sábado, 4 de octubre de 2025

San Vicente y San Valero de Roda de Isábena

La primitiva iglesia mayor de Roda de Isábena se consagró en 819, siendo el obispo Odisendo quien la consagró como catedral en 956, bajo la advocación de san Vicente Mártir. Entre 1003 y 1006 fue saqueada por Abd al-Malik. Con el respaldo de Sancho III el Mayor (rey de Pamplona, 1004-1035) se procedió a la reconstrucción de la iglesia, consagrada como catedral de San Vicente y San Valero por el obispo Arnulfo en 1030, bajo la advocación de ambos santos, tras recibir las reliquias del segundo. En 1149 dejó de ser catedral para ser iglesia, después de que fuese absorbida por la diócesis de Lérida, tras ser reconquistada; desde entonces tiene consideración de iglesia parroquial, aunque muchos la siguen citando como catedral. La iglesia fue declarada Monumento Histórico Nacional en 1927 y restaurada en los años setenta del siglo XX bajo la dirección de Francisco Pons Sorolla.

La iglesia de San Vicente y San Valero se inició en estilo románico lombardo, pero, después de sustituir a los maestros italianos por otros navarros, el estilo románico de la catedral cambió al característico del Camino de Santiago. Se desconoce quién fue su autor, pero se apunta que pudo ser Bradilano, conocido como maestro de Roda. Se construyó entre los siglos XI y XIII, pero en el siglo XVIII se levantaron, en estilo neoclásico, el pórtico meridional, que antecede a la portada románica, y la torre campanario, que vino a sustituir a la original.

La fachada y la torre campanario de la iglesia de San Vicente y San Valerio de Roda de Isábena se edificaron en estilo neoclásico durante el siglo XVIII, siendo muy posteriores a la construcción del templo, que se realizó entre los siglos XI y XIII en estilo románico.

  

La iglesia de San Vicente y San Valerio de Roda de Isábena presenta planta basilical de tres naves, siendo la central de mayor desarrollo, cabecera triabsidial, con ábsides de planta semicircular, antecedida de un espacio rectangular, que hace las veces de presbiterio; el ábside central es el de mayores dimensiones; la nave central ofrece cuatro tramos, el cuarto sobresale a los pies del templo; carece de crucero; en el lado meridional, en el que se abre el acceso a la iglesia, se reconocen un atrio y una torre campanario, y en el lado norte se adosa el claustro, de planta cuadrangular, y dependencias anexas.

La planta de la iglesia de San Vicente y San Valero de Isábena es basilical de tres naves y cabecera triabsidial, con ábsides de planta hemiesférica.

  

La fachada meridional del siglo XVIII es de estilo neoclásico. Fue diseñada por Silvestre Colás y ejecutada por el equipo del maestro albañil Dionisio Lanzón. Se antepone a la primigenia de estilo románico. Presenta dos cuerpos; en el inferior se cuentan cinco arcos de medio punto rebajados, abriéndose el acceso por el central tras ascender por una escalinata que lleva al atrio; el arco central es de mayor desarrollo que los laterales, que descansan sobre un murete, que delimita el atrio; los arcos están enmarcados por pilastras. El cuerpo superior descansa sobre un entablamento; es de menores dimensiones que el inferior; sobre el arco central se abre una hornacina, que recibe la imagen San Vicente, de bulto redondo; sobre los arcos laterales se abren vanos adintelados; el cuerpo central aparece rematado por un frontón triangular.

La portada original del siglo XIII es de estilo románico. Se encuentra en el muro meridional. Es de medio punto y cuenta con seis arquivoltas abocinadas, que descansan sobre un ábaco corrido, decorado con lacerías, y este sobre capiteles historiados; los temas de los capiteles del lado izquierdo son de izquierda a derecha los de Adán y Eva en el Paraíso, San Miguel luchando contra el dragón, el sacrificio de Isaac, el obispo san Ramón bendiciendo entre los diáconos, San Miguel pesando las almas y la Presentación de Jesús de Nazaret en el templo; los temas de los capiteles del lado derecho son de izquierda a derecha la Huida a Egipto, la lucha de un caballero contra un león, la Adoración de los Magos, la Visitación y la Anunciación. Las arquivoltas aparecen lisas, excepto la exterior, decorada con puntas de diamante. El fuste de las columnas es liso; estas descansan sobre basamento corrido. Las hojas de la puerta están decoradas con herrajes originales.

La portada original a la iglesia de San Vicente y San Valero de Roda de Isábena es del siglo XIII y de estilo románico. El acceso es en medio punto y cuenta con seis arquivoltas abocinadas.

  

La torre campanario del siglo XVIII es de estilo neoclásico y vino a sustituir a la original de estilo románico. Es de planta hexagonal. Presenta tres cuerpos separados por cornisas, siendo el inferior el de mayor desarrollo, además presenta arcos de medio punto ciegos en sus lienzos, excepto en uno, en el que se abre un vano alargado; el segundo cuerpo es el de menor desarrollo; el cuerpo superior recibe las campanas y presenta vanos de medio punto de diferentes tamaños. Está rematada por un chapitel. 

