viernes, 27 de octubre de 2017

Ensanche de Barcelona, de Ildefonso Cerdá

Ildefonso Cerdá (Centellas, 1815-Caldas de Besaya, 1876) obtuvo el título de ingeniero por la Escuela de Ingenieros de Caminos de Madrid en 1841. Su carrera profesional fue la de ingeniero del Estado. Su gran proyecto fue el Ensanche de Barcelona (1859). Entre sus publicaciones hay que citar Teoría general de la urbanización y su aplicación a la reforma y ensanche de Barcelona (1867).

El Ensanche es uno de los barrios más emblemáticos de Barcelona.


Desde finales del siglo XVIII la ciudad de Barcelona se veía constreñida por la muralla. La situación empeoró en la primera mitad del siglo XIX al pasar la población de 115.000 habitantes en 1802 a 187.000 en 1850, es decir, un crecimiento del 62,60%. El hacinamiento y unas infraestructuras insuficientes provocaron una epidemia de fiebre amarilla en 1821 y dos de cólera en 1834 y 1854, que causaron casi 20.000 muertos.

Así las cosas, se sucedieron proyectos y se tomaron medidas encaminados a mejorar la ciudad de Barcelona: en 1841 el Ayuntamiento barcelonés premió al doctor Monlau por su trabajo Abajo las murallas, en 1844 el arquitecto Garriga i Roca se ofreció al Ayuntamiento de Barcelona para planear el ensanche de la ciudad, en 1846 el arquitecto Rovira i Trias publicó Boletín Enciclopédico de Nobles Artes para la elaboración de un plano geométrico para Barcelona, en 1853 el alcalde de Barcelona Beltrán i Ros solicitó al Gobierno de España el derribo de las murallas de la ciudad y en 1854 se dio orden para su demolición excepto los lienzos del mar, el castillo de Montjuic y la Ciudadela.

En 1859 el Gobierno de España y el Ayuntamiento de Barcelona contaban con sendos proyectos para llevar a cabo el ensanche de la ciudad. El proyecto municipal era el de Rovira i Trias; se basaba en una constelación de barrios dispuestos de manera concéntrica en torno al casco antiguo de Barcelona sobre una malla reticular con centro en la plaza de Cataluña. El proyecto del Gobierno de España era el Plan Cerdá, que se aprobó en 1859 para su ejecución a partir de 1860; la reina Isabel II puso la primera piedra del Ensanche de Barcelona el 4 de septiembre de 1860 en la plaza de Cataluña.

El Ensanche de Barcelona lo diseñó el ingeniero Ildefonso Cerdá y fue aprobado por el Gobierno de España en 1859.


El Ensanche de Barcelona ocuparía una superficie de 1.100 ha. entre Montjuic y el río Besos, que contaría con una ribera boscosa. El trazado de las calles sería ortogonal, con calles paralelas al mar y otras perpendiculares. Las calles tendrían una anchura de 20, 30 y 50 m., en previsión de un tráfico creciente. Las manzanas serían cuadradas con una longitud de 113,33 m. con chaflán de 15 m. a 45º para ganar visibilidad; la superficie de la manzana sería de 1,24 ha. Las manzanas se edificarían en dos de sus lados, y serían lados opuestos o en L; el espacio restante estaría ocupado por jardines y en el exterior habría un árbol cada 8 m. La profundidad de la edificación variaría entre los 20 y 24 m. y la altura sería de 16 m. El crecimiento del Ensanche sería ilimitado, pero seguiría un módulo de 10 x 10 manzanas; en cada módulo se reservaría espacio para mercados, colegios, iglesias y otros servicios públicos.

Dentro del Ensanche de Barcelona hay espacios que son una excepción a la regla del plano ortogonal: el espacio comprendido entre el Paseo de Gracia y la Rambla de Cataluña presenta manzanas trapezoidales y las Avenidas Diagonal y Meridiana atraviesan el Ensanche en diagonal. Las vías principales del Ensanche de Barcelona son la Gran Vía de las Cortes Catalanas, la Avenida Diagonal y la Avenida Meridiana, que se cortan en la Plaza de las Glorias Catalanas.

El Ensanche de Barcelona quedó devaluado por la especulación urbanística que elevó la densidad de edificios y demográfica hasta niveles no previstos. El espacio reservado a los jardines centrales de las manzanas fue ocupado por talleres, se edificaron los cuatro lados de las manzanas, se construyeron dos plantas más de las previstas y sobre ellas el ático y el sobreático, llevando sus fachadas hacia el interior del edificio; los edificios alcanzaron los 24 m. de altura.

El Plan Cerdá o Ensanche de Barcelona fue la respuesta del Gobierno de España a la necesidad de modernizar la ciudad de Barcelona y encauzar el crecimiento futuro. No fue el primero de los que se hicieron en Europa –el de París se inició en 1853 y el de Viena en 1857–, pero fue imitado por otras ciudades españolas, caso de Madrid en 1860 y Bilbao en 1876.

viernes, 20 de octubre de 2017

Retablo de San Vicente, del maestro de Estopiñán

Del pintor conocido como maestro de Estopiñán se desconoce su nombre, procedencia y carrera profesional. Los investigadores Joseph Gudiol i Cunill y Joseph Gudiol i Ricart apuntan que su ascendencia es italiana y Joan Ainaud de Lasarte da el nombre de Rómulo de Florencia, del que se sabe que en 1367 recibió el encargo de pintar un retablo por parte de la comunidad dominica de la ciudad de Huesca. Sin embargo, se tiene la certeza de que el Retablo de San Vicente es la única obra del maestro de Estopiñán en España.

