sábado, 28 de enero de 2023

El caballero de la mano en el pecho, de El Greco

El Greco (Candia, Creta, 1541-Toledo, España, 1614) inició su carrera artística pintando iconos de estilo tardobizantino; entre 1567 y 1570 vivió en Venecia, donde estudió a Tiziano, Tintoretto y Veronés, y entre 1570 y 1577 en Roma, relacionándose con el círculo del cardenal Farnesio y estudiando a Miguel Ángel. En 1577 se instaló en España, en la ciudad de Toledo, donde pintó sus mejores lienzos por encargo de la Iglesia. De entre sus obras de temática religiosa hay que citar El expolio (1579), El martirio de san Mauricio y la legión tebana (1582), El entierro del conde de Orgaz (1588) y La adoración de los pastores (1614). De entre sus retratos sobresalen Retrato de Giulio Clovio (1571), El caballero de la mano en el pecho (hacia 1580) y Retrato de un caballero anciano (1600).

El Greco: El caballero de la mano en el pecho, hacia 1580.
Estilo: Manierismo.
Técnica: Óleo sobre lienzo.
Temática: Retrato.
Dimensiones: 82 x 66 cm.
Museo Nacional del Prado, Madrid, España.

  

Se tiene la casi certeza de que El Greco retrató en El caballero de la mano en el pecho a don Juan de Silva, marqués de Montemayor, notario mayor de Toledo.

El personaje aparece en el primer plano, de medio cuerpo, de frente, con la mano derecha llevada al pecho y con la izquierda empuñando una espada, aunque no se vea esta mano. Viste traje de la época, de terciopelo negro con gola y puños blancos. Además, porta una espada en plata dorada y oro repujado y un medallón plateado. El fondo es neutro en tonos grisáceos.

El retratado representa al caballero cristiano y castellano de tiempos de Felipe II. Su semblante y vestimenta son sobrios y elegantes. El gesto de llevarse la mano al corazón simboliza el juramento de fe perpetuo que está realizando y su vida ascética, que se subraya por su rostro enjuto y pálido y dedos finos.

La composición es simétrica. La línea de simetría viene marcada por el copete del cabello, la nariz y la punta de la barba. Otra línea vertical viene marcada por la espada. Las líneas diagonales se repiten en bigote, barba y gola. Las líneas curvas se aprecian en el arco de los ojos y la empuñadura de la espada.

Los focos de atención son los ojos del caballero, su mano derecha y la empuñadura de la espada.

La profundidad del cuadro es escasa.

Los colores son escasos y sobrios: blanco, encarnado, gris, oro y plata.

Los colores, la luz y la expresión del caballero buscan provocar un impacto visual y emocional en el espectador.

El caballero de la mano en el pecho es uno de los retratos más conocidos por el gran público y el más definitorio de El Greco y del manierismo español.

sábado, 21 de enero de 2023

Castillo de Coca

Don Alonso de Fonseca, obispo de Ávila y arzobispo de Sevilla, recibió en 1453 de don Juan II de Castilla permiso real para edificar el castillo de Coca. En 1473 don Alonso de Fonseca, tercer señor de Coca, encargó al maestro alarife Alí Caro la construcción del castillo, que sería residencia señorial. En 1504 el castillo pasó a ser propiedad de don Antonio Fonseca, que amplió el recinto defensivo y lo mantuvo a salvo de los ataques del marqués de Cenete y de los comuneros. En 1828 el castillo pasó a ser propiedad de la Casa de Alba. Faustino Díaz, administrador de la Casa de Alba, vendió la columnata del patio de armas. En 1928 la Dirección General de Bellas Artes declaró el castillo de Coca Monumento Histórico Nacional. En 1954 la Casa de Alba cedió el castillo por cien años menos un día al Ministerio de Agricultura, que instaló en él una Escuela de Capacitación Forestal que sigue funcionando.

Del castillo de Coca destaca la torre del homenaje.

 

El castillo se levantó en el extremo suroeste de Coca, sobre un meandro del río Voltoya. Se aprovecharon los muros sur y oeste de la muralla del siglo XII, que fueron forrados de ladrillo. Es de los pocos castillo de España que no se asienta sobre un cerro. Está rodeado por un foso de 560 m. de longitud, ancho y profundo; para la construcción del foso se aprovechó una vaguada.

El castillo de Coca se construyó en estilo gótico-mudéjar, el tapial está recubierto de ladrillo rosado y los motivos decorativos combinan lacerías y temas geométricos.

El sistema defensivo del castillo está integrado por un foso, un puente defensivo sobre este, flanqueado por dos torres almenadas, dos recintos amurallados con torreones y una puerta rejada que conduce al patio de armas.

