viernes, 26 de octubre de 2018

El Expolio, de El Greco

El Greco (Candia, 1541-Toledo, 1614) inició su carrera artística pintando iconos de estilo tardobizantino; entre 1567 y 1570 se instaló en Venecia, donde estudió a Tiziano, Tintoretto y Veronés; y entre 1570 y 1577 vivió en Roma, relacionándose con el círculo del cardenal Farnesio y estudiando a Miguel Ángel. En 1577 se instaló en España, en la ciudad de Toledo, donde pintó sus mejores lienzos por encargo de la Iglesia. De entre sus obras destacan el retrato El caballero de la mano en el pecho (1579) y las de temática religiosa El Expolio (1579), El martirio de san Mauricio y la legión tebana (1582), El entierro del conde de Orgaz (1587) y La adoración de los pastores (1614).

El Greco pintó El Expolio por encargo del cabildo de la catedral de Santa María de Toledo por intervención de don Diego de Castilla, deán de la catedral. Fue su primera obra en España, pero por la disputa de un pleito interpuesto por el cabildo El Greco no terminó de cobrar por trabajo realizado hasta 1581.

El pleito vino motivado por el tratamiento dado por El Greco al tema elegido. El Expolio es el momento inicial de la Pasión, en el que Jesús de Nazaret es despojado de sus ropas antes de ser clavado en la cruz. El motivo del pleito fue que El Greco introdujo en el cuadro a la Virgen María, María Magdalena y María Cleofás, lo que no concuerda con lo narrado por los Evangelios canónicos ni con el apócrifo de Nicodemo; sin embargo, El Greco las añadió por considerar verosímil que las tres estuviesen presentes en el momento del Expolio.

El Greco: El Expolio, 1579.
Estilo: Manierismo.
Técnica: Óleo sobre lienzo.
Temática: Religiosa.
Dimensiones: 285 x 173 cm.
Catedral de Santa María de Toledo, España.


Cristo aparece en el centro de la escena, los ojos están llenos de lágrimas, pero la mirada al cielo transmite dulzura y serenidad. Viste túnica roja y apoya la mano derecha en el pecho para simbolizar su devoción por Dios Padre, al que agradece haber llegado al momento de la Pasión, al de morir en la cruz para el perdón de los pecados de los hombres y su salvación.

El resto de personajes rodean a Cristo. Abajo a la izquierda las tres Marías, que expresan piedad, abajo a la derecha un sayón perfora el madero, otro sujeta la cuerda con la que apresa a Cristo, a la izquierda un hombre con armadura le flanquea, otros se agolpan detrás de él, uno señala al espectador interpelándole acerca de la escena que está observando, picas y lanzas cierran el horizonte. Las figuras llenan el espacio casi por completo en un horror vacui perfecto, apenas se ve la tierra allí donde Jesús de Nazaret la pisa y las nubes plomizas que cubren el cielo.

Las figuras se presentan alargadas, sólo la de Cristo aparece completa.

En cuanto al cromatismo llama la atención la escasez de colores. Predominan los tonos fríos y oscuros, por ello llama la atención el rojo de Cristo, el amarillo del sayón y de una de las Marías y el verde del sayón que sujeta la cuerda que apresa a Cristo. Los colores se ofrecen en una tonalidad metálica.

La luz que ilumina la escena sale de dentro del cuadro, de la túnica roja de Cristo.

La pincelada es larga y fluida.

El cuadro ofrece un mensaje de certidumbre en la fe cristiana a través de una simbología muy cuidada: el rojo de la túnica de Jesús de Nazaret transmite la idea de la Pasión que sufrió, que sea la fuente de la luz del cuadro sirve para hacer ver a Cristo como luz del mundo y que sólo se vea la tierra que pisa Jesús de Nazaret sirve para comunicar al hombre el camino correcto a seguir en la vida, el que siguió Cristo. El azul de la túnica de la Virgen María la presenta como noble, eterna y reina de los cielos.

El Expolio es un cuadro singular dentro de la producción de El Greco en España por cuanto el tema del Expolio era habitual en la cultura bizantina, pero no en la occidental, menos aún en la española. Además, fue el primer encargo que recibió El Greco en España. Manuel B. Cossío afirmó que El Expolio es el cuadro “más poético y de expresión más elevada” de El Greco y José Gudiol que es una “obra capital en la historia de la pintura europea”.

jueves, 18 de octubre de 2018

Inmaculada Concepción, de Martínez Montañés

Juan Martínez Montañés (Alcalá la Real, 1568-Sevilla, 1649) se formó como escultor en Granada en el taller de Pablo de Rojas. Se estableció en Sevilla en 1585 dando inicio a la escuela sevillana barroca. Su estilo se caracteriza por el realismo, la armonía y la serenidad. Entre sus obras más importantes hay que citar Cristo de la Clemencia (1606), el retablo de la iglesia de Santiponce (1609) y la Inmaculada Concepción de la catedral de Santa María de la Sede de Sevilla (1631).