Maestro de Estopiñán: Retablo de San Vicente, 1367.
Estilo: Gótico.
Técnica: Temple sobre tabla.
Temática: Religiosa.
Dimensiones: 200 x 255 cm.
Museo Nacional de Arte de Cataluña, Barcelona, España.


El Retablo de San Vicente es un tríptico con las tres hojas en forma rectangular rematadas en triángulo equilátero.

Los protagonistas del retablo son el diácono san Vicente y san Valerio, obispo de Zaragoza. Ambos fueron tomados presos en 303 y llevados a la ciudad de Valencia, donde san Valerio fue condenado al destierro y san Vicente martirizado.

Los espacios triangulares están dedicados a la pasión de Cristo: en la tabla central, el calvario, con Cristo crucificado acompañado por la Virgen María a la izquierda y san Juan a la derecha; en la tabla izquierda las Marías ante el sepulcro del Señor; y en la tabla derecha Cristo resucitado apareciéndose a María Magdalena.

La tabla izquierda está dividida en seis registros con otras tantas escenas: la primera narra la salida de Huesca de san Vicente y san Valerio; en la segunda san Valerio da el diaconado a san Vicente; en la tercera y cuarta los soldados del gobernador Daciano, representado con las piernas cruzadas, apresan a los santos Vicente y Valerio; y la quinta y sexta escenas se desarrollan en la ciudad de Valencia.

La tabla central está ocupada por la imagen de san Vicente. Aparece en actitud monumental y sobria, vestido con dalmática de diácono con adornos grabados en oro y nimbo de oro; en las manos sostiene la palma del martirio y los Evangelios. En la parte inferior izquierda aparece un monje dominico y a la derecha un caballero sosteniendo un pavés, ambos de perfil y arrodillados.

En la tabla derecha se narra las condenas a los santos. En las dos primeras el destierro de san Valerio, que conserva su capa pluvial: primero le empuja un servidor del gobernador Daciano, después aparece caminando en solitario hacia una ciudad amurallada. En las siguientes cuatro escenas se narra el martirio de san Vicente: primero se le desgarran los miembros, luego aparece sobre una parrilla ardiente, a continuación en el lecho de clavos y, por último, la muerte. Sin embargo, no se narra que los restos de san Vicente fueron arrojados al mar, ni el traslado de las reliquias, ni los milagros que le sirvieron para adquirir la condición de santo.

El maestro de Estopiñán práctico la técnica de temple sobre tabla de álamo y dorado en pan de oro. Los colores predominantes son el blanco, el rojo y el rosa en diversas tonalidades. Se utilizó el sombreado para dar volumen. El espacio que divide las escenas, la decoración de los márgenes, bordados de la dalmática y nimbo de san Vicente y de la capa pluvial de san Valerio se obtuvo mediante la incisión de punzón y buril a distinta presión.

De las características formales del Retablo de San Vicente se concluye que el maestro de Estopiñán se vio influido por Giotto antes de venir a España; fue en Aragón donde introdujo el estilo italo-gótico o trecencista.

viernes, 6 de octubre de 2017

Pedro de Ribera

Pedro de Ribera (Madrid, 1681-1742) fue uno de los arquitectos españoles barrocos más destacados. Fue seguidor de Ardemans y José Benito de Churriguera, pero dotó a sus edificios de una personalidad inconfundible. Desarrolló casi toda su carrera profesional en Madrid, convirtiéndose en el mejor representante del barroco madrileño. Disfrutó del respaldo de Antonio de Salcedo y Aguirre, marqués de Vadillo, corregidor de Madrid. Fue nombrado Maestro Mayor de las Obras y Fuentes de Madrid en 1726.

El estilo de Pedro de Ribera se reconoce por las características siguientes:
  • Fusión en la fachada principal de los edificios de la puerta de acceso con un balcón superior.
  • Empleo de baquetones para enmarcar la puerta del edificio; son de sección asimétrica y más saliente que los utilizados hasta entonces.
  • Profusión de elementos decorativos en las portadas de los edificios.
  • Sustitución de las columnas por estípites.
  • Empleo de cúpulas bulbosas, hasta entonces ajenas a la arquitectura española.
  • Uso de chapiteles para rematar las torres, heredados del estilo herreriano.

Pedro de Ribera construyó edificios religiosos, civiles y militares, y elementos urbanísticos, como puentes y fuentes.

Entre los edificios religiosos hay que citar la ermita de la Virgen del Puerto (1716-1718), la iglesia de Nuestra Señora de Montserrat (1720), la iglesia parroquial de San Millán y San Cayetano (1722-1737) y la iglesia parroquial de San José (1730-1748), además intervino en el monasterio de Santiago de Uclés (1735).

