Diego Velázquez (Sevilla,
1599-Madrid, 1660) es el pintor barroco español más universal. Se formó en
Sevilla a la sombra de Francisco Herrera el Viejo y Francisco Pacheco. En 1623 se instaló
en Madrid y fue nombrado pintor de cámara de Felipe IV. Viajó a Italia en dos
ocasiones (1629 y 1649). Pintó cuadros costumbristas, desnudos, históricos,
mitológicos, paisajes, religiosos y retratos. Entre los religiosos hay que
citar Cristo crucificado (hacia 1632), pintado durante la segunda
etapa madrileña (1631-1649). El rey Felipe IV le nombró caballero de la
Orden de Santiago (1658).
Diego Velázquez: Cristo
crucificado, hacia 1632.
Estilo: Barroco.
Técnica: Óleo sobre lienzo.
Temática: Religiosa.
Dimensiones: 248 x 169 cm.
Museo Nacional del Prado, Madrid, España.
Aún se duda acerca de quién encargó a
Velázquez que pintase Cristo crucificado
para el convento de las hermanas benedictinas de San Plácido en Madrid. Unos
atribuyen el pedido al rey Felipe IV una vez se arrepintió por haberse
enamorado de una de las monjas de dicho convento. Otros consideran que el
encargo lo realizó don Jerónimo de Villanueva, protonotario del Reino de Aragón,
para demostrar su ortodoxia católica y distanciarse de un grupo de judíos
portugueses con el que se le relacionaba.
Cristo se presenta crucificado, sujetado
a la cruz con cuatro clavos, desnudo, frontal al espectador, brazos levantados
por encima de los hombros, con la cabeza ladeada hacia su derecha, inclinada
hacia abajo, con corona de espinas, nimbo, cabello largo y barbado, y un mechón
cubriéndole la mitad derecha del rostro; la nariz es recta; el paño de pureza
es escueto; los pies descansan sobre una peana. No hay detalles cruentos. En la
parte superior de la cruz hay una cartela en la que se lee en hebreo, griego y
latín “Jesús de Nazaret rey de los judíos”. El fondo es neutro.
Velázquez presentó a Cristo sujeto a la
cruz con cuatro clavos por influencia de Francisco Pacheco, su maestro y
suegro, y santa Brígida. Sin embargo, a diferencia del escultor Martínez
Montañés en Cristo de la Clemencia
(1606), Velázquez colocó a Cristo sobre una peana con las piernas y los pies
casi en paralelo, con un ligero contrapposto
hacia la cadera derecha.
Presentar a Cristo en la cruz, en
soledad, sin acompañamiento narrativo, tiene como objeto no distraer al
espectador y despertar en él la devoción hacia Dios.
Velázquez, tras estudiar a los pintores
renacentistas en su primer viaje a Italia (1629-1631), presenta un Cristo crucificado
sereno, sin detalles cruentos.
La paleta de colores es escasa, con
predominio del blanco para el paño de pureza, castaño para el cabello de Cristo
y la cruz, encarnado pálido para la piel y gris verdoso para el fondo del
cuadro.
Velázquez se valió del color para crear
las formas y los volúmenes. El modelado es suave. En este sentido, el color se
impone al dibujo.
La luz es suave y se proyecta desde el
lado izquierdo, recibiendo más luz la mitad superior del cuerpo de Cristo.
Cristo
crucificado,
de Velázquez, perteneció primero al convento de las hermanas benedictinas de
San Plácido en Madrid, Godoy lo compró para su esposa, la condesa de Chinchón,
en 1804, en 1828 pasó al duque de San Fernando de Quiroga, quien lo regaló al
rey Fernando VII. Por último, este lo donó al Museo Nacional del Prado en 1829.
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