sábado, 26 de noviembre de 2016

Cristo de la Clemencia, de Martínez Montañés

Juan Martínez Montañés (Alcalá la Real, 1568-Sevilla, 1649) se formó como escultor en Granada en el taller de Pablo de Rojas. Se estableció en Sevilla en 1585 dando inicio a la escuela sevillana barroca. Su estilo se caracteriza por el realismo, la armonía y la serenidad. Entre sus obras más importantes hay que citar Cristo de la Clemencia (1606), el retablo de la iglesia de Santiponce (1609) y la Inmaculada de la santa, metropolitana y patriarcal iglesia catedral de Santa María de la Sede y de la Asunción de Sevilla (1628).

Juan Martínez Montañés: Cristo de la Clemencia, 1606.
Estilo: Barroco.
Técnica: Madera policromada.
Temática: Religiosa.
Dimensiones: 190 cm. sin la cruz.
Santa, metropolitana y patriarcal iglesia catedral de Santa María de la Sede y de la Asunción, Sevilla, España.
  

Juan Martínez Montañés utilizó madera de cedro para realizar el Cristo de la Clemencia o Cristo de los Cálices. De la policromía se encargó el pintor Francisco Pacheco, que practicó las técnicas del encarnado y del estofado.

El Cristo de la Clemencia representa a Jesús de Nazaret crucificado, pero aún vivo. Está sujeto a la cruz con cuatro clavos, uno en cada mano y uno en cada pie, aunque la pierna derecha se cruza al modo del Cristo de tres clavos. La cabeza es un prodigio de la escultura: está inclinada hacia su hombro derecho, con corona de espinas, la mirada hacia abajo, directa al creyente que se sitúe delante de él, en un plano inferior, y la boca se presenta entreabierta. La sangre se limita a las heridas de manos y pies y a la que se derrama desde la corona a rostro y pecho. No aparece la herida en el costado. El paño de pureza se recoge en un nudo hacia su lado derecho, sus pliegues son de pequeño tamaño, pero sirven para crear un juego de luces y sombras. La encarnación es en tono mate. El estudio anatómico es perfecto en las formas y comedido en la tensión muscular. La expresión del dolor es contenida y serena.

El Cristo de la Clemencia es manierista si se atiende a su canon alargado, pero barroco en el mensaje y forma de transmitirlo. Cristo dialoga con el creyente en torno al perdón: quien se le acerca lo hace para pedirle perdón, que lo recibe como prueba del amor misericordioso que el Señor tiene hacia sus hijos.

El contrato de ejecución de la imagen, el espíritu contrarreformista surgido del Concilio de Trento (1545-1563) y las influencias recibidas por Juan Martínez Montañés explican el tipo iconográfico del Cristo de la Clemencia.

El Cristo de la Clemencia fue un encargo personal de Mateo Vázquez de Leca, arcediano de Carmona, para su oratorio particular. En el contrato, de 5 de abril de 1603, se estipuló que el Crucificado debía “de estar vivo… con la cabeza inclinada sobre el pecho, mirando a cualquier persona que estuviese orando al pie del, como que está el mismo Cristo hablándole”.

Quien mira a los ojos del Cristo de la Clemencia dialoga con él y le pide perdón.
  

La Contrarreforma católica insistió en desarrollar el tema de la crucifixión dado que Jesús de Nazaret con su muerte en la cruz redimió a los hombres.

Juan Martínez Montañés se vio influido por el pintor Francisco Pacheco y por santa Brígida; ambos eran de la opinión de que Jesús de Nazaret fue crucificado con cuatro clavos.

Fue así que Juan Martínez Montañés definió el modelo de los crucificados barrocos sevillanos con el Cristo de la Clemencia, para muchos el Cristo “más bello de la escultura barroca”.

Hoy el Cristo de la Clemencia se conserva y venera en la sacristía de los Cálices de la catedral de Santa María de la Sede de Sevilla.

sábado, 19 de noviembre de 2016

San Pedro de la Nave

La iglesia de San Pedro de la Nave se encuentra en El Campillo (Zamora). Se construyó entre 680 y 711. Se cita por primera vez con el nombre de San Pedro de Estula en un documento de 907 en el cual Alfonso III (866-910) la dona al pueblo de Perdices. En un principio se pensó que fuese una iglesia monacal, pero se terminó abriendo a los vecinos.

Vista exterior de San Pedro de la Nave. Se distinguen las diferentes alturas de la nave central, de las laterales y del cimborrio. Los vanos son escasos.