Juan Martínez Montañés: Inmaculada Concepción, 1631.
Estilo: Barroco.
Técnica: Madera de cedro policromada y estofada.
Temática: Religiosa.
Dimensiones: 164 cm. de altura.
Catedral de Santa María de la Sede, Sevilla, España.


La Inmaculada Concepción fue un encargo de Jerónima Zamudio, viuda del jurado don Francisco Gutiérrez de Molina, que en 1628 hizo a Juan Martínez Montañés. A ambos les unía su fe en la Virgen María; defendían que la Virgen estaba exenta del pecado original desde su concepción. La imagen debió estar terminada en 1629, pero no fue así por enfermedad del artista; se terminó en 1631. La Inmaculada Concepción preside el retablo homónimo de la capilla de los Alabastros de la catedral sevillana.

Martínez Montañés esculpió a la Inmaculada Concepción siguiendo los principios de belleza que el pintor Francisco Pacheco expuso años más tarde en el tratado Arte de la pintura (1641). Así se explica que la imagen se ajusta a la visión que san Juan da de la Virgen en Apocalipsis 12, 1: “Una gran señal apareció en el cielo: una mujer vestida de sol, la Luna a sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas”.

La Virgen María aparece de pie sobre un pedestal compuesto por una nube, una media luna y tres ángeles. Se la representa en su juventud; la mirada se dirige hacia el suelo en señal de obediencia hacia el Señor, en actitud orante con las manos unidas por los dedos delante del pecho; el cabello está suelto peinado con raya en medio, lo que simboliza la pureza de la Virgen; el rostro es nácar. La Virgen está coronada por doce estrellas, que simbolizan el apostolado y las tribus de Israel. Se apunta un tímido contraposto al avanzar la rodilla izquierda. Aparece vestida con túnica y manto, que recoge con las manos, creando unos pliegues angulosos; la policromía original fue de Baltasar Quintero, que eligió el blanco para la túnica, lo que simboliza su pureza, y el azul para el manto, simbolizando su nobleza y eternidad y que es la Reina de los cielos; sin embargo, la policromía actual es de 1779.

Juan Martínez Montañés había hecho antes la Inmaculada de la Casa profesa de los jesuitas de Sevilla y la del convento de Santa Paula, pero con la Inmaculada Concepción de la catedral de Santa María de la Sede de Sevilla fijó un estereotipo de Virgen María que quedó incrustado en el imaginario de la ciudad de Sevilla y del Barroco español.


viernes, 5 de octubre de 2018

Colegiata de Santa María la Mayor de Toro

La construcción de la colegiata de Santa María la Mayor de Toro se inició en la segunda mitad del siglo XII por iniciativa de Esteban, obispo de Zamora. No se conoce quién realizó la obra. Se levantó en dos fases: durante la primera, entre 1160 y 1188, se edificó la cabecera y portadas laterales en piedra caliza blanquecina; y durante la segunda, durante el siglo XIII, se levantó el resto del edificio en piedra arenisca en tonos rojizos. 

Vista exterior de la colegiata de Santa María la Mayor de Toro. Los dos elementos más llamativos con el cimborrio y el ábside central.


La planta de la colegiata de Santa María la Mayor de Toro es de cruz latina, de tres naves con otros tantos ábsides semicirculares, el central de mayor tamaño y profundidad que los laterales. Las naves cuentan con tres tramos antes del brazo del transepto. La nave de crucero apenas sobresale en planta, pero no al exterior. La nave central y la del crucero están cubiertas con bóvedas de cañón apuntado, las laterales con bóveda de crucería y el crucero con un cimborrio hexadecagonal. La sacristía se adosa en el lado sur del transepto y de planta rectangular, dividida en tres tramos. A los pies del templo se levanta la torre campanario de planta cuadrada. Delante de la portada occidental, conocida como de la Majestad, se antepone la capilla de Santo Tomás, de planta rectangular, dividida en cinco tramos, los cuatro primeros rectangulares y el último trapezoidal. Las dimensiones de la colegiata son 47 x 34 metros.

Se accede a la colegiata por tres puertas, la del lado occidental da acceso a la nave central, y las puertas de los lados norte y sur desembocan en el tramo central de las naves laterales.

La colegiata de Santa María la Mayor de Toro ofrece una planta de cruz latina.


Al exterior, los tres ábsides de la cabecera descansan sobre un zócalo. Se dividen en dos cuerpos horizontales separados por una moldura, de menor altura el cuerpo inferior. El ábside central ofrece mayores dimensiones que los laterales, destacando en altura y superficie; está recorrido por cuatro columnas adosadas, que lo dividen en tres calles; en cada calle del piso inferior hay tres vanos ciegos, y en el cuerpo superior otros tantos, pero el central de cada calle se ofrece en vano abocinado; estos arcos son de medio punto, los del piso superior descansan en columnas. Los ábsides laterales son sobrios por ofrecer un muro liso; solo en el segundo cuerpo se abre un vano igual a los del ábside central, pero de tamaño inferior. Los ábsides están rematados por una hilera de arquillos donde apoya la cornisa.