La ermita de la Virgen del Puerto se construyó por encargo del marqués de Vadillo, fue destruida durante la Guerra Civil de 1936-1939 y reconstruida en 1945. Es uno de los primeros ejemplos de arquitectura barroca en España. Tiene planta de cruz griega con los brazos rematados en semicírculo en el interior y plano al exterior, y cúpula sobre tambor octogonal rematado por un chapitel. La fachada adintelada está enmarcada por dos torres-campanario coronadas por chapiteles.

La ermita de la Virgen del Puerto (1716-1718) es una de las iglesias levantadas por Pedro de Ribera.


La iglesia de Nuestra Señora de Montserrat formó parte del monasterio homónimo fundado por Felipe IV en 1642. Las obras se concluyeron en 1720 con la participación de Pedro de Ribera en la decoración de la portada y construcción de las dos torres. Llama la atención el dinamismo de la decoración. En la parte superior se abren ventanales de medio punto flanqueados por estípites; el tejado de pizarra se corona con una arandela, una caperuza con un bulbo, un chapitel y una bola del mundo con una cruz. La iglesia de Nuestra Señora de Montserrat fue declarada Monumento Nacional en 1914.

La iglesia parroquial de San Millán y San Cayetano formó parte del desaparecido convento de Nuestra Señora del Favor. Las obras las inició el arquitecto Marcos López en 1669, las continuaron José de Churriguera y Pedro de Ribera y las concluyó Francisco de Moradillo en 1761. La planta es de cruz griega. La cúpula cuenta con un tambor sobre pechinas de estilo bizantino. El interior consta de tres naves y cuatro capillas. La fachada presenta ocho pilastras rematadas con capiteles de orden compuesto; las dos pilastras de cada extremo encuadran las dos torres y entre las cuatro del centro se disponen tres arcos de acceso de medio punto; los nichos que hay sobre los arcos albergaron las estatuas de san Cayetano, de Nuestra Señora del Favor y de san Andrés Avelino, realizadas por el escultor Pedro Alonso de los Ríos. Durante la Guerra Civil de 1936-1939 el convento fue atacado y sólo quedó la fachada, fue reconstruido por iniciativa de la duquesa de Alba en 1962 y declarado Bien de Interés Cultural y Monumento Histórico-Artístico Nacional en 1980.

La iglesia parroquial de San José cuenta con una fachada muy ornamentada, nave cubierta con bóveda de cañón y cúpula. Destaca por su decoración la capilla de Santa Teresa, dispuesta como una iglesia en miniatura y embellecida con pinturas murales.

Pedro de Ribera diseño la fachada principal del monasterio de Santiago de Uclés.


 Pedro de Ribera construyó la fachada principal o del mediodía del monasterio de Santiago de Uclés. Aparecen cuatro pilastras decorativas. En la parte superior se cuentan delfines, leones, cabezas, guerreros, trofeos, frutas, dos cruces de Santiago y dos bustos de moros sujetos con cadenas, medio cuerpo de Santiago con la cruz maestral en la mano izquierda y una espada en la derecha en la que se lee “Fidei defenso”, es decir, “Defensa de Dios”, y en la parte inferior se lee “Caput Ordinis”, es decir, “Cabeza de la Orden”, y se ven cruces sueltas, una corona real, caballeros con trofeos y moros encadenados. El monasterio de Uclés fue declarado Monumento Nacional en 1931.

El Real Hospicio del Ave María y San Fernando es el edificio más conocido de Pedro de Ribera y del Barroco madrileño.


Entre los edificios civiles hay que mencionar el Palacio de Torrecilla (1716-1731), el Real Hospicio del Ave María y San Fernando (1721-1726), el Palacio de Santoña (1730-1734) y el Palacio del marqués de Perales (1732).

El Palacio de Torrecilla se distribuye en piso bajo y tres plantas. En la fachada se funde en un conjunto la puerta monumental y la balconada superior.

El Real Hospicio del Ave María y San Fernando esta considerada la mejor obra de Pedro de Ribera y del barroco madrileño. La portada está concebida como un retablo; se divide en dos cuerpos, separados por una cornisa curva en el centro; en el segundo cuerpo, cobijado en una hornacina se distingue la figura de san Fernando recogiendo las llaves de la ciudad de Sevilla. El movimiento ascensional de la fachada se consigue utilizando elementos arquitectónicos y decorativos, caso de estípites, óculos y rocallas. El conocido como Hospicio de San Fernando fue declarado Monumento Nacional en 1919.

El Palacio de Santoña está construido en ladrillo y cantería de granito. La portada principal se ajusta al modelo típico de Pedro de Ribera en el que se funde la puerta de acceso y el balcón.

Del Palacio del marqués de Perales destaca la portada con balcón superpuesto con decoración floral y orejetas.

El cuartel del Conde-Duque de Madrid es el único edifico de carácter militar de Pedro de Ribera.


El cuartel del Conde-Duque (1717) fue un edificio militar en el que participó Pedro de Ribera. Fue mandado construir por Felipe V para acoger a las compañías de los Reales Guardias de Corps. El edificio se concibió como un gran cuartel de estilo francés. Es de planta rectangular y se estructura alrededor de tres patios, siendo el central el de mayor tamaño. Destaca la portada principal en la fachada este, que cuenta con dos pilastras rústicas a cada lado de la puerta y escudo real. Para dar perspectiva a la portada se trazó una plaza frente a ella.

