábado, 23 de abril de 2016

Bartolomé Bermejo

Bartolomé Bermejo (Córdoba, 1440-Barcelona, 1498) estudió en Flandes en los talleres de Roger van der Weyden y Dieric Bouts. Desarrolló su carrera pictórica en la Corona de Aragón durante el último cuarto de siglo XV. Entre sus clientes estuvo la reina Isabel la Católica. El éxito y prestigio que alcanzó le empujaron a crear un taller de pintura para poder satisfacer un número creciente de encargos. Entre sus colaboradores hay que citar a Martín Bernat y Miguel Ximénez. Entre sus muchas obras maestras destacan Virgen de la Leche (1468), Santo Domingo de Silos entronizado como obispo (1474-1477), Retablo de la Virgen de Montserrat (1485) y Piedad del canónigo Desplà (1490).

Bartolomé Bermejo es el pintor español que mejor representa el estilo hispano-flamenco. Su pintura reúne las características siguientes:
·         Uso de las técnicas del óleo y el temple sobre tabla.
·         Monumentalidad compositiva y de los personajes representados.
·         Naturalismo en los paisajes y en los rostros de los retratados.
·         Dibujo enérgico que marca las líneas anatómicas de los representados.
·         Riqueza cromática en tonos intensos.
·         Sentido decorativo con una representación minuciosa de los detalles.
·         Uso de la perspectiva lineal.
·         Rico en simbología y contenido teológico.
·         Se especializó en temática religiosa a la que dota de un mensaje moralizante.

La carrera profesional de Bartolomé Bermejo se divide en tantas etapas como en ciudades la desarrolló:
·         Valencia, de 1468 a 1474.
·         Daroca, de 1474 a 1477.
·         Zaragoza, de 1477 a 1485.
·         Barcelona, de 1486 a 1498.

De la etapa de Valencia (1468-1474) son La muerte de la Virgen (1460-1462), San Miguel triunfante sobre el demonio (1468), Virgen de la Leche (1468) y Cristo en el sepulcro sostenido por dos ángeles (1468-1474).

La obra más destacada de esta etapa es Virgen de la Leche. Se trata de un óleo sobre tabla, que formó parte del retablo de la iglesia de Santo Domingo de Valencia. María se presenta dando el pecho al Niño; así se pretende subrayar el papel de la Virgen como intercesora ante el Señor. La influencia flamenca se aprecia en el dorado del fondo, las líneas marcadas del dibujo, la calidad de las texturas de las telas y las joyas y la espontaneidad y viveza del rostro del Niño, que mira al espectador.

La Virgen de la Leche (1468) es la obra más destacada de las que Bartolomé Bermejo pintó en Valencia.
  

De la etapa de Daroca (1474-1477) son Santa Engracia entronizada (1474), Santo Domingo de Silos entronizado como obispo (1474-1477), Martirio de santa Engracia (1474-1478) y Descenso de Jesús al Limbo (1475).

Santo Domingo de Silos entronizado como obispo (1474-1477) es la obra maestra de Bartolomé Bermejo.
  

Santo Domingo de Silos entronizado como obispo es la obra maestra de toda la carrera artística de Bartolomé Bermejo. Es la tabla central del retablo mayor de la iglesia homónima de Daroca, que no se conserva. Santo Domingo de Silos aparece sentado en su cátedra de obispo, mirando de frente al espectador, en un momento de pausa en la lectura de un libro que tiene entre las manos. Se reconoce la condición de obispo por los elementos que viste y porta: dalmática, de color rojo vino; mitra, cubierta con piedras preciosas; capa pluvial, ajustada con broche tetralobulado; y báculo, con astil de plata y empuñadura de oro. Su condición de abad se distingue por el velo transparente anudado en la empuñadura del báculo. El trono de obispo, sobre plataforma, destaca por los dorados, taracéa mudéjar, tracería gótica y las siete figuras, bajo pináculo, que representan las virtudes cristianas. Las virtudes teologales se disponen en el respaldo de la cátedra: la Caridad, en la cúspide, protegiendo a dos desvalidos; la Fe, a la izquierda, con mitra, báculo y cáliz; y la Esperanza, a la derecha, con un arbolillo en la mano. Las virtudes cardinales se disponen en los laterales de la cátedra: en el lado izquierdo, la Justicia sostiene una balanza y una espada, y la Fortaleza empuña una espada con la que mantiene a raya al demonio; en el lado derecho, la Prudencia lee un libro mientras se ilumina con una tea, y la Templanza, que se sirve vino con moderación. La devoción de santo Domingo de Silos hacia la Virgen se muestra en la empuñadura del báculo donde aparece representada. Las imágenes de los santos hacia los que santo Domingo de Silos sentía una especial devoción aparecen en el lado izquierdo de la cenefa de la capa pluvial: de arriba a abajo, san Pedro, santa Bárbara, san Andrés y santa Apolonia. En el lado derecho aparecen representados santos devocionales de los vecinos de Daroca: de arriba a abajo, santa Catalina, san Bartolomé y santa Quiteria. El dibujo prodigioso, da volumen y fuerza expresiva al rostro de santo Domingo de Silos, de mirada penetrante, pero hierático. Los colores son intensos: el blanco, los azules, los rojos y los verdes ponen el contrapunto al oro, predominante en el cuadro. El dominio de la técnica se pone de manifiesto en la transparencia del velo. Bartolomé Bermejo con Santo Domingo de Silos entronizado como obispo se situó al mismo nivel que los grandes pintores flamencos contemporáneos.