La cabecera de la iglesia de San Vicente y San Valero de Roda de Isábena es triabsidial hemiesférica, ofreciendo el ábside central un mayor desarrollo. Al exterior, se ajusta a la tipología lombarda, los muros están recorridos por lesenas, que remarcan la verticalidad de la cabecera, y los aleros descansan en arquillos ciegos. En cada lienzo de los ábsides se abren vanos de medio punto alargados y abocinados. 

El interior de la iglesia de San Vicente y San Valero de Roda de Isábena presenta dos niveles; en el superior se encuentran los ábsides, debido a que bajo ellos se encuentran las criptas, y en el inferior las naves del templo. La nave central aparece cubierta con una bóveda de cañón apuntado, las laterales con bóvedas de arista; las bóvedas aparecen reforzadas con arcos fajones y descansan sobre pilares cruciformes; los presbiterios están cubiertos con bóvedas de cañón apuntado y los ábsides con bóveda de horno. La iglesia se ilumina a través de los vanos que se abren en las naves laterales de los ábsides.

El interior de la iglesia de San Vicente y San Valero de Roda de Isábena presenta dos alturas, situándose el presbiterio y el altar mayor sobre la cripta de San Ramón, que se encuentra al mismo nivel que las naves.

  

La iglesia de San Vicente y San Valerio de Roda de Isábena cuenta con tres criptas. La primera cripta, o septentrional, se extiende bajo la nave del Evangelio; se la conoce como cripta de San Valerio, por estar bajo su advocación, Sala del Archivo o Sala del Tesoro, al haber cumplido estas funciones en el pasado; es de planta rectangular, cubierta por una bóveda de cañón, rematada por un ábside semicircular, cubierto con una bóveda de horno; está decorada con pinturas murales al temple del siglo XIII y de estilo románico; se reconocen diferentes escenas, el Pantocrator y el Tetramorfos, el calendario mes a mes con los trabajos agrícolas, san Juan Bautista bautizando a Jesús de Nazaret, san Miguel pesando las almas, animales fantásticos y escenas de lucha entre hombres y animales. La segunda cripta, o cripta de San Ramón, se extiende bajo el presbiterio y el altar mayor, pero al mismo nivel que las naves de la iglesia; presenta un triple acceso bajo arcos de medio punto, que apoyan en pilastras exentas; está cubierta por bóvedas de arista; remata en ábside semicircular, cubierto con bóveda de horno; recibe iluminación natural a través de dos vanos en aspillera. La tercera cripta, o meridional, se extiende bajo la nave de la Epístola; es la más sencilla de las tres; llaman la atención las pilastras esquineras, que se sitúan en los vértices de la cripta; hace las veces de sacristía.

La cripta de San Valero conserva restos de pinturas murales del siglo XIII de estilo románico.

  

El claustro aparece adosado al muro norte de la iglesia. Se construyó durante el segundo cuarto del siglo XII. Tiene tres accesos: el primero situado en el primer tramo de la nave del Evangelio, en arco de medio punto con dos arquivoltas y tímpano liso; el segundo junto a la sala capitular; y el tercero junto al refectorio. Ofrece planta cuadrangular. Las arcadas son de medio punto, decoradas con el taqueado jaqués; los capiteles reciben escenas geométricas, vegetales y zoomórficas. Los ángulos del claustro están reforzados con arcos dobles. Los cimacios y salmeres están decorados con 191 inscripciones funerarias de los siglos del XII al XV. En el centro del claustro se dispone un aljibe y a su alrededor la sala capitular, la capilla de San Agustín y el refectorio. El techado del claustro es una armadura de madera, que descansa sobre ménsulas. 

En la panda este del claustro se abre la sala capitular, adosada al ábside septentrional de la iglesia. Se accede a través de un arco, flanqueado por dos arcos a cada lado sobre podio corrido; los arcos son de medio punto peraltado sobre cimacio y capitel; los fustes y los cimacios son lisos, los capiteles están decorados con motivos vegetales y los intradoses con laudas funerarias. 

Desde la sala capitular se accede a la capilla de San Agustín. Sus dimensiones son reducidas. Ofrece planta rectangular de una nave, cubierta con bóveda de cañón, y ábside semicircular, cubierto con bóveda de horno. Para su construcción se aprovecharon partes de los muros anteriores, que presentan opus spicatum. La bóveda del ábside está decorada con pinturas murales románicas del siglo XII, de las que solo quedan restos; se reconocen un Pantocrator, un Tetramorfos, ángeles, san Agustín y otros santos.

En la panda este del claustro de la iglesia de San Vicente y San Valero de Roda de Isábena se abre la sala capitular. El intradós de los arcos está decorado con laudas sepulcrales decoradas con inscripciones.

 

El refectorio se abre en la panda septentrional del claustro. Presenta planta rectangular,  cubierto con bóveda de medio cañón apuntado, dividida en cuatro tramos por arcos de medio punto, que descansan sobre ménsulas de gran tamaño. Aún se conservan restos de las pinturas murales originales, reconociéndose el tema del Descendimiento. 

Las cubiertas exteriores de la iglesia de San Vicente y San Valero de Roda de Isábena varían según aquella parte que se cubra; la iglesia se cubre a dos aguas, el ábside a una vertiente, la cubierta de las pandas del claustro es a un agua, la sala capitular a dos vertientes y el refectorio a cuatro aguas. 

