sábado, 22 de abril de 2023

Retablo del Santo Entierro, de Juan de Juni

Juan de Juni (Joigny, Francia, 1506-Valladolid, España, 1577) es uno de los grandes escultores renacentistas y manieristas de España. Se formó como escultor en Francia, donde estudió a Claus Sluter, y en Italia, donde aprendió de Dell’Arca y Miguel Ángel. Se instaló en España en 1535, primero en León y desde 1537 en Valladolid. Entre sus obras más destacadas hay que citar Martirio de San Esteban (1538), Entierro de Cristo del Museo Nacional Colegio de San Gregorio de Valladolid (1541-1544) y el  retablo del Santo Entierro de la catedral de Santa María de Segovia (1566-1571).

Juan de Juni: Retablo del Santo Entierro, 1566-1571.
Estilo: Manierismo.
Técnica: Madera policromada.
Temática: Religiosa.
Catedral de Santa María de Segovia, España.

  

El retablo del Santo Entierro se encuentra en la cabecera de la capilla de la Piedad de la catedral de Santa María de Segovia. Es muy probable que lo encargase el canónigo Juan Rodríguez de Noreña.

Juan de Juni realizó un retablo de estructura clasicista, pero manierista en cuanto al tratamiento dado a las esculturas y relieves que en él aparecen y que llaman la atención por su monumentalidad.

El retablo presenta sotabanco, basamento en lugar de predela, un único cuerpo, que acoge el relieve del Santo Entierro sobre un fondo pictórico de Jerusalén, frontón recto partido por una pintura que representa al Espíritu Santo, sobre el frontón dos niños recostados, que sujetan paños; a ambos lados sendos intercolumnios de fuste estriado y capitel corintio que acogen las figuras en bulto redondo de dos soldados romanos que portan armas, descansan sobre peanas y sobre los que cuelgan guirnaldas; remata el retablo, sobre una cornisa, un altorrelieve de Dios Padre bendiciendo, flanqueado por parejas de niños, que sujetan pinturas coronadas por bolas.

El grupo del Santo Entierro está formado por siete figuras, Cristo muerto y, de izquierda a derecha, José de Arimatea, María Salomé, la Virgen María, san Juan, María Magdalena y Nicodemo.

Grupo del Santo Entierro, alto relieve, que ocupa el centro del retablo.

  

La figura de Cristo muerto aparece en primer plano, desnudo, sobre el sudario que apenas le cubre, recostado de izquierda a derecha, con la cabeza descansando sobre las rodillas de José de Arimatea. Las piernas de Cristo aparecen cruzadas recordando la posición que tuvieron mientras estuvo crucificado. Al aparecer desnudo se observa la herida en el costado derecho. El estudio anatómico es perfecto.

José de Arimatea aparece sentado, sobre sus rodillas descansa la cabeza de Cristo muerto, sujeta el sudario y observa a la Virgen María.

María Salomé dirige su mirada al cuerpo de Cristo inerme y con la mano izquierda levanta su túnica.

La Virgen María aparece con una rodilla apoyada en el suelo y otra flexionada cubierta con el sudario de Cristo, dirige la mirada a su hijo y abre los brazos y manos en señal de dolor, la túnica le cubre el cabello.

San Juan aparece detrás de la Virgen María, amparándola.

María Magdalena dirige la mirada a los pies de Cristo muerto, mientras sujeta el sudario con la mano derecha y con la izquierda el tarro del perfume.

Nicodemo cierra la escena por la derecha; aparece arrodillado, con la mano derecha sujeta la túnica que le cubre la cabeza y con la izquierda sujeta el jarrón del agua que utilizará para limpiar el cuerpo de Cristo; mientras observa el grupo.

Los colores predominantes son azul, dorado, encarnado y rojo.

Juan de Juni realizó un acabado perfecto donde se aprecian las texturas de los objetos y tejidos, que se aprecian lujosos y ofrecen pliegues angulosos, las figuras rotundas de todos los personajes, la perfecta anatomía de Cristo muerto, las expresiones dramáticas de los personajes, con ojos enrojecidos y boca entreabierta, pensadas para conmover al espectador, los juegos de luces y sombras y el policromado, desde las encarnaciones a los estofados y esgrafiados. Por ello, el retablo del Santo del Santo Entierro de la catedral de Santa María de Segovia, de Juan de Juni, es una de los conjuntos escultóricos más sobresalientes del manierismo español.

sábado, 15 de abril de 2023

Museo Nacional Picasso-París

Pablo Picasso falleció en 1973 habiendo realizado una donación de parte de sus obras a la República Francesa. En 1974 Michel Guy, secretario de Estado de Cultura, y la familia Picasso decidieron instalar la colección en el Hotel Salé de París, un edificio  del siglo XVII, de estilo nazarino, construido por Pierre Aubert de Fontenay, adquirido por la ciudad de París en 1962 y elevado a Monumento Histórico en 1968. En 1976 se eligió al arquitecto Roland Simouet para reformar el Hotel Salé, que abrió al público como Museo Nacional Picasso-París en 1985, siendo reformado en 2006 y 2009.