El castillo se organiza alrededor del patio de armas. Los arcos de la galería inferior son de medio punto y de mayor altura que los de la superior, que son deprimidos rectilíneos.

El castillo de Coca se articula alrededor del patio de armas.


El castillo de Coca cuenta con cuatro torres, la del homenaje es la de más altura.

  

Sobresale la torre del homenaje. Es de planta cuadrada. Está recorrida en su interior por una escalera de caracol, levantada en ladrillo, que permite el acceso a las dependencias que alberga. Entre esas dependencias destacan la capilla y la Sala de Armas. La capilla ocupa la primera planta y contiene tallas románicas y góticas y dos tablas, Anunciación y Crucifixión, del siglo XVI. De la Sala de Armas hay que destacar los mosaicos mudéjares, la bóveda gótica y su clave, decorada con el escudo de los Fonseca.

La clave de la bóveda de la Sala de Armas está decorada con el escudo de la Casa Fonseca, cinco estrellas de siete puntas.

  

Las otras torres del castillo son las de Pedro Mata, la de la muralla y la de los peces, así llamada por su decoración de peces azules y rojos enmarcados con una imitación de ladrillos pintados sobre el muro.

El castillo cuenta con una mazmorra con óculo en el cenit de su cúpula.

Vista lateral y posterior del castillo de Coca.

sábado, 14 de enero de 2023

Museo de Cerámica de Barcelona

El Museo de Cerámica de Barcelona se fundó en 1966 a partir de los fondos procedentes del Museo Provincial de Antigüedades, el Museo de Arte y Arqueología de Barcelona, donativos de coleccionistas privados y adquisición de colecciones privadas. Su primera sede fue el Palacio Nacional de Montjuic. En 1990 el Museo de Cerámica de Barcelona se trasladó al Palacio Real de Pedralbes. 

Los fondos del Museo de Cerámica de Barcelona se organizan en tres colecciones:

  • Cerámica española. Reúne piezas de distintas culturas que se desarrollaron en la península Ibérica desde el siglo X al XIX. Se divide en las siguientes secciones:
    • Al-Ándalus (del siglo X al XV), donde se exhiben servicios de mesa, jarras ornamentales, elementos arquitectónicos y brocales de pozo.
    • Mudéjar (de los siglos XV y XVI) para la clientela cristiana. Son piezas que se caracterizan por la diversidad de motivos decorativos y el horror vacui.
    • Cerámica valenciana. Se distinguen según su procedencia:
      • Cerámica de Paterna, con servicios de mesa de la serie verde y morada (de finales del siglo XIII y XIV), la obra áspera (de los siglos XIII y XIV) y los socarrats (de los siglos XV y XVI).
      • Cerámica de Manises, destacando la que se aplica a la arquitectura, pavimentos y revestimientos murales (de finales del siglo XIV y XV) y azulejos y placas (del siglo XV).
      • Cerámica de Paterna y Manises, sobresaliendo los botes de farmacia y vajillas de la serie azul (de finales del siglo XIV y XV) y las vajillas y objetos de reflejos dorados (de finales del XIV al XVIII).
      • Cerámica de Valencia, destacando azulejos, pilas de agua bendita y servicios de mesa polícromos (de los siglos XVIII y XIX) y la manufactura de Alcora (de 1727 a 1895), fundada por el IX conde de Aranda, se especializó en objetos suntuarios y servicios de mesa de lujo.
La cerámica de Paterna se distinguió por los socarrats durante los siglos XV y XVI.


    • Cerámica aragonesa. Se distinguen tres focos de producción:
      • Teruel, con una producción especializada en complementos arquitectónicos y pilas de agua bendita (de los siglos XIV y XIX), vajillas y objetos de la serie verde y morada (de los siglos XIV, XV, XVIII y XIX) y servicios de mesa de la serie azul (del siglo XV y del siglo XVIII).
      • Muel, destacando los azulejos de arista (siglo XVI), objetos de la serie de reflejos dorados (de los siglos XVI y XVII), vajillas de la serie verde, morada y azul (del siglo XVII) y los servicios de mesa de la serie azul (de los siglos XVII y XVIII).
      • Villafeliche, con una producción especializada en platos de gran tamaño y jícaras, y como motivos decorativos las inscripciones, la alcachofa y florecillas de la serie del ramito (del siglo XVIII).
Plato seder de la serie verde y morada de la cerámica aragonesa de Teruel, siglo XV.