En Martirio de santa Engracia se cuenta la historia de una noble hispana que sufrió martirio en el siglo IV por orden de Daciano, procónsul romano. Daciano aparece a la izquierda sosteniendo el clavo que luego hundirían en la frente a santa Engracia. La escena se desarrolla en un interior con abundancia de elementos arquitectónicos y decorativos. El dominio técnico de Bartolomé Bermejo se pone de manifiesto en las calidades de los tejidos de las ropas de Daciano y santa Engracia y en la sangre que mana de la frente de ella. La perspectiva se subraya de varias maneras: suelo en ajedrezado, ventana al fondo y disposición de los personajes en círculo alrededor del verdugo. La iluminación es más potente en el torso desnudo de la santa. De los colores destaca la gama de rojos y granates. En el cuadro se aprecia un anacronismo: Daciano viste al estilo morisco; la intención es moralizar a los cristianos frente al enemigo musulmán.

De la etapa de Zaragoza (1477-1485) son San Agustín (1477-1485), El milagro de la nieve (1479-1484), Cristo guiando a los patriarcas (1480), Crucifixión (1480) y Retablo de la Virgen de Montserrat (1485).
  
En Cristo guiando a los patriarcas se narra el episodio en el que Jesús baja a los infiernos para liberar de la muerte a los patriarcas anteriores a su venida, Adán y Eva y el rey David entre otros. Bartolomé Bermejo aúna el gusto flamenco y la tradición hispánica. Las figuras son robustas y viriles, y están dotadas de una expresividad dramática. En esta obra se introducen elementos arquitectónicos renacentistas, caso de la puerta con casetones.

En Cristo guiando a los patriarcas (1480) Bartolomé Bermejo presenta a Jesús como guía y redentor de los cristianos.
  

El Retablo de la Virgen de Montserrat fue un encargo de Francesco Della Chiesa, que aparece de rodillas junto a la Virgen. Se trata de un tríptico: en la tabla central aparecen la Virgen con el Niño y el donante; y en las laterales El nacimiento de la Virgen, la Presentación del Niño Jesús, San Francisco de Asís recibiendo los estigmas y San Sebastián. El retablo fue terminado por Rodrigo de Osona, que pintó los paneles laterales.

Retablo de la Virgen de Montserrat (1485) es un tríptico con cinco escenas.

  
De la etapa de Barcelona (1486-1490) son Piedad del canónigo Desplà (1490), Noli me tangere (1493-1495) y Santa Faz (1495).

Virgen del canónigo Desplà (1490) es la última obra maestra de Bartolomé Bermejo.

  
La Piedad el canónigo Desplà es otra de las obras maestras de Bartolomé Bermejo. Está pintada en temple sobre tabla. Se pintó por encargo del arcediano Lluis Desplà, que aparece a la derecha de la composición. Esta obra destaca por su composición, una cruz formada por la Virgen y el cuerpo yacente de Jesús sobre su regazo, el verismo de los personajes, que enseñan expresiones desgarradas, caso de la Virgen, y contenidas, caso de los acompañantes, y el paisaje, lleno de referencias simbólicas, al edén mediante su guardián el león, a María mediante la mariquita, a la muerte a través de la calavera y a la resurrección mediante la mariposa.

Bartolomé Bermejo disfrutó de reconocimiento en vida como el gran maestro de la pintura hispanoflamenca de finales del siglo XV, tanto fue así que la reina Isabel la Católica pidió que la retratase.

sábado, 16 de abril de 2016

Museo de Cerámica Ruiz de Luna

Juan Ruiz de Luna (Noez, 1863-Talavera de la Reina, 1945) fundó en 1908 en Talavera de la Reina el alfar Nuestra Señora del Prado con dos objetivos: producir cerámica y recuperar la cerámica talaverana tradicional entonces en crisis. En sus viajes por la comarca de Talavera de la Reina reunió más de 1.500 piezas de cerámica. En 1963 el Estado español, la Diputación de Toledo y el Ayuntamiento de Talavera de la Reina adquirieron la colección a los herederos de Juan Ruiz de Luna. En 1996 se abrió el Museo de Cerámica Ruiz de Luna en el antiguo convento de San Agustín el Viejo de Talavera de la Reina.