El Retrato de Dora Maar (1937) es una de las obras de Pablo Picasso más valoradas del Museo Nacional Picasso-París.

  

Los fondos del Museo Nacional Picasso-París se componen de más de 5.000 obras y más de 200.000 piezas de archivo. Son fondos donados por Pablo Picasso a su muerte y por Jacqueline Picasso en 1990. Son obras, desde cuadros a grabados, de Picasso y de otros artistas, desde Corot a Miró, pasando por Cezanne, Matisse, Renoir y otros. Entre las pinturas de Picasso hay que mencionar Autorretrato (1901), Retrato de Olga en un sillón (1918), Paul en arlequín (1924) y Retrato de Dora Maar (1937) y entre sus esculturas La cabra (1950).


La cabra (1950) es la escultura de Pablo Picasso más conocida. Se conserva en el Museo Nacional Picasso-París.

  

También son muy valoradas las colecciones de dibujos, grabados, escritos, fotografías y la biblioteca, que contiene un rico archivo documental sobre Picasso.

sábado, 25 de marzo de 2023

Juan de Flandes

Juan de Flandes (¿?, 1465-Palencia, 1519) fue uno de los pintores renacentistas españoles más destacados. Era de origen flamenco, pero la carrera artística que se le conoce la desarrolló en España desde 1496, al servicio de la reina Isabel la Católica hasta la muerte de esta en 1504, llegando a ser pintor de Corte, y luego en solitario en Castilla. Realizó obras de gran maestría entre las que hay que citar Retrato de Isabel la Católica (1500-1504), La resurrección de Lázaro (1518) y La Crucifixión (1519). 

La pintura de Juan de Flandes presenta las siguientes características:

  • Las figuras se agolpan en el primer plano, inmóviles y sin comunicación entre ellas.
  • Prevalencia de las líneas rectas, en particular las verticales.
  • Composiciones geométricas.
  • Predominio de los colores claros.
  • Protagonismo de la luz.
  • Con el fin de acercar sus obras a los espectadores de su época, las escenas se enmarcan en espacios arquitectónicos renacentistas, introdujo el paisaje castellano y vistió a los personajes con arreglo a la moda de su tiempo.
  • Utilizó la técnica del óleo sobre tabla. 

La carrera artística de Juan de Flandes pasó por las etapas siguientes:

  • Anterior a su llegada a España, antes de 1496.
  • Al servicio de la reina Isabel la Católica, de 1496 a 1504.
  • Salmantina, de 1504 a 1508.
  • Palentina, de 1509 a 1519.

Retrato de Isabel la Católica (1500-1504) es la obra maestra de Juan de Flandes.

  

De la etapa anterior a su llegada a España (antes de 1496) apenas se sabe nada. Se da por supuesto que se formó en la Escuela de Brujas y que le influyó Jan van Eyck y Hans Memling. Quizá estuvo al servicio del emperador Maximiliano I.

Durante la etapa al servicio de la reina Isabel la Católica (1496-1504), Juan de Flandes fue nombrado pintor de la Corte; le nombró la reina Isabel la Católica y le cesó el rey Fernando el Católico a la muerte de su esposa.

Juan de Flandes se ajustó a los valores estéticos de la reina Isabel la Católica, a la vez que fijó las características formales de su estilo.

Las obras religiosas más importantes durante los años que estuvo al servicio de Isabel la Católica fueron el Cristo sobre la piedra fría (1496-1497), La lamentación sobre Cristo muerto (hacia 1500) y políptico de Isabel la Católica (1496-1504); y entre los retratos hay que mencionar Retrato de una infanta, Catalina de Aragón e Isabel la Católica, ambos pintados entre 1500 y 1504.

La pintura Cristo sobre la piedra fría es de carácter devocional; representa el momento en el que Jesús de Nazaret espera la muerte, desnudo, sentado sobre una piedra, con la corona de espinas y la soga al cuello y atándole las manos, junto a la cruz y la vestimenta en el suelo; el paisaje subraya el sentimiento de abrumadora soledad del momento.


Cristo sobre la piedra fría (1496-1407) es una de las tablas devocionales que Juan de Flandes pintó estando al servicio de la reina Isabel la Católica.