Talavera de la Reina fue uno de los centros de producción de la cerámica castellana. En este caso una jarra de la serie polícroma, siglo XVII.


    • Cerámica castellana. Se distinguen tres centros de producción:
      • Talavera de la Reina, con vajillas de la serie azul, tricolor y polícroma (de finales del siglo XVI a finales del siglo XVIII).
      • Puente del Arzobispo, que repitió las series talaveranas y aportó las de la cola-gallo, el pino, la pajarita y las bandas concéntricas de color beige y formas ornamentales simples (del siglo XVII al XIX).
      • Real Fábrica de Porcelana del Buen Retiro (de 1760 a 1808), fundada por Carlos III y convertida en arsenal durante la Guerra de la Independencia, se especializó en producciones para los palacios reales y regalos diplomáticos.
    • Cerámica catalana. Con centro de producción principal en Barcelona y secundario en Reus. Destaca la vajilla de la serie verde y morada (finales del siglo XIII y XIV), los servicios de la serie azul (siglo XV y XVI), vajillas y azulejos de las series polícromas (siglos XVII y XVIII), azulejería (de finales del siglo XVI al siglo XIX) y series azules y polícromas (del siglo XVII al XIX).
Los primeros trabajos de la cerámica catalana fueron los de la serie verde y morada. En este caso un plato del flamenco, siglo XIII.


La cerámica andaluza tuvo su centro de producción principal en Sevilla. Fue sobresaliente la serie de jarros ornamentales de la serie de montería, siglo XIX.


    • Cerámica andaluza. Con dos focos de producción:
      • Sevilla. Destacan las vajillas de la serie azul y morada y la de reflejos dorados (siglos XV y XVI), la vajilla de cuerda seca y azulejos de arista (siglo XVI), de influencia italiana y china (siglo XVIII) y jarros ornamentales y azulejos de la serie de montería (siglo XIX).
      • Úbeda. Destaca la loza de la serie tricolor (siglo XVII).
    • Cerámica extranjera. Está formada por piezas de las procedencias más dispares. Destacan los azulejos persas de Kashan (siglo XV), la porcelana china (siglos del XVII al XIX), piezas del Renacimiento italiano (siglos XV y XVI) y otras europeas de influencia oriental.
    • Cerámica contemporánea. Reúne piezas desde finales del siglo XIX en adelante y de distintos estilos:
      • Modernismo (finales del siglo XIX e inicio del XX), destacando las del taller de Antoni Serra Fiter a partir de diseños de Pablo Gargallo, Enric Casanovas y Xavier Nogués entre otros.
      • Noucentisme (años diez y veinte del siglo XX), en respuesta al Modernismo, recuperó al arte popular catalán y el clasicismo mediterráneo.
      • Orientalismo (desde el siglo XIX en adelante) muy vinculado al minimalismo, destacando Josep Llorens, Angelina Alós y Victoria de Villalonga entre muchos.
      • Cerámica de autor, que reúne obras de destacados artistas del siglo XX como Pablo Picasso, Joan Miró, Miquel Barceló, Antoni Tàpies y Eduardo Chillida.
Xavier Nogués es uno de los ceramistas más destacados del Modernismo. Este jarrón lo realizó en 1930.

 

Además, el Museo de Cerámica de Barcelona presta asesoramiento técnico y de conservación, actividades educativas y de investigación, biblioteca y servicio de publicaciones.

sábado, 17 de diciembre de 2022

Yáñez de la Almedina

Fernando Yáñez de la Almedina (Almedina, 1475-1537) fue uno de los pintores renacentistas españoles más sobresalientes. Se formó en Italia e introdujo en España las enseñanzas de Leonardo da Vinci. Su carrera artística en España la realizó en Valencia, Cuenca y Almedina, durante unos años en colaboración con Fernando de Llanos. Su obra maestra es Santa Catalina (1510), una de las obras más destacadas del Renacimiento. 

Las pinturas de Yáñez de la Almedina se caracterizan por composiciones equilibradas, el sfumato leonardesco, figuras monumentales, bien proporcionadas en actitud serena, introducción de arquitectura clásica como marco escenográfico y de elementos moriscos y como técnica empleada el óleo sobre tabla. 

La trayectoria artística de Yáñez de la Almedina pasó por tres etapas:

  • Italiana, antes de 1506.
  • Valenciana, de 1506 a 1518.
  • Almedinense, de 1518 a 1537.
Santa Catalina (1510) es la obra maestra de Yáñez de la Almedina y la que mejor muestra cuánto le influyó Leonardo da Vinci.