Las mejores piezas del Museo Ruiz de Luna son de los siglos XVI al XIX.

Las cerámicas del siglo XVI presentan connotaciones mudéjares como los jarros de Santiago, los albarelos esponjados, los azulejos de mariposas y los azulejos de ferroneries.

La cerámica de mariposas es una de las series más valiosas del Museo de Cerámica Ruiz de Luna.
  

Del siglo XVII destacan las series la tricolor, la de la encomienda, la chinesca de helechos, la chinesca de golondrinas, la polícroma, las azules, la vermiculada y la de encaje de bolillos.

Del siglo XVIII cabe citar las piezas de influencia de Alcora y las procedentes de la localidad de Puente del Arzobispo.

Del siglo XIX sobresale la serie de la Guerra de la Independencia.

Otra producción de gran valor artístico es la de paneles de azulejería religiosa de los siglos XVI y XVII. Sobresale el Retablo de Santiago.

Del siglo XX son las piezas salidas del alfar Nuestra Señora del Prado de Juan Ruiz de Luna.

Además, el Museo de Cerámica Ruiz de Luna cuenta con una sección de arqueología, piezas cerámicas de la Edad Media y una biblioteca.

viernes, 8 de abril de 2016

Palacio de los Duques del Infantado, de Juan Guas

Juan Guas (Saint Pol-de-Léon, Francia, 1430- Toledo, España, 1496) se formó como arquitecto a la sombra de su padre. Está documentada su presencia en España desde 1448. Trabajó en la construcción de las catedrales del Salvador de Ávila, Santa María de Segovia y Santa María de Toledo. Entre sus grades obras hay que citar el monasterio de San Juan de los Reyes, en Toledo, por encargo de Isabel de Castilla en 1477, y el palacio de los Duques del Infantado (1480).

La fachada del palacio de los Duques del Infantado es de estilo gótico-mudéjar. Llaman la atención como recurso ornamental las puntas de diamante a tresbolillo.


El palacio de los Duques del Infantado, en Guadalajara, lo mandó construir en 1480 Íñigo López de Mendoza, segundo duque del Infantado. Se levantó sobre el solar que ocupaban las antiguas casas de la familia Mendoza, que fueron derribadas.

Juan Guas fue el arquitecto que lo diseñó, pero contó con la colaboración de Egas Cueman y Lorenzo de Trillo.

El palacio de los Duques del Infantado se construyó en estilo gótico-mudéjar.

Las partes más relevantes del palacio son la fachada de poniente, la puerta de acceso a palacio, el patio central o de los leones, la galería del jardín y las salas bajas.

La fachada principal o de poniente dota al palacio de una estética inconfundible. Al exterior las plantas baja y principal son un muro de sillar decorado con puntas de diamante en tresbolillo. En la planta principal se cuentan cinco balcones coronados con frontones triangulares. Remata la fachada una galería corrida de dobles balcones y garitones salientes alternados con arquería conopial, y presenta tracería gótica y mocárabes.

La puerta de acceso a palacio se encuentra descentrada, en el tercio izquierdo. La puerta presenta dos arcos, conopial mixtilíneo y apuntado; el tímpano está decorado con escudos y tracería gótica, la rosca del arco con motivos caligráficos, la clave con una bicha alada y las enjutas con sendos grifos. La puerta está flanqueada por dos columnas cilíndricas con basas prismáticas, fuste con red de rombos, collarín intermedio y capitel con mocárabes, que se repiten en la cornisa que une las columnas. Sobre la puerta hay dos esculturas de varones velludos que sostienen una corona ducal con el escudo de los Mendoza en el centro.

Sobre la puerta de acceso al palacio dos hombres velludos sostienen el escudo de los Mendoza.


El patio central o de los leones es de planta rectangular, de siete arcos en los lados de levante y poniente y cinco en norte y sur. Presenta doble arquería superpuesta conopial mixtilínea. Las columnas de la planta baja son de fuste liso y capitel dórico; las de la segunda presentan fuste torsionado y collarín intermedio. Las arcadas están decoradas con leones y grifos enfrentados y la balaustrada de la galería superior con filigranas góticas.

El patio de los leones cuenta con dos galerías.