  

Se sabe que Juan de Flandes se inspiró en una obra perdida de Hugo van der Goes para pintar La lamentación sobre Cristo muerto; Cristo marca la diagonal en escorzo desde el regazo de la Virgen María hasta la extremo inferior izquierdo de la tabla, mientras la Virgen María, san Juan y María Magdalena marcan las líneas verticales en semicírculo tras la imagen de Cristo, que ocupa el primer plano; aparecen elementos de la Pasión como la corona de espinas y los clavos, además se aprecian las heridas en el costado, manos y pies; los colores son simbólicos, representando el blanco y el jazmín la pureza, el verde la esperanza, el dorado la gloria y el azul la eternidad.


La lamentación sobre Cristo muerto (hacia 1500) es una de los cuadros religiosos más valorados de los que pintó Juan de Flandes.

  

El políptico de Isabel la Católica es una obra conjunta de Juan de Flandes y Michel Sittow. Se trata de una obra devocional que narra la vida de Jesús de Nazaret y la Virgen María, de la que se conservan la mitad de las 47 tablillas originales de pequeño tamaño; se caracterizan por un dibujo nítido, fuerza expresiva, cromatismo y luz intensos y predominio de líneas verticales.

Aún se debate si Juan de Flandes en Retrato de una infanta, Catalina de Aragón retrato a Catalina de Aragón o a otra infanta. En cualquier caso, presenta características propias del estilo de Juan de Flandes, como son el rostro ovalado de la mujer, perfilado con suavidad y de expresión dulce, además de luces y sombras delicadas. 


Retrato de una infanta, Catalina de Aragón (1500-1504) es una de las pinturas más delicadas de Juan de Flandes.

  

Juan de Flandes pintó Isabel la Católica en los últimos años de la vida de la reina, envejecida y afectada por la muerte temprana de algunos de sus hijos; la reina destaca sobre un fondo neutro, que se confunde con su vestido; aparece de busto, con la cabeza apenas girada hacia la derecha, vestida y peinada a la moda de la época, el único elemento que la adorna es la cruz griega y el joyel que descansan sobre su pecho; la luz es intensa e ilumina el rostro de la reina; la paleta de colores es escasa y contrastada entre el blanco y el negro, siendo el rojo y el verde las únicas notas de color; se aprecia el virtuosismo de Juan de Flandes en la reproducción exacta de las texturas de la vestimenta y el joyel de la reina. Este cuadro marcó el inicio del retrato oficial de la Corte de la Monarquía Hispánica, siendo también un estudio psicológico de la reina en ese momento. 

La etapa salmantina (1504-1508) se inició tras la muerte de Isabel la Católica y perder su condición de pintor de la Corte. Trabajó en solitario, en competencia con otros pintores y aceptando trabajos distintos a los que había hecho hasta entonces. Su producción durante estos años fue escasa, pero de mayor tamaño; trabajó para la Universidad de Salamanca, ocupándose en los retablos de la capilla y del hospital.

Juan de Flandes pintó La resurrección de Cristo en 1508. Cristo ocupa el centro de la escena, aparece sobre el sepulcro tras vencer a la muerte, dirigiendo la mirada a Dios Padre, haciendo la señal de la Trinidad con la mano derecha, mientras con la izquierda porta el estandarte de la Resurrección, además deja ver las heridas del martirio; tres soldados cierran la escena.


Juan de Flandes pintó La resurrección de Cristo (1508) ajustándose a los principios estéticos clasicistas.

  

La etapa palentina (1509-1519) presenta características distintas motivadas a la necesidad de trabajar más deprisa; por ello, reduce el número de figuras que aparecen en las escenas que compone y las hace más grandes, pero también más expresivas; además, introdujo y reprodujo con maestría edificaciones defensivas en ruinas y la “ciudad en llamas” descrita en la Biblia.

Juan de Flandes trabajó para personalidades que estuvieron vinculadas a la Corte de Isabel la Católica, caso del obispo Juan Rodríguez de Fonseca, Sancho de Castilla, patrono de la iglesia de San Lázaro, y el almirante Enríquez, patrono del convento de Santa Clara.

La etapa palentina es la más productiva de Juan de Flandes en cantidad y calidad; entre las obras más destacadas hay que citar La resurrección de Lázaro (1510-1518), el retablo mayor de la santa iglesia catedral de San Antolín de Palencia (1509-1519) y La Crucifixión (1509-1519).

La resurrección de Lázaro formó parte de un retablo de la iglesia de San Lázaro de Palencia; Cristo aparece bendiciendo a Lázaro, a quien da la orden de incorporarse, este aparece sentado en el sepulcro mirando al Señor, su hermana María está arrodillada tras él; los personajes aparecen representados con un aire de monumentalidad; el estilo de los edificios y la indumentaria de los personajes son contemporáneos al momento de la ejecución de la tabla.