Otros elementos llamativos de la iglesia de San Vicente y San Valero de Roda de Isábena son el ara del altar mayor, la mazonería del retablo mayor, retablos góticos, la arqueta de San Valero, la silla y el sepulcro de San Ramón, la pila bautismal, el coro y el órgano.

sábado, 27 de septiembre de 2025

La Crucifixión, de Juan de Flandes

Juan de Flandes (¿?, 1465-Palencia, 1519) fue uno de los pintores más destacados del Renacimiento español. De origen flamenco, se formó en la Escuela de Brujas; sin embargo, desarrolló la mayor parte de su carrera artística en Castilla desde 1496, cuando la reina Isabel la Católica le nombró pintor de Corte. Entre sus obras destacan Retablo de Isabel la Católica (1496-1504), La resurrección de Lázaro (1510-1518) y La Crucifixión (1509-1519).

Juan de Flandes: La Crucifixión, 1509-1519.
Estilo: Renacimiento.
Técnica: Óleo sobre tabla.
Temática: Religiosa.
Dimensiones: 123 x 169 cm.
Museo Nacional del Prado, Madrid, España.

  

Juan de Flandes pintó La Crucifixión como parte del retablo mayor de la catedral de San Antolín de Palencia por encargo del obispo Juan Rodríguez de Fonseca. Estuvo situada en la calle central del retablo entre las tablas Camino del Calvario y Entierro de Cristo.

Atendiendo al sitio que iba a ocupar la tabla, Juan de Flandes optó por un formato de gran tamaño, disposición apaisada y con los elementos esenciales; además, eligió el momento en el que la mayoría de testigos de la crucifixión de Cristo marcharon y con él solo quedaron, de izquierda a derecha, san Juan, la Virgen María, María de Cleofás, María Salomé, María Magdalena, dos jinetes y un soldado, además de los personajes inanimados de la nube, el tarro de ungüentos, la calavera, el fémur y la cadera, piedras preciosas y Jerusalén al fondo.

El eje de la composición lo ocupa Cristo en la cruz. Su aspecto es siríaco, aparece con corona de espinas, clavado con tres clavos, lo que desequilibra las caderas teniendo como consecuencia que Cristo aparezca en contraposto, cabeza inclinada hacia el hombro derecho y de las manos, del costado derecho y de los pies mana sangre, la del costado alcanza el paño de pureza y continúa por el muslo de la pierna derecha. Sobre la cabeza de Cristo se extiende una filacteria en la que se lee INRI, abreviatura latina de Iesvs Nazarenvs Rex Ivdeaorvn, que se traduce por Jesús de Nazaret, Rey de los judíos.

La Virgen María aparece sentada sobre una piedra, vestida de verde y blanco, con rostro cubierto de lágrimas por la pérdida de su hijo. Junto a ella se reconocen el apóstol san Juan, María de Cleofás y María Salomé, mirando a la Virgen María con semblantes afectados, rostros cubiertos de lágrimas y manos en posición orante. Sin embargo, María Magdalena dirige su mirada a Cristo en la cruz. Los jinetes y el soldado, con armadura del siglo XVI y de espaldas al espectador, dirigen su mirada a Cristo en la cruz.

Los gestos, los colores y muchos de los elementos que componen la escena tienen un significado simbólico: las manos de María Cleofás y María Salomé, el poder de la oración; el blanco, la pureza; el verde, la esperanza; el azul, la nobleza de corazón; el rojo, la Pasión; y el dorado, la Gloria; el tarro de los ungüentos, el perdón de los pecados; el soldado el cumplimiento de las profecías; la calavera, el fémur y la cadera, el pecado capital de Adán y Eva; y las piedras preciosas, el Paraíso.

Juan de Flandes aprovechó el gran tamaño de las figuras para dotarlas de monumentalidad, volumen y pliegues marcados, además remarcó algunos contornos para subrayar el modelado de las figuras.

La luz entra por el lado izquierdo proyectando las sombras hacia la derecha.

Los colores tienen una tonalidad oscura en coherencia con los semblantes doloridos de los personajes que aparecen en la escena.

La Crucifixión fue trasladada a la Sala Capitular de la catedral de San Antolín de Palencia en 1559, don Manuel Arburúa la compró en 1944 para su colección particular y la constructora Ferrovial en 2005, año en el que la donó al Museo Nacional del Prado en concepto de pago de impuestos.

sábado, 20 de septiembre de 2025

Santa María de Retortillo

La iglesia de Santa María de Retortillo se construyó en el siglo XII en estilo románico. Se edificó dentro de las ruinas de la ciudad romana de Julióbriga siguiendo la costumbre medieval de levantar iglesias sobre templos paganos con el fin de sacralizar ese espacio.

De la iglesia de Santa María de Retortillo llaman la atención la portada, la escalinata que lleva a la espadaña y los elementos decorativos.

  

La iglesia de Santa María de Retortillo presenta planta de una sola nave, presbiterio y ábside semicircular. Los muros perimetrales están reforzados con contrafuertes.

La iglesia de Santa María de Retortillo se levantó sobre las ruinas de la ciudad de Julióbriga. Presenta una sola nave, presbiterio y ábside semicircular.