Dos de los elementos urbanísticos más conocidos son el Puente de Toledo (1718-1732) y la Fuente de la Fama (1738-1742).

El Puente de Toledo une ambas riberas del río Manzanares, enlazando las glorietas de Pirámides y Marqués de Vadillo. Fue construido con pilares de granito. Se compone de una parte central formada por nueve arcos de medio punto con sólidos contrafuertes y tambores que se rematan en balconcillos. En la zona central hay dos hornacinas que contienen las estatuas de san Isidoro Labrador y santa María de la Cabeza, realizadas por el escultor Juan Alonso de Villabrille y Ron. El Puente de Toledo fue declarado Monumento Nacional en 1956 y Bien de Interés Cultural en 1992.

El Puente de Toledo de Madrid comunica las dos orillas del río Manzanares.
  

La Fuente de la Fama la encargó Felipe V con el fin de abastecer de agua a Madrid a la vez que embellecer la ciudad. Está construida en piedra berroqueña y caliza para los grupos escultóricos. Se asienta sobre un pilón en forma de trébol de cuatro hojas, sobre el que descansa la base, custodiada por cuatro delfines mitológicos, que arrojan agua; estas esculturas sujetan una pilastra adornada al modo churrigueresco. Los motivos ornamentales son floreros y cuatro niños sosteniendo otras tantas conchas, que hacen las veces de parapeto sobre las cabezas. La estatua de la Fama que remata la fuente es una victoria alada con trompeta, obra del escultor Juan Bautista.

La Fuente de la Fama está rematada por una victoria alada.


Obras de Pedro de Ribera que no se han conservado son el Real Seminario de Nobles (1725), la Fuente de las Arpías (1726), de la que sólo se conserva la estatua de la Mariblanca, la primera Puerta de San Vicente (1726-1727) y el Puente Verde (1728-1732).

viernes, 29 de septiembre de 2017

Retablo mayor de la catedral de Santa María de Astorga, de Gaspar Becerra

Gaspar Becerra (Baeza, 1520-Madrid, 1605) fue escultor y pintor. En 1536 viajó a Roma, donde estudió a Miguel Ángel y trabajó con Vasari y Volterra. En 1556 regresó a España, en 1558 se instaló en Valladolid y en 1562 comenzó a trabajar como pintor del rey Felipe II. Como escultor su mejor obra es el retablo mayor de la catedral de Santa María de Astorga (1584).

El cabildo de la catedral de Santa María de Astorga convocó un concurso para la realización del retablo mayor de la catedral; concurrieron dos talleres, el de Juan Picardo y Pedro de Andrés y el de Manuel Álvarez, Lucas Ortiz y Juan Ortiz, ambos de tradición plateresca. El cabildo catedralicio dejó desierto el concurso y contrató a Gaspar Becerra, de quien tenía buenas referencias después de su estancia en Italia. Becerra presentó al Cabildo el grupo escultórico Asunción de la Virgen, que ocuparía el centro del retablo. El cabildo quedó impresionado, y en 1558 firmó con Becerra el contrato de ejecución del Retablo mayor de la catedral de Santa María de Astorga. Las obras se prolongaron hasta 1584. Becerra contó en su equipo de trabajo con los escultores Esteban Jordán, Bartolomé Hernández y Pedro de Arbulo y con los pintores Gaspar de Hoyos y Gaspar de Palencia, que se encargaron de la policromía.

El retablo mayor de la catedral de Santa María de Astorga se ajusta a los postulados del Concilio de Trento (1545-1563) y de la Contrarreforma. Por ello, el tema del retablo es la vida de la Virgen María y el sagrario es de un tamaño mayor al habitual hasta entonces.

Gaspar Becerra: Retablo mayor de la catedral de Santa María de Astorga, 1584.
Estilo: Manierismo.
Técnica: Madera policromada.
Temática: Religiosa.
Catedral de Santa María, Astorga, España.
  

El retablo consta de predela, tres cuerpos, cinco calles, cuatro entrecalles y ático.

La predela está dividida en dos mitades por el Sagrario. Dentro de rectángulos separados por ménsulas se encuentran cuatro altorrelieves: los de la izquierda representan las virtudes teologales de la caridad y la fe; y los de la derecha son alegorías de la religión y la vigilancia.

El centro del primer cuerpo está ocupado por el sagrario y de izquierda a derecha aparecen los conjuntos escultóricos Jesús entre los doctores, Piedad, Ascensión y Pentecostés. Están separados por columnas corintias con fuste labrado con motivos vegetales y humanos que apoyan en las ménsulas de la predela. Los tableros que albergan los altorrelieves que flanquean el Sagrario están rematados por frontones triangulares y curvos alternados sobre los cuales aparecen dos ángeles desnudos recostados. Los tímpanos de los frontones están decorados con cabezas de ángeles con alas.

