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sábado, 21 de diciembre de 2019

Martínez Montañés

Juan Martínez Montañés (Alcalá la Real, 1568-Sevilla, 1649) se trasladó con su familia a Granada en 1578, donde comenzó su formación como escultor bajo la dirección de Pablo de Rojas. En 1582 se instaló en Sevilla y en 1588 obtuvo el título de maestro escultor de imaginería y ensamblador. Se le reconoce como el creador de la escuela sevillana de escultura barroca. Entre sus obras destacan imágenes como Cristo de la Clemencia (1606) e Inmaculada Concepción (1631) y los retablos del monasterio de San Isidoro del Campo de Santiponce (1613) y de la iglesia de San Miguel de Jerez (diseñado por Martínez Montañés en 1601 y concluido por Juan de Arce en 1655). Entre sus colaboradores hay que citar a los pintores Francisco Pacheco, Juan de Uceda y Baltasar Quintero, que se encargaron de la policromía de muchas de sus esculturas.
  
San Cristóbal con el Niño Jesús (1597) es la primera obra de Martínez Montañés que ha llegado hasta nuestros días.


Las características de la producción escultórica de Martínez Montañés son las siguientes:
  • Toda la producción es de temática religiosa, excepto el busto de Felipe IV para la estatua Felipe IV a caballo de Pietro Tacca.
  • La mayor parte de su producción fueron imágenes devocionales y retablos para la decoración de iglesias.
  • El material de trabajo preferido fue la madera policromada, pero también trabajó el marfil y el barro.
  • Sus esculturas son realistas.
  • La expresividad de sus imágenes es serena, pero se ajusta a los principios del Concilio de Trento (1545-1563) y la Contrarreforma con el fin de exacerbar en el espectador los sentimientos religiosos. 

La carrera profesional de Martínez Montañés pasó por las etapas siguientes:
  • De formación, de 1579 a 1582.
  • Magistral, de 1582 a 1630.
  • Plenitud barroca, de 1630 a 1649.

La etapa de formación (1579-1582) se desarrolló en Granada a la sombra de Pablo de Rojas de quien adquirió el gusto por la expresión serena y las composiciones equilibradas. No se conservan obras de esta etapa.

La etapa magistral (1582-1620) se abre a su llegada a Sevilla, donde conoce a los escultores Gaspar Núñez Delgado, Andrés de Ocampo y Jerónimo Hernández. En 1588 consiguió el título de maestro escultor de imaginería y ensamblador. Puso en marcha la escuela sevillana de escultura barroca. Además, fue protagonista de tertulias culturales celebradas en la Casa de Pilatos o en la academia del pintor Francisco Pacheco, donde conoció a Velázquez y Alonso Cano. También se dedicó al estudio de la Biblia y de textos de santa Teresa de Jesús, fray Luis de Granada y san Juan de la Cruz, además de pertenecer a la agrupación religiosa Congregación de la Granda, que defendía la concepción inmaculada de la Virgen María, lo que le enfrentó en numerosas ocasiones a la Inquisición. De esta etapa es su obra maestra como Cristo de la Clemencia (1606).

Las primeras obras que se conservan de Martínez Montañés son San Cristóbal con el Niño Jesús (1597) de la iglesia del Salvador de Sevilla, de grandes proporciones y aspecto naturalista, concebida como paso procesional; San Jerónimo del retablo mayor del convento de Santa Clara de Llerena (1598), el túmulo de Felipe II (1598), del que realizó diecinueve esculturas, y el retablo de la capilla de San Onofre del convento de San Francisco de Sevilla (1604), hoy desaparecido.

Martínez Montañés se vio influido por Torrigiano en Santo Domingo penitente (1605). El santo aparece con el torso desnudo, el hábito caído formando amplios pliegues, en actitud penitente, dirige la mirada al crucifijo que sostiene con la mano izquierda, en la mano derecha sostendría un flagelo con el que se estaría azotando la espalda.
  
El Santo Domingo penitente, de Martínez Montañés, se inspira en el San Jerónimo penitente, de Torrigiano. 