  

La fachada meridional acoge la portada a la iglesia, siendo uno de los elementos más llamativos de la iglesia de Santa María de Retortillo. Presenta tres arquivoltas de medio punto doveladas carentes de decoración; estas descansan sobre jambas lisas, que rematan en impostas decoradas con motivos vegetales y reticulares. Sobre el acceso se distingue un tímpano semicircular empotrado, rescatado de la perdida fachada principal del templo; alberga un mesorrelieve en el que se distinguen enfrentados un grifo, a la izquierda, y un león alado, a la derecha, uniendo dos de sus patas delanteras, sobre estas descansa una cruz griega inscrita en un círculo y sobre las fieras una pareja de ángeles portan una cruz latina; el propósito es transmitir la idea del triunfo del bien, representado por la cruz, sobre el mal, simbolizado por las bestias. Sobre el tímpano se abre una hornacina, que acoge una imagen de la Virgen con el Niño en brazos; la Virgen aparece suspendida sobre cabezas de ángeles, coronada y con manto; es de hechura renacentista.

La portada de la iglesia de Santa María de Retortillo destaca por su sobriedad, siendo el tímpano el elemento de más valor artístico y simbólico por representar el triunfo del bien sobre el mal.

  

La cabecera ofrece un ábside semicircular; se divide en tres lienzos verticales mediante dos contrafuertes sobre los cuales descansan dos columnillas emparejadas; las columnas presentan pedestal troncocónico compartido y basa, sobre el contrafuerte correspondiente, fuste liso y capiteles, que sirven para sostener el alero de la cornisa. En cada lienzo del ábside se abre un vano de medio punto, el central descansa sobre columnas y los laterales se prolongan hasta los alfeizares; el vano central presenta tres arquivoltas, un guardapolvos decorado con motivos florales y dos columnas con basas y capiteles decorados con motivos zoomórficos, parejas de gallos y cuadrúpedos rampantes.


El ábside semicircular de la iglesia de Santa María de Retortillo aparece dividido en tres paños verticales por contrafuertes y parejas de columnas.

  

A los pies de la iglesia de Santa María de Retortillo se levantó una espadaña campanario de tres troneras, dos en la base y una sobre estas de menor tamaño, las tres en arco apenas apuntado. Se accede a la espadaña campanario mediante una escalinata.

La cabecera de la iglesia de Santa María de Retortillo se divide en dos tramos, el presbiterio, recto y cubierto con bóveda de cañón, y el ábside, semicircular y cubierto con bóveda de horno.

  

Al presbiterio se accede bajo un arco triunfal, que apea en columnas embebidas en el muro; de estas el elemento más llamativo es el capitel, el septentrional muestra dos caballeros combatiendo a caballo y el meridional la Paz de Dios impuesta por la Iglesia, simbolizada por una mujer que se interpone entre dos caballeros dispuestos para combatir. En los muros presbiteriales se abren dos arcos ciegos de medio punto sobre columnas con capiteles decorados con motivos vegetales y zoomórficos; cuentan con baquetones y guardapolvos ajedrezado; en las enjutas se distinguen dos relieves zoomórficos, sendas parejas de leones y aves. De los tres vanos absidiales de medio punto, el central cuenta con columnas.


En el capitel en el que se representa la Paz de Dios se distingue una mujer separando a dos caballeros dispuestos al combate.

  

La nave aparece cubierta por una bóveda estrellada, que no es original, el presbiterio por una de cañón apuntada y el ábside por una de horno. Al exterior las cubiertas son a dos aguas, excepto la del ábside, semicircular a una vertiente.

Para la construcción de la iglesia de Santa María de Retortillo se utilizaron sillares de granito.

sábado, 13 de septiembre de 2025

Museo de Bellas Artes de Asturias

El Museo de Bellas Artes de Asturias, con sede en Oviedo, se abrió al público en 1980. Su historia arranca en 1969, año en el que la Diputación Provincial de Asturias y el Ayuntamiento de Oviedo constituyeron la Fundación Pública Centro Provincial de Bellas Artes. En 2015 se amplió con un nuevo edificio, lo que permitió sumar metros expositivos y mostrar nuevas obras. 

La colección de arte del Museo de Bellas Artes de Asturias se creó a partir de los fondos de la antigua Diputación Provincial de Asturias, el antiguo Museo de Pinturas Provincial de Bellas Artes de San Salvador de Oviedo, la dación en pago de la Colección Pedro Masaveu Peterson y donaciones particulares. En la actualidad suma más de 15.000 piezas entre carteles de cine, cuadros, dibujos, esculturas, fotografías, grabados, lozas, planchas calcográficas y vidrios, distribuidas por los tres edificios expositivos que forman el museo.

San Pablo (ca. 1608-1614), de El Greco, es una de las obras más valoradas del Museo de Bellas Artes de Asturias.

  

El Palacio de Velarde acoge las piezas más valoradas. Son de los siglos XIV al XIX. Hay cuadros de Fernando Gallego, Pedro Berruguete, El Greco, Murillo, Ribera, Zurbarán, Goya, Federico de Madrazo y muchos otros. 

En la Casa Oviedo-Portal se exhiben la obra de los pintores asturianos del siglo XIX Suárez Llanos, Álvarez Catalá, Martínez Abades y otros. También se muestran piezas de los fondos de artes industriales, carteles de cine, dibujo, fotografía y grabado.