Dentro del primer cuerpo destaca el sagrario, que consta de arqueta eucarística y templete. La arqueta eucarística ocupa el centro de la predela; en la puerta aparece representado el tema de la resurrección triunfante. El templete ocupa el centro del primer cuerpo del retablo; está coronado por un frontón triangular decorado con el escudo del cabildo catedralicio y dos ángeles desnudos. La importancia de la eucaristía se refuerza con la figura de Melquisidec portando un pan.

Los dos primeros cuerpos del retablo están separados por un friso esculpido, decorado con ángeles desnudos, una cornisa y un basamento, que sirve de apoyo al segundo cuerpo del retablo.

El segundo cuerpo está compuesto de izquierda a derecha por los conjuntos escultóricos Adoración de los pastores, Coronación, Asunción de la Virgen, Epifanía y Presentación de Jesús en el templo. El grupo Asunción de la Virgen rompe la falsa predela sobre la que se apoyan los cuatro altorrelieves que lo acompañan. La Virgen aparece rodeada de ángeles desnudos. La falsa predela está decorada con ángeles que sostienen cartelas ovaladas. Cada conjunto escultórico está separado por columnas corintias que apoyan en las ménsulas que dividen la falsa predela. Los tableros de los cinco conjuntos escultóricos están coronados por frontones curvos y triangulares que se alternan; sirven de apoyo al tercer cuerpo.

El conjunto escultórico Ascensión de la Virgen es el epicentro del retablo mayor de la catedral de Santa María de Astorga.
  

Los conjuntos escultóricos del tercer cuerpo son de izquierda a derecha Abrazo de san Joaquín y santa Ana ante la Puerta Dorada, Nacimiento de la Virgen, Coronación de la Virgen en el cielo, Desposorio de la Virgen con san José y Anunciación. Están separados por molduras que encuadran cada escena. El conjunto escultórico Coronación de la Virgen en el cielo está rematado por un frontón triangular; los demás por ménsulas que soportan una cornisa.

Coronación de la Virgen en el cielo, como todo el retablo, quiere excitar la fe del creyente en la Virgen María en respuesta a uno de los mandatos de la Contrarreforma.
  

En los intercolumnios de las calles de los cuerpos segundo y tercero aparecen las imágenes de evangelistas, apóstoles, san Juan Bautista y san Sebastián.

En el centro del ático, coronando el retablo, aparece el Calvario, formado por Jesús de Nazaret crucificado, la Virgen María y san Juan; detrás aparece pintada la Jerusalén celeste. A la izquierda se cuentan las estatuas de San Esteban, San Benito, Santo Domingo, San Gregorio y San Jerónimo y a la derecha las de San Lorenzo, San Antonio, San Francisco, San Agustín y San Ambrosio.

La importancia artística del Retablo mayor de la catedral de Santa María de Astorga se debe a que reúne características que rompen con lo que se venía haciendo hasta entonces. Las características principales de la obra maestra de Gaspar Becerra son:
  • Monumentalidad del retablo y de los conjuntos escultóricos que lo componen.
  • Los conjuntos escultóricos se encuadran en líneas rectas.
  • Alternancia de frontones curvos y triangulares.
  • Uso de la columna corintia apoyada en ménsulas.
  • Uso como adornos de ángeles desnudos, triglifos, metopas, cartelas y motivos florales entre otros.
El modelo de retablo que Gaspar Becerra fijo con el retablo mayor de la catedral de Santa María de Astorga tuvo un gran éxito. Juan de Juni, Alonso Berruguete, Esteban Jordán, Pedro López de Gámiz y Gregorio Español lo imitaron en los que hicieron en Castilla, Galicia y Navarra.

viernes, 22 de septiembre de 2017

Doña Isabel la Católica dictando su testamento, de Rosales

Eduardo Rosales (Madrid, 1836- ídem, 1873) se formó como pintor en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Viajó a Roma en 1857, donde entró en contacto con los nazarenos, perfeccionó su dibujo y apostó por los tonos fríos y pálidos. Evolucionó desde el romanticismo, caso de Tobías y el ángel (1859), al realismo, caso de Muerte de Lucrecia (1869). Su mejor obra es de carácter realista, Doña Isabel la Católica dictando su testamento (1864).

Rosales pintó Doña Isabel la Católica dictando su testamento en Roma para la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1864. En carta a Fernando Martínez de Pedrosa lo justificó: “(He elegido) este momento de la gran Reina (porque) es uno de los más hermosos de su gloriosa vida porque se ve en él el inmenso amor que tenía a su pueblo”.

Eduardo Rosales: Doña Isabel la Católica dictando su testamento, 1864.
Estilo: Realismo.
Técnica: Óleo sobre lienzo.
Temática: Histórica.
Dimensiones: 290 x 400 cm.
Museo Nacional del Prado, Madrid, España.


De los diez personajes que aparecen en el cuadro se identifican a Isabel la Católica, en cama; a Fernando el Católico, sentado a su lado; a doña Juana, hija de ambos, de pie junto a su padre; al notario Gaspar de Gricio, sentado copiando al dictado el testamento de la Reina; al contador López de Cárraga; a Cisneros, confesor de la Reina, vestido de cardenal, aunque no lo fue hasta 1506; y a los marqueses de Moya, al fondo. No todos los personajes estuvieron presentes el 12 de octubre de 1504 en la redacción del testamento en el castillo de la Mota en Medina del Campo, pero Rosales quiso reconocerles su importancia histórica incorporándoles como testigos de la redacción del testamento de Isabel la Católica.

