sábado, 19 de noviembre de 2022

El príncipe Baltasar Carlos, a caballo, de Velázquez

Diego Velázquez (Sevilla, 1599-Madrid, 1660) es el pintor barroco español más universal. Se formó en Sevilla a la sombra de Herrera el Viejo y Francisco Pacheco. En 1623 se instaló en Madrid y fue nombrado pintor de cámara de Felipe IV. Viajó a Italia en dos ocasiones (1629 y 1649). Pintó cuadros costumbristas, desnudos, históricos, mitológicos, paisajes, religiosos y retratos. Entre los retratos ecuestres hay que citar Felipe III, a caballo, Felipe IV, a caballo, La reina Isabel de Borbón, a caballo, La reina Margarita de Austria, a caballo y El príncipe Baltasar Carlos, a caballo, todos pintados entre 1634 y 1635, durante la segunda etapa madrileña (1631-1649). El rey Felipe IV le nombró caballero de la Orden de Santiago (1658).

Diego Velázquez: El príncipe Baltasar Carlos, a caballo, 1634-1635.
Estilo: Barroco.
Técnica: Óleo sobre lienzo.
Temática: Retrato.
Dimensiones: 211 x 177 cm.
Museo Nacional del Prado, Madrid, España.

  

El príncipe Baltasar Carlos, a caballo fue uno de los cuadros que formaron parte de la galería de retratos ecuestres del Salón de Reinos del palacio del Buen Retiro de Madrid, construido entre 1630  y 1635. Se situó en uno de los lados cortos, sobre una puerta, entre los  cuadros de sus padres Felipe IV e Isabel de Borbón. De esta manera se quería  insistir en la idea de continuidad dinástica.

 El príncipe Baltasar Carlos tendría seis años en el momento en el que Velázquez pintó el cuadro. Así y todo, aparece con todos los elementos de quien estaba llamado a ser rey de la Monarquía Hispánica. Aparece erguido sobre la silla de montar, en actitud de mando, con semblante serio, sujetando las riendas del caballo con la mano izquierda y el bastón de mando de general con la mano derecha. Viste de gala. La piel pálida y el cabello rubio contrastan con el negro del sombrero y el chambergo.

El caballo se presenta en corveta de tres cuartos, con las patas delanteras en alto, apoyado en las traseras. Ofrece un vientre desarrollado en exceso si se observa a una corta distancia, pero tal deformación no la apreciaría el espectador que mirase el cuadro en el sitio original en el que fue situado, sobre una puerta. Llama la atención el desarrollo de las crines y la cola, movidas por la brisa.

El paisaje resalta las figuras del jinete y el caballo, que ocupan el centro del cuadro, en primer plano. El paisaje de fondo es un rincón de las sierras que rodean Madrid. Está estructurado sobre manchas de color predominantes, los ocres y verdes del suelo, en diagonal, y los azules y plateados del cielo, muy vaporoso.

La luz se concentra en el rostro del príncipe Baltasar Carlos con el fin de que el espectador se fije en su mirada severa y punzante. Procede desde un foco exterior al cuadro situado en parte derecha a más altura de la que se encuentra el príncipe Baltasar Carlos.

La paleta de colores es escasa, pero rica en tonalidades.

Se combinan pinceladas minuciosas para retratar al príncipe Baltasar Carlos y remarcar las texturas de su indumentaria, también para el caballo, con otras largas y fluidas para el paisaje, dar vaporosidad al cielo y crear la perspectiva aérea.

El príncipe Baltasar Carlos, a caballo pasa por ser uno de los retratos ecuestres más sobresalientes de Velázquez y del estilo barroco por su composición, virtuosismo técnico y estudio psicológico de un niño llamado a ser rey.

sábado, 12 de noviembre de 2022

San Julián de los Prados

El rey Alfonso II el Casto (791-842) impulsó la construcción de la iglesia de San Julián de los Prados, único edificio que se conserva del complejo palaciego de recreo que mandó levantar el rey una vez trasladó la capital del reino de Asturias a Oviedo. La iglesia hubo de levantarse entre 812 y 842. Por ello, pertenece a la etapa prerramiriense del arte prerrománico asturiano, que coincide con los años del reinado de Alfonso II el Casto. No se sabe quién es el autor de la obra, quizá fuese Tioda, arquitecto de Alfonso II el Casto. La iglesia se consagró a san Julián y santa Basilisa de Antioquía, el primero mártir de las persecuciones del emperador romano Diocleciano. El rey Alfonso III el Magno donó el conjunto palatino a la catedral de San Salvador de Oviedo en 896. La iglesia fue restaurada por el arqueólogo Fortunato Selgas entre 1912 y 1915 y en 1916 fue abierta la puerta sur del transepto. En 1917 fue declarada Monumento Histórico Artístico y en 1998 Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

La iglesia de San Julián de los Prados la mandó construir el rey Alfonso II el Casto. Pertenece a la etapa prerramiriense del arte prerrománico asturiano.

  

San Julián de los Prados presenta pórtico de acceso cuadrado, planta basilical de tres naves de tres tramos, sendas capillas en los extremos del transepto y cabecera tripartita, plana al exterior, con tres capillas de plata cuadrangular incomunicadas; la capilla central es más estrecha que la nave central. Las naves están separadas por pilares cuadrados sobre los que apean arcos de medio punto con dovelas de ladrillo. Los arcos se apoyan en cimacios y los pilares en basas cuadradas. La nave central es más alta y ancha que las laterales; está rematada con una espadaña campanario. La separación entre la nave principal y el crucero está marcada por un iconostasio de tres arcos, el central a modo de arco de triunfo. El muro interior de la capilla central ofrece una arquería ciega que apoya en columnas y capitales de mármol.