Luis Álvarez Catalá es uno de los pintores asturianos representados en el Museo de Bellas Artes de Asturias. Llama la atención su cuadro Filandón en el monasterio de Hermo (1872).

  

En el edificio Ampliación se exponen obras de los siglos XX y XXI. Destacan las obras de Sorolla, Regoyos, Dalí, Picasso, Gargallo y de los artistas asturianos Piñole y Vaquero entre otros.


Metamorfosis de ángeles en mariposas (1973) es una de las obras de Dalí que completan la muestra de pinturas del siglo XX.

sábado, 14 de junio de 2025

Valdés Leal

Juan Valdés Leal (Sevilla, 1622-1690) es uno de los pintores barrocos más destacados. Es posible que se formase como pintor en los talleres de Francisco Herrera el Viejo en Sevilla y de Antonio del Castillo en Córdoba. Desarrolló su carrera artística en Córdoba y Sevilla. Fue uno de los artistas fundadores de la Academia de pintores de Sevilla (1660). Ingresó en la Hermandad de la Caridad de Sevilla (1667), donde conoció a su fundador y Hermano Mayor Miguel de Maraña, quien le encargó decorar el hospital de la Caridad de Sevilla; para su iglesia pintó In ictu oculi y Finis gloriae mundi (1670-1672), sus obras maestras. 

La obra de Valdés Leal presenta las siguientes características:

  • Diversidad de géneros, destacando las vánitas o bodegones moralizantes y la temática religiosa, en concreto series de santos de órdenes religiosas.
  • Uso tenebrista de las luces y las sombras, en muchas ocasiones para subrayar el mensaje moralizante que quiere hacer llegar al espectador.
  • Una paleta de colores escasa y en tonos apagados.
  • Pincelada suelta, más evidente en las obras realizadas a partir de 1660.
  • Virtuosismo en la reproducción de detalles y texturas. 

La carrera artística de Valdés Leal pasó por las etapas siguientes:

  • Formación y primeros años, de 1637 a 1647.
  • Cordobesa, de 1647 a 1656.
  • Sevillana, de 1656 a 1690. 

Durante la etapa de formación y primeros años (1637-1647) aprendió el oficio de pintor en los talleres de Francisco Herrera el Viejo en Sevilla y de Antonio del Castillo en Córdoba. 

La etapa cordobesa (1647-1656) se inicia con San Andrés, para la iglesia de San Francisco, que llama la atención por el naturalismo y paleta de colores escasa; aparece el santo delante de la cruz en aspa en la que fue martirizado, con un libro a los pies y un paisaje de fondo.

El San Andrés (1647) para la iglesia de San Francisco de Córdoba es la primera gran obra de Valdés Leal.

  

Valdés Leal se ocupó de decorar los muros laterales del presbiterio de la iglesia conventual de Santa Clara de Carmona (1653). Se trata de una serie de lienzos de gran tamaño en los que se narran episodios de la vida de santa Clara en los que se aprecia la influencia de Francisco Herrera el Viejo, en particular en la sobriedad y equilibrio de las composiciones; los lienzos se titulan La procesión de santa Clara, El milagro de santa Clara con su hermana Inés, La procesión de santa Clara con la Sagrada Forma, La retirada de los sarracenos del convento de Asís y La muerte de santa Clara.

De nuevo en Córdoba realizó pinturas de gran interés, caso de Virgen de los plateros, Inmaculada Concepción con san Felipe y Santiago el Mayor, ambas de 1654; los rostros están individualizados y rebelan la influencia que tuvieron Francisco Herrera el Viejo y Antonio del Castillo en Valdés Leal.

Pedro Gómez de Cárdenas, comendador del Tesoro de la Orden de Calatrava (1655), contrató a Valdés Leal los doce cuadros del retablo mayor de la iglesia del Carmen Calzado, que terminó en 1658.

La etapa sevillana (1656-1690) es la de mayor producción y calidad de Valdés Leal. Durante estos años se aleja de las influencias recibidas y desarrolla un estilo propio característico.

El primer encargo que recibe es decorar la sacristía de la iglesia del monasterio de San Jerónimo de Buenavista (1657), que se distribuía en dos conjuntos: el primero suma cuatro lienzos en los que se desarrolla la vida de san Jerónimo, de acabado desigual, dibujo deficiente y riqueza cromática; y el segundo, compuesto por doce retratos de santos y frailes de la Orden, que se caracteriza por un cromatismo sobrio.

Las tentaciones de san Jerónimo (1657) es uno de los lienzos que Valdés Leal realizó para el monasterio de San Jerónimo de Buenavista de Sevilla.

  

Otros cuadros de gran valor que Valdés Leal pintó en la segunda mitad de los años cincuenta del siglo XVII fueron Los desposorios de la Virgen con san José (1657), llamativo por la factura deshecha y el color, San Juan Evangelista y las tres Marías camino del Calvario, La Piedad, Descendimiento de la Cruz y La liberación de san Pedro, todos de 1658, caracterizados por un fuerte patetismo.

Valdés Leal participó en la creación de la Academia de dibujo de Sevilla (1660) junto con Francisco Herrera el Mozo, Bartolomé Esteban Murillo, siendo su presidente de 1663 a 1667.