  

La etapa italiana (antes de 1506) fue breve, pero intensa. No hay datos de sus años de formación en España, por lo que no se sabe con qué grado de conocimientos llegó a Italia; tampoco se sabe en qué año llegó a Italia, pero sí está documentada su presencia en 1505 y sé sabe que regresó a España en 1506. En Italia se formó en Milán, Florencia y Roma; trabajó con Leonardo da Vinci, de quien aprendió su manera de pintar hasta asumir su estilo; también estudió a otros maestros italianos, caso de Lippi, Perugino, Pollaiuolo y Rafael; además estudió los grabados de Durero. Inició su colaboración con Fernando de Llanos. De esta etapa son las obras Santos en un paisaje, El Salvador y La batalla de Anghiari, de la Gran Sala del Consejo de la Señoría de Florencia, en colaboración con Leonardo da Vinci, pero que quedó sin terminar.

Durante la etapa valenciana (de 1506 a 1518) sigue trabajando con Fernando de Llanos en algunas de sus obras más sobresalientes, la primera de ellas el retablo de los santos Cosme y Damián (1506) para la iglesia catedral basílica metropolitana de la Asunción de Nuestra Señora de Valencia, de la que la tabla dedicada a san Cosme la debió hacer Yáñez de la Almedina y la predela, en la que aparece una Piedad, la pintaría en colaboración con Fernando de Llanos.

Otra obra en la que colaboraron Yáñez de Almedina y Fernando de Llanos fue el retablo mayor de la iglesia catedral basílica metropolitana de la Asunción de Nuestra Señora de Valencia (1607), compuesto por doce tablas en las que se representan los gozos de la Virgen María. De Yáñez de la Almedina son las tablas Abrazo ante la Puerta Dorada, Presentación de María en el templo, Visitación, Natividad, Pentecostés y Dormición de María. Son obras de gran formato en las que se reconoce todo lo que Yáñez de la Almedina aprendió en Italia, en particular de Leonardo, abriendo la etapa clásica de la pintura renacentista española.


El retablo mayor de la iglesia catedral basílica metropolitana de la Asunción de Nuestra Señora de Valencia es obra de Yáñez de la Almedina y Fernando de Llanos. La tabla Pentecostés es del primero.

  

Yañez de la Almedina pintó dos de sus obras más destacadas en 1510: San Damián y Santa Catalina.

En San Damián las líneas verticales del traje del santo se imponen a las horizontales de un paisaje inconcluso; la paleta de colores está equilibrada entre el azul, el encarnado, el negro y el ocre; la condición de patrón de los médicos de san Damián viene indicada por el tarro de ungüentos que sostiene en la mano izquierda.

Santa Catalina es su obra maestra. Yáñez de la Almedina representa a santa Catalina de Alejandría en primer término de cuerpo entero, de pie, delante de una arquitectura, en la parte baja renacentista, asemejando mármol, y en la parte alta morisca, imitando piedra y ladrillo. Aparecen los símbolos martiriales que identifican a la santa: a sus pies la rueda dentada y en su mano derecha la espada con la que fue decapitada; otros símbolos son la corona, que alude a su ascendencia real, el libro en referencia a su sabiduría y la palma que dice que murió siendo virgen; aparece vestida con telas lujosas para simbolizar su origen aristocrático, las telas son pesadas, en color azul, oro y rojo, adornadas al modo morisco, con motivos epigráficos; la santa recoge con su mano derecha la túnica formando pliegues angulosos; y está adornada con nimbo, velo y un collar de perlas, oro y piedras preciosas. La disposición vertical de santa Catalina de Alejandría se compensa con el movimiento suave de los brazos y la monumentalidad por la expresión leonardesca y mirada delicada. Esta obra sirvió para consolidar en España el estilo leonardesco.

Yáñez de la Almedina volvió a trabajar para la iglesia catedral basílica metropolitana de la Asunción de Nuestra Señora de Valencia entre 1511 y 1514, ocupándose en la decoración del órgano.

Yáñez de la Almedina viajó a Barcelona en 1515 para valorar las pinturas que Juan de Borgoña realizó para el retablo de la iglesia de Santa María del Pino. Se desconoce si realizó alguna obra durante su estancia en Barcelona.


Cristo presenta a la Virgen a los redimidos del limbo es una de las obras más representativas de los últimos años de Yáñez de la Almedina en Valencia. Sin abandonar el clasicismo, la pintura se oscurece.