Juan de Flandes introdujo la moda y la arquitectura de su tiempo en sus pinturas para que los espectadores se sintiesen más identificados con su obra. Así se aprecia en La resurrección de Lázaro (1510-1518).

  

Juan de Flandes participó en el retablo mayor de la santa iglesia catedral de San Antolín de Palencia pintando las escenas de la vida de Jesús de Nazaret, aunque algunas de las tablas no se incluyeron en el retablo tras las modificaciones que sufrió este, una de esas tablas fue La Crucifixión; sí se incluyeron las tablas Descendimiento y Piedad.

La Crucifixión debió formar parte del retablo mayor la santa iglesia catedral de San Antolín de Palencia; presenta un formato apaisado de gran tamaño; aparecen representados Cristo, que hace las veces de eje compositivo, y, de izquierda a derecha, san Juan, la Virgen María, María de Cleofás, María Salomé, María Magdalena, un jinete, un centurión y un soldado, además de los personajes inanimados de la nube, el tarro de ungüentos, la calavera, el fémur y la cadera, piedras preciosas y Jerusalén al fondo; el aspecto de Cristo es siríaco y exhibe los elementos de la Pasión. Los gestos, los colores y muchos de los elementos que componen la escena tienen un significado simbólico: las manos de María Cleofás y María Salomé el poder de la oración, el blanco la pureza, el verde la esperanza, el azul la nobleza de corazón, el rojo la Pasión y el dorado la Gloria, el tarro de los ungüentos el perdón de los pecados, el centurión, la conversión, el soldado, el cumplimiento de las profecías, la calavera, el fémur y la cadera el pecado capital de Adán y Eva y las piedras preciosas el Paraíso. Juan de Flandes aprovechó el gran tamaño de las figuras para dotarlas de monumentalidad, volumen y pliegues marcados, además remarcó algunos contornos para subrayar el modelado de las figuras. La luz entra por el lado izquierdo proyectando las sombras hacia la derecha. Los colores tienen una tonalidad oscura en coherencia con los semblantes doloridos de los personajes que aparecen en la escena.


La Crucifixión (1509-1519) es la obra maestra de la etapa palentina de Juan de Flandes y quizá de toda su carrera artística.

  

Juan de Flandes alcanzó a ser uno de los pintores más destacados de la pintura renacentista española partiendo del estilo flamenco para desarrollar un estilo personal ajustado a los valores estéticos de la corte de la reina Isabel la Católica de finales del siglo XV y castellanos de las primeras décadas del siglo XVI.

sábado, 11 de marzo de 2023

Torre del Banco de Bilbao, de Sáenz de Oiza

Francisco Javier Sáenz de Oiza (Cáseda, 1918-Madrid, 2000) se licenció en la Escuela de Arquitectura de Madrid en 1946 y amplió estudios en Estados Unidos en 1947 con una beca de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. En 1949 inició su carrera docente en la Escuela de Arquitectura de Madrid, donde llegó a ser catedrático de Proyectos en 1968 y director entre 1981 y 1983. Obtuvo varios premios, entre otros el Nacional de Arquitectura (1946 y 1954), de la Excelencia Europea (1974) y el Prícipe de Asturias de las Artes (1993). Entre sus obras más importantes hay que citar el santuario de Nuestra Señora de Aranzazu en Oñate (1954), Torres Blancas (1968), la Torre del Banco de Bilbao (1981) y el parque Juan Carlos I (1992), las tres en Madrid, y la Torre Triana en Sevilla (1993).

La Torre del Banco de Bilbao es una de las obras más destacadas de Sáenz de Oiza de la zona de negocias AZCA de Madrid. Alcanza los 107 metros de altura.

  

El Banco de Bilbao convocó en 1971 un concurso restringido para la construcción de su sede en el área de negocios AZCA de Madrid. El edificio a levantar debía ser una torre de oficinas, que salvase el túnel ferroviario entre las estaciones de Atocha y Chamartín. El proyecto elegido fue el del arquitecto Francisco Javier Sáenz de Oiza, procediéndose a su construcción entre 1978 y 1981.

La Torre del Banco de Bilbao sigue el módulo “pie elefantino” de 33 centímetros. Presenta planta rectangular con las esquinas en curva, una estructura mixta de hormigón armado y acero corten, que descansa sobre dos zapatas de hormigón armado, situadas a cada lado del túnel ferroviario, y dos fustes que se yerguen sobre estas zapatas y que soportan las 37 plantas con las que cuenta la torre, 33 sobre rasante, dedicadas a oficinas, y cuatro subterráneas, que dan servicio al edificio, que ofrecen distintas alturas y que se agrupan en conjuntos de cinco plantas sobre plataformas de hormigón armado y sujetas a grandes jácenas voladizas de hormigón armado. Los fustes del edificio contienen escaleras, ascensores, aseos y patinillos. El edificio se prolonga hacia el norte en un cuerpo bajo de tres plantas.

