sábado, 22 de febrero de 2025

Finis gloriae mundi, de Valdés Leal

Juan Valdés Leal (Sevilla, 1622-1690) es uno de los pintores más destacados del Barroco español. Es posible que se formase como pintor en los talleres de Francisco Herrera el Viejo en Sevilla y de Antonio del Castillo en Córdoba. Ingresó en la Hermandad de la Caridad de Sevilla en 1667, donde conoció a su fundador y Hermano Mayor Miguel de Maraña, quien le encargó decorar el hospital de la Caridad de Sevilla; para su iglesia pintó In ictu oculi y Finis gloriae mundi (1670-1672), sus obras maestras.

Juan Valdés Leal: Finis gloriae mundi, 1670-1672.
Estilo: Barroco.
Técnica: Óleo sobre lienzo.
Temática: Vanitas, bodegón de vanidades o bodegón moralizante.
Dimensiones: 220 x 216 cm.
Hospital de la Caridad, Sevilla, España.

  

Miguel de Maraña, fundador y Hermano Mayor de Hermandad de la Caridad de Sevilla, encargó a Valdés Leal la ejecución de Finis gloriae mundi para decorar la iglesia del hospital de la Caridad de Sevilla. Este lienzo hace pareja con In ictu oculi, formando Los jeroglíficos de las postrimerías o Las postrimerías de la vida. Cumpliría la función de instruir a los miembros de la Hermandad con el fin de que salvasen sus almas tras su fallecimiento.

Finis gloriae mundi presenta tres planos. En el primero se disponen dos ataúdes, que dejan ver los cuerpos de un obispo, reconocible por el báculo, y el de un caballero de la Orden de Calatrava, que se distingue porque la capa que lo cubre lleva bordada la cruz roja que le corresponde; delante de ellos hay una cinta en la que se lee “FINIS GLORIAE MUNDI”, es decir, “El fin de la gloria del mundo”. El segundo plano está ocupado por una mano que ocupa la parte superior del lienzo; sostiene una balanza con dos platillos: en el izquierdo se reconocen tres animales, un cerdo, una cabra, un pavo real y un murciélago, además de una manzana que hace las veces de un corazón podrido, y se lee “NI MÁS”, en el derecho se distingue un libro y un corazón coronado con una cruz y las letras JHS y se lee “NI MENOS”. En el tercer plano se reconocen, de izquierda a derecha, una lechuza, que mira al espectador, cráneos amontonados y un cadáver recostado.

Los elementos que aparecen en el lienzo tienen un simbolismo específico. Así, que los cadáveres reconocibles sean los de un obispo y un caballero de la Orden de Calatrava quiere decir que aquellos que han logrado la gloria en vida no se libran de la muerte; la balanza hace referencia al peso de las almas; los animales representan algunos de los pecados capitales: el cerdo la gula, el  perro la ira, el pavo real la soberbia y el murciélago la envidia; la lechuza guarda relación con las tinieblas, por ello aparece en una zona de sombra; los elementos del platillo derecho están relacionados con las virtudes a cultivar para conseguir la salvación.

Finis gloriae mundi presenta una composición piramidal, facilitada por el hecho de que el lienzo culmina en arco de medio punto, siendo la mano que sostiene la balanza la cúspide de la pirámide y los cuerpos inertes su base.

Valdés Leal creó una atmósfera tenebrista para Finis gloriae mundi con fuertes contrastes de luz y sombra entre las diferentes zonas del cuadro, lo que sirve para subrayar el mensaje moralizante que se quiere hacer llegar al espectador, el de la fugacidad de las glorias mundanas.

Hay dos focos de luz: uno cenital, que rodea la mano que asoma en la parte superior del cuadro y otro exterior al mismo, que ilumina los cuerpos del primer plano.

La paleta de colores es escasa, con el predominio del ocre, en tonalidades oscuras, el blanco, el negro y el rojo de manera aislada, pero llamativa.

El dibujo es nítido y la pincelada suelta.

Llama la atención el virtuosismo en la representación de los detalles y de las texturas de los objetos.

Finis gloriae mundi, de Valdés Leal, debe su importancia artística por ser una de los bodegones moralizantes más representativos del Barroco español y que mejor expone los principios y valores contrarreformistas.

sábado, 15 de febrero de 2025

Custodia de la catedral de Cristo Salvador de Ávila, de Juan de Arfe

Juan de Arfe (León, 1535-Madrid, 1603) fue uno de los más destacados orfebres del Renacimiento español. Trabajó siguiendo el ideario del Concilio de Trento (1545-1563) y de la Contrarreforma y estuvo influido por el arquitecto Sebastiano Serlio. Entre sus clientes hay que citar al rey Felipe II, el duque de Lerma y a la Iglesia y entre sus trabajos más destacados la custodia de la catedral de Cristo Salvador de Ávila (1571).

Juan de Arfe: Custodia de la catedral de Cristo Salvador de Ávila, 1571.
Estilo: Renacimiento.
Técnica: Plata labrada y piedras preciosas.
Temática: Religiosa.
Dimensiones: 170 cm de altura.
Catedral de Cristo Salvador, Ávila, España.