La portada norte de la colegiata de Santa María la Mayor de Toro está decorada con el tema de Cristo Juez.


La fachada norte, realizada en torno a 1170, presenta un arco de medio punto polilobulado y tres arquivoltas abocinadas, el primero descansa sobre las jambas y las segundas sobre parejas de columnas. El conjunto descansa sobre un zócalo. La portada está decorada con motivos vegetales y antropomórficos; destaca en la tercera arquivolta la figura de Cristo Juez, la Virgen María, san Juan y los veinticuatros ancianos del Apocalipsis.

La fachada sur se conoce como la del Espolón por asomar al río Duero. Es contemporánea a la del lado norte. Consta de un zócalo, un arco apuntado y cuatro arquivoltas, la interior descansa sobre pilares y el resto sobre columnas. La decoración que ofrece está compuesta por motivos vegetales y geométricos. 

La portada occidental o de la Majestad de la colegiata de Santa María la Mayor de Toro se inició en estilo románico y se culminó en estilo gótico.


La portada occidental, conocida como pórtico de la Majestad, se levantó en dos fases: la primera, entre 1230 y 1240, en estilo románico, son las catorce columnas sobre zócalo, de fuste liso y capiteles decorados con motivos vegetales y antropomórficos de contenido religioso en los que se narran episodios de la vida de Jesús de Nazaret; y la segunda, entre 1284 y 1295, en estilo gótico, con tímpano y arquivoltas apuntadas, destacando las ocho figuras de reyes y apóstoles dispuestas en las jambas, la Virgen con el Niño Jesús sobre la columna del parteluz, la Dormición de la Virgen que ocupa el dintel, la Coronación de la Virgen María por su hijo Dios que llena el tímpano y siete arquivoltas, de la que destaca la última donde se desarrolla el tema del Juicio Final. El portico de la Majestad aparece policromada.

El cimborrio es el elemento más característico y de mayor altura de la colegiata de Santa María la Mayor de Toro. Ofrece planta hexadecagonal. Al interior se ven los dieciséis nervios de la cúpula que lo cubre. Ofrece doble tambor; la línea de separación entre ambos viene marcada por una moldura. Al exterior resulta llamativo por las cuatro torrecillas que lo adornan. Cada tambor cuenta con doce vanos abocinados de medio punto, tres entre cada torrecilla. Las torrecillas también están divididas en dos cuerpos horizontales por una moldura; el cuerpo inferior presenta un vano de medio punto y el superior tres. Los motivos decorativos que adornan el tambor y las torrecillas son geométricos y vegetales. El cimborrio está rematado por una cubierta a dieciséis vertientes y las torrecillas por una cubierta a un agua.

El cimborrio de la colegiata de Santa María la Mayor de Toro ofrece doble tambor y torrecillas esquineras.


En el exterior del transepto se cuentan tres contrafuertes y dos en la cabecera, en el tramo anterior al ábside central.

En el interior, la nave central presenta pilares cruciformes con columnas adosadas decorativas sobre las que descansan arcos fajones doblados que soportan bóvedas de cañón apuntados. Los tramos de las naves laterales más alejados de la cabecera se cubren con bóvedas de crucería octopartitas y los tramos más próximos a la cabecera con bóvedas de crucería tetrapartitas. El transepto está cubierto por bóvedas de cañón apuntado.

La iluminación del interior se consigue a través de los vanos de los ábsides, los rosetones sobre de los vanos de la cabecera, crucero, cimborrio y naves laterales.

Vista de la nave y ábside central de la colegiata de Santa María la Mayor de Toro.


Otros espacios de interés de la colegiata de Santa María la Mayor de Toro son la sacristía, hoy museo, la torre campanario y la capilla de Santo Tomás.

La colegiata de Santa María la Mayor de Toro es uno de los cuatro edificios que mejor ejemplifican el conocido como románico del Duero. Los otros tres son las catedrales del Salvador de Zamora, la de Santa María o Vieja de Salamanca y la de Santa María o Vieja de Plasencia, todas reconocibles por los cimborrios que cubren los cruceros. Son cimborrios en los que se reconoce la influencia bizantina, que llegó a España gracias a artistas franceses de la región de Poitou.

viernes, 28 de septiembre de 2018

13 Rue del Percebe, de Francisco Ibáñez

Francisco Ibáñez (Barcelona, 1936) es historietista y dibujante de cómic. Pertenece a la segunda generación de la Escuela Bruguera o generación del 57. Popularizó el cómic a la vez que lo elevó a la categoría de obra de arte. Entre sus creaciones más conocidas hay que citar Mortadelo y Filemón (1958), 13, Rue del Percebe (1961), El botones Sacarino (1963) y Rompetechos (1964). En 1994 recibió el Gran Premio del Salón del Cómic de Barcelona por toda su obra y en 2001 la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes.