La disposición de los personajes crea una composición equilibrada, casi velazqueña. En el centro Isabel la Católica, acostada en cama con dosel y escudo de sus reinos; sobre su pecho destaca la medalla de la Orden de Santiago, apóstol patrón de España. El resto de personajes se disponen a más o menos distancia de la Reina según su importancia: los más cercanos son Fernando el Católico y doña Juana, mientras que los más alejados y en penumbra son los marqueses de Moya. Pero todos se muestran apenados y pensativos por la trascendencia del momento.

La luz y el color refuerzan el protagonismo de Isabel la Católica. El foco de luz se concentra en la Reina y empuja al espectador a fijar su mirada en ella. El color blanco de la vestimenta de la Reina sobre las sábanas blancas de la cama contrasta con el resto de colores del lienzo. Es un blanco que recuerda el de los cuadros de Zurbarán.

El resto de los colores son apagados y fríos. Predomina el verde en diferentes tonalidades, que contrasta con el rojo del manto que viste Fernando el Católico.

El dibujo permite valorar la calidad de las texturas de las ropas y los objetos.

La pincelada amplia y suelta permite recrear la atmósfera de angustia del momento.

Con Doña Isabel la Católica dictando su testamento Rosales obtuvo la Primera Medalla de la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1864 y la Primera Medalla de Oro para extranjeros de la Exposición Universal de París de 1867 y la Legión de Honor francesa.

Doña Isabel la Católica dictando su testamento está considerado el mejor cuadro de la escuela española de la llamada pintura de historia. Para José Luis Díez García, doctor en Historia del Arte y miembro de la Real Academia de la Historia, es la “obra cumbre de la pintura española del siglo XIX (…) y una de las piezas capitales de toda la historia del arte español”.

El Museo Nacional del Prado adquirió el cuadro en 1865, el Museo de Arte Moderno desde 1894 y regresó al Prado en 1971.

sábado, 16 de septiembre de 2017

Museo de Bellas Artes de Granada

El Museo de Bellas Artes de Granada se inauguró en 1839. Su primera sede fue el exconvento dominico de Santa Cruz la Real. Después vinieron otros emplazamientos: las Casas Consistoriales de la calle Escudo del Carmen entre 1889 y 1897, la casa nº 11 de la calle Arandas entre 1897 y 1923 y la Casa del Castril entre 1923 y 1958. Su última y actual sede es el Palacio de Carlos V, donde se exhibe la exposición permanente y las temporales; el área administrativa, el archivo, la biblioteca y el departamento de restauración se encuentran en el complejo Nuevos Museos desde 1984.

El Museo de Bellas Artes de Granada es rico en lienzos de estilo barroco.
Destaca San Jerónimo penitente en el desierto (1660), de Alonso Cano.
  

El Museo de Bellas Artes de Granada se creó con obras procedentes de conventos desamortizados por Mendizábal en 1836, lo que explica que la mayor parte de las obras y las más valoradas sean de temática religiosa.

Las obras más antiguas datan del siglo XV. Hay que citar la escultura Santa María de la Alhambra, de Roberto Alemán, de la que se exhibe una reproducción.

Del siglo XVI destaca el relieve Virgen con el Niño, de Diego de Siloé.

Los fondos más importantes del Museo de Bellas Artes de Granada son del siglo XVII y de hechura barroca. Hay que citar obras de Juan Sánchez Cotán, caso de Bodegón con cardo y zanahorias y La Virgen despertando al Niño, procedente del monasterio de Nuestra Señora de la Asunción de Granada de la Orden de los Cartujos; de Juan van der Hamen el bodegón Cajitas de dulces; de Alonso Cano La Virgen del Lucero, San Jerónimo penitente en el desierto y la escultura San Diego de Alcalá; y de Pedro de Mena el busto Soledad. También se cuentan obras de José de Mora, Pedro de Moya, Felipe Gómez de Valencia y José Risueño, que anuncia el siglo XVIII.

Los fondos contemporáneos han crecido en los últimos años gracias a adquisiciones y donaciones. Del siglo XIX se cuentan obras de Mariano Fortuny, caso de Ayuntamiento viejo de Granada, y de Manuel Gómez Moreno Salida de la familia de Boabdil de la Alhambra; y del siglo XX de José María Rodríguez-Acosta, caso de La hora de la siesta, y de José María López Mezquita Dos hermanas.

En el Museo de Bellas Artes de Granada se encuentran cuadros impresionistas.
Destaca La hora de la siesta (1903), de José María Rodríguez-Acosta.

sábado, 24 de junio de 2017

José de Ribera

José de Ribera (Játiva, España, 1591-Nápoles, Italia, 1652) fue pintor y grabador, para muchos el primer gran pintor barroco español, aunque desarrolló su carrera en Italia.

Martirio de san Felipe (1639) es la obra maestra de José de Ribera.
  

