Antonio Saura (Huesca, 1930-Cuenca, 1998) inició su carrera de
pintor autodidacta en 1947. Sus primeras pinturas fueron de estilo surrealista
y se expusieron en Zaragoza en 1950 y en Madrid en 1952. Se trasladó a París en
1954, donde encontró un surrealismo devaluado, que terminó abandonando. En 1957
regresó a España y fundó el grupo El Paso con Canogar, Feito, Francés,
Millares, Rivera, Serrano y Suárez, que se disolvió en 1960. Durante estos años
inició sus series Crucifixiones, Damas, Sudarios, Retratos
imaginarios, de los que destaca la serie Brigitte Bardot, y otras. Desde su regreso a España, y siguiendo a
Pollock y De Kooning, su obra es de estilo expresionista abstracto. Se
caracteriza por hacer uso de las técnicas del action painting y el dripping,
por usar una gama de colores reducida -blanco, gris y negro- y por la fuerza
gestual. A estas características se ajusta Grito nº 7, (1959).
Antonio Saura: Grito nº 7, 1959.
Estilo: Expresionismo
abstracto.
Técnica: Óleo sobre
lienzo.
Temática:
Figurativa.
Dimensiones: 195 x
130 cms.
Museo Nacional Centro
de Arte Reina Sofía, Madrid, España.
En Grito nº 7 se reconocen las formas
antropoides básicas -cabeza, brazos, manos, tronco, piernas y pies-, pero
esquematizadas, desfiguradas hasta el desgarro, con el fin de resaltar la
fuerza expresiva del grito que está llevando a cabo la figura que ocupa el
lienzo.
La
expresividad se refuerza de dos maneras: mediante la composición en aspa de la
figura que expresa el grito y mediante las técnicas empleadas, el action paintng y el dripping. La pincelada se aplicó con una vehemencia y un vigor al
mismo nivel de intensidad que la energía que exhibe la figura en su boca, manos
y pies.
La gama de
colores se reduce al mínimo. Se utilizaron el blanco, el gris y el negro y en
diversas tonalidades. El gris se utilizó para llenar los espacios dejados por
el negro y reforzarle en su función de color que estructura la composición.
La pincelada
es gruesa con el fin de dar más expresividad a la figura.
Antonio Saura
consiguió en Grito nº 7 una simbiosis
perfecta entre abstracción y realismo. Las formas humanas se reducen a su
estructura básica, pero no desaparecen. Además, supo hacer de Grito nº 7 un símbolo de la frustración
y la rebeldía del hombre frente a la desilusión y la falta de expectativas.
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