13, Rue del Percebe es una historieta en cómic creada por Francisco Ibáñez en 1961. Se publicó en la revista Tío Vivo de la Editorial Bruguera. En distintas épocas colaboraron como guionistas y dibujantes Joan Bernet Toledano y Juan Martínez Osete. Su publicación se prolongó hasta 1984, si bien en el recopilatorio Súper Humor de 2002 Ibáñez añadió una nueva y última historieta.

Francisco Ibáñez es el creador 13, Rue del Percebe, uno de los clásicos del cómic español.


En 13, Rue del Percebe se narra la vida de los personajes que habitan un bloque de apartamentos al que se le ha despojado de la fachada para poder ver el interior de las viviendas. Se presenta en una macroviñeta que ocupa una página de tebeo o libro; a su vez se divide en viñetas independientes, cada una dedicada a un personaje de la comunidad de vecinos. Las viñetas se pueden leer en el orden que el lector desee.

Los personajes que aparecen son fijos. En la azotea viven Manolo, un moroso profesional acosado por sus acreedores a los que evita de mil maneras, y un ratón que hace la vida imposible a un gato; en la tercera planta Ceferino Raffles, un ladrón de poca monta que sólo es capaz de robar cosas inútiles, y doña Benita, una madre de seis hijos, a cual más travieso; en la segunda planta una anciana que recoge animales de la calle y los adopta como mascota, y un científico loco creador de monstruos, que en 1964 fue sustituido por culpa de la censura, por un sastre que siempre confeccionaba mal la ropa que le encargaban los clientes; en la primera planta un veterinario incompetente, y Leonor, la dueña de una pensión siempre hacinada; la planta baja está ocupada por la tienda de ultramarinos de don Senén, un tendero desconfiado que intenta engañar a su clientela siempre que puede, y por la portera de la comunidad, una cotilla incorregible; por último, también son “personajes” de la comunidad el ascensor, que las  más de las veces está averiado o en reparación, y una araña en mitad de la escalera. Fuera del edificio don Hurón vive de alquiler en una alcantarilla. Además, de forma esporádica, visitan el edificio otros personajes, protagonistas de otras historietas creadas por Ibáñez, caso de Mortadelo, Rompetechos, Pepe Gotera y Otilio.

Secuelas de 13, Rue del Percebe firmadas por Francisco Ibáñez son 7, Rebolling Street, para la Editorial Grijalbo, que la publicó en la revista Guai! desde 1985 a 1987, y para Ediciones B hasta 1990; y 84, Rue Bailén, publicada en 1996 en El Periódico de Catalunya.

13, Rue del Percebe ha pasado a la historia del cómic español por su originalidad, cada viñeta es un gag independiente de los demás; presencia en las librerías, se publicó de manera ininterrumpida durante 23 años, entre 1961 y 1984; y la valoración positiva por parte del público de varias generaciones y por coleccionistas aun después de ponerse fin a la historieta y por ser obra de Francisco Ibáñez, el historietista y dibujante de cómic español más popular y reconocido.


viernes, 21 de septiembre de 2018

Museo del Prado, edificio Villanueva, de Juan de Villanueva

Juan de Villanueva (Madrid, 1739-1811) se formó como arquitecto en Roma entre 1758 y 1765, donde estuvo pensionado. Sus edificios son de estilo neoclásico. Sus mejores obras se encuentran en Madrid: el Museo del Prado (1785), el Oratorio de Caballero de Gracia (1789) y el Observatorio astronómico (1790); además, reconstruyó la Plaza Mayor (1791). Fue arquitecto mayor del rey desde 1781.

El Museo del Prado es la obra más importante de las realizadas por Juan de Villanueva y se ha convertido en icono de Madrid y de la arquitectura neoclásica.


En 1784 Carlos III encargó a Juan de Villanueva un edificio para acoger el Gabinete de Historia Natural, luego Museo de Ciencias Naturales. El edificio culminaría el proyecto urbanístico conocido como Salón del Prado.

El edifico se inició en 1785. El ritmo de construcción fue rápido durante el gobierno de Floridablanca (1787-1792), luego las obras se ralentizaron; durante la Guerra de la Independencia (1808-1814) las tropas francesas utilizaron el edificio como cuartel y fábrica de balas; después de la guerra Fernando VII y su esposa Isabel de Braganza dieron un nuevo impulso a las obras, que las dirigió Antonio López Aguado, discípulo de Juan de Villanueva. En 1819 las obras concluyeron y el edificio se inauguró como Museo Real de Pinturas para exponer las mejores de las Colecciones Reales, trasladadas desde los Sitios Reales.

El edificio es de estilo neoclásico. En su construcción se utilizaron piedra blanca, granito y ladrillo fino. Las proporciones y los volúmenes guardan un equilibrio modélico.