El cerramiento de la Torre del Banco de Bilbao es independiente de la estructura del edificio, lo que permitió una solución que combina líneas rectas en los frentes y curvas en las esquinas. Para el cerramiento se utilizó vidrio tintado en bronce. Pasarelas de mantenimiento recorren el perímetro de la torre en cada uno de las plantas, subrayando su horizontalidad. Las fachadas este, sur y oeste presentan bandejas de trámex para reducir el impacto de la insolación directa, además la fachada oeste suma un laminado de vidrio tintado en verde con el mismo fin; la fachada norte no ofrece estas soluciones para protegerse del sol.

La Torre del Banco de Bilbao presenta varios accesos; los de las fachadas este y sur están disimulados por el retranqueo de la planta baja, mientras que acceso del cuerpo lateral está a pie de calle.

El espacio dedicado a oficinas se caracteriza por ser diáfano.

  

Para el diseño de la Torre del Banco de Bilbao Sáenz de Oiza se inspiró en el Torre de Investigación S. C. Johnson and Son, obra de Frank Lloyd Wright, de 1950.

La Torre del Banco de Bilbao mantuvo su nombre entre 1981 y 1988. Desde entonces lo ha cambiado en varias ocasiones según el titular del edificio, llamándose Torre del Banco de  Bilbao Vizcaya entre 1988 y 1999, Torre del Banco de Bilbao Vizcaya Argentaria entre 1999 y 2015 y desde entonces Castellana 81, tras su adquisición por la sociedad inmobiliaria Gmp Property Socimi S. A.

La Torre del Banco de Bilbao apenas ha sido reformada; se añadió una sala de exposiciones y conferencias en la planta semisótano en 1991, se añadió una caja de escaleras de emergencia en la fachada oeste en 2000 y de renovación de instalaciones con criterios de eficiencia energética en 2014.

La Torre del Banco de Bilbao es uno de los edificios más representativos de la obra de Sáenz de Oiza y del estilo organicista, pero construido siguiendo criterios funcionalistas para dar respuesta a las exigencias de una actividad profesional del sector terciario. Por ello, ha sido declarada Bien de Interés Cultural en 2020.

sábado, 4 de marzo de 2023

La mujer barbuda, de José de Ribera

José de Ribera (Játiva, 1591-Nápoles, 1652) fue el primer gran pintor del Barroco español. Se estableció en Roma desde 1610 y en Nápoles desde 1616 hasta su muerte. Hasta 1635 su pintura acusó una fuerte influencia de Caravaggio; entre 1635 y 1650 se dejó influir por los pintores venecianos, y sus cuadros ganaron en luminosidad y color; en sus últimos años recuperó el tenebrismo de su juventud. Ribera pintó cuadros mitológicos, profanos, retratos y paisajes; entre sus grandes obras hay que citar La mujer barbuda (1631), El martirio de san Felipe, El sueño de Jacob, ambos de 1639, y El pie varo (1642).

José de Ribera: La mujer barbuda, 1631.
Estilo: Barroco.
Técnica: Óleo sobre lienzo.
Temática: Retrato.
Dimensiones: 196 x 127 cm.
Museo Nacional del Prado, Madrid, España.

  

Don Fernando Afán de Ribera y Téllez-Girón, duque de Alcalá y virrey de Nápoles, encargó a José de Ribera que pintase La mujer barbuda. El virrey se sentía atraído por personas con un físico afectado por alguna enfermedad, además era un tema corriente en la pintura barroca española. La mujer respondía al nombre de Magdalena Ventura, era natural de la región de Abruzos y padecía hirsutismo. La invitó a su palacio en Nápoles para que José de Ribera la retratase. Magdalena Ventura tenía 52 años en el momento en el que José de Ribera pintó el cuadro, estaba casada desde hacía años y tuvo tres hijos; sin embargo, a los 37 años desarrolló hirsutismo, es decir, le apareció vello por todo el cuerpo, barba, calvicie y la voz se le volvió grave.

Magdalena Ventura ocupa el centro del cuadro; viste de manera humilde, la ropa aparece gastada y sucia, lo que indica su origen popular; cubre la cabeza con un tocado para ocultar la calvicie; la ropa le tapa todo el cuerpo menos el rostro, las manos y el pecho derecho con el que amamanta a un recién nacido, que por su edad no podía ser su hijo, pero que a José de Ribera le sirve para demostrar que Madalena Ventura nació mujer. El marido de Magdalena Ventura aparece a la derecha de esta; de él solo se aprecia el rostro y una mano, puesto que viste de negro, lo que hace que se confunda con el fondo del cuadro. Ambos personajes miran al espectador con mirada resignada, buscando la comprensión de este.