  

Durante los últimos años de la etapa valenciana, entre 1515 y 1518, Yáñez de Almedina se aleja del clasicismo luminoso para introducir algunas novedades en sus obras: los personajes se agolpan en el primer plano, la iluminación se oscurece y en la paleta de colores predominan los tonos fríos. Así se pone de manifiesto en Resurrección, Calvario y Cristo presenta a la Virgen a los redimidos del limbo. Esta última obra es singular porque desarrolla un tema poco tratado en la producción artística; se vale de un elemento arquitectónico, la pilastra, para dividir el escenario y separar a los personajes, la Virgen María aparece a la derecha, con expresión sumisa, mientras Cristo resucitado, señalando a su madre, y los padres y patriarcas del limbo abarrotan el lado izquierdo de la tabla.

La etapa almedinense (de 1518 a 1537) se desarrolló entre la localidad de Almedina y Cuenca. Muchas de las obras de este período se han perdido, caso del retablo mayor de la iglesia parroquial de Almedina, y muchas otras no se conservan en el lugar para el cual fueron realizadas.

De los primeros años de la etapa almedinense es La Sagrada Familia (1523), San Onofre y San Francisco de Asís, ambos de 1525. En La Sagrada Familia sigue a Leonardo da Vinci en la agrupación geométrica de las figuras, en San Onofre se detiene en hacer un estudio anatómico del cuerpo semidesnudo del santo y en San Francisco de Asís se mantiene fiel a sus principios estéticos en la definición de los rasgos faciales, rostro oval, barbilla pronunciada, ojos grandes y mirada esquiva; en los dos últimos cuadros también aparece una característica de Yáñez de la Almedina, el muro de ladrillo para delimitar el espacio.


Yáñez de la Almedina reflejó en San Francisco de Asís (1515-1525) dos de las características estéticas que le definen, el rostro ovalado del personaje y el muro de ladrillo para cerrar el espacio en el que se encuentra este.

  

Durante la etapa almedinense, Yáñez de la Almedina trabajó para la catedral de Santa María y San Julián de Cuenca entre los años 1526 y 1531. Para la capilla de los Carrillo Albornoz ejecutó los retablos Epifanía, Piedad y Crucifixión y para la capilla de Hernández del Peso el retablo de La Adoración de los pastores. A los modelos de Leonardo da Vinci y Filippo Lippi se suman los de Sebastiano del Piombo.


La Piedad es una de las tablas del retablo de la capilla de los Carrillo Albornoz de la catedral de Santa María y San Julián de Cuenca. Presenta composición piramidal.

  

Durante sus últimos años en Cuenca, quizá en 1530, Yáñez de la Almedina debió concluir Salvador eucarístico, iniciado cerca de 1520; representa al Cristo siriaco, de frente al espectador, con los párpados bajados, bendiciendo con la mano derecha y sujetando el cáliz con la izquierda y sobre el cáliz aparece la Sagrada Forma; se reconoce la inspiración leonardesca.


Yáñez de la Almedina se inspiró en Leonardo da Vinci para pintar Salvador eucarístico entre 1520 y 1530.

  

Yáñez de la Almedina regresó a su localidad natal para pasar los últimos años de su vida. Pinta Santa Ana, la Virgen, santa Isabel, san Juan y Jesús Niño (1532) para el retablo mayor de la iglesia de Santa María; recupera los modelos de Durero y Leonardo da Vinci, pero las proporciones son manieristas, además la iluminación es sombría.


Yáñez de la Almedina en Santa Ana, la Virgen, santa Isabel, san Juan y Jesús Niño (1532) alarga las proporciones de los personajes siguiendo criterios manieristas.

  

Yáñez de la Almedina es una de las figuras más destacadas de la pintura española por haber introducido en ella la estética leonardesca, consolidando el arte renacentista en España y, en sus últimos años, abrir el camino hacia el manierismo.


sábado, 3 de diciembre de 2022

San Miguel de Almazán

La iglesia de San Miguel de Almazán se levantó durante la segunda mitad del siglo XII una vez que el Alfonso I el Batallador (rey de Aragón, 1104-1134) fortificase y repoblase la villa de Almazán. De época románica son la cabecera, el primer tramo de las naves y el cuerpo inferior de la torre. El resto de la iglesia se levantó en el siglo XV. No se conoce quiénes fueron los arquitectos que edificaron la iglesia.

De la iglesia de San Miguel de Almazán destacan al exterior la cabecera y el cimborrio.

  

La iglesia de San Miguel de Almazán ofrece una planta basilical de tres naves, la central cuatro veces más ancha que las laterales, que son muy estrechas. Las naves están separadas por arcos torales apuntados, que descansan en pilares No tiene transepto. La nave central está dividida en tramos romboidales, además se prolonga hasta la cabecera que se divide en dos tramos, uno rectangular y otro semicircular; el ábside está desviado hacia el sur con respecto al eje de la nave. Las naves laterales culminan en pequeños absidiolos abiertos en el muro, plano al exterior.