  

Juan de Arfe atendió el encargo del cabildo de la catedral de Cristo Salvador de Ávila de realizar una custodia dedicada a la Transfiguración. La custodia presenta seis niveles sobre una planta estrellada de seis puntas.

El primer nivel es de orden jónico. Presenta un banco decorado con una inscripción en latín que dice: “IOANNES DE ARPHE LEGION FACCIEBAT HOC OPVS. AN. 1571”, que se traduce por “La legión de Juan de Arfe hizo esta obra. Año 1571”. El basamento está decorado con treinta escenas del Génesis y el Éxodo; sobre la base descansan seis grupos de columnas jónicas sobre pedestal, las exteriores con el fuste decorado con estrías y las interiores con motivos vegetales, sobre estas descansan arcos de medio punto rebajados con intradós decorado con casetones, en las enjutas relieves de angelotes y un friso decorado; un arquitrabe remata este nivel, aparece decorado con grutescos, follajes y dentellones; las torres de este nivel, que rematan con un templete, acogen a cada una de las virtudes; el centro de este nivel está ocupado por una escultura que representa el sacrificio de Isaac.

El segundo piso es de orden corintio. La planta es circular; sobre el banco aparecen seis profetas sentados mirando al exterior y entre ellos, sobre pedestales, seis ángeles niños portando una vara; sobre el basamento, decorado con figuras geométricas, descansan pedestales adornados con relieves de santos; sobre los pedestales se erigen doce columnas corintias, unas con fustes estriados y otras con fustes estriados en distintas direcciones, grutescos y follaje; friso y arquitrabe están decorados con dentellones y óvalos; la cúpula aparece decorada con el Tetramorfos, el ave fénix y el pelícano; en el interior de este piso se dispone el ostensorio y la custodia, observado por los doce apóstoles, situados entre las columnas.

El tercer cuerpo es de orden compuesto. Es de planta poligonal; en el banco se disponen doce templetes de planta cuadrangular con tejado piramidal del que pende una campanilla y entre los templetes músicos y danzarines; se cuentan veinticuatro columnas de fuste estriado, que soportan seis arcos esquineros; sobre los capiteles hay fragmentos de entablamento sobre los que descansan unas figuras de niños que sujetan el escudo del cabildo catedralicio; el friso está decorado con flores de lis; el remate es un frontispicio con bolas; bajo la cúpula gallonada la representación de la Transfiguración.

El cuarto nivel es de planta circular con dos filas de columnas, unas son cariátides y otras lisas con capitel compuesto, que soportan seis arcos de medio punto; bajo la cúpula gallonada se representa a Dios Padre sujetando la bola del mundo con una mano.

El quinto piso está bordeado por una balaustrada; cuenta con un templete formado por seis arcos sobre pilares a los que se adosan seis columnas; en el interior cuelga  una campana.

El sexto cuerpo se culmina con unos pilares que soportan una cúpula y sobre esta un crucifijo.

La custodia de la catedral de Cristo Salvador de Ávila, de Juan de Arfe, debe su valor artístico a la calidad en la ejecución y en la riqueza iconográfica, que se ajusta al ideario contrarreformista.

sábado, 8 de febrero de 2025

La rendición de Granada, de Francisco Pradilla

Francisco Pradilla (Villanueva de Gállego, 1848-Madrid, 1921) se formó en Zaragoza y Madrid, donde estudió a los grandes maestros de la pintura. En 1874 fue pensionado para completar su formación en la Academia de España en Roma. Como colofón a su estancia en Roma pintó Doña Juana la Loca (1877) por el que obtuvo la Medalla de Honor en la Exposición Nacional de Bellas Artes en Madrid (1878) y la Medalla de Honor en la Exposición Universal de París (1878). Se distinguió como pintor de cuadros de temática histórica de gran formato, tales como La rendición de Granada (1882), La reina doña Juana la Loca, recluida en Tordesillas con su hija, la infanta doña Catalina (1906) y Cortejo del bautizo del príncipe don Juan, hijo de los Reyes Católicos, por las calles de Sevilla (1910).

Francisco Pradilla: La rendición de Granada, 1882.
Estilo: Romanticismo.
Técnica: Óleo sobre lienzo.
Temática: Histórica.
Dimensiones: 330 x 550 cm.
Palacio del Senado, Madrid, España.

  

El Senado encargó a Francisco Pradilla la realización de una pintura que reprodujese una escena relacionada con la toma de Granada por los Reyes Católicos en 1492. El cuadro habría de exaltar la unidad española y gloria nacional.

Francisco Pradilla se documentó para la realización de La rendición de Granada visitando la Capilla Real de Granada y el Museo del Ejército para conocer objetos militares y otros de finales del siglo XV, textos contemporáneos a los hechos representados, estudió los retratos de los Reyes Católicos hechos hasta entonces y viajó a Marruecos para conocer los rasgos físicos y vestuario de la población autóctona. Realizó numerosos dibujos y bocetos preparatorios en Granada para estudiar la atmósfera y el paisaje de la ciudad, pero el cuadro lo terminó en Roma en 1882, donde fue expuesto antes de que fuese alojado en el Senado de Madrid en 1883. También fue exhibido en Múnich en 1883 y en la Exposición Universal de París de 1889. En todas las ciudades la crítica fue favorable.