La galería del jardín es obra de Lorenzo de Trillo y se concluyó en 1496. Consta de una doble arquería de columnas prismáticas. Los paramentos están decorados con arquillos lobulados superpuestos.

En la segunda mitad del siglo XVI Iñigo López de Mendoza, quinto duque del Infantado, encargó decorar las salas bajas. Destacan la sala de Crono, con pinturas del dios Crono y símbolos del zodíaco; la de las batallas, donde se narra la historia militar de los Mendoza; y la de Atalanta, con escenas de la diosa Atalanta e Hipómenes. Las pinturas las llevó a término el pintor italiano Rómulo Cincinato entre 1578 y 1580.

El palacio de los Duques del Infantado es una obra singular del gótico civil español y una de las más destacadas de Juan Guas, el último gran arquitecto del gótico español.

viernes, 1 de abril de 2016

Cruz de los Ángeles

La Cruz de los Ángeles fue donada en 808 por Alfonso II el Casto, rey de Asturias (791-842), a la iglesia de San Salvador de Oviedo, hoy desaparecida, con motivo de su consagración. Ha sido restaurada en dos ocasiones: en 1942 para reparar los desperfectos ocasionados por los sublevados durante la revolución de Asturias de 1934, que dinamitaron la Cámara Santa de la catedral de San Salvador de Oviedo, y en 1985, para restaurar el daño causado tras su robo en 1977.

Se desconoce el autor o autores. Se acepta que fueron orfebres lombardos de tradición bizantina, que por orden del emperador Carlomagno fueron al Reino de Asturias a trabajar para el rey Alfonso II el Casto. Ambos, emperador y rey, mantenían excelentes relaciones. Por el contrario, la leyenda dice que fueron dos ángeles que se aparecieron al rey Alfonso II el Casto en forma de peregrinos los que hicieron la cruz. Así se defiende en la Crónica Silense (1115) y por ello la cruz aparece representada acompañada por dos ángeles en el Códice Emilianense (976).

Anónimo: Cruz de los Ángeles, 808.
Estilo: Prerrománico asturiano.
Técnica: Mixta en madera, oro, perlas y piedras preciosas talladas.
Temática: Religiosa.
Dimensiones: 46,5 x 45,5 x 2,5 cm.
Catedral de San Salvador, Oviedo, España.


La Cruz de los Ángeles tiene forma de cruz griega patada, los brazos se ensanchan desde el centro a los extremos. Está formada por dos piezas de madera de cerezo silvestre, unidas en su intersección por un disco. Está forrada por láminas de oro sujetas a la madera con clavos de oro. El anverso está adornado con 48 piedras preciosas –ágatas, amatistas, granates, ópalos, rubíes y zafiros– en forma de cabujón. Los extremos de la parte posterior de la cruz presentan una gema rodeada por dos círculos de piedras preciosas, y en el disco central un camafeo romano de ágata rodeado por un círculo de perlas y pedrería. De entre los camafeos destacan cuatro por lo que representan: una campesina romana, la diosa Atenea, una cabeza caprina con cuerpo de serpiente y Eneas abandonando Troya. En cada brazo de la cruz hay una cajita insertada con tapa corredera que hace las veces de relicario.

En el reverso de la cruz en letras de oro se lee en latín vulgar:

“SVSCEPTVM PLACIDE MANEAT HOC IN HONORE DI OFFERT ADEFONSVS HVMILIS SERVVS XPI. HOC SIGNO TVETVR PIVS HOC SIGNO VINCITVR INIMICVS. QVISQVIS AVFERRE PRAESVNSERIT MIHI FVLMINE DIVINO INTEREAT IPSE. NISI LIBENS VBI VOLVNTAS DEDERIT MEA OPVS PERFECTVM EST IN ERA DCCCXLVI”,

que se traduce por:

“Permanezca esto en honor de Dios, hecho con complacencia. Alfonso, humilde siervo de Dios, lo ofrece. Con este signo se protege al piadoso, con este signo se vence al enemigo. Quien se atreviere a llevarme fuera de donde mi voluntad la dedicó, sea fulminado por el rayo divino. Esta obra se concluyó en la era 846 (año 808)”.

La Cruz de los Ángeles cumplió dos funciones: la de relicario, por las cajitas con tapa corredera que hay en los brazos de la cruz; y la de cruz procesional, por carecer de astil para su colocación sobre el altar, a imitación de la cruz del obispo Máximo que aparece en los mosaicos de la iglesia de San Vital de Rávena.

La trascendencia artística de la Cruz de los Ángeles radica en ser, de las que se conservan, la primera pieza de la orfebrería prerrománica asturiana.

La Cruz de los Ángeles se custodia en la Cámara Santa de la catedral de San Salvador de Oviedo.