El edificio está formado por un cuerpo central de planta rectangular terminado en ábside; desde los laterales parten dos galerías alargadas, que finalizan en dos pabellones cuadrados. Las dimensiones son de 202 x 36 metros.

El Museo del Prado se articula en planta a partir de un cuerpo central rectangular cerrado en ábside.


Del cuerpo central destaca su pórtico de acceso o puerta de Velázquez, que se adelanta al resto del conjunto. Cuenta con seis columnas toscanas de orden gigante, entablamento, cornisa y ático rectangular. El ático acoge un friso escultórico alegórico de Fernando VII como protector de las ciencias, las artes y la técnica, obra de Ramón Barba. El ábside posterior es obra de Narciso Pascual Colomer, realizado en 1853.

Las galerías laterales tenían en origen dos plantas. En la inferior se alternan ventanales alargados terminados en arco de medio punto con hornacinas que acogen esculturas; la segunda es una galería de columnas jónicas. En el interior, la techumbre es abovedada. Existe una tercera planta retranqueada, obra posterior.

 La puerta de Goya es de estilo jónico.


La fachada norte o puerta de Goya presenta un pórtico con dos columnas jónicas y entablamento liso; se accede mediante una escalinata, obra de Francisco Jarreño en 1882. El interior se organiza en torno a una rotonda que ofrece ocho columnas jónicas y bóveda casetonada.

La fachada sur o puerta de Murillo presenta un vano adintelado, una galería de seis columnas corintias y un entablamento. En el interior aparecen tres espacios rectangulares, el central de doble anchura que los laterales.

La puerta de Murillo es de estilo corintio.


El Museo del Prado, edificio Villanueva, es la primera pinacoteca del mundo, uno de los iconos de Madrid y de la arquitectura neoclásica y ha dado a Juan de Villanueva un reconocimiento universal.

El Museo del Prado, edificio Villanueva, fue declarado Monumento Nacional en 1962.

viernes, 14 de septiembre de 2018

Museo de Pontevedra

El Museo de Pontevedra fue creado por la Diputación Provincial en 1927 y abrió al público en 1929.

El retablo de san Martín, del maestro del Villarroya, es del siglo XV.


Reúne más de 16.000 piezas organizadas en nueve secciones:

  • Prehistoria y Antigüedad. Compuesta por tres colecciones arqueológicas, las de epigrafía romana, orfebrería antigua y metalurgia prehistórica. De la primera destacan los miliarios romanos, las inscripciones votivas y funerarias y las estelas antropomórficas. De la segunda el Tesoro de Golada y el Tesoro de Caldas. De la tercera el Depósito de Monte das Cabras, del III milenio a. C.
  • Numismática. Se muestran piezas griegas, romanas, bizantinas, árabes y monedas españolas desde la Edad Media hasta la aparición de la peseta en 1868. Llama la atención un dinero de Alfonso VI, de finales del siglo XI, acuñado en la ceca de Santiago de Compostela por concesión regia al obispo Gelmírez para la construcción de la catedral.
  • Edad Media. De la escultura prerrománica destacan las laudes pétreas de tipo estola y los capiteles visigodos; de la escultura románica hay que citar la colección de capiteles de Bermés y el tímpano de la iglesia de San Juan de Palmou, ambos del siglo XII, y el tímpano de la iglesia de San Martín de Moaña, del siglo XIII; y de la escultura gótica destaca la portada de la iglesia de San Bartolomé de Pontevedra, el tímpano de la iglesia de Santa María de Vigo y el sepulcro de Gómez de Sotomayor. En cuanto a la pintura destaca la hecha sobre tabla, cabe citar retablo de san Martín, del maestro de Villarroya, del siglo XV.
  • Del Renacimiento al Neoclasicismo. De la pintura del siglo XVI hay que mencionar La muerte de san Bernardo, de Juan Correa de Vivar, y La flagelación de Cristo, de Diego Polo, y del siglo XVII Taza de agua y rosa en plato de plata, de Pedro de Camprobín, y Cesta de dulces, de Juan van der Hamen. En cuanto a la escultura, la mayoría de las piezas son anónimas, pero también las hay de artistas reconocidos, cabe citar Presentación de la niña María en el templo, de José Ferreiro, del siglo XVIII. La colección de estampas y grabados está compuesta por tacos de madera, planchas de cobre y cinc, la mayoría de tema religioso. Además, hay primeras ediciones de las series de los grabados de Goya Caprichos, Desastres de la guerra, Proverbios y Tauromaquia.

 
Juan van der Hamen pintó Cesta de dulces en el siglo XVIII.
  
