Alonso Cano (Granada, 1601-ídem, 1667) fue
arquitecto, escultor y pintor barroco. Como pintor se formó en el taller
sevillano de Francisco Pacheco a partir de 1615. Además, estudió a Velázquez y
Tiziano. En 1624 obtuvo el título de Maestro Pintor por San Francisco de Borja. En 1638 se instaló en Madrid y el
conde-duque de Olivares le nombró Pintor de cámara del rey Felipe IV. Entre sus
cuadros destacan El milagro del pozo (1640), Inmaculada
Concepción (1648) y San Jerónimo penitente en el desierto (1660).
Alonso Cano: El
milagro del pozo, 1640.
Estilo: Barroco.
Técnica: Óleo sobre lienzo.
Técnica: Óleo sobre lienzo.
Temática: Religiosa.
Dimensiones: 216 x 149 cm.
Museo Nacional del Prado, Madrid, España.
Se dice que el hijo de san Isidro
labrador y santa María de la Cabeza cayó a un pozo mientras sus padres
trabajaban. La santa pidió a su marido que salvase al hijo de ambos. El santo
pidió a la Virgen María que intercediese ante el Señor con el fin de conseguir
la salvación del niño. Entonces las aguas del pozo comenzaron a subir y el niño
salvó la vida. Alonso Cano eligió el momento en el que el hijo de los santos ya
estaba a salvo en brazos de su madre.
La composición gira alrededor del niño y
su madre, en el centro del lienzo, a la izquierda el santo, de pie, sujetado un
rosario que ase su hijo, dos mujeres, dos niños y un perro completan la escena.
Los niños y el perro disfrutan del agua. Parecería una escena de género si no
fuese por el nimbo que adorna a san Isidro labrador.
La pincelada es suelta al modo
velazqueño, lo que rompía con la tradición sevillana de Alonso Cano de
pincelada definida.
La gama cromática es escasa,
predominando el pardo en diversas tonalidades, además del rojo del vestido de
santa María de la Cabeza, el blanco y el amarillo.
La luz está difuminada envolviendo a las
figuras, al modo veneciano por influencia de Tiziano, y disminuye desde el
centro del lienzo hacia el exterior.
El cuadro lo encargó la reina Isabel de
Borbón, esposa de Felipe IV, para coronar el retablo mayor de la iglesia de Santa María de la
Almudena, donde permaneció hasta su demolición en el siglo XIX. Entonces pasó a
la iglesia del Sacramento. Por último, en 1941 engrosó los fondos del Museo
Nacional del Prado.
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