San Miguel de Almazán ofrece planta basilical de tres naves y una cabecera desviada hacia el sur con respecto al eje de la nave central.

  

Llama la atención la cúpula del tramo de la nave central anterior a la cabecera. El paso de un espacio romboidal a otro octogonal se realiza mediante el uso de cuatro trompas con cinco baquetones arqueados. Los ocho arcos generan una cúpula califal, dado que no se cruzan en el centro; descansan sobre ménsulas. Al exterior el cimborrio ofrece dos cuerpos.

Del interior de San Miguel de Almazán llama la atención la cúpula califal.

El acceso a la cabecera se realiza a través de un arco triunfal apuntado y doblado. El tramo presbiterial de la cabecera se cubre con una bóveda de medio cañón apuntado y el ábside está cubierto con una bóveda de horno.

Al exterior las naves laterales se cubren a una vertiente, la nave central y el tramo presbiterial de la cabecera a dos aguas, el ábside y la torre a un agua y el cimborrio a ocho vertientes.

La iluminación de la iglesia se consigue mediante los ocho óculos y dieciséis vanos del cimborrio y los tres vanos abocinados del ábside cabecero.

San Miguel de Almazán ofrece una decoración escultórica abundante. En el exterior se localiza en los canecillos que soportan los aleros y en los arquillos ciegos trilobulados y mesenas del ábside cabecero. En el interior se encuentra en los capiteles de las columnas, líneas de imposta y ménsulas; los motivos son antropomórficos, vegetales, zoomórficos y taqueado jaqués. El conjunto escultórico más importante es el frontal del ábside de la nave lateral norte; se trata del martirio de santo Tomás Becket, arzobispo de Canterbury, mandado martirizar por Enrique II de Plantagenet en 1170; aparecen cuatro soldados armados, uno decapita al santo, que estaba recogido en oración, de rodillas ante un altar, otro mata a un religioso que estaba junto al santo sujetando un báculo; el alma del santo se representa con una pequeña cabeza que unos ángeles suben al cielo; en lado izquierdo se distingue una figura sedente y dos ángeles. 


El relieve Martirio de santo Tomás Becket es lo mejor de la decoración escultórica que contiene la iglesia de San Miguel de Almazán.

  

Los materiales de construcción utilizados han sido el sillar y el ladrillo.

La iglesia de San Miguel de Almazán fue declarada Monumento Histórico-Artístico en 1931.

sábado, 19 de noviembre de 2022

El príncipe Baltasar Carlos, a caballo, de Velázquez

Diego Velázquez (Sevilla, 1599-Madrid, 1660) es el pintor barroco español más universal. Se formó en Sevilla a la sombra de Herrera el Viejo y Francisco Pacheco. En 1623 se instaló en Madrid y fue nombrado pintor de cámara de Felipe IV. Viajó a Italia en dos ocasiones (1629 y 1649). Pintó cuadros costumbristas, desnudos, históricos, mitológicos, paisajes, religiosos y retratos. Entre los retratos ecuestres hay que citar Felipe III, a caballo, Felipe IV, a caballo, La reina Isabel de Borbón, a caballo, La reina Margarita de Austria, a caballo y El príncipe Baltasar Carlos, a caballo, todos pintados entre 1634 y 1635, durante la segunda etapa madrileña (1631-1649). El rey Felipe IV le nombró caballero de la Orden de Santiago (1658).

Diego Velázquez: El príncipe Baltasar Carlos, a caballo, 1634-1635.
Estilo: Barroco.
Técnica: Óleo sobre lienzo.
Temática: Retrato.
Dimensiones: 211 x 177 cm.
Museo Nacional del Prado, Madrid, España.

  

El príncipe Baltasar Carlos, a caballo fue uno de los cuadros que formaron parte de la galería de retratos ecuestres del Salón de Reinos del palacio del Buen Retiro de Madrid, construido entre 1630  y 1635. Se situó en uno de los lados cortos, sobre una puerta, entre los  cuadros de sus padres Felipe IV e Isabel de Borbón. De esta manera se quería  insistir en la idea de continuidad dinástica.

 El príncipe Baltasar Carlos tendría seis años en el momento en el que Velázquez pintó el cuadro. Así y todo, aparece con todos los elementos de quien estaba llamado a ser rey de la Monarquía Hispánica. Aparece erguido sobre la silla de montar, en actitud de mando, con semblante serio, sujetando las riendas del caballo con la mano izquierda y el bastón de mando de general con la mano derecha. Viste de gala. La piel pálida y el cabello rubio contrastan con el negro del sombrero y el chambergo.