Valdés Leal realizó sus mejores obras a partir de 1660, destacando las del género vanitas con dos obras que en un principio hacían pareja y que ahora están dispersas, se trata de Alegoría de la vanidad y Alegoría de la salvación, en los que se apela al espectador a reflexionar sobre la fugacidad de la vida y las glorias mundanas.

Otros cuadros importantes en la producción de Valdés Leal son Las bodas de Caná y La comida en casa de Simón, ambas de 1660, pintadas alla prima con una pincelada rápida, variedad de expresiones de los personajes que aparecen retratados y paisajes arquitectónicos, e Inmaculada Concepción con dos donantes (1661), en la que pone en valor sus capacidades como retratista.

Valdés Leal viajó a Madrid en 1664 para participar en la decoración del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Aprovechó este viaje para estudiar a fray Juan Ricci y dejarse influir por este.

Valdés Leal participó en las fiestas habidas en Sevilla por la canonización del rey Fernando III de Castilla (rey, 1217-1252), desde entonces conocido como Fernando el Santo. Diseñó numerosas estampas y arquitecturas efímeras.

Valdés Leal pintó sus mejores obras para decorar la iglesia del hospital de la Caridad de Sevilla por encargo de Miguel Maraña, fundador y Hermano Mayor de la Hermandad de la Caridad de Sevilla, de la que era miembro. Son los lienzos In ictu oculi y Finis gloriae mundi, ambos de 1672. Se trata de dos vanitas o bodegones moralizantes, que forman los Jeroglíficos de las postrimerías.

En In ictu oculi la muerte es la protagonista. Está representada por el esqueleto, que con la mano derecha apaga una vela, representación de la vida, con la izquierda sujeta una guadaña, que simboliza la muerte que siega la vida, y con el brazo izquierdo porta un ataúd, la última morada de las personas, sea cual sea su condición. Sobre la mano derecha se lee un mensaje en latín que dice “IN ICTV OCVLI”, es decir, “En un parpadeo” o si se quiere “En un abrir y cerrar de ojos”, haciendo entender al espectador lo rápido que pasa la vida. En la mitad inferior del cuadro, en primer y segundo plano, se acumulan los objetos de una manera desordenada, todos con un mensaje simbólico evidente: los libros el saber intelectual, la armadura el poder militar, la mitra y otros objetos litúrgicos el poder religioso, las joyas la riqueza, la vela la vida y el pie del esqueleto sobre el globo terráqueo el desengaño universal. In ictu oculi presenta una composición piramidal, facilitada por el hecho de que el lienzo culmina en arco de medio punto, siendo la mano derecha con la que apaga la vela la cúspide de la pirámide y la acumulación de objetos del primer plano su base. Valdés Leal creó una atmósfera tenebrista para In ictu oculi con fuertes contrastes de luz y sombra entre las diferentes zonas del cuadro, lo que sirve para subrayar el mensaje moralizante que se quiere hacer llegar al espectador, el de que la muerte le puede llegar en cualquier momento. La luz procede de un foco exterior situado a la izquierda del lienzo, que ilumina los objetos acumulados en la mitad inferior del mismo y la representación de la muerte; los objetos de color blanco reflejan una mayor cantidad de luz, mientras que los ocres la absorben. El fondo del cuadro queda en la oscuridad absoluta. La paleta de colores es escasa, con el predominio del ocre, en tonalidades oscuras, el blanco, el negro y el rojo de manera aislada, pero llamativa. El dibujo es nítido y la pincelada suelta. Llama la atención el virtuosismo en la representación de los detalles y de las texturas de los objetos.

In ictu oculi es uno de los lienzos que componen Jeroglíficos de las postrimerías, que pintó Valdés Leal para decorar la iglesia del hospital de la Caridad de Sevilla por encargo de Miguel Maraña, fundador y Hermano Mayor de la Hermandad de la Caridad.

  

Finis gloriae mundi presenta tres planos. En el primero se disponen dos ataúdes, que dejan ver los cuerpos de un obispo, reconocible por el báculo, y el un caballero de la Orden de Calatrava, que se distingue porque la capa que lo cubre lleva bordada la cruz roja que le corresponde; delante de ellos hay una cinta en la que se lee “FINIS GLORIAE MUNDI”, es decir, “El fin de la gloria del mundo”. El segundo plano está ocupado por una mano que ocupa la parte superior del lienzo; sostiene una balanza con dos platillos: en el izquierdo se reconocen tres animales, un cerdo, una cabra, un pavo real y un murciélago, además de una manzana que hace las veces de un corazón podrido, y se lee “NI MÁS”, en el derecho se distingue un libro y un corazón coronado con una cruz y las letras JHS y se lee “NI MENOS”. En el tercer plano se reconocen, de izquierda a derecha, una lechuza, que mira al espectador, cráneos amontonados y un cadáver recostado. Los elementos que aparecen en el lienzo tienen un simbolismo específico. Así, que los cadáveres reconocibles sean los de un obispo y un caballero de la Orden de Calatrava quiere decir que aquellos que han logrado la gloria en vida no se libran de la muerte; la balanza hace referencia al peso de las almas; los animales representan algunos de los pecados capitales: el cerdo la gula, el  perro la ira, el pavo real la soberbia y el murciélago la envidia; la lechuza guarda relación con las tinieblas, por ello aparece en una zona de sombra; los elementos del platillo derecho están relacionados con las virtudes a cultivar para conseguir la salvación. Finis gloriae mundi presenta una composición piramidal, facilitada por el hecho de que el lienzo culmina en arco de medio punto, siendo la mano que sostiene la balanza la cúspide de la pirámide y los cuerpos inertes su base. Valdés Leal creó una atmósfera tenebrista para Finis gloriae mundi con fuertes contrastes de luz y sombra entre las diferentes zonas del cuadro, lo que sirve para subrayar el mensaje moralizante que se quiere hacer llegar al espectador, el de la fugacidad de las glorias mundanas. Hay dos focos de luz: uno cenital, que rodea la mano que asoma en la parte superior del cuadro y otro exterior al mismo, que ilumina los cuerpos del primer plano. La paleta de colores es escasa, con el predominio del ocre, en tonalidades oscuras, el blanco, el negro y el rojo de manera aislada, pero llamativa. El dibujo es nítido y la pincelada suelta. Llama la atención el virtuosismo en la representación de los detalles y de las texturas de los objetos.