José de Ribera practicó un claroscuro muy acusado, influido por Caravaggio; así, los personajes que componen la escena se distinguen sobre el fondo negro del lienzo. La luz es exterior, cenital y procede del lado izquierdo, concentrándose de más a menos intensidad en el niño, Magdalena Ventura, que la recibe en rostro, manos y vestimenta, y su esposo, apenas iluminándole el rostro y una mano. Así, José de Ribera informa al espectador del grado de protagonismo de cada uno de los personajes que aparecen en la escena y resalta la expresión de abatimiento de estos. La luz cae sobre los sillares y el bodegón que descansa sobre estos, compuesto por un huso y tal vez una devanadora de hilo o una concha de caracol, lo que crea la duda al espectador acerca de si Magdalena Ventura es una mujer o hermafrodita.

El dibujo es preciso y la pincelada espesa.

José de Ribera demuestra su virtuosismo en la plasmación realista de las texturas de la indumentaria que visten los personajes y en la plasmación de los rasgos físicos de estos, que evidencian su edad madura.

La mujer barbuda pasa por ser una de las obras maestras de José de Ribera y uno de los cuadros más representativos del género de rarezas físicas del Barroco español.

El cuadro La mujer barbuda perteneció a la familia del virrey de Nápoles, que emparentó con la de los duques de Medinaceli. El lienzo fue enviado a París en 1808 tras la invasión francesa de España para que formase parte del Museo Napoleón. Luis XVIII ordenó devolverlo a España en 1813, siendo depositado en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid hasta 1829, año en el que se entregó a la familia Medinaceli. Forma parte de la colección de la Fundación Casa Ducal de Medinaceli, pero se expone en el Museo Nacional del Prado.

sábado, 18 de febrero de 2023

San Pedro de Vilanova de Dozón

La iglesia de San Pedro de Vilanova de Dozón se edificó en el siglo XII en estilo románico como parte de un monasterio, que se extinguió con motivo de la desamortización de Mendizábal de 1835. La inscripción del tambor absidial en latín informa de la fecha exacta de la construcción de la iglesia: “EGO GVNTRO SVARII EDIFICAVI INSTVM MONASTERIVM STI PETRI EN ERA MCLXII”, que se traduce por “Yo Guntroda Suárez fundé este monasterio en honor de san Pedro en la era 1162”, lo que quiere decir que el monasterio de San Pedro de Vilanova de Dozón se levantó en 1124 de la era cristiana, siendo la fecha 1162 la de la era visigoda o hispánica.

La iglesia de San Pedro de Vilanova de Dozón es de estilo románico.

  

La planta de la iglesia de San Pedro de Vilanova de Dozón presenta una sola nave de tres tramos y ábside semicircular.

La iglesia de San Pedro de Vilanova de Dozón cuenta con tres portadas de acceso. La portada norte es la principal; cuenta con tres arquivoltas apuntadas; descansan sobre un salmer y este sobre dos pares de columnas y dos pilastras; los motivos decorativos de los capiteles y de las arquivoltas primera y tercera son vegetales y el tímpano aparece decorado con una cruz griega con rosetas en la intersección de los brazos y en sus extremos; protege la portada un tejaroz, que descansa en arquillos ciegos. La portada oeste ofrece dos arquivoltas, la exterior decorada con dientes de sierra; descansan sobre un salmer y este sobre el muro y dos pares de columnas; los capiteles de las columnas presentan motivos vegetales y el tímpano aparece limpio de decoración. La portada sur comunicaba la iglesia con el monasterio; presenta dos arquivoltas apuntadas; descansan sobre un salmer y este sobre el muro y un par de columnas con capiteles vegetales esquemáticos; los motivos decorativos son la cruz griega del tímpano y el ajedrezado de la arquivolta exterior; un tejaroz protege la portada.

La portada norte es la principal de la iglesia de San Pedro de Vilanova de Dozón. Presenta tres arquivoltas y decoración variada.

  

El ábside se divide en cinco tramos por cuatro columnas, que descansan sobre basa y podio, y con capiteles decorados con motivos vegetales; en cada lienzo del ábside se abre un vano, los impares permiten la iluminación del interior, los pares son ciegos, son vanos de medio punto con arquivoltas sobre una columna a cada lado; las arquivoltas aparecen decoradas con el ajedrezado y motivos vegetales; el vano del cuerpo central del ábside es una cruz griega lobulada, además presenta un óculo. Al interior se reproducen los vanos con el mismo aspecto que ofrece al exterior.

El ábside de la iglesia de San Pedro de Vilanova de Dozón está dividido en cinco tramos por cuatro columnas. El interior se ilumina a través de los vanos de los lienzos impares.