El caballo se presenta en corveta de tres cuartos, con las patas delanteras en alto, apoyado en las traseras. Ofrece un vientre desarrollado en exceso si se observa a una corta distancia, pero tal deformación no la apreciaría el espectador que mirase el cuadro en el sitio original en el que fue situado, sobre una puerta. Llama la atención el desarrollo de las crines y la cola, movidas por la brisa.

El paisaje resalta las figuras del jinete y el caballo, que ocupan el centro del cuadro, en primer plano. El paisaje de fondo es un rincón de las sierras que rodean Madrid. Está estructurado sobre manchas de color predominantes, los ocres y verdes del suelo, en diagonal, y los azules y plateados del cielo, muy vaporoso.

La luz se concentra en el rostro del príncipe Baltasar Carlos con el fin de que el espectador se fije en su mirada severa y punzante. Procede desde un foco exterior al cuadro situado en parte derecha a más altura de la que se encuentra el príncipe Baltasar Carlos.

La paleta de colores es escasa, pero rica en tonalidades.

Se combinan pinceladas minuciosas para retratar al príncipe Baltasar Carlos y remarcar las texturas de su indumentaria, también para el caballo, con otras largas y fluidas para el paisaje, dar vaporosidad al cielo y crear la perspectiva aérea.

El príncipe Baltasar Carlos, a caballo pasa por ser uno de los retratos ecuestres más sobresalientes de Velázquez y del estilo barroco por su composición, virtuosismo técnico y estudio psicológico de un niño llamado a ser rey.

sábado, 12 de noviembre de 2022

San Julián de los Prados

El rey Alfonso II el Casto (791-842) impulsó la construcción de la iglesia de San Julián de los Prados, único edificio que se conserva del complejo palaciego de recreo que mandó levantar el rey una vez trasladó la capital del reino de Asturias a Oviedo. La iglesia hubo de levantarse entre 812 y 842. Por ello, pertenece a la etapa prerramiriense del arte prerrománico asturiano, que coincide con los años del reinado de Alfonso II el Casto. No se sabe quién es el autor de la obra, quizá fuese Tioda, arquitecto de Alfonso II el Casto. La iglesia se consagró a san Julián y santa Basilisa de Antioquía, el primero mártir de las persecuciones del emperador romano Diocleciano. El rey Alfonso III el Magno donó el conjunto palatino a la catedral de San Salvador de Oviedo en 896. La iglesia fue restaurada por el arqueólogo Fortunato Selgas entre 1912 y 1915 y en 1916 fue abierta la puerta sur del transepto. En 1917 fue declarada Monumento Histórico Artístico y en 1998 Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

La iglesia de San Julián de los Prados la mandó construir el rey Alfonso II el Casto. Pertenece a la etapa prerramiriense del arte prerrománico asturiano.

  

San Julián de los Prados presenta pórtico de acceso cuadrado, planta basilical de tres naves de tres tramos, sendas capillas en los extremos del transepto y cabecera tripartita, plana al exterior, con tres capillas de plata cuadrangular incomunicadas; la capilla central es más estrecha que la nave central. Las naves están separadas por pilares cuadrados sobre los que apean arcos de medio punto con dovelas de ladrillo. Los arcos se apoyan en cimacios y los pilares en basas cuadradas. La nave central es más alta y ancha que las laterales; está rematada con una espadaña campanario. La separación entre la nave principal y el crucero está marcada por un iconostasio de tres arcos, el central a modo de arco de triunfo. El muro interior de la capilla central ofrece una arquería ciega que apoya en columnas y capitales de mármol.

La planta de San Julián de los Prados presenta planta basilical.

 

Se afirma que en el lado norte del transepto debió existir una tribuna regia hecha en madera desde la cual el rey seguiría el oficio religioso.

Sobre la capilla central hay una ventana tripartita que indica la existencia de una cámara del tesoro.

Los muros son macizos y presentan contrafuertes hasta media altura.

Cada espacio tiene una altura diferente.

La cubierta del pórtico, las naves y el transepto es plana hecha en madera, y la de los ábsides tiene forma de bóveda de cañón hecha en piedra y apoyadas en impostas. Al exterior es a una y dos aguas.

La iluminación del interior se consigue gracias a los vanos abiertos en el muro cabecero y aprovechando la diferencia de altura entre la nave central y las laterales. Las ventanas presentan celosías.