  • Siglo XIX. De entre las pinturas del siglo XIX hay que citar Paisaje con río, castillo y escena de pescadores, de Jenaro Pérez Villamil, Paisaje con figuras, de Ramón Casas, y Paisaje de Lugo, de Alfredo Souto. De la escultura hay que mencionar Padre Feijóo, de Isidoro Brocos. Del grabado la pieza Idylle, de Mariano Fortuny.
  • Siglo XX. De la pintura del siglo XX están representados los movimientos regionalista, costumbrista, novecentista, los renovadores del arte gallego, la neofiguración, la abstracción geométrica y el neoexpresionismo. Hay que citar Ciego e hija, de Alfonso Rodríguez Castelao, Maternidad, de Pedro Bueno, La frutera, de María Antonia Dans, y De par en par, de Guillermo A. Monroy.

 
Ciego e hija (1929) es obra de Alfonso Rodríguez Castelao.
  
  • Artes decorativas. Esta sección muestra piezas de armas blancas, azabaches, abanicos –desde el siglo XVIII al XX–, marfiles, vidrio, cerámica –destacan la de Sargadelos y Pontecesures–, muebles, joyas, y orfebrería religiosa y civil –desde el siglo XIII al XX, destacando la colección de plata de Gonzalo Fernández de la Mora.
  • Fondos etnográficos. Esta sección muestra piezas de alfarería popular, cocina, herrería, lino y lana, mareantes y artes de pesca, música popular, religiosidad popular y cruceiros de cantería.
  • Salas navales. Algunos de los fondos expuestos pertenecen a la Escuela Naval Militar de Marín y al Museo Naval de Madrid. Los fondos se exhiben en cuatro salas, la de los orígenes de la Marina, de marinos y navegantes, la Méndez Núñez y Cámara de la Numancia.

 
De par en par (1981) es obra de Guillermo A. Monroy.


Además, el Museo de Pontevedra cuenta con un archivo documental, que atesora documentos desde el siglo XII al XX, un archivo gráfico con más de 200.000 documentos y una biblioteca con más de 150.000 registros.

viernes, 22 de junio de 2018

Miró

Joan Miró (Barcelona, 1893-Palma de Mallorca, 1983) fue pintor, escultor y ceramista. Se formó en la Escuela de Artes y Oficios de la Lonja, siendo sus profesores Modesto Urgell y José Pascó, en la Academia Galí y en el Círculo Artístico de Sant Lluc, todas en Barcelona. Su primera exposición individual fue en la Galería Dalmau de Barcelona en 1918. Viajó por primera vez a París en 1920, donde expuso en 1921, cosechando un rotundo fracaso. En París conoció a Pablo Gargallo, André Masson, Max Jacob, André Bretón, Max Ernts y Pablo Picasso, y se integró en el movimiento surrealista durante los años veinte. Desde los años treinta vivió a caballo entre Francia y España, y desarrolló un estilo personal e inconfundible, que le convirtió en uno de los pintores más influyentes del siglo XX.

La trayectoria pictórica de Miró pasó por tres etapas:
  • Cubista, expresionista y fauvista, de 1918 a 1922.
  • Surrealista, de 1922 a 1928.
  • Mironiana, desde 1928.

Retrato de Vincenç Nubiola (1917) fue uno de los primeros retratos de Miró. Se aprecian influencias cubistas, expresionistas y fauvistas.


Miró fracasó en la Escuela de Artes y Oficios de la Lonja de Barcelona. Sus profesores Modesto Urgell y José Pascó estaban dominados por el academicismo y no dudaron en suspender a Miró. Víctima de una depresión nerviosa se refugió en Mont-roig, donde reafirmó su vocación y estilo personal. De regreso a Barcelona se inscribió en la Academia Galí, donde demostró una destreza deficiente en el dibujo, que intentaron corregir obligándole a dibujar objetos que tocaba, pero no veía.

José Dalmau confió en Miró y le dio la  posibilidad de exponer en sus galerías en 1919. Sus primeras obras fueron paisajes y retratos en los que se distinguen influencias cubistas, expresionistas y fauvistas. Entre las más llamativas hay que citar Siurana, el pueblo (1917), Siurana, la iglesia (1917), Retrato de Vincenç  Nubiola (1917), Retrato de Juanita Obrador (1918) y Casa con palmera (1918). Las críticas fueron hirientes, rozando la burla y el escarnio, razón por la cual Miró no volvió a exponer en Barcelona hasta cincuenta años después.

De nuevo se retiró a Mont-roig. Desarrolló un universo de elementos que mantuvo durante toda su carrera artística: animales de campo, aperos de labranza, astros, estrellas, pájaros, vegetales, masías, etc. Todos son elementos que Miró considera dan fuerza y sentido al hombre. Durante estos meses pinta Iglesia de Mont-roig y Caserío, ambos de 1919.

Miró viajó por primera vez a París en 1920. Gracias a Dalmau expuso en la capital francesa; el fracaso fue absoluto, no vendió ni un solo cuadro y nadie habló de él; sólo Pablo Picasso y el crítico Maurice Reynal apostaron por el triunfo final de Miró.

Autorretrato (1919) lo compró Picasso, el único colega de Miró que apostó por él.