El Cristo de la Clemencia se encuentra en la sacristía de los cálices de la catedral de Santa María de la Sede de Sevilla. Se inició en 1603 y se finalizó en 1606. Representa a Jesús de Nazaret crucificado, pero aún vivo. Está sujeto a la cruz con cuatro clavos, uno en cada mano y pie, aunque la pierna derecha se cruza al modo del Cristo de tres clavos. La cabeza es prodigiosa: está inclinada hacia su hombro derecho; con corona de espinas; la mirada hacia abajo, directa al creyente que se sitúe delante de él, en un plano inferior; y la boca se presenta entreabierta. La sangre se limita a las heridas de manos y pies y a la que se derrama desde la corona a rostro y pecho. No aparece la herida en el costado. El paño de pureza se recoge en un nudo hacia su lado derecho; sus pliegues son de pequeño tamaño, pero sirven para crear un juego de luces y sombras. El estudio anatómico es perfecto en las formas y comedido en la tensión muscular. La expresión del dolor es contenida y serena. Del estofado y la encarnación, en tono mate, se encargó Francisco Pacheco. El Cristo de la Clemencia es manierista si se atiende a su canon alargado, pero barroco en el mensaje y forma de transmitirlo. Cristo dialoga con el creyente en torno al perdón: quien se le acerca lo hace para pedirle perdón, que lo recibe como prueba del amor misericordioso que el Señor tiene hacia sus hijos. 

Cristo de la Clemencia o Cristo de los cálices (1606) es la primera obra maestra de Martínez Montañés. 


El retablo mayor del monasterio de San Isidoro del Campo de Santiponce se inició en 1609 y se finalizó en 1613. Consta de banco, dos cuerpos y ático. La calle central está ocupada por las tallas de san Jerónimo y san Isidoro, las entrecalles por relieves que narran la vida de Jesús de Nazaret y el ático por un relieve de la Asunción y un Calvario. El retablo está flanqueado por las estatuas de los fundadores del monasterio, Alonso Pérez de Guzmán y María Alonso Coronal. Martínez Montañés contó con la ayuda de Juan de Mesa y Francisco de Ocampo. 

El retablo mayor del monasterio de San Isidoro del Campo de Santiponce (1613) es uno de los muchos retablos que realizó Martínez Montañés. 


San Francisco de Borja (1624) en la iglesia de la Anunciación de Sevilla es una imagen de candelero para vestir. El santo contempla un cráneo, símbolo de la muerte, que portaba en la mano izquierda, mientras con la derecha sostiene una cruz, símbolo de la vida eterna.

De esta etapa son Niño Jesús bendiciendo de la iglesia del Sagrario de Sevilla (1606), retablo mayor del convento de la Concepción de Lima (1607), retablo de san Juan Bautista de la iglesia de la Anunciación de Sevilla (1622) y retablo mayor del convento de Santa Clara de Sevilla (1626).

En la etapa de plenitud barroca (1630-1649) Martínez Montañés no abandona las composiciones equilibradas ni la serenidad, pero supo crear estereotipos barrocos como el de Inmaculada Concepción (1631), su obra maestra, que se ajusta a los principios contrarreformistas y a la presentación y defensa del misterio de la concepción virginal de María, madre de Dios. 

La Inmaculada Concepción de la catedral de Santa María de la Sede de Sevilla (1631) le sirvió a Martínez Montañés para transmitir la idea de la concepción original de la Virgen María. 


La Inmaculada Concepción preside el retablo homónimo de la capilla de los alabastros de la catedral de Santa María de la Sede de Sevilla. La Virgen María aparece de pie sobre un pedestal compuesto por una nube, una media luna y tres ángeles. Se la representa en su juventud; la mirada se dirige hacia el suelo en señal de obediencia hacia el Señor, en actitud orante con las manos unidas por los dedos delante del pecho; el cabello está suelto peinado con raya en medio, lo que simboliza la pureza de la Virgen; el rostro es nácar. La Virgen está coronada por doce estrellas, que simbolizan el apostolado y las tribus de Israel. Se apunta un tímido contraposto al avanzar la rodilla izquierda. Aparece vestida con túnica y manto, que recoge con las manos, creando unos pliegues angulosos. La policromía original fue de Baltasar Quintero, que eligió el blanco para la túnica y el azul para el manto, sin embargo, la policromía actual es de 1779. Con la Inmaculada Concepción de la catedral de Santa María de la Sede de Sevilla Martínez Montañés fijó un estereotipo de Virgen María que quedó incrustado en el imaginario de la ciudad de Sevilla y del Barroco español.