San Pedro de la Nave conjuga dos tipos de planta, basilical y cruciforme, dentro de un rectángulo de 16,80 x 11,20 m. Además, cuenta con un ábside de 4,80 x 4,00 m. y dos pórticos de acceso en los lados norte y sur de 4,80 x 3,20 m. Ábside y pórticos de acceso son planos al exterior y al interior. El acceso principal está a los pies del templo. La nave central es más alta y ancha que las laterales y está separada de ellas por arcos de herradura visigodos sobre pilares. El crucero está cubierto por un cimborrio con linterna que sobresale en altura; se sostiene sobre cuatro arcos torales de herradura visigodos que apean sobre columnas adosadas a los pilares angulares del presbiterio y la nave central. El presbiterio está dividido en dos tramos, el mayor es doble al menor y se dispone junto al crucero. Las cámaras laterales que flanquean el presbiterio son de menor altura, y debieron ser celdas eremíticas. El arco frontal del ábside de la capilla mayor es de herradura visigodo y descansa sobre columnas adosadas a los machones angulares del presbiterio.

La planta de San Pedro de la  Nave combina los tipos basilical y cruciforme.


Al exterior se aprecia la diferencia de altura entre cimborrio, nave central y de crucero y las naves laterales. Se accede a la iglesia a través de tres puertas, una da a la nave principal y otras dos al transepto, con forma de arco de herradura visigodo. También se aprecia el carácter macizo de la iglesia pues los vanos son escasos y de pequeño tamaño, el más grande se sitúa sobre la puerta de acceso a la nave principal.

En el interior el sistema de cubrición es la bóveda de cañón. Al exterior el cimborrio se cubre a cuatro aguas, la nave principal, el transepto y el ábside a dos vertientes y las naves laterales a un agua.

Vista interior de San Pedro de la Nave. El arco de acceso a la capilla mayor es de herradura visigodo. Los capiteles y cimacios de las columnas están decorados con esculturas en bajo relieve.


En la construcción de San Pedro de la Nave se utilizaron diversos materiales: sillares de granito, mármol y madera. El sistema de construcción fue a hueso, es decir, sin argamasa. Durante la construcción se reutilizaron columnas romanas de mármol con fuste de una sola pieza.

La decoración escultórica es obra del llamado Maestro de San Pedro de la Nave. Se concentra en una hilera de sillares y en los cimacios y los capiteles de las columnas. En los dos primeros la decoración está formada por roleos que contiene motivos vegetales y zoomórficos. La decoración más valiosa se concentra en los capiteles de las columnas; en ellos se narran escenas de la Biblia que servían para ilustrar a la población analfabeta; cabe citar Daniel en el foso de los leones y El sacrificio de Isaac. La decoración escultórica está realizada a bisel, en bajo relieve y a dos planos. Importa más la temática que la técnica. Además, en el exterior se identifican trece marcas de cantería.

Los capiteles de las columnas contienen la decoración escultórica de más valor de San Pedro de la Nave. En este se identifica el tema de Daniel en el foso de los leones.


San Pedro de la Nave fue declarada monumento nacional en 1912. En 1932 fue trasladada de su ubicación original para evitar que fuese anegada por el embalse de Ricobayo. Hoy se encuentra en la localidad de El Campillo (Zamora).

sábado, 12 de noviembre de 2016

Cruz de la Victoria

La Cruz de la Victoria fue donada en 908 por Alfonso III el Magno, rey de Asturias (866-910), y su esposa Jimena a la iglesia de San Salvador de Oviedo, hoy desaparecida. La leyenda dice que fue la cruz de madera que don Pelayo empuñó durante la victoriosa batalla de Covadonga (722) contra el invasor musulmán. Fue el rey Alfonso III el Magno quien mandó que se cubriese de oro y piedras preciosas para su conservación en Oviedo, tras el traslado de la capital del reino de Asturias a León. Ha sido restaurada en dos ocasiones: en 1942 para reparar los desperfectos ocasionados por los sublevados durante la revolución de Asturias de 1934, que dinamitaron la Cámara Santa de la catedral de San Salvador de Oviedo, y en 1985, para restaurar el daño causado tras su robo en 1977.

Se desconoce el autor o autores, pero se sabe que fue hecha en el castillo de Gauzón.

Anónimo: Cruz de la Victoria, 908.
Estilo: Prerrománico asturiano.
Técnica: Mixta en madera, esmalte, oro y piedras preciosas talladas.
Temática: Religiosa.
Dimensiones: 92 x 72 x 2,5 cm.
Catedral de San Salvador, Oviedo, España.
  

La Cruz de la Victoria tiene forma de cruz latina. Los dos brazos se unen por el centro, lugar que en el reverso acoge un relicario; se ensanchan desde el centro hacia los extremos; los extremos superior y de los brazos de la cruz terminan en círculos coronados por otros tres casi cerrados; el del extremo inferior termina en dos círculos casi cerrados.