De regreso a España Miró se instaló en Mont-roig. Inició su etapa surrealista con algunos de sus cuadros más célebres: La masía (1922), Tierra labrada (1924), Carnaval de Arlequín (1925), la serie Cabeza de campesino catalán (1925) e Interior holandés (1928).

La masía (1922) es la primera obra maestra de la etapa surrealista de Miró.


La masía recoge el microcosmos vital de la infancia y juventud de Miró en el campo, de un mundo que consideraba auténtico y paradisíaco frente al mundo urbano, que estimaba antipático y hostil. Un eucalipto ocupa el centro de la escena; a la izquierda, la masía, una mujer trabajando, un carro en un cobertizo, aperos de campo diseminados por la finca, un perro, un mulo dentro de la masía y otro haciendo girar una noria; a la derecha, el corral, sin verja frontal, permite ver el interior lleno de animales; el fondo está ocupado por el bosque; y la parte superior derecha del cielo por el Sol. La masía es una descripción al detalle en imágenes de la granja de los abuelos de Joan Miró en Mont-roig. Miró individualizó cada “personaje” que aparece en el lienzo, desde el Sol a la mujer, pasando por la masía, el corral o el periódico; todos los elementos que integran el cuadro tienen personalidad propia, y todos juntos muestran la del pintor, alegre y fantástica. Los colores utilizados son pocos, azul para el cielo, amarillos, negro, rojos y verdes para el resto, pero aplicados para dar luz al lienzo y de una manera uniforme que revela la nostalgia de Miró hacia un mundo en el que fue feliz. En La masía se reconocen características de diversas tendencias artísticas: del noucentisme, el amor por el paisaje; del cubismo, la simultaneidad de puntos de vista, la geometrización de las formas y el uso de tipografía; y, anticipándose al surrealismo figurativo, un lenguaje iconográfico personal.

En Tierra labrada aparecen muchos de los elementos característicos del universo figurativo de Miró; muchos están desfigurados, pero son reconocibles; tampoco se rompe con la estructura espacial tradicional, pero se establece una nueva relación entre los objetos dentro de un espacio dado.

Los elementos que aparecen en Tierra labrada (1924) son reconocibles, pero están desfigurados, y aparecen otros de carácter onírico.


En Carnaval de Arlequín (1925) aparece la constelada, una composición de elementos que distingue a Miró del resto de pintores.


En Carnaval de Arlequín aún se reconoce la caja espacial renacentista, pero aparece una nueva composición, la constelada, un mundo de estrellas, en el que elementos reconocibles se mezclan con otros fantásticos en una composición abigarrada: animales, instrumentos musicales, estrellas, cometas, ojos y la escalera de la evasión, cuyo significado tiene relación con el deseo de trascendencia; no hay elementos secundarios; la deformación de los objetos tiene un carácter miniaturista, sin escalas ni proporciones; predominan los colores primarios.

Cabeza de campesino catalán es una serie de cuatro pinturas al óleo y lápiz. Repite símbolos que se van simplificando en cada una las pinturas hasta distinguirse sólo la barretina, los ojos y la barba sobre un fondo neutro azul o amarillo.

En Cabeza de campesino catalán (1925) Miró reivindica la figura del payés.


Interior holandés es una reinterpretación de El tocador de laúd (1661) de Hendrich Martensz Sorgh. En un espacio tridimensional aparece la figura de un guitarrista reducido a una pequeña cabeza rodeada por un halo blanco y a las manos con las que toca una guitarra tan grande como él; el personaje se ve rodeado por una multitud de seres y objetos que parecen bailar al son de la música; una ventana a la izquierda deja ver un paisaje tan alucinante como el del interior de la habitación. Los colores son planos y las líneas que los separan, blancas o negras, están bien definidas.

Interior holandés (1928) cierra la etapa surrealista de Miró.


Miró se aleja de los surrealistas en 1928 por el acercamiento de muchos de ellos al Partido Comunista Francés. Sufre una crisis que le llevó a afirmar que era necesario “asesinar a la pintura”. Empezó a experimentar con nuevas técnicas; en sus telas aparecen elementos insólitos como alambres, corcho, plumas, etc. Abandonará el óleo por el collage y se inició en la litografía, la pintura sobre madera y en la escultura. Sus investigaciones a partir del  collage desembocan en óleos de gran formato, que incluyen recortes de anuncios y en los que aparecen formas nuevas inspiradas en las pinturas neolíticas levantinas. De 1934 a 1937 las telas de Miró se hacen agresivas, los ambientes se enrarecen y el color se vuelve intenso, alcanzando gran dramatismo y brutalidad. De estos años son Caracol, mujer, flor y estrella y Golondrina, de 1934.