En La rendición de Granada se recoge el momento en el que Boabdil, último rey nazarí de Granada, se rinde y entrega las llaves de la ciudad a los Reyes Católicos el 2 de enero de 1492.

En primer plano se sitúan los ejércitos cristiano y musulmán. El ejército cristiano ocupa la mitad derecha del cuadro y se dispone en una diagonal izquierda derecha, desde la esquina inferior hasta el centro de la escena; los personajes que aparecen son el rey de armas con dalmática en la que aparecen representados los símbolos de los reinos que componían en ese momento la Monarquía Hispánica (León, Castilla, Aragón y Sicilia), el paje real, que sujeta el caballo blanco sobre el que monta la reina Isabel la Católica, que viste saya, brial, manto real, toca, joyas y corona, la princesa doña Isabel sobre una mula baya, el príncipe don Juan sobre caballo blanco, el rey Fernando el Católico, que viste un manto veneciano, monta un caballo bayo, que sujeta un paje real; además, entre las filas del ejército castellano aparecen el conde de Tendilla, el Gran Maestre de la Orden de Santiago, don Gonzalo de Córdoba, el duque de Medina-Sidonia, el marqués de Cádiz, Tomás de Torquemada, confesor de la reina Isabel la Católica, y diversas damas; entre los elementos que portan los miembros del ejército cristiano destacan las cruces para simbolizar el triunfo del catolicismo sobre el islam. Entre los dos ejércitos se abre un camino embarrado en el que aparecen marcadas las rodadas de varios carros. El ejército musulmán ocupa poco menos de un tercio del lado izquierdo; se reconoce al rey Boabdil sobre un caballo negro, que se adelanta a sus hombres para entregar las llaves de la ciudad de Granada a los Reyes Católicos. Al fondo, en el último plano y en altura, aparece la ciudad de Granada, distinguiéndose el barrio del Albaicín por sus casas blancas y la Alhambra por sus muros rojo arcilla.

Las marcas de los carros sobre el barro marcan la perspectiva en el cuadro. La perspectiva aérea permite reproducir la atmósfera entre los personajes y elementos que  componen la escena.

En la paleta de colores predomina las tonalidades azul, blanco, negro, ocre, rojo y verde.

La reproducción de la luz es realista, abriéndose paso entre las nubes después de un día lluvioso.

Francisco Pradilla demostró su virtuosismo técnico en la reproducción fidedigna de las texturas y del más mínimo detalle de los objetos que aparecen en el cuadro, desde la vestimenta de los personajes al barro del suelo.

Francisco Pradilla no recibió ningún premio por La rendición de Granada, pero es el cuadro más popular de los que pintó y el que más fama le ha dado. El rey Alfonso XII le entregó la gran cruz de la Orden de Isabel la Católica y el Senado le abonó el doble de la cantidad contratada por la realización de la obra.

sábado, 1 de febrero de 2025

Santa Eulalia de Erill la Vall

La construcción de la iglesia de Santa Eulalia de Erill la Vall se inició en el siglo XI y culminó en la primera mitad del XIII en estilo románico, pero se desconoce a su autor. Los condes de Pallars Sobirá la vendieron a los condes de Pallars Jussá en 1064 y estos la vendieron en 1208 a Guillermo II de Bellera y a su esposa doña Sancha, quienes la donaron en 1266 al monasterio de Santa María de Lavaix, de la Orden del Císter. Con la desamortización de Mendizábal de 1836 pasó a depender del obispo de Seo de Urgel.

La torre campanario y la cabecera triconque son los elementos más característicos de la iglesia de Santa Eulalia de Erill la Vall.

  

La construcción de la iglesia de Santa Eulalia de Erill la Vall pasó por cuatro fases:

  • Primera mitad del siglo XI. Se levantó el edificio, menor en tamaño al actual, cubierto con una estructura de madera y un único acceso a los pies del templo.
  • Finales del siglo XI. Se amplió el edificio hasta alcanzar las dimensiones actuales, derribándose el muro oeste y abriéndose el nuevo acceso.
  • Primera mitad del siglo XII. La cubierta de madera se sustituyó por una bóveda de cañón, añadiéndose semicolumnas que sostendrían los arcos torales. Esta bóveda se vino abajo tiempo después. Además, se policromó la portada de acceso a la iglesia.
  • Segunda mitad del siglo XII y primera mitad del XIII. Se edificó la torre campanario y el pórtico septentrional que ampara la entrada a la iglesia.

La iglesia de Santa Eulalia de Erill la Vall presenta una sola nave y cabecera triconque.

  

La planta de la iglesia de Santa Eulalia de Erill la Vall es de una sola nave de cinco tramos, siendo el primero y el quinto de diferentes dimensiones a los otros tres, el primero es trapezoidal y el resto rectangulares, crucero marcado y cerrado con dos ábsides y ábside cabecero, los tres semicirculares. Además, la torre campanario aparece adosada al muro norte y en este se abre el acceso al templo estando amparado por un pórtico, que se descansa sobre pilares circulares.

De su exterior destaca la cabecera, la torre campanario y el pórtico norte.

La cabecera es triconque; el ábside que se corresponde con la única nave es de mayores dimensiones en altura y superficie que los que cierran el transepto; los tres son de planta semicircular.