Los materiales de construcción empleados para la construcción de San Julián de los Prados fueron el sillarejo en lajas irregulares unidas con mortero y sillares en las esquinas y contrafuertes con el fin de dar mayor consistencia a la edificación. Muchos de los materiales fueron reaprovechados de edificios romanos y visigóticos. Para el suelo se utilizó opus signinum.


Los muros de San Julián de los Prados están decorados con pinturas murales.

  

La decoración pictórica recorre los muros de la iglesia. Están realizadas al fresco. Presenta tres registros horizontales superpuestos. Los motivos son geométricos, simulaciones arquitectónicas y cruces de la victoria. La gama de colores es reducida: negro, ocre y rojo.

La decoración escultórica se concentra en los sillares corintios y dos jambas de la capilla central, decoradas con motivos geométricos y florales.

sábado, 5 de noviembre de 2022

Custodia de la santa, metropolitana y patriarcal iglesia catedral de Santa María de la Sede y de la Asunción de Sevilla, de Juan de Arfe

Juan de Arfe (León, 1535-Madrid, 1603) fue uno de los más destacados orfebres renacentistas españoles. Trabajó siguiendo el ideario del Concilio de Trento (1545-1563) y de la Contrarreforma y estuvo influido por el arquitecto Sebastiano Serlio. Entre sus clientes hay que citar al rey Felipe II, el duque de Lerma y a la Iglesia y entre sus trabajos más sobresalientes la custodia de la santa, metropolitana y patriarcal iglesia catedral de Santa María de la Sede y de la Asunción de Sevilla (1580-1587).

Juan de Arfe: Custodia de la Santa, Metropolitana y Patriarcal Iglesia Catedral de Santa María de la Sede y de la Asunción de Sevilla, 1580-1587.
Estilo: Renacimiento.
Técnica: Plata labrada.
Temática: Religiosa.
Dimensiones: 325 cm de altura.
Santa, metropolitana y patriarcal iglesia catedral de Santa María de la Sede y de la Asunción, Sevilla, España.

  

Juan de Arfe atendió el encargo que le hizo el canónigo Francisco Pacheco, quien ideó el programa iconográfico que se observa en la custodia de la santa, metropolitana y patriarcal iglesia catedral de Santa María de la Sede y de la Asunción de Sevilla, que se articula en cinco niveles.

En el primer nivel se representa la iglesia militante. En el exterior se reconocen las imágenes de los doctores de la Iglesia san Ambrosio, san Gregorio, san Jerónimo, santo Tomás y san Dámaso y en el interior las figuras de san Pedro, san Pablo, la Sabiduría y el Entendimiento. Además, en el podio de las columnas jónicas se cuentan 36 relieves, del Antiguo y del Nuevo Testamento a partes iguales, relacionados con la eucaristía, y en las hornacinas superiores las figuras de los sacramentos.

El segundo nivel está dedicado a la eucaristía. Lo ocupa el viril que recibe la sagrada forma rodeada por los cuatro evangelistas y más abajo las imágenes de los patrones de Sevilla por parejas mirando hacia Dios sacramentado; las parejas son las santas Justa y Rufina, santos Isidoro y Leandro, santos Hermenegildo y Sebastián, santos Servando y Germán, santos Carpófono y Laureano y santos Florencio y Clemente; además, aparecen ángeles; se apoyan en la balaustrada de este nivel. Las columnas son de orden corintio.

En el tercer nivel se representa la iglesia triunfante. En el interior se observa la escena del Cordero apocalíptico recostado sobre el Libro de los Siete Sellos, rodeado por el tetramorfos; además, aparecen escenas relacionadas con el sacrificio del Cordero y ángeles.

En el cuarto nivel aparecen representada la Santísima Trinidad; el Padre y el Hijo se disponen sentados bajo un arco coronado por el Espíritu Santo.

El quinto nivel está coronado por la representación de la Fe.

Se reconocen el arco serliano en los diferentes niveles de la custodia.

Los entablamentos entre nivel y nivel aparecen repujados.

El platero Juan de Segura recibió el encargo de reformar la custodia en 1668. Añadió un basamento y doce jarras e introdujo en el primer nivel una imagen de la Inmaculada en sustitución de la representación de la Fe, que pasó a ocupar la cúspide de la custodia en lugar de la esfera coronada con la cruz original.

La custodia de la santa, metropolitana y patriarcal iglesia catedral de Santa María de la Sede y de la Asunción de Sevilla, de Juan de Arfe, debe su valor artístico a la calidad en la ejecución y en la riqueza iconográfica, que se ajusta a los principios contrarreformistas, que se subrayaron tras la reforma barroca de Juan de Segura.