Fernando Yáñez
de la Almedina
(Almedina, 1475-1537) fue un destacado pintor renacentista que introdujo en
España las enseñanzas de Leonardo da Vinci después de regresar de Italia en
1506. Ese año se instaló en Valencia y realizó en colaboración con Fernando de
los Llanos el retablo de los Santos
Médicos para la iglesia catedral basílica metropolita de la Asunción de
Nuestra Señora de Valencia. Entre 1526 y 1531 trabajó en la catedral de Santa
María y San Julián de Cuenca, destacando el retablo
La adoración de los pastores. Su obra
maestra es Santa Catalina (1510).
Santa Catalina de Alejandría fue muerta
en martirio en 307. El emperador Majencio viajó a Alejandría y ordenó a sus
súbditos hacer sacrificios a los dioses. Catalina entró en el templo, se
santiguó, reprendió al emperador y le invitó a conocer al Dios verdadero. En el
palacio del emperador tuvo lugar un debate con un grupo de filósofos, que se convirtieron
al cristianismo. Majencio hizo ejecutar a los sabios y martirizar a Catalina
con unas ruedas con clavos y sierras dentadas, pero Catalina tocó las ruedas y se
rompieron, luego fue decapitada y su cuerpo transportado por ángeles al monte
Sinaí. Santa Catalina es la patrona de los filósofos.
Fernando Yáñez de la Almedina: Santa Catalina, 1510.
Estilo: Renacimiento.
Técnica: Óleo sobre tabla.
Temática: Religiosa.
Dimensiones: 212 x 112 cm.
Museo Nacional del Prado, Madrid, España.
Yáñez de la Almedina representa a santa
Catalina en primer término de pie de cuerpo entero, delante de una
arquitectura, en la parte baja renacentista, asemejando mármol, y en la parte
alta morisca, imitando piedra y ladrillo. Aparecen los símbolos martiriales que
identifican a santa Catalina: a sus pies la rueda dentada y en su mano derecha
la espada con la que fue decapitada; otros símbolos son la corona, que alude a
su ascendencia real, el libro en referencia a su sabiduría y la palma que dice
que murió siendo virgen. Santa Catalina está vestida con telas lujosas para
simbolizar su origen aristocrático; las telas son pesadas, en color azul, oro y
rojo, adornadas al modo morisco, con motivos epigráficos. La santa recoge con
su mano derecha la túnica formando pliegues angulosos. Aparece adornada con nimbo,
velo y un collar de perlas, oro y piedras preciosas. La disposición vertical de
santa Catalina se compensa con el movimiento suave de los brazos, y la
monumentalidad por la expresión leonardesca y
mirada delicada.
La trascendencia artística de Santa Catalina se debe a que le sirvió a
Yáñez de la Almedina para introducir en España el estilo leonardesco, como se
refleja en el rostro y la sonrisa de la santa.
El destino inicial de la tabla pudo ser
el retablo de la iglesia de Santa Catalina de Valencia, que llevó a término
junto con su colega Fernando de los Llanos. En el siglo XVIII el grabador
Vicente Peleguer compró el cuadro a la familia Creixel, luego formó parte de la
colección del marqués de Casa-Argudín. En 1923 estuvo expuesto en el Museo del
Prado y en 1946 lo compró el Ministerio de Educación Nacional.
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