  

La espadaña es el siglo XVIII; corona el cuerpo que acoge la portada norte, aparece descentrada hacia la derecha y cuenta con dos troneras para acoger sendas campanas.

La nave apenas sobresale en altura con respecto al ábside. La cubierta de la nave es a dos vertientes, igual que la del presbiterio, y el tramo hemiesférico del ábside presenta cubierta a un agua; estas cubiertas descansan sobre contrafuertes y arquillos ciegos. La cubierta interior de la nave es de madera a dos aguas, la del presbiterio de medio cañón y la del ábside de horno.

El interior de la iglesia de San Pedro de Vilanova de Dozón presenta columnas entregas para sostener la cubierta y los arcos triunfales de acceso al presbiterio y al ábside.

El material de construcción de la iglesia de San Pedro de Vilanova de Dozón es el granito en tonos azulados, grisáceos y rosados, lo que le da una vistosidad llamativa. Los sillares son de gran tamaño y están escuadrados de manera perfecta.

La iglesia de San Pedro de Vilanova de Dozón debe su importancia artística a representar de manera fiel el románico rural gallego.

sábado, 11 de febrero de 2023

¡Triste herencia!, de Sorolla

Joaquín Sorolla (Valencia, 1863-Cercedilla, 1923) es uno de los grandes pintores españoles. Se le asocia con el impresionismo y el postimpresionismo. Inició su formación en la Escuela de Artesanos de Valencia en 1874, bajo la dirección de Cayetano Capuz. En 1879 ingresó en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Carlos de Valencia; su profesor Gonzalo Salvá le inició en la práctica impresionista de pintar al aire libre. En 1881 amplió su formación académica con su visita al Museo del Prado, donde estudió a Velázquez, Ribera y El Greco. En 1885 viajó a Roma pensionado por la Diputación Provincial de Valencia, allí estudió el arte clásico y renacentista. Entre sus cuadros más destacados hay que citar ¡Aún dicen que el pescado es caro! (1894), Cordeleros de Jávea (1898), ¡Triste herencia! (1899), Paseo a orillas del mar (1900), Niños en la playa (1910) y la serie Regiones de España, más conocida como Visión de España (1913-1919) para The Hispanic Society de Nueva York.

Joaquín Sorolla: ¡Triste herencia!, 1899.
Estilo: Impresionismo.
Técnica: Óleo sobre lienzo.
Temática: Costumbrista.
Dimensiones: 212 x 288 cm.
Fundación Bancaja, Valencia, España.

  

Sorolla en ¡Triste herencia! representó una escena real y habitual de la que fue testigo, la de un religioso de la Orden de San Juan de Dios que lleva a niños enfermos a darse un baño medicinal en una playa de Valencia. Esta era una práctica habitual a finales del siglo XIX y primeros años del siglo XX.

El título original iba a ser Los hijos del placer, pero su amigo el novelista Vicente Blasco Ibáñez le sugirió el de ¡Triste herencia!, expresión que se utilizaba para referirse a los hijos enfermos de personas que llevaban una vida deshonesta. Eran niños sentenciados a llevar una vida penosa, al amparo de instituciones religiosas, que les cuidarían de por vida.

Se representa una escena al aire libre a orillas del mar Mediterráneo. Se distinguen tres planos: en primer plano, un religioso y un grupo de niños, algunos de los cuales se sostienen con la ayuda de muletas; el segundo plano está ocupado por más niños, distribuidos en varios grupos de manera equilibrada; y el tercero, al fondo, un mar oscuro, que rompe en varias olas, además del cielo, que ocupa una estrecha franja del lienzo.

Los aspectos formales de la obra acompañan el dramatismo de la escena. Lo consigue a través de una línea de horizonte muy alta, por encima de la figura del religioso; un mar de agua oscura, casi negra; la figura del religioso, de gran altura, vestido de negro y de rostro enjuto; de los niños, lisiados y pálidos; y de la luz vespertina, que incide en los niños y sirve para proyectar sus sombras.

La pincelada es suelta; la paleta de colores reducida, pero contrastada, con predominio del negro y el encarnado, también aparecen el ocre y el blanco; y la luz es apagada en comparación con la de obras posteriores.

Sorolla respeta la dignidad de los niños de dos maneras: una, aunque aparecen desnudos, son desnudos “pudorosos”, apareciendo de espaldas o bañándose; y otro, representándoles de manera anónima.

Sorolla realizó varios bocetos antes de ejecutar la obra. Algunos de esos dibujos los regaló a artistas amigos o a los que admiraba, caso de William Merritt Chase, John Singer Sargent o Leon Bonnat.

La importancia de ¡Triste herencia! radica en ser el último cuadro en el que Sorolla realiza una denuncia social. Reconoció cuánto le “dolió” pintar este cuadro, razón por la cual abandonó el llamado realismo social. De hecho, los niños que Sorolla pintó en sus cuadros posteriores son sanos y aparecen en actitudes vitalistas.

