El Greco (Candia, Creta, 1541-Toledo, España, 1614) inició su carrera
artística pintando iconos de estilo tardobizantino; entre 1567 y 1570 vivió en
Venecia, donde estudió a Tiziano, Tintoretto y Veronés; y entre 1570 y 1577 en
Roma, relacionándose con el círculo del cardenal Farnesio y estudiando a Miguel
Ángel. En 1577 se instaló en España, en la ciudad de Toledo, donde pintó sus
mejores lienzos por encargo de
Don Diego de Castilla, deán de la catedral de
Santa María de Toledo, encargó a El Greco la realización de tres retablos para
la capilla mayor de la iglesia de Santo Domingo el Antiguo, la capilla en la
que descansarían los restos de doña María de Silva.
La calle central del retablo mayor estaba ocupada por el sagrario y las pinturas Asunción de la Virgen, Santa Faz y La Trinidad, que ocupaba el ático; en las calles laterales aparecían las pinturas San Juan Bautista, San Bernardo, San Juan Evangelista y San Benito; además, se reconocían tres esculturas de las virtudes teologales -fe, esperanza y caridad- y dos de sendos profetas.
La composición se organiza alrededor de Cristo muerto, Dios Padre, que lo sostiene y el Espíritu Santo sobre este. Cierran la composición sendos grupos de ángeles a ambos lados de las figuras principales. La importancia de cada figura viene marcada por la posición que ocupa en el conjunto: Cristo, Dios Padre y el Espíritu Santo en el centro de la imagen, pero Cristo en primer plano.
El Greco se inspiró en una xilografía de Durero en la que aparecía la Trinidad con el Espíritu Santo sobre la cabeza de Dios Padre, que recogía en su regazo el cuerpo de Cristo muerto. Sin embargo, El Greco introdujo novedades significativas: sustituyó las cabezas de los vientos de la parte inferior por las de unos querubines, que también aparecen estampadas en el manto de Dios Padre; sustituyó la vestimenta germánica contemporánea de los ángeles por otra clásica; eliminó los instrumentos de la Pasión para humanizar la escena y la relación entre Dios Padre y Cristo, además de compactar la composición; las señales de la Pasión de Cristo son más discretas que en la xilografía de Durero; por último, sustituyó la tiara pontificia de Dios Padre por una mitra de sumo sacerdote hebrero.
Se reconoce la influencia de Miguel Ángel en el
tratamiento anatómico de las figuras; aparecen proporcionadas, sin el
alargamiento característico de las figuras de El Greco de cuadros posteriores.
Sin embargo, es manierista la línea serpentinata de Cristo y el contraste
expresivo entre las figuras, la serenidad de Cristo y Dios Padre y el
dramatismo de los ángeles. La monumentalidad de las figuras viene motivada por
la gran altura a la que se iba a disponer el lienzo en el retablo del que
formaba parte.
Los colores son los característicos de El Greco, aunque aún se aprecia la influencia de Tintoretto. Los colores predominantes son el amarillo, el azul, el blanco, el negro, el verde, el rojo y el encarnado, que en Cristo aparece en una tonalidad pálida como corresponde a quien ha perdido la vida.
La luz es cenital y entra en el cuadro por el lado izquierdo, proyectando las sombras hacia el lado derecho.
Fernando VII compró La Trinidad al escultor Valeriano Salvatierra por 15.000 reales en 1832; desde entonces forma parte de la colección de Museo Nacional del Prado.
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