sábado, 11 de febrero de 2023

¡Triste herencia!, de Sorolla

Joaquín Sorolla (Valencia, 1863-Cercedilla, 1923) es uno de los grandes pintores españoles. Se le asocia con el impresionismo y el postimpresionismo. Inició su formación en la Escuela de Artesanos de Valencia en 1874, bajo la dirección de Cayetano Capuz. En 1879 ingresó en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Carlos de Valencia; su profesor Gonzalo Salvá le inició en la práctica impresionista de pintar al aire libre. En 1881 amplió su formación académica con su visita al Museo del Prado, donde estudió a Velázquez, Ribera y El Greco. En 1885 viajó a Roma pensionado por la Diputación Provincial de Valencia, allí estudió el arte clásico y renacentista. Entre sus cuadros más destacados hay que citar ¡Aún dicen que el pescado es caro! (1894), Cordeleros de Jávea (1898), ¡Triste herencia! (1899), Paseo a orillas del mar (1900), Niños en la playa (1910) y la serie Regiones de España, más conocida como Visión de España (1913-1919) para The Hispanic Society de Nueva York.

Joaquín Sorolla: ¡Triste herencia!, 1899.
Estilo: Impresionismo.
Técnica: Óleo sobre lienzo.
Temática: Costumbrista.
Dimensiones: 212 x 288 cm.
Fundación Bancaja, Valencia, España.

  

Sorolla en ¡Triste herencia! representó una escena real y habitual de la que fue testigo, la de un religioso de la Orden de San Juan de Dios que lleva a niños enfermos a darse un baño medicinal en una playa de Valencia. Esta era una práctica habitual a finales del siglo XIX y primeros años del siglo XX.

El título original iba a ser Los hijos del placer, pero su amigo el novelista Vicente Blasco Ibáñez le sugirió el de ¡Triste herencia!, expresión que se utilizaba para referirse a los hijos enfermos de personas que llevaban una vida deshonesta. Eran niños sentenciados a llevar una vida penosa, al amparo de instituciones religiosas, que les cuidarían de por vida.