El retablo mayor de la iglesia de San Miguel de Jerez de la Frontera lo iniciaron en 1601 Martínez Montañés, Juan de Oviedo el Joven y Gaspar de Águila, en 1638 los cuatro cuadros de las calles laterales fueron sustituidos por relieves ejecutados por José de Arce y en 1643 Martínez Montañés finalizó su participación en la ejecución del retablo. De Martínez Montañés es el diseño del retablo y las esculturas Ascensión (1638), Batalla de los ángeles (1641) y Transfiguración (1643). Juan de Arce terminó el retablo en 1655. 

El retablo mayor de la iglesia de San Miguel de Jerez de la Frontera es uno de los más característicos de Martínez Montañés.


Otras obras de esta etapa son San Bruno (1634), el busto de Felipe IV para la estatua Felipe IV a caballo de Pietro Tacca (1635), San Juan Evangelista (1637) y San Juan Bautista (1638).

Martínez Montañés falleció en 1649 víctima de la peste que asoló Sevilla.

A Martínez Montañés se le debe haber creado la escuela sevillana de escultura barroca y haber fijado en el imaginario español los modelos de Cristo crucificado y de la Virgen inmaculada. Entre los discípulos de Martínez Montañés hay que citar a Alonso Cano y Juan de Mesa.

viernes, 13 de diciembre de 2019

Santa Marta de Tera

La iglesia de Santa Marta de Tera se encuentra en la localidad homónima y data de 1077. Se trata del templo románico más antiguo de la provincia de Zamora. Se desconoce su arquitecto.

Desde el exterior se aprecia la diferencia de volúmenes del crucero, el transepto y la cabecera de la iglesia de Santa Marta de Tera.  


Se edificó sobre los restos de un templo mozárabe, lo que explica que las líneas de la cabecera sean rectas, los arcos de los vanos del brazo del transepto tengan forma de herradura y el uso de modillones para sostener la cubierta.

Tiene planta de cruz latina, con una nave de tres tramos, transepto y ábside cuadrangular; el crucero destaca en altura sobre el resto de la iglesia y la cabecera es el espacio de menor altura. Las dimensiones de la nave central son 29 x 8 m. y la del transepto de 18 x 8 m. La cubierta de la nave central es de bóveda de arista, la del transepto y el crucero una armadura de madera y la de la cabecera una bóveda de medio cañón; la cubierta al exterior es a dos aguas sobre modillones. El nártex es renacentista y data del siglo XVI.

La cubierta de la cabecera de Santa María de Tera es de bóveda de cañón.


El elemento más llamativo de la iglesia de Santa Marta de Tera es la cabecera; en el exterior la enmarcan dos columnas rematadas por capiteles sobre los que descansan pilastras-contrafuertes adosadas; tres arcos articulan el muro, el central hace las veces de vano gracias a una aspillera, sobre él se dispone un óculi; resaltan las molduras de ajedrezado jaqués, que también recorre los muros de la nave y el transepto. De los capiteles el más llamativo es aquel que está decorado con el tema de la Ascensión de Cristo, que se ilumina en los equinoccios. En el exterior uno de los capiteles está decorado con el tema de la Epifanía.

La iglesia cuenta con tres portadas: sur, poniente y norte. La sur presenta tres arquivoltas que descansan sobre dos pares de columnas y un par de pilastras; los capiteles están deteriorados, pero en uno de ellos se distinguen las figuras de dos animales fantásticos mitad sirena mitad pájaro, con una pareja de dragones en el cimacio. En la  portada de poniente se reconocen las imágenes de Santiago peregrino y san Pablo. En el acceso norte se distingue una imagen de san Judas Tadeo.

La fábrica de la iglesia es de sillares de gran tamaño.

 La imagen de Santiago peregrino es una de las que adornan la portada de poniente de la iglesia de Santa Marta de Tera.


La iglesia de Santa Marta de Tera debe su importancia artística a ser un caso único, es de estilo románico con reminiscencias mozárabes.