La torre campanario es de planta cuadrada y mide 23 metros de altura; presenta seis pisos, el primero horadado por un único vano de medio punto y los cinco restantes por vanos de medio punto geminados en sus cuatro caras; la separación entre piso y piso está marcada por una hilera de arquillos lombardos, los esquineros se prolongan en lesenas.

El muro septentrional acoge el único acceso al templo, es de medio punto y sus dovelas conservan restos de la policromía original. El acceso está protegido por un pórtico que recorre el muro norte; cuenta con cuatro arcos de medio puto que descansan sobre pilares circulares.


El pórtico septentrional protege el único acceso a la iglesia de Santa Eulalia de Erill la Vall. Se levantó a caballo entre los siglos XII y XIII.

  

En el interior se conservan las basas de las semicolumnas sobre las que descansaron los arcos torales y la bóveda de cañón, de la cual se conserva su arranque. El acceso a los ábsides presenta arco de medio punto, el del ábside meridional apenas apuntado, y aparecen cubiertos con bóveda de horno.

El muro perimetral es macizo, con pocos vanos, lo que explica que el interior sea oscuro.

La iglesia de Santa Eulalia de Erill la Vall es de una sola nave, que desemboca en un ábside. El interior es oscuro por los pocos vanos y de pequeño tamaño que se abren en el muro perimetral.

  

En la actualidad, la cubierta es de madera al interior y de pizarra al exterior, la de la única nave es a dos aguas y la del pórtico norte y ábsides a una vertiente.

Se utilizaron como materiales de construcción granito, madera y pizarra.

La iglesia de la Santa Eulalia de Erill la Vall fue declarada Monumento histórico-artístico en 1962, Bien de Interés Cultural en 1982 y Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2000.

sábado, 25 de enero de 2025

La Trinidad, de El Greco

El Greco (Candia, Creta, 1541-Toledo, España, 1614) inició su carrera artística pintando iconos de estilo tardobizantino; entre 1567 y 1570 vivió en Venecia, donde estudió a Tiziano, Tintoretto y Veronés; y entre 1570 y 1577 en Roma, relacionándose con el círculo del cardenal Farnesio y estudiando a Miguel Ángel. En 1577 se instaló en España, en la ciudad de Toledo, donde pintó sus mejores lienzos por encargo de la Iglesia. Sus mejores cuadros son los retratos y los religiosos, de entre los que hay que citar El expolio (1579), La Trinidad (hacia 1577-1580), El martirio de san Mauricio y la legión tebana (1582), El entierro del conde de Orgaz (1587) y La adoración de los pastores (1614).

El Greco: La Trinidad, hacia 1577-1580.
Estilo: Manierismo.
Técnica: Óleo sobre lienzo.
Temática: Religiosa.
Dimensiones: 300 x 179 cm.
Museo Nacional del Prado, Madrid, España.

  

Don Diego de Castilla, deán de la catedral de Santa María de Toledo, encargó a El Greco la realización de tres retablos para la capilla mayor de la iglesia de Santo Domingo el Antiguo, la capilla en la que descansarían los restos de doña María de Silva.

La calle central del retablo mayor estaba ocupada por el sagrario y las pinturas Asunción de la Virgen, Santa Faz y La Trinidad, que ocupaba el ático; en las calles laterales aparecían las pinturas San Juan Bautista, San Bernardo, San Juan Evangelista y San Benito; además, se reconocían tres esculturas de las virtudes teologales -fe, esperanza y caridad- y dos de sendos profetas.

La composición se organiza alrededor de Cristo muerto, Dios Padre, que lo sostiene y el Espíritu Santo sobre este. Cierran la composición sendos grupos de ángeles a ambos lados de las figuras principales. La importancia de cada figura viene marcada por la posición que ocupa en el conjunto: Cristo, Dios Padre y el Espíritu Santo en el centro de la imagen, pero Cristo en primer plano.

El Greco se inspiró en una xilografía de Durero en la que aparecía la Trinidad con el Espíritu Santo sobre la cabeza de Dios Padre, que recogía en su regazo el cuerpo de Cristo muerto. Sin embargo, El Greco introdujo novedades significativas: sustituyó las cabezas de los vientos de la parte inferior por las de unos querubines, que también aparecen estampadas en el manto de Dios Padre; sustituyó la vestimenta germánica contemporánea de los ángeles por otra clásica; eliminó los instrumentos de la Pasión para humanizar la escena y la relación entre Dios Padre y Cristo, además de compactar la composición; las señales de la Pasión de Cristo son más discretas que en la xilografía de Durero; por último, sustituyó la tiara pontificia de Dios Padre por una mitra de sumo sacerdote hebrero. 

Se reconoce la influencia de Miguel Ángel en el tratamiento anatómico de las figuras; aparecen proporcionadas, sin el alargamiento característico de las figuras de El Greco de cuadros posteriores. Sin embargo, es manierista la línea serpentinata de Cristo y el contraste expresivo entre las figuras, la serenidad de Cristo y Dios Padre y el dramatismo de los ángeles. La monumentalidad de las figuras viene motivada por la gran altura a la que se iba a disponer el lienzo en el retablo del que formaba parte.