En la carrera artística de Ribera se distinguen dos etapas: de formación, en España hasta 1610 y en Roma hasta 1616, y de madurez, en Nápoles, desde 1616 hasta 1652.

La pintura de Ribera se caracteriza por la precisión en el dibujo, la pincelada pastosa, la monumentalidad de las figuras y la expresividad de los personajes; además, si los cuadros son tenebristas por el contraste entre luces y sobras y las tonalidades oscuras, pero si son coloristas por el predominio del color, las tonalidades claras y las escenas dinámicas. Hasta 1632 los cuadros de Ribera son tenebristas, hasta 1650 coloristas y en los últimos años recuperó el tenebrismo de la juventud.

La casi totalidad de los cuadros de Ribera son religiosos, mitológicos y retratos. Entre los religiosos predominan los martiriales, que siguen los principios del Concilio de Trento (1545-1563) y de la Contrarreforma, con el fin de reforzar entre los creyentes la fe católica; en los mitológicos reivindicó la Antigüedad clásica; y en los retratos buscó dignificar a la persona.

De los años que Ribera pasó en España no hay certeza alguna por falta de fuentes documentales concluyentes y obras firmadas por él. Aun así se cree que se formó en el taller de Francisco Ribalta.

Ribera viajó a Italia en 1610. La primera parada importante fue Parma, y en 1611 se instaló en Roma; allí completó su formación: pasó por la Academia de San Lucas y estudió la pintura clasicista de Ludovico Carracci y el tenebrismo de Caravaggio, de quien fue un gran seguidor.

El gusto (1615) es uno de los lienzos que componen la serie Los cinco sentidos.

  
De los primeros años de Ribera destacan los cuadros San Martín compartiendo su capa con un pobre (1611), pintado para la parroquia de San Próspero de Parma, del que se conserva una copia; la serie Los cinco sentidos (1615) en la que desde un enfoque naturalista se interpretan los sentidos mediante escenas evidentes para cualquier espectador: la vista se asocia a un telescopio, el oído a un laúd, el tacto a una escultura, el gusto a la acción de comer y el olfato a una cebolla; y La resurrección de San Lázaro (1616), lienzo de disposición apaisada en el que Ribera muestra su gusto por el tenebrismo.

Ribera se instaló en Nápoles desde 1616 hasta su muerte en 1652 atraído por un mecenazgo artístico financiado por un comercio próspero. Hizo carrera trabajando para la corte de los virreyes; tanto fue así que el virrey III duque de Alcalá le nombró pintor de la Corte en 1624.

En la década de los veinte del siglo XVII Ribera alcanzó fama europea gracias a los grabados. Realizó 18 planchas que le sirvieron para dar a conocer su obra y ganar encargos de pinturas. Casi todos los grabados se hicieron a partir de cuadros ya pintados. Destacan Lágrimas de san Pedro, San Jerónimo leyendo y Sileno ebrio. Rembrandt estudió los grabados de Ribera y los calificó de excepcionales. Alcanzado el objetivo de darse a conocer Ribera dejó de hacer grabados.

Lágrimas de san Pedro es uno de los grabados que Ribera realizó en los años veinte del siglo XVII para darse a conocer en Europa.
  

Ribera pintó sus cuadros más tenebristas entre 1626 y 1632. Los lienzos están atravesados por diagonales de luz, que remarcan los contrastes entre las zonas iluminadas y las dejadas en sombra. Las mejores obras de estos años son Sileno borracho (1626); Martirio de san Andrés (1628), San Andrés apóstol (1630), la serie Filósofos (1630) y La mujer barbuda (1631).

En Sileno borracho Ribera muestra sus conocimientos acerca de la religiosidad clásica. Sileno se asocia con Apolo y con Baco; aparece tumbado rodeado por tres sátiros, uno de ellos vierte vino en su copa.

Sileno borracho (1626) es uno de los cuadros mitológicos de Ribera.
  

En Martirio de san Andrés Ribera se presenta como fiel seguidor del tenebrismo de Caravaggio. San Andrés esta siendo atado a la cruz en aspa y rehúsa adorar la imagen de Zeus que le ofrece el cónsul de Patrás; aparece en escorzo diagonal iluminado de forma violenta mientras los verdugos quedan en la sombra. Destaca el tratamiento naturalista de las anatomías, los gestos y los ropajes.

En San Andrés apóstol se busca el impacto emotivo. San Andrés aparece con el torso desnudo abrazando la cruz de su martirio; el fondo es oscuro y el santo recibe la luz desde la izquierda; se hace referencia a su condición de pescador mediante un anzuelo del que cuelga un pez.

Martirio de san Andrés (1628) es uno más de los martirios que pintó Ribera.
  

De la serie Filósofos destaca Arquímedes; le retrata en una pausa en la tarea de estudiar y mira al espectador buscando su complicidad. Ribera muestra un dominio técnico absoluto al mostrar al personaje de una manera natural, sin disimular los rasgos distintivos de la vejez, como son las arrugas en el rostro y los dedos enjutos.