Sorolla presentó ¡Triste herencia! en la Exposición Universal de París de 1900 ganando el Gran Premio y en la Exposición Nacional de Bellas Artes de España de 1901 ganando la Medalla de Honor. Estuvo en depósito en el Museo de Arte Moderno hasta su venta en 1902 a Jesús Vidal, un coleccionista español residente en Nueva York, que en 1904 lo vendió al empresario del carbón John E. Berwind, quien lo donó en 1908 al Colegio Dominical de la iglesia de la Ascensión de Nueva York. La Fundación Bancaja lo adquirió en 1981 por 240.000 dólares y lo trajo a su sede en Valencia.

sábado, 4 de febrero de 2023

Santa María Egipciaca, de Luis Salvador Carmona

Luis Salvador Carmona (Nava del Rey, 1708-Madrid, 1767) es uno de los escultores barrocos del siglo XVIII más destacados. Se formó en el taller de Juan Alonso Villabrille en Madrid. Estudió a Pedro de Mena, reconociéndose la influencia de este en sus obras. Abrió su propio taller en 1731. Participó en la decoración del Palacio Real de Madrid y en el Palacio Real de La Granja de San Ildefonso. Sus mejores obras son de temática religiosa, destacando Virgen del Rosario (1760), Cristo crucificado y Santa María Egipciaca, ambas del segundo tercio del siglo XVIII.

Luis Salvador Carmona: Santa María Egipciaca, segundo tercio del siglo XVIII.
Estilo: Barroco.
Técnica: Madera policromada con incrustaciones de vidrio.
Temática: Religiosa.
Dimensiones: 101 x 45 x 37 cm.
Museo Nacional Colegio de San Gregorio, Valladolid, España.

  

Santa María Egipciaca (344-422) fue prostituta desde la adolescencia en Alejandría y Jerusalén, donde una “fuerza invisible” le impidió entrar en la iglesia del Santo Sepulcro para celebrar la Exaltación de la Santa Cruz. Ella sintió remordimiento y al ver un icono de la Virgen Theotokos rezó, pidió perdón por sus pecados y prometió retirarse del mundo y vivir como una asceta. Fue entonces cuando pudo entrar en la iglesia y venerar la cruz. Al día siguiente se retiró al desierto al este del río Jordán. La leyenda dice que se llevó tres panes de los que siempre comió porque nunca se terminaban, además comía de lo poco que le daba la naturaleza. Vivió en el desierto 47 años. Un año antes de morir contó su vida a san Zósimo de Palestina. Este le llevó la comunión a santa María Egipciaca el Jueves Santo del año siguiente, pero encontró su cuerpo sin vida e incorrupto.

Luis Salvador Carmona representa a santa María Egipciaca como una mujer joven, de gran belleza, de cabello largo hasta las caderas, despeinada, pero con raya en medio; el rostro es de líneas suaves, mejillas redondeadas y labios y cejas bien definidas; viste un sayal de hoja de palma entrecruzada con un remiendo a la altura de la rodilla izquierda, le llega hasta los pies y aparece anudado con una cuerda a la altura de la cintura; los pies aparecen descalzos, el izquierdo adelantado con respecto al derecho, dotando a la imagen de movimiento. Todo ello muestra la vida disoluta que llevó santa María Egipciaca hasta su retiro en el desierto y la vida ascética que luego practicó.

La mano derecha se la lleva al pecho, mientras con la izquierda sujeta una calavera. El primer gesto representa el arrepentimiento por su vida pasada y el segundo la vida de meditación que llevó en el desierto.

A los pies aparecen dos panes de los que se estuvo alimentando durante su retiro en el desierto.

La paleta de colores es escasa con predominio del castaño y el ocre, lo que sirve para subrayar la sobriedad de la escultura y despertar en el espectador la espiritualidad y misticismo que vivió santa María Egipciaca.

El verismo en la representación se aprecia en los detalles y la expresividad de santa María Egipciaca.

Luis Salvador Carmona se inspiró en la Magdalena penitente, de Pedro de Mena, para realizar Santa María Egipciaca. Se aprecia en la disposición de la imagen, gestos, expresividad y semejanza en el sayal. Luis Salvador Carmona sustituyó el crucifijo que porta la Magdalena penitente, de Pedro de Mena, por una calavera.

La primera ubicación de Santa María Egipciaca fue la capilla del Ángel del convento de Trinitarios Descalzos de Madrid, en 1912 fue trasladada al Museo Arqueológico Nacional de Madrid y en 1933 al Museo Nacional de Escultura, hoy Museo Nacional Colegio San Gregorio.