Los colores son los característicos de El Greco, aunque aún se aprecia la influencia de Tintoretto. Los colores predominantes son el amarillo, el azul, el blanco, el negro, el verde, el rojo y el encarnado, que en Cristo aparece en una tonalidad pálida como corresponde a quien ha perdido la vida.

La luz es cenital y entra en el cuadro por el lado izquierdo, proyectando las sombras hacia el lado derecho.

Fernando VII compró La Trinidad al escultor Valeriano Salvatierra por 15.000 reales en 1832; desde entonces forma parte de la colección de Museo Nacional del Prado.

sábado, 18 de enero de 2025

Portada occidental de la iglesia de Santa María de Santa Cruz de la Serós

La portada occidental de la iglesia de Santa María de Santa Cruz de la Serós es su elemento más representativo. Se levantó durante la segunda mitad del siglo XI en estilo románico, pero se desconoce su autor.

Portada occidental de la iglesia de Santa María de Santa Cruz de la Serós, segunda mitad del siglo XI.
Estilo: Románico.
Técnica: Piedra labrada.
Temática: Religiosa.
Iglesia de Santa María, Santa Cruz de la Serós, España.

  

La portada occidental de la iglesia de Santa María de Santa Cruz de la Serós aparece bajo tejaroz con canecillos. Es adintelada con cuatro arquivoltas en arco de medio punto, un guardapolvo exterior, cuatro jambas y tímpano.

La primera y la tercera arquivolta tienen forma de baquetón, la segunda de escocia recorrida por catorce esferas, siete a cada lado de un rostro humano, que ocupa la clave de la arquivolta, y la cuarta es lisa.

El guardapolvo exterior está decorado con el taqueado jaqués.

Las arquivoltas descansan sobre dos pilastras lisas y dos columnas con capiteles historiados, que se alternan. En los capiteles de las columnas del lado izquierdo aparece una figura antropomórfica entre dos fieras bajo volutas; los capiteles de las columnas del lado derecho ofrecen motivos vegetales estilizados y un ábaco corrido decorado con palmetas.

El tímpano semicircular descansa sobre jambas lisas. Está decorado con un crismón entre dos leones.

El crismón cuenta con ocho brazos, que lo divide en ocho triángulos semicirculares. Las letras que han de aparecer en un crismón lo hacen de manera desordenada, excepto la P, que llena el primer triángulo superior derecho, a continuación, la S, a caballo entre los triángulos dos y tres, la Alfa griega ocupa el cuarto triángulo y la Omega griega el sexto.

Los leones se disponen a cada lado del crismón; el izquierdo saca la lengua y tiene levantada la pata derecha delantera; bajo el vientre del león derecho aparece grabada una margarita de once pétalos.

El crismón, los elementos que aparecen en él y que lo rodean obedecen a un lenguaje simbólico: el crismón es la Trinidad, el círculo que encierra el crismón representa el cielo, la P al Padre, la S al Espíritu Santo, la Alfa y la Omega al Señor como principio y fin de la creación del mundo y los leones a la justicia, la lucha contra el mal y la protección del paraíso, representado por la margarita.

En el círculo del crismón se lee una inscripción en latín, que dice: “+ IANVA SVM P-PES-P PER ME TRANSITE FIDELES FONS EGO SVM VITE PLVS ME QVAN VINA SITITE VIRGINIS HOC TEMPLVM QVIS PENETRARE BEATIVM”, que se traduce por “Yo soy la puerta. Por mí pasan los pies de los fieles. Yo soy la fuente de la vida. Deseadme más que a los vivos, todos los que entren en este santo templo Virgen”. En el borde inferior del tímpano se lee una inscripción en latín, que dice: “CORRIGE TE PRIMVN VALEAS QVO POSCERE XPISTVM”, que se traduce por “Corrígete primero para que puedas invocar a Cristo”.

El crismón, las inscripciones, los leones y la margarita están labrados de manera tosca en bajo relieve, aunque en el crismón se distinguen tres planos.

El tímpano de la portada occidental de la iglesia de Santa María de Santa Cruz de la Serós aparece decorado con un crismón, dos leones y una margarita, que se caracterizan por un arcaísmo propio del primer románico.

  

La portada occidental de la iglesia de Santa María de Santa Cruz de la Serós es una de las primeras obras románicas, como se refleja en la tosquedad del crismón y de los elementos que lo rodean y el desorden de las letras simbólicas que aparecen dentro del mismo.

 Además, hay que reseñar que el crismón de la portada occidental de la iglesia de Santa María de Santa Cruz de la Serós es precedente del de tímpano de la fachada occidental de la catedral de San Pedro de Jaca.

sábado, 11 de enero de 2025

Museo Carmen Thyssen Málaga

El Museo Carmen Thyssen Málaga fue inaugurado en 2011. La sede se encuentra en el palacio de Villalón, un edificio renacentista del siglo XVI rehabilitado y ampliado para acoger la colección pictórica y otras dependencias.

Santa Marina (1650), de Zurbarán es una de las obras barrocas más valoradas del Museo Carmen Thyssen Málaga.

