Bartolomé Bermejo (Córdoba, 1440-Barcelona, 1498) estudió en
Flandes en los talleres de Roger van der Weyden y Dieric Bouts. Desarrolló su
carrera pictórica en la Corona
de Aragón durante el último cuarto de siglo XV. Entre sus clientes estuvo la
reina Isabel la Católica. El éxito y prestigio que alcanzó le empujaron a crear
un taller de pintura para poder satisfacer un número creciente de encargos.
Entre sus colaboradores hay que citar a Martín Bernat y Miguel Ximénez. Entre
sus muchas obras maestras destacan Virgen
de la Leche (1468), Santo Domingo de
Silos entronizado como obispo (1474-1477), Retablo de la Virgen de Montserrat (1485) y Piedad del canónigo Desplà (1490).
Bartolomé
Bermejo es el pintor español que mejor representa el estilo hispano-flamenco.
Su pintura reúne las características siguientes:
·
Uso de las técnicas del óleo y el temple sobre
tabla.
·
Monumentalidad compositiva y de los personajes
representados.
·
Naturalismo en los paisajes y en los rostros de
los retratados.
·
Dibujo enérgico que marca las líneas anatómicas
de los representados.
·
Riqueza cromática en tonos intensos.
·
Sentido decorativo con una representación
minuciosa de los detalles.
·
Uso de la perspectiva lineal.
·
Rico en simbología y contenido teológico.
·
Se especializó en temática religiosa a la que
dota de un mensaje moralizante.
La carrera
profesional de Bartolomé Bermejo se divide en tantas etapas como en ciudades la
desarrolló:
·
Valencia, de 1468 a 1474.
·
Daroca, de 1474 a 1477.
·
Zaragoza, de 1477 a 1485.
·
Barcelona, de 1486 a 1498.
De la etapa de Valencia (1468-1474) son La muerte de la Virgen (1460-1462), San Miguel triunfante sobre el demonio
(1468), Virgen de la Leche (1468) y Cristo en el sepulcro sostenido por dos ángeles
(1468-1474).
La obra más
destacada de esta etapa es Virgen de la
Leche. Se trata de un óleo sobre tabla, que formó parte del retablo de la iglesia de Santo Domingo
de Valencia. María se presenta dando el pecho al Niño; así se pretende subrayar
el papel de la Virgen como intercesora ante el Señor. La influencia flamenca se
aprecia en el dorado del fondo, las líneas marcadas del dibujo, la calidad de
las texturas de las telas y las joyas y la espontaneidad y viveza del rostro
del Niño, que mira al espectador.
La
Virgen de la Leche (1468) es la obra
más destacada de las que Bartolomé Bermejo pintó en Valencia.
De la etapa de Daroca (1474-1477) son Santa Engracia entronizada (1474), Santo Domingo de Silos entronizado como
obispo (1474-1477), Martirio de santa
Engracia (1474-1478) y Descenso de
Jesús al Limbo (1475).
Santo Domingo de Silos entronizado como
obispo (1474-1477) es la obra maestra de Bartolomé Bermejo.
Santo Domingo de Silos entronizado como
obispo es la obra maestra de toda la carrera artística de Bartolomé
Bermejo. Es la tabla central del retablo mayor de la iglesia homónima de Daroca, que no se conserva. Santo Domingo
de Silos aparece sentado en su cátedra de obispo, mirando de frente al
espectador, en un momento de pausa en la lectura de un libro que tiene entre
las manos. Se reconoce la condición de obispo por los elementos que viste y
porta: dalmática, de color rojo vino; mitra, cubierta con piedras preciosas;
capa pluvial, ajustada con broche tetralobulado; y báculo, con astil de plata y
empuñadura de oro. Su condición de abad se distingue por el velo transparente
anudado en la empuñadura del báculo. El trono de obispo, sobre plataforma,
destaca por los dorados, taracéa mudéjar, tracería gótica y las siete figuras,
bajo pináculo, que representan las virtudes cristianas. Las virtudes teologales
se disponen en el respaldo de la cátedra: la Caridad, en la cúspide, protegiendo a dos
desvalidos; la Fe,
a la izquierda, con mitra, báculo y cáliz; y la Esperanza, a la derecha,
con un arbolillo en la mano. Las virtudes cardinales se disponen en los
laterales de la cátedra: en el lado izquierdo, la Justicia sostiene una
balanza y una espada, y la
Fortaleza empuña una espada con la que mantiene a raya al
demonio; en el lado derecho, la
Prudencia lee un libro mientras se ilumina con una tea, y la Templanza, que se sirve
vino con moderación. La devoción de santo Domingo de Silos hacia la Virgen se muestra en la empuñadura
del báculo donde aparece representada. Las imágenes de los santos hacia los que
santo Domingo de Silos sentía una especial devoción aparecen en el lado
izquierdo de la cenefa de la capa pluvial: de arriba a abajo, san Pedro, santa
Bárbara, san Andrés y santa Apolonia. En el lado derecho aparecen representados
santos devocionales de los vecinos de Daroca: de arriba a abajo, santa
Catalina, san Bartolomé y santa Quiteria. El dibujo prodigioso, da volumen y
fuerza expresiva al rostro de santo Domingo de Silos, de mirada penetrante,
pero hierático. Los colores son intensos: el blanco, los azules, los rojos y
los verdes ponen el contrapunto al oro, predominante en el cuadro. El dominio
de la técnica se pone de manifiesto en la transparencia del velo. Bartolomé
Bermejo con Santo Domingo de Silos
entronizado como obispo se situó al mismo nivel que los grandes pintores
flamencos contemporáneos.