Al estallar la Guerra Civil española de 1936 Miró dota a su pintura de una carga expresionista salvaje y despiadada; el hombre aparece como enemigo de sí mismo; emplea materiales tan inusuales como la arena o el alquitrán. De estos años su mejor obra es Bodegón con zapato viejo (1937), que le sirvió para expresar la angustia de la guerra; los elementos que forman la naturaleza muerta son una mesa, una botella, un mendrugo de pan, un tenedor clavado en una manzana y un zapato; dota a los objetos de una presencia amenazadora, que se refuerza mediante el color y la luz.

En Bodegón con zapato viejo (1937) Miró expresó la angustia que le provocó la Guerra Civil española de 1936.


Entre 1939 y 1941 Miró vivió en Francia y España y pintó Constelaciones, veintitrés pinturas de pequeño formato (38 x 46 cm.) sobre papel de textura rugosa por estar impregnado de gasolina. Utiliza un color de fondo sobre el cual aplica los colores primarios y complementarios. Aparecen los elementos figurativos mironianos clásicos, las aves, las estrellas, las mujeres, la noche, la escalera de evasión, etc. Constelaciones quiere representar el orden cósmico en el que las estrellas son el cielo, la mujer simboliza la tierra y los pájaros la conexión entre ambos.

La escalera de escape (1940) es una de las pinturas que componen la serie Constelaciones.


En 1944 realiza la serie Barcelona, cincuenta litografías en blanco y negro. Aparecen personajes sumidos en la tristeza fuera de cualquier escenario concreto.

Miró viajó a Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial. Su influencia es tal que dio origen a la Escuela de Nueva York; uno de sus miembros más destacados fue Jackson Pollock. Desarrolló las pinturas lentas, muy detallistas corrigiendo cada pincelada y en las que combina el blanco, el negro y los colores primarios en una tonalidad brillante, y las pinturas espontáneas en las que da rienda suelta a la imaginación y utiliza gran diversidad de materiales e inventa nuevas fórmulas como el tachismo.

Miró se instala en Palma de Mallorca en 1956. Se ocupa en nuevas series de litografías y aguafuertes. El lenguaje pictórico mironiano es en extremo sintético, muchas veces se reduce a una sola línea desarrollada sobre un color; utiliza el negro como fondo y sobre él los colores primarios; utiliza goteos y salpicaduras. De esta época son Campesino al claro de luna (1968) y Mujer, pájaro y estrella (1970).

Mujer, pájaro y estrella (1970) es una de las pinturas más conocidas de Miró.


La esperanza del navegante es una serie de ocho pinturas realizadas entre 1968 y 1973. Se caracterizan por grafismos negros sobre fondos coloridos o al contrario; el negro pierde todo dramatismo; en las últimas pinturas las líneas aumentan de grosor, los fondos negros están compensados por masas de color que ganan protagonismo.

La esperanza del condenado a muerte (1974) es un tríptico que utilizó Miró para denunciar la pena de muerte, que considera una sentencia injusta para cualquier preso. En las tres hojas se muestra una mancha que va cambiando de color en consonancia con las transformaciones de una línea negra en un espacio lleno de salpicaduras y goteos de pintura; la línea describe una forma que no llega a completarse, que queda interrumpida como la vida de un condenado a muerte.

La esperanza del condenado a muerte (1974) se convirtió en un símbolo contra la pena de muerte.


Miró fue ceramista. Colaboró con Josep Llorens Artigas. Sus trabajos son grandes murales, el primero de ellos fue El Sol y la Luna (1958) para la UNESCO en París. Después vinieron otros murales como el de la Fundación Maeght en Saint-Paul-de-Vence (1964), el del Wilhelm Hack Museum de Ludwigshafen (1971) o el del Palacio de Congresos y Exposiciones de Madrid (1980).

El Sol y la Luna (1958) fue el primer mural de cerámica de Miró.


Miró fue escultor. Trabajó el bronce y el hormigón recubierto de cerámica de colores. Por lo general son esculturas de gran formato caso de Miss Chicago (1981), en Chicago, de 12 m. de altura, y Mujer y pájaro (1983), en Barcelona, de 22 m. de altura, que representa a una mujer con un sombrero y sobre este un pájaro; la silueta de la mujer tiene forma de hoja alargada y ahuecada; la cerámica que la recubre es trencadís de colores primarios.

Mujer y pájaro (1983) es una de las esculturas más conocidas de Miró.


Joan Miró recibió el Gran Premio de Grabado de la Bienal de Venecia (1954), la Gran Cruz de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio (1959), el Gran Premio de la Fundación Guggenheim (1959), el Premio Carnegie de pintura (1966), la Medalla de Oro de la Generalitat de Cataluña (1978) y la Medalla de las Bellas Artes (1980); además, fue nombrado doctor honoris causa por las universidades de Harvard (1968), Barcelona (1979) y Murcia (1983).

Joan Miró es uno de los pintores  más sobresalientes del siglo XX por haber destacado en el cubismo, el expresionismo, el fauvismo y el surrealismo y por haber creado un lenguaje personal e inconfundible. Además, también destacó como ceramista y escultor.