  

El Museo Carmen Thyssen Málaga atesora más de 280 obras de algunos de los pintores españoles más destacados desde el siglo XIII en adelante y de diversos géneros, divididas en cuatro secciones:

  • Maestros antiguos. Reúne obras de los siglos XIII al XVIII. Hay que mencionar entre las obras más destacadas Santa Marina (1650), de Zurbarán, y El nacimiento de la Virgen (siglos XVII o XVIII), de Jerónimo Ezquerra.
  • Paisaje romántico y costumbrismo. Recoge obas románticas y costumbristas de los pintores que viajaron por España durante el siglo XIX. Entre las obras más sobresalientes hay que citar Baile en una venta (1850), de Rafael Benjumea, Vista del Guadalquivir (1854), de Manuel Barrón y Carrillo, y La Feria de Sevilla (1867), de Joaquín Domínguez Bécquer.
  • Preciosismo y paisaje naturalista. Se exhiben obras de la segunda mitad del siglo XIX y primeras décadas del siglo XX. Las temáticas siguen siendo la paisajista y la costumbrista, pero se apuesta por el pequeño formato, el detallismo y el colorismo. Hay que mencionar como obras destacadas Rumores (1893), de José Gallego Arnosa, Atardecer sobre la costa de Málaga (1918), de Guillermo Gómez Gil, y Patio interior, Sevilla (1920), de Manuel García Rodríguez.
  • Fin de siglo. Se muestran obras de los artistas que a finales siglo XIX y principios del XX hicieron que la pintura española se incorporase a las Vanguardias de entonces. Destacan las obras Corrida de toros en Eibar (1899), de Ignacio Zuloaga, El baño (Sevilla) (c. 1908), de Francisco Iturrino y La Buenaventura (1920), de Julio Romero de Torres.

Francisco Iturrino contribuyó a modernizar la pintura española a inicios del siglo XX. Una de sus obras más llamativas es El baño (Sevilla) (c. 1908).

  

Además, el Museo Carmen Thyssen Málaga realiza exposiciones temporales, restauración de obras, rutas educativas y servicio de biblioteca para investigadores.

sábado, 14 de diciembre de 2024

Pedro Berruguete

Pedro Berruguete (Paredes de Nava, 1450-Ávila, 1504) fue un pintor renacentista español. Se formó en Castilla e Italia, donde realizó obras notables, caso de Retrato de Federico de Montefeltro y su hijo Guidobalo (1477). Regresó a Castilla en 1483, donde pintó sus mejores cuadros, caso de Auto de fe presidido por santo Domingo de Guzmán (1499). Estuvo influido por las pinturas gótica flamenca y renacentista italiana. 

La obra de Pedro Berruguete presenta las siguientes características:

  • Combinó principios estéticos renacentistas italianos y de la pintura flamenca.
  • Sus composiciones son renacentistas, pero el detallismo flamenco.
  • Introdujo elementos arquitectónicos clásicos para enmarcar las escenas, a la vez que mantuvo elementos góticos, como los dorados.
  • Practicó la perspectiva lineal.
  • Las figuras representadas son sobrias.
  • Mostró preocupación por la luz en espacios interiores.
  • Virtuosismo en la reproducción de las texturas de cualquier objeto.
  • Practicó diferentes técnicas, destacando el temple sobre lienzo y óleo sobre tabla. 

La carrera artística de Pedro Berruguete pasó por las siguientes etapas:

  • Formación, de 1470 a 1473.
  • Italiana, de 1473 a 1482.
  • Castellana, de 1483 a 1503. 

Pedro Berruguete desarrolló su etapa de formación (1470-1473) en Salamanca con Fernando Gallego, de quien aprendió los principios de la pintura hispanoflamenca. De estos años son las obras Verificación de la cruz de Cristo y Adoración de los Magos, ambas de 1471, y las tablas del retablo de la iglesia de Santa Eulalia de Paredes de Nava (1473), destacando Anunciación por presentar una composición equilibrada, perspectiva lineal, valiéndose del enlosado, y uso de elementos góticos, desde el arco ojival de la arquitectura al dorado del fondo de la tabla.

Anunciación es una de las tablas que Pedro Berruguete realizó para el retablo de la iglesia de Santa Eulalia de Paredes de Nava en 1473.

  

La etapa italiana (1473-1482) debió desarrollarse en varias ciudades. Entre 1473 y 1477 quizá estuviese en Nápoles y Roma, y desde este año en Urbino, donde debió conocer la obra de Jan van Eyck, aunó la pintura gótica hispanoflamenca con la renacentista italiana, aprendió a retratar el desnudo, el cuerpo en movimiento y el escorzo. Además, pintó alguna de sus obras más destacables. Colaboró con Justo de Gante, terminando algunas obras iniciadas por este, caso de Vitorino da Feltre y El papa Sixto IV, ambas de 1475, y con Francesco di Giorgo Martini, que pintó los elementos arquitectónicos de Federico de Montefeltro y su corte escuchando la lección de un humanista (1475).

Pedro Berruguete colaboró con Juan de Gante en la realización de diversos retratos de personajes ilustres, caso de El papa Sixto IV (1475).