Ribera pintó La mujer barbuda a petición del III duque de Alcalá, virrey de Nápoles. Retrata a una mujer que sufre hirsutismo; en su rostro muestra la evidencia de su enfermedad y el drama psicológico que sufre por su aspecto varonil; su marido aparece con una actitud de resignación.

La mujer barbuda (1631) es uno de los cuadros más impactantes de Ribera.
  

En la década de los treinta del siglo XVII Ribera evolucionó desde el estilo tenebrista a otro más colorista y luminoso. Dicha evolución se explica por la influencia recibida de Guido Reni, Anton van Dyck y la escuela veneciana. Sin embargo, siguió pintando los mismos temas con absoluto naturalismo. Las obras más sobresalientes de estos años son Inmaculada Concepción (1636), Asunción de la Magdalena (1636), Isaac y Jacob (1639), Martirio de san Felipe (1639), El sueño de Jacob (1639) y El pie varo o El patizambo (1642).

En Inmaculada Concepción la Virgen María se presenta de un modo tradicional, con manto azul , que sirve para representar a la Virgen como reina de los cielos y simbolizar su nobleza y eternidad, y túnica blanca, que simboliza su pureza, y ángeles a su alrededor. Llama la atención la exuberancia cromática.

Asunción de la Magdalena representa el sacramento de la penitencia, pero también la fascinación por la belleza femenina.

Asunción de la Magdalena (1636) es uno de los cuadros de Ribera más coloristas.

  
El lienzo de Isaac y Jacob se presenta apaisado y la disposición de los personajes refuerzan la horizontalidad. Los personajes están unidos por gestos y el espectador al cuadro a través de la mirada de Rebecca. Es una obra bajo influencia veneciana como se aprecia en el tratamiento del color. Llama la atención por sus calidades el bodegón dispuesto a la derecha, más teniendo en cuenta que Ribera no cultivó el género del bodegón.

Martirio de san Felipe es la obra maestra de Ribera. El pintor eligió el momento anterior al martirio al que fue sometido san Felipe, aquel en el que unos verdugos ataron al santo a la cruz y lo izaron, ante la indiferencia de unos testigos y la curiosidad de otros. La escena se estructura sobre la diagonal que se dibuja desde el brazo derecho del santo hasta su pierna izquierda; en el centro, la figura protagonista de san Felipe; el resto de personajes se distribuyen a su alrededor en orden de importancia y tamaño: los sayones, el de la derecha sosteniendo una pierna a san Felipe, y los de la izquierda izándole y, más alejados, los testigos, a derecha e izquierda. Ribera retrató a san Felipe ajustándose a los cánones establecidos en el Concilio de Trento (1545-1563) para la representación de los mártires: sufrimiento contenido, resignación ante el martirio y fe y esperanza en el Señor; de ahí que san Felipe eleve su mirada al cielo; los verdugos reflejan el esfuerzo físico en rostro, brazos y piernas en tensión; los testigos de la derecha dirigen sus miradas hacia san Felipe a la espera del martirio; los testigos de la izquierda se muestran indiferentes; la mujer con el niño dirige la mirada hacia el espectador del cuadro. Los colores y la distribución de la luz remarcan la angustia previa al martirio; destacan por contraste el rojo del ropaje del sayón de la derecha y el azul de cielo, pero predominan el marrón, el verde, el gris y el amarillo en tonalidades oscuras. La luz se utiliza para iluminar los rostros de los personajes y el cuerpo de san Felipe. Otras características son el dibujo preciso, la pincelada pastosa y el movimiento.

En El sueño de Jacob se presenta el episodio bíblico en el que Jacob se echa a dormir y sueña con una escala de luz por la que bajan y suben ángeles, símbolo de la vida contemplativa. Ribera pintó a Jacob con absoluta naturalidad.

Ribera en El patizambo (1642) reivindica la dignidad de las personas discapacitadas.


En El patizambo Ribera buscó dignificar la condición de una persona lisiada y pobre que ejerce la mendicidad. Lo consigue dando al personaje una prestancia monumental al retratarlo desde un punto de vista bajo, igual que se hace en los retratos de reyes y nobles; se presenta de cuerpo entero sobre un fondo de paisaje, mira al espectador y le sonríe. Llama la atención el contraste de colores, entre el azul del cielo y los tonos terrosos del vestuario del patizambo.

En sus últimos años Ribera recuperó el tenebrismo de su primera etapa. De estos años destacan Santa María Egipciaca (1651) y San Jerónimo penitente (1652). En ambos lienzos Ribera se esmeró en retratar la humanidad de los santos y la intensidad de sus emociones.

San Jerónimo penitente (1652) es la última pintura de Ribera. En sus últimos años Ribera vuelve al tenebrismo de sus primeros años.
  

La trascendencia artística de Ribera se debe al menos a los siguientes motivos:
  • Popularizó el tenebrismo de Caravaggio.
  • Dio a conocer sus obras a través de su colección de grabados, que Rembrandt calificó de excepcional.
  • Influyó en pintores barrocos españoles de la talla de Velázquez y Murillo.
  • Creó la escuela napolitana de pintura barroca formada entre otros por Luca Giordano, Máximo Stanzione y Giovanni Lanfranco.

Para muchos José de Ribera es el primer gran maestro de la pintura barroca española.