VValdés Leal en Finis gloria mundi demostró su dominio de la representación de los cuerpos sin vida, ganándose el apelativo de “pintor de los muertos”.

  

Valdés Leal viajó a Cabra en 1672 para pintar Visión de san Francisco en la Porciúncula para el retablo mayor de la iglesia del convento de la Orden Capuchina. Su iconografía es poco corriente y dramática, apareciendo las figuras propias del evento que son las de Jesús de Nazaret, la Virgen María, san Francisco, el ángel portador de la bula, además del arcángel san Gabriel, san Antonio de Padua y el patriarca san José con gran número de ángeles.

El arzobispo Ambrosio Ignacio Spínola y Guzmán encargó a Valdés Leal que realizase una serie de cuadros de la vida de san Ambrosio para el oratorio del palacio arzobispal de Sevilla. Estuvo compuesta por los lienzos El nombramiento de san Ambrosio como gobernador, La consagración de san Ambrosio como arzobispo, San Ambrosio negando al emperador Teodosio la entrada en el templo y San Ambrosio absolviendo al emperador Teodosio, con un acabado exquisito, y El milagro de las abejas y Última comunión, no tan cuidados.

Valdés Leal pintó La consagración de san Ambrosio como obispo para el palacio arzobispal de Sevilla. Presenta un acabado muy cuidado y el marco arquitectónico juega un papel destacado.

  

De entre las últimas obras de Valdés Leal hay que citar San Fernando (1674) para la santa iglesia catedral de la Asunción de María y el dorado y otros trabajos de los retablos mayores de la iglesia del hospital de la Caridad de Sevilla (1675) y las pinturas murales del hospital de los Venerables (1688) en colaboración con su hijo Lucas.

Entre los seguidores de Valdés Leal hay que citar a su hijo Lucas y a Clemente Torres.

Valdés Leal debe su trascendencia artística a haber elevado a la máxima categoría el género vanitas con el fin de influir en el espectador y orientarle hacia una vida virtuosa ajustada a la doctrina católica.

sábado, 7 de junio de 2025

Santa María de Santa Cruz de las Serós

La iglesia de Santa María de Santa Cruz de la Serós se construyó durante la segunda mitad del siglo XI en estilo románico como parte de una abadía benedictina dependiente del monasterio de San Juan de la Peña. La abadía estuvo vinculada a la familia real aragonesa; por ello, durante la segunda mitad del siglo XI, ingresaron en la Orden Benedictina y en la abadía la infanta doña Urraca y la condesa doña Sancha, hijas del rey Ramiro I. La abadía perdió importancia durante los siglos XII y XIII a medida que la reconquista aragonesa avanzaba al sur del río Ebro. El rey Felipe II ordenó la exclaustración de la abadía y el traslado de las religiosas a Jaca. Desde este momento la abadía cayó en el abandono, utilizándose como cantera para otros edificios. De la abadía solo se respetó la iglesia. La iglesia de Santa María de Santa Cruz de la Serós fue declarada Monumento histórico-artístico en 1931, restaurada durante la última década del siglo XX y primeros años del XXI y declarada Bien de Interés Cultural en 2005.

La iglesia de Santa María de Santa Cruz de las Serós es una de las obras más destacadas del primer románico en el reino de Aragón. Es notable su desarrollo vertical al exterior gracias a la torre campanario.

  

La iglesia de Santa María de Santa Cruz de la Serós presenta planta de cruz latina de una sola nave de dos tramos desiguales, falso crucero, dos capillas laterales abiertas en los costados de este, tramo presbiterial y ábside semicircular.

La planta de la iglesia de Santa María de Santa Cruz de la Serós es de cruz latina de una sola nave.