  

La gran obra de Pedro Berruguete en Italia es Retrato de Federico de Montefeltro y su hijo Guidobaldo (1474-1477) para la serie de 28 retratos de hombres célebres, que adornaría la biblioteca de Federico de Montefeltro, duque de Urbino. Se trata de un retrato doble; Federico de Montefeltro aparece en su estudio, sentado en un trono, retratado como humanista y militar, rodeado de símbolos de poder y conocimiento, desde una armadura a un libro, además de los símbolos que le identifican como caballero del Toisón de Oro y de la Orden de la Jarretera, y como símbolo de su reconocimiento internacional la mitra de perlas, regalo del sultán otomano, sobre la estantería; aparece retratado del perfil izquierdo, puesto que el lado derecho del rostro se lo desfiguró en un lance durante un torneo. Guidobaldo aparece de pie apoyado sobre la rodilla derecha de su padre, está vestido de gala, con abundantes joyas. El cuadro presenta un formato vertical con la perspectiva en orientación derecha izquierda.

Pedro Berruguete trabajó para el duque de Urbino, siendo su mejor obra Retrato de Federico de Montefeltro y su hijo Guidobaldo (1474-1477).

  

Pedro Berruguete abandonó Urbino tras el fallecimiento de Federico de Montefeltro en 1482.

Durante la etapa castellana (1483-1503) la Iglesia fue el cliente principal de Pedro Berruguete, que se especializó en pinturas para retablos. En las obras de esta etapa se aprecia una mejor representación de la perspectiva, de la anatomía humana en movimiento y de la arquitectura clásica, si bien sigue utilizando elementos góticos, tan característicos en Castilla.

La presencia de Pedro Berruguete en Toledo está documentada a partir de 1483, trabajando en la catedral de Santa María por decisión del cardenal Mendoza. También trabajó en otras localidades castellanas, donde realizó importantes obras, una de ellas La decapitación de san Juan Bautista (1485) para la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción en Santa María del Campo; combinó características de la pintura italiana, como la perspectiva, la arquitectura clásica y la gradación de la luz, con otras de la pintura hispanoflamenca, como la elegancia y el detallismo en los vestidos de las mujeres.


En La decapitación de san Juan Bautista (1485) se aprecia el estilo personal de Pedro Berruguete, que supo combinar los estilos hispanoflamenco y renacentista italiano.

  

Otras obras que Pedro Berruguete realizó fuera de Toledo durante estos años fueron Milagro de la pierna de san Cosme y san Damián, Virgen con el Niño, Lamentación sobre Cristo muerto, Díptico de la Pasión y Asunción de la Virgen, todas hacia 1490. 

Pedro Berruguete perdió a su valedor tras la muerte del cardenal Mendoza en 1495; aun así, trabajó en la catedral de Santa María de Toledo hasta 1497 para concluir los trabajos que tenía comprometidos: Anunciación, Nacimiento de Cristo y Adoración de los Magos, todos para el claustro catedralicio.

Fray Tomás de Torquemada, primer inquisidor general de Castilla y Aragón y miembro de la orden de los dominicos, llamó a Pedro Berruguete para que participase en la decoración del Real Monasterio de Santo Tomás de Ávila en 1499. Realizó varias tablas dedicadas a santo Domingo de Guzmán y san Pedro Mártir de Verona, santos dominicos. Son las mejores obras de Pedro Berruguete.

Las tablas dedicadas a santo Domingo de Guzmán son Aparición de la Virgen a una comunidad de dominicos, Auto de fe presidido por santo Domingo de Guzmán, Santo Domingo y los albigenses, Santo Domingo resucita a un joven y Santo Domingo de Guzmán.

En Aparición de la Virgen a una comunidad de dominicos se recoge el momento en el que la Virgen María se aparece a un grupo de monjes dominicos, que, gracias a su devoción mariana, lograron hacer desaparecer el demonio, que tanto intentó perturbarlos.

Pedro Berruguete en Aparición de la Virgen a una comunidad de dominicos (1499) representa la intensa devoción mariana de los dominicos.

  

En Auto de fe presidido por santo Domingo de Guzmán se representa un episodio sucedido entre 1212 y 1221, aquel en el que santo Domingo de Guzmán presidió el auto de fe en el que se procesó al hereje Raimundo de Corsi y a otros albigenses; a santo Domingo de Guzmán se le reconoce por vestir los hábitos de la orden dominica con las tres flores de lis y el nimbo; aparece sentado en el trono de la tribuna superior, con la mano derecha extendida en ademán de clemencia hacia Raimundo de Corsi, que al abjurar de la herejía albigense fue indultado de morir en la hoguera; seis jueces acompañan a santo Domingo de Guzmán en el tribunal, tres a cada lado, uno de ellos sostiene el pendón del Santo Oficio; en la grada inferior aparecen doce hombres, unos leyendo las sentencias a los herejes, otros hablando, otros observando el desarrollo del Auto de fe y otro sentado durmiendo con la cabeza apoyada en el respaldo de la grada; el graderío está cubierto con un dosel; en primer plano aparecen soldados a caballo y a pie, clérigos, verdugos, público y condenados; dos de los condenados están desnudos en el quemadero a la espera de que sea encendida la hoguera y otros dos con corazas y sambenitos en los que se lee “condenado herético”. Aunque el auto de fe se desarrolló en el siglo XIII todos los personajes visten a la moda de finales del siglo XV.


Auto de fe presidido por santo Domingo de Guzmán (1499) es la obra más importante que Pedro Berruguete realizó para el Real Monasterio de Santo Tomás de Ávila.

