Diego Velázquez (Sevilla, 1599-Madrid, 1660) es el pintor barroco español más universal. Se formó en Sevilla a la sombra de Herrera el Viejo y Francisco Pacheco. En 1623 se instaló en Madrid y fue nombrado pintor de cámara de Felipe IV. Viajó a Italia en dos ocasiones (1629 y 1649). Pintó cuadros costumbristas, desnudos, históricos, mitológicos, paisajes, religiosos y retratos. Entre los retratos de bufones de la corte hay que citar Pablo de Valladolid (1632-1637), Francisco Lezcano y Sebastián Morra, ambos de 1645. El rey Felipe IV le nombró caballero de la Orden de Santiago (1658).
Se
sabe que Pablo de Valladolid prestó servicio en la corte desde 1633 hasta su
muerte en 1648. Su trabajo era de bufón, pero por no presentar ningún defecto
físico cabe pensar que contaban con él por su ingenio y dotes interpretativas y
burlescas.
Pablo de Valladolid aparece retratado de cuerpo entero, de pie, con las piernas abiertas, mira al espectador en actitud declamatoria, con el brazo derecho extendido y apuntando con el dedo índice de la mano y el brazo izquierdo encogido y la mano en la boca del estómago, cabello y barba cortos de color negro, que contrasta con la piel pálida y viste traje, medias, calzado y capa negros con gola y puños de la camisa blancos.
La figura de Pablo de Valladolid se recorta sobre un fondo neutro pardo, donde no se distingue el suelo y la pared. Utiliza este recurso para ensalzar la figura del bufón y colocarla en dignidad a la altura de reyes y nobles.
La paleta de colores es escasa, predominando el negro y el pardo y en menor medida el encarnado pálido y el blanco. Las pinceladas del fondo del lienzo son ligeras, de densidad desigual y aplicadas en distintas direcciones, al contrario que las empleadas para retratar a Pablo de Valladolid, más densas, pero sin restar nitidez al dibujo, bien definido.
La luz procede de un foco exterior al cuadro situado a la izquierda y por encima de Pablo de Valladolid, lo que permite iluminarle el rostro, más por su lado derecho, y las manos, además de proyectar la sombra hacia la derecha del cuadro. La sombra que proyecta Pablo de Valladolid es el único elemento que permite situarle sobre el suelo.
Pablo de Valladolid es uno de los retratos más valorados de Velázquez y de los más representativos de su segunda etapa madrileña (1631-1649). Así lo reconoce Manet tras visitar el Museo Nacional del Prado en 1865: “Quizá el trozo de pintura más asombroso que se haya realizado jamás es el cuadro que se titula Retrato de un actor célebre en tiempo de Felipe IV. El fondo desaparece. Es aire lo que rodea al personaje, vestido todo él de negro y lleno de vida”. Tanto influyó Pablo de Valladolid en Manet que este pintó en El pífano en 1866.
Pablo de Valladolid consta en el inventario de 1701 del Palacio del Buen Retiro, permaneció en el Palacio Real de Madrid entre 1772 y 1816, año en el que pasó a formar parte de los fondos de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y desde 1827 se exhibe en el Museo Nacional del Prado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario