viernes, 24 de abril de 2015

El martirio de san Felipe, de José de Ribera

José de Ribera (Játiva, 1591-Nápoles, 1652) fue el primer gran pintor del Barroco español. Se estableció en Roma desde 1610 y en Nápoles desde 1616 hasta su muerte. Hasta 1635 su pintura acusó una fuerte influencia de Caravaggio; entre 1635 y 1650 se dejó influir por los pintores venecianos, y sus cuadros ganaron en luminosidad y color; en sus últimos años recuperó el tenebrismo de su juventud. Ribera pintó cuadros mitológicos, profanos, retratos y paisajes; entre sus grandes obras hay que citar La mujer barbuda (1631), El martirio de san Felipe, El sueño de Jacob, ambos de 1639, y El pie varo (1642).

En 1953 la historiadora del arte Delphine Fitz descartó que el protagonista del lienzo fuese san Bartolomé porque en la escena no aparece el cuchillo con el que fue degollado. Justificó que se trata de san Felipe por dos motivos: san Felipe murió crucificado con cuerdas y no con clavos y fue el santo patrón de Felipe IV, para quien Ribera pintó el cuadro.

Tras la muerte de Cristo, san Felipe marchó a Frigia a predicar el Evangelio, fue capturado y muerto crucificado. Ribera eligió el momento anterior al martirio al que fue sometido san Felipe, aquel en el que unos verdugos ataron al santo a la cruz y lo izaron, ante la indiferencia de unos testigos y la curiosidad de otros.

José de Ribera: El martirio de san Felipe, 1639.
Estilo: Barroco.
Técnica: Óleo sobre lienzo.
Temática: Religiosa.
Dimensiones: 234 x 234 cm.
Museo Nacional del Prado, Madrid, España.


El martirio de san Felipe se estructura sobre la diagonal que se dibuja desde el brazo derecho del santo hasta su pierna izquierda. San Felipe en tanto que protagonista principal ocupa el centro de la escena. El resto de personajes se distribuyen a su alrededor en orden de importancia y tamaño: los sayones, el de la derecha sosteniendo una pierna a san Felipe, y los de la izquierda izándole, y, más alejados, los testigos, a derecha e izquierda.

Ribera retrató a san Felipe ajustándose a los cánones establecidos en el Concilio de Trento (1545-1563) para la representación de los mártires: sufrimiento contenido, resignación ante el martirio y fe y esperanza en el Señor. De ahí que san Felipe eleve su mirada al cielo. Los verdugos reflejan el esfuerzo físico en rostro, brazos y piernas en tensión. Los testigos de la derecha dirigen sus miradas hacia san Felipe a la espera del martirio. Los testigos de la izquierda se muestran indiferentes hasta el extremo de que uno de ellos, la mujer con el niño, dirige su mirada hacia el espectador del cuadro.

Los colores y la distribución de la luz remarcan la angustia previa al martirio. Destacan por contraste el rojo del ropaje del sayón de la derecha y el azul de cielo, pero predominan el marrón, el verde, el gris y el amarillo en tonalidades oscuras. La luz se utiliza para iluminar los rostros de los personajes y el cuerpo de san Felipe.

Otras características son el dibujo preciso, la pincelada pastosa y el movimiento.

El martirio de san Felipe es la pintura más sobresaliente de la etapa de madurez de Ribera. Se reconoce la doble influencia que recibió en su trayectoria artística: el tenebrismo de Caravaggio y la luminosidad de los pintores venecianos, además del realismo y la teatralidad que le son propios.

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