La cruz está hecha en madera de roble recubierta con láminas de oro, esmaltes y pedrería tallada. El reverso es liso y tiene incrustadas cuatro gemas en cabujón en cada extremo; otras gemas más pequeñas están incrustadas en los bordes. Los clavos que fijan las láminas de oro a la cruz de madera están ocultos por esmaltes en forma de florecillas y esferitas.

En el reverso de la cruz en letras de oro se lee en latín vulgar:

“SVSCEPTVM PLACIDE MANEAT HOC IN HONORE DI QVOD OFFERVNT FAMVLI XPI ADEFONSVS PRINCES ET SCEMENE REGINA QVISQVIS AVFERRE HOC DONARIA NOSTRA PRESVMSERIT FVLMINE DIVINO INTEREAT IPSE HOC OPVS PERFECTVM ET CONCESSVM EST SANTO SALVATORI OVETENSE SEDIS HOC SIGNO TVETVR PIVS HOC SIGNO VINCITVR INIMICVS ET OPERATVM ES IN CASTELLO GAVZON AGNO REGN NSI XLII DISCVRRENTE ERA DCCCCXLVI”,

que se traduce por:

“Permanezca esto con complacencia en honor de Dios, que ofrecen los servidores de Cristo Alfonso príncipe y Jimena reina. Quienquiera que arrebatara este don nuestro sea fulminado por el rayo divino. Esta obra se terminó y concedió a San Salvador ovetense. Este signo protege al piadoso. Este signo vence al enemigo. Y se fabricó en el castillo de Gauzón el año 42 de nuestro reinado, trascurriendo la Era 946 (año 908)”.

La Cruz de la Victoria cumplió dos funciones: la de relicario, por el compartimiento en el centro de la cruz, y la de cruz procesional, por carecer de astil para su colocación sobre el altar.

La trascendencia artística de la Cruz de la Victoria radica en ser una de las dos cruces que se conservan de la orfebrería prerrománica asturiana (la otra es la Cruz de los Ángeles).

La Cruz de la Victoria se custodia en la Cámara Santa de la catedral de San Salvador de Oviedo.

Desde 1857 una representación de la Cruz de la Victoria aparece en el escudo de la Diputación de Asturias y desde 1984 en la bandera del Principado de Asturias.

viernes, 4 de noviembre de 2016

Museo de Bellas Artes de Sevilla

El Museo de Bellas Artes de Sevilla fue creado en 1836. Se eligió como sede el convento de la Merced Calzada de la Asunción, concluido en 1662 siguiendo los planos de Juan de Oviedo, y una vez ejecutada la exclaustración tras la desamortización de Mendizábal. Desde ese momento el museo comenzó a recibir obras de arte de conventos y monasterios suprimidos de la provincia de Sevilla y se inauguró en 1841. Entre 1985 y 1993 fue rehabilitado con el fin de modernizarlo.

Zurbarán pintó Apoteosis de santo Tomás de Aquino en 1631.
Es uno de los cuadros más valiosos del Museo de Bellas Artes de Sevilla.


Los fondos más antiguos del museo se remontan a la Edad Media, pero la mayor parte de las pinturas pertenecen a la escuela barroca sevillana. Entre las más valiosas hay que citar de Zurbarán, Apoteosis de santo Tomás de Aquino (1631), de Murillo, Virgen de la servilleta (1668) y de Valdés Leal, Inmaculada (1672). Del siglo XVIII hay que mencionar a Domingo Martínez, del XIX a Gonzalo Bilbao y Valeriano Bécquer y del XX a Ignacio Zuloaga.

Vigen de la servilleta (1668) es una de las obras maestras de Murillo que exhibe el Museo de Bellas Artes de Sevilla.


Las mejores esculturas del museo también son barrocas. Hay que citar de Juan Martínez Montañés, Santo Domingo penitente (1605), de Juan de Mesa, San Juan Bautista (1623) y de Pedro de Mena, San Juan Bautista Niño (1674).

Juan Martínez Montañés esculpió Santo Domingo penitente en 1605.
Es una de las esculturas más admiradas del Museo de Bellas Artes de Sevilla.


Durante la primera mitad del siglo XX los fondos del museo aumentaron gracias a donaciones particulares, las más importantes las de Rafael González Abreu (1928), José Gestoso (1931) y Andrés Parladé (1945), que aportaron además de pinturas, armas, cerámicas, mobiliario y tejidos.

En los últimos años los fondos del museo han seguido creciendo gracias a las adquisiciones de la Junta de Andalucía y a las donaciones de los herederos del pintor Javier de Winthuysen y a las realizadas por Felix Lacárcel, López Cabreara y Jiménez Alpériz.