La planta de San Julián de los Prados presenta planta basilical.

 

Se afirma que en el lado norte del transepto debió existir una tribuna regia hecha en madera desde la cual el rey seguiría el oficio religioso.

Sobre la capilla central hay una ventana tripartita que indica la existencia de una cámara del tesoro.

Los muros son macizos y presentan contrafuertes hasta media altura.

Cada espacio tiene una altura diferente.

La cubierta del pórtico, las naves y el transepto es plana hecha en madera, y la de los ábsides tiene forma de bóveda de cañón hecha en piedra y apoyadas en impostas. Al exterior es a una y dos aguas.

La iluminación del interior se consigue gracias a los vanos abiertos en el muro cabecero y aprovechando la diferencia de altura entre la nave central y las laterales. Las ventanas presentan celosías.

Los materiales de construcción empleados para la construcción de San Julián de los Prados fueron el sillarejo en lajas irregulares unidas con mortero y sillares en las esquinas y contrafuertes con el fin de dar mayor consistencia a la edificación. Muchos de los materiales fueron reaprovechados de edificios romanos y visigóticos. Para el suelo se utilizó opus signinum.


Los muros de San Julián de los Prados están decorados con pinturas murales.

  

La decoración pictórica recorre los muros de la iglesia. Están realizadas al fresco. Presenta tres registros horizontales superpuestos. Los motivos son geométricos, simulaciones arquitectónicas y cruces de la victoria. La gama de colores es reducida: negro, ocre y rojo.

La decoración escultórica se concentra en los sillares corintios y dos jambas de la capilla central, decoradas con motivos geométricos y florales.

sábado, 5 de noviembre de 2022

Custodia de la santa, metropolitana y patriarcal iglesia catedral de Santa María de la Sede y de la Asunción de Sevilla, de Juan de Arfe

Juan de Arfe (León, 1535-Madrid, 1603) fue uno de los más destacados orfebres renacentistas españoles. Trabajó siguiendo el ideario del Concilio de Trento (1545-1563) y de la Contrarreforma y estuvo influido por el arquitecto Sebastiano Serlio. Entre sus clientes hay que citar al rey Felipe II, el duque de Lerma y a la Iglesia y entre sus trabajos más sobresalientes la custodia de la santa, metropolitana y patriarcal iglesia catedral de Santa María de la Sede y de la Asunción de Sevilla (1580-1587).

Juan de Arfe: Custodia de la Santa, Metropolitana y Patriarcal Iglesia Catedral de Santa María de la Sede y de la Asunción de Sevilla, 1580-1587.
Estilo: Renacimiento.
Técnica: Plata labrada.
Temática: Religiosa.
Dimensiones: 325 cm de altura.
Santa, metropolitana y patriarcal iglesia catedral de Santa María de la Sede y de la Asunción, Sevilla, España.

  

Juan de Arfe atendió el encargo que le hizo el canónigo Francisco Pacheco, quien ideó el programa iconográfico que se observa en la custodia de la santa, metropolitana y patriarcal iglesia catedral de Santa María de la Sede y de la Asunción de Sevilla, que se articula en cinco niveles.

En el primer nivel se representa la iglesia militante. En el exterior se reconocen las imágenes de los doctores de la Iglesia san Ambrosio, san Gregorio, san Jerónimo, santo Tomás y san Dámaso y en el interior las figuras de san Pedro, san Pablo, la Sabiduría y el Entendimiento. Además, en el podio de las columnas jónicas se cuentan 36 relieves, del Antiguo y del Nuevo Testamento a partes iguales, relacionados con la eucaristía, y en las hornacinas superiores las figuras de los sacramentos.

El segundo nivel está dedicado a la eucaristía. Lo ocupa el viril que recibe la sagrada forma rodeada por los cuatro evangelistas y más abajo las imágenes de los patrones de Sevilla por parejas mirando hacia Dios sacramentado; las parejas son las santas Justa y Rufina, santos Isidoro y Leandro, santos Hermenegildo y Sebastián, santos Servando y Germán, santos Carpófono y Laureano y santos Florencio y Clemente; además, aparecen ángeles; se apoyan en la balaustrada de este nivel. Las columnas son de orden corintio.

En el tercer nivel se representa la iglesia triunfante. En el interior se observa la escena del Cordero apocalíptico recostado sobre el Libro de los Siete Sellos, rodeado por el tetramorfos; además, aparecen escenas relacionadas con el sacrificio del Cordero y ángeles.

En el cuarto nivel aparecen representada la Santísima Trinidad; el Padre y el Hijo se disponen sentados bajo un arco coronado por el Espíritu Santo.

El quinto nivel está coronado por la representación de la Fe.

Se reconocen el arco serliano en los diferentes niveles de la custodia.

Los entablamentos entre nivel y nivel aparecen repujados.

El platero Juan de Segura recibió el encargo de reformar la custodia en 1668. Añadió un basamento y doce jarras e introdujo en el primer nivel una imagen de la Inmaculada en sustitución de la representación de la Fe, que pasó a ocupar la cúspide de la custodia en lugar de la esfera coronada con la cruz original.

La custodia de la santa, metropolitana y patriarcal iglesia catedral de Santa María de la Sede y de la Asunción de Sevilla, de Juan de Arfe, debe su valor artístico a la calidad en la ejecución y en la riqueza iconográfica, que se ajusta a los principios contrarreformistas, que se subrayaron tras la reforma barroca de Juan de Segura.