  

La portada principal de la iglesia de Santa María de Santa Cruz de la Serós se abre en la fachada occidental y es su elemento más característico. Se abre bajo un tejaroz con alero soportado por canecillos. El acceso es adintelado, con cuatro arquivoltas en arco de medio punto, un guardapolvo exterior, cuatro jambas y tímpano. La primera y la tercera arquivolta tienen forma de baquetón, la segunda de escocia recorrida por catorce esferas, siete a cada lado de un rostro humano, que ocupa la clave de la arquivolta, y la cuarta es lisa. El guardapolvo exterior está decorado con el taqueado jaqués. Las arquivoltas descansan sobre dos pilastras lisas y dos columnas con capiteles historiados, que se alternan. En los capiteles de las columnas del lado izquierdo aparece una figura antropomórfica entre dos fieras bajo volutas; los capiteles de las columnas del lado derecho ofrecen motivos vegetales estilizados y un ábaco corrido decorado con palmetas. El tímpano semicircular descansa sobre jambas lisas. Está decorado con un crismón entre dos leones; el crismón cuenta con ocho brazos, que lo divide en ocho triángulos semicirculares. Las letras que aparecen en el crismón lo hacen de manera desordenada, excepto la P, que llena el primer triángulo superior derecho, a continuación, la S, a caballo entre los triángulos dos y tres, la Alfa griega ocupa el cuarto triángulo y la Omega griega el sexto; los leones se disponen a cada lado del crismón; el izquierdo saca la lengua y tiene levantada la pata derecha delantera; bajo el vientre del león derecho aparece grabada una margarita de once pétalos. El crismón, los elementos que aparecen en él y que lo rodean obedecen a un lenguaje simbólico: el crismón es la Trinidad, el círculo que encierra el crismón representa el cielo, la P al Padre, la S al Espíritu Santo, la Alfa y la Omega al Señor como principio y fin de la creación del mundo y los leones a la justicia, la lucha contra el mal y la protección del paraíso, representado por la margarita. En el círculo del crismón se lee una inscripción en latín, que dice: “+ IANVA SVM P-PES-P PER ME TRANSITE FIDELES FONS EGO SVM VITE PLVS ME QVAN VINA SITITE VIRGINIS HOC TEMPLVM QVIS PENETRARE BEATIVM”, que se traduce por “Yo soy la puerta. Por mí pasan los pies de los fieles. Yo soy la fuente de la vida. Deseadme más que a los vivos, todos los que entren en este santo templo Virgen”. En el borde inferior del tímpano se lee una inscripción en latín, que dice: “CORRIGE TE PRIMVN VALEAS QVO POSCERE XPISTVM”, que se traduce por “Corrígete primero para que puedas invocar a Cristo”. El crismón, las inscripciones, los leones y la margarita están labrados de manera tosca en bajo relieve, aunque en el crismón se distinguen tres planos.


El tímpano de la portada occidental de la iglesia de Santa María de Santa Cruz de la Serós está decorado con un crismón entre dos leones.

  

En el muro sur de la iglesia de Santa María de la Cruz de la Serós se abre un vano adintelado con guardapolvo semicircular decorado con el taqueado jaqués, lo que crea un tímpano ocupado por un crismón de seis brazos, que crean otros tantos espacios rellenados por seis rosetas.

El vano del muro sur pudo haber comunicado la iglesia de Santa María de Santa Cruz de Serós con el claustro desaparecido de la abadía.

  

El ábside está dividido en tres lienzos por dos semicolumnas adosadas, que lo recorren de abajo arriba. En la mitad superior del ábside se abren tres vanos de medio punto, siendo el central el que ofrece más interés al contar con dos columnillas y guardapolvo.

Las capillas adosadas al crucero presentan en el lienzo oriental sendos nichos, que al exterior son planos y apenas sobresalen del muro. Cuentan con un vano en arco de medio punto de pequeñas dimensiones.

La cámara secreta se levanta sobre el crucero. Cuenta con vanos en arco de triunfo de pequeño tamaño.

La torre campanario es de carácter monumental por sus dimensiones y dota a la iglesia de Santa María de Santa Cruz de la Serós de una proyección vertical sobresaliente. Se levanta sobre la capilla meridional del crucero. Es de planta cuadrada. Los tres cuerpos superiores están aligerados por vanos geminados, que descansan en columnas, la del vano inferior sogueada. El remate octogonal.

La nave está cubierta por una bóveda de cañón reforzada por arcos fajones de medio punto doblados, que descansan sobre columnas adosadas a pilastras, el crucero por una bóveda ochavada nervada, el presbiterio por una bóveda de cañón, el ábside por una bóveda de horno y las capillas laterales por bóvedas de crucería. Al exterior, la portada occidental y los nichos de las capillas laterales se cubren a una vertiente, la nave y las capillas a dos aguas, el ábside a una vertiente, el crucero a cinco aguas y la torre campanario a ocho vertientes.

El ábside de la iglesia de Santa María de Santa Cruz de la Serós está precedido por un presbiterio, al que se accede bajo un arco de triunfo de arco de medio punto doblado sobre pilastras.

  

La decoración escultórica en el interior de la iglesia se encuentra en los capiteles de las columnas y es de carácter figurativo, también aparecen molduras ajedrezadas. La decoración escultórica exterior aparece en los canecillos que soportan los aleros, decorados con motivos antropomórficos, vegetales y zoomórficos, estos muy variados, reconociéndose bóvidos, leones, monos, peces y figuras del bestiario.


Los canecillos de la iglesia de Santa María de Santa Cruz de la Serós llaman la atención por los motivos que los decoran. En la fotografía se reconoce la figura de un pez.

  

La iglesia de Santa María de Santa Cruz de la Serós debe su importancia a ser una de las edificaciones más representativas del primer románico aragonés. De hecho, el crismón que decora la portada occidental es un precedente inmediato del que decorada la potada de la catedral de San Pedro de Jaca.