  

En Santo Domingo y los albigenses se muestra un episodio de la prueba del fuego; santo Domingo ordenó arrojar al fuego los libros albigenses, pero uno asciende y se salva de las llamas, lo que acreditaba que no era un libro herético para la fe católica.

Pedro Berruguete pintó la prueba del fuego en Santo Domingo y los albigenses (1499).

  

En Santo Domingo resucita a un joven se representa un doble episodio, en el primero, que se ve en el exterior, el joven Napoleón Orsini cae de un caballo y muere, en el segundo, en el interior, santo Domingo, levitando de rodillas, bendice con la mano derecha a Orsini, que se incorpora, volviendo a la vida ante la sorpresa de los asistentes.

Pedro Berruguete en Santo Domingo resucita a un joven (1499) representa uno de los milagros que se atribuyen al santo.

  

Santo Domingo de Guzmán es la tabla central del retablo dedicado al santo. Aparece retratado de pie, de frente, con la mirada baja, con la mano izquierda sostiene un libro del que brota la flor de lis, con la mano derecha empuña una cruz, que clava en el perro demoniaco. Se aprecia la influencia italiana en la representación de la perspectiva lineal y la influencia hispanoflamenca en la abundancia del dorado.


Pedro Berruguete en Santo Domingo de Guzmán (1499) retrató al santo como inquisidor general por iniciativa de fray Tomás de Torquemada. Nunca ocupó ese cargo, pero a fray Tomas de Torquemada le sirvió para reforzar el papel de la Inquisición y el suyo.

  

Las tablas dedicadas a san Pedro Mártir de Verona son San Pedro Mártir, San Pedro Mártir en oración, Muerte de san Pedro Mártir, El milagro de la nube y Adoración del sepulcro de san Pedro Mártir.

San Pedro Mártir es la tabla del retablo dedicado a san Pedro Mártir de Verona. Al santo se le identifica por los elementos martiriales: el cuchillo en incrustado en la cabeza, el puñal clavado en el pecho, la palma con las tres coronas y el libro abierto por la oración del Credo. Hay que mencionar que se combinan elementos arquitectónicos góticos y renacentistas y al santo se le dota de movimiento al adelantar una pierna.

San Pedro Mártir (1499) fue la tabla central del retablo dedicado a ensalzar la figura de este santo dominico.

  

En San Pedro Mártir en oración se retrata al santo de rodillas ante un crucifijo; se lamenta ante Cristo, a quien dirige la mirada y sus palabras, por sufrir por Él sin haber hecho daño a nadie, a los que el Señor le responde “¿Y yo, Pedro, qué mal hice?”. El diálogo entre los dos aparece escrito en latín sobre el paño dorado, que cubre el muro de cierre de la escena.

Pedro Berruguete en San Pedro en oración (1499) vuelve a combinar las enseñanzas de la escuela hispanoflamenca, como la utilización del dorado como fondo de la escena, y del estilo renacentista, caso de la perspectiva lineal y los elementos arquitectónicos clásicos.

  

En La muerte de san Pedro Mártir se representa el martirio de Pedro de Verona, prior del convento dominico de Como, en su camino hacia Milán, donde participaría en una vista contra unos herejes; unos correligionarios de estos le ataron y martirizaron hasta darle muerte; Pedro de Verona recoge su sangre y con ella escribe en el suelo el arranque del Credo.

En La muerte de san Pedro Mártir (1499) se subraya la importancia del martirio y de la oración del Credo.

  

En El milagro de la nube se recoge el momento en el que el hereje, sentado junto al púlpito, promete renunciar de su error si cesa el intenso calor que están sufriendo, entonces una nube nubla el cielo. Se combinan la perspectiva lineal y la jerárquica, por la cual san Pedro Mártir es de mayor tamaño que el resto de las figuras.

En El milagro de nube (1499) se reconocen características goticistas como la perspectiva jerárquica, el dorado y elementos arquitectónicos góticos.

  

En Adoración del sepulcro de san Pedro Mártir se recoge el momento en el que tiene lugar el milagro del encendido de la lámpara, que ilumina la estancia donde los creyentes rezan ante el sepulcro de san Pedro Mártir, un rayo de luz enciende la lámpara, que ocupa el centro de la escena, causando admiración entre unos y reforzando la fe en san Pedro Mártir. Pedro Berruguete sigue el relato que se recoge en La leyenda dorada, de Jacobo de Vorágine.


Pedro Berruguete se inspiró en La leyenda dorada, de Jacobo de Vorágine, para pintar Adoración del sepulcro de san Pedro Mártir (1499), donde se representa el milagro del encendido de la lámpara.

  

Pedro Berruguete pintó obras de notable interés en sus últimos años; hay que mencionar Cristo en la cruz (1499), San Juan Evangelista en Patmos (1499), La Virgen con el niño en un trono (1500), La Virgen de la leche (hacia 1500).

Pedro Berruguete se consagró como uno de los maestros de la pintura española por ser uno de los primeros maestros de la pintura renacentista en España, aunque nunca abandonó elementos característicos de la pintura gótica hispanoflamenca. Sus mejores obras fueron las que realizó para el Real Monasterio de Santo Tomás de Ávila a instancia del inquisidor general fray Tomás de Torquemada.