En Martirio de santa Engracia se cuenta la
historia de una noble hispana que sufrió martirio en el siglo IV por orden de
Daciano, procónsul romano. Daciano aparece a la izquierda sosteniendo el clavo
que luego hundirían en la frente a santa Engracia. La escena se desarrolla en
un interior con abundancia de elementos arquitectónicos y decorativos. El
dominio técnico de Bartolomé Bermejo se pone de manifiesto en las calidades de
los tejidos de las ropas de Daciano y santa Engracia y en la sangre que mana de
la frente de ella. La perspectiva se subraya de varias maneras: suelo en
ajedrezado, ventana al fondo y disposición de los personajes en círculo
alrededor del verdugo. La iluminación es más potente en el torso desnudo de la
santa. De los colores destaca la gama de rojos y granates. En el cuadro se
aprecia un anacronismo: Daciano viste al estilo morisco; la intención es
moralizar a los cristianos frente al enemigo musulmán.
De la etapa de Zaragoza (1477-1485) son San Agustín (1477-1485), El milagro de la nieve (1479-1484), Cristo guiando a los patriarcas (1480), Crucifixión (1480) y Retablo de la Virgen de Montserrat
(1485).
En Cristo guiando a los patriarcas se narra
el episodio en el que Jesús baja a los infiernos para liberar de la muerte a
los patriarcas anteriores a su venida, Adán y Eva y el rey David entre otros.
Bartolomé Bermejo aúna el gusto flamenco y la tradición hispánica. Las figuras
son robustas y viriles, y están dotadas de una expresividad dramática. En esta
obra se introducen elementos arquitectónicos renacentistas, caso de la puerta
con casetones.
En Cristo guiando a los patriarcas (1480)
Bartolomé Bermejo presenta a Jesús como guía y redentor de los cristianos.
El Retablo de la Virgen de Montserrat fue
un encargo de Francesco Della Chiesa, que aparece de rodillas junto a la
Virgen. Se trata de un tríptico: en la tabla central aparecen la Virgen con el
Niño y el donante; y en las laterales El nacimiento de la Virgen, la
Presentación del Niño Jesús, San Francisco de Asís recibiendo los estigmas y
San Sebastián. El retablo fue terminado por Rodrigo de Osona, que pintó los
paneles laterales.
Retablo de la Virgen de Montserrat
(1485) es un tríptico con cinco escenas.
De la etapa de Barcelona (1486-1490) son Piedad del canónigo Desplà (1490), Noli me tangere (1493-1495) y Santa Faz (1495).
Virgen del canónigo Desplà (1490) es la
última obra maestra de Bartolomé Bermejo.
La Piedad el canónigo Desplà es otra de las
obras maestras de Bartolomé Bermejo. Está pintada en temple sobre tabla. Se
pintó por encargo del arcediano Lluis Desplà, que aparece a la derecha de la
composición. Esta obra destaca por su composición, una cruz formada por la
Virgen y el cuerpo yacente de Jesús sobre su regazo, el verismo de los
personajes, que enseñan expresiones desgarradas, caso de la Virgen, y
contenidas, caso de los acompañantes, y el paisaje, lleno de referencias
simbólicas, al edén mediante su guardián el león, a María mediante la
mariquita, a la muerte a través de la calavera y a la resurrección mediante la
mariposa.
Bartolomé
Bermejo disfrutó de reconocimiento en vida como el gran maestro de la pintura
hispanoflamenca de finales del siglo XV, tanto fue así que la reina Isabel la
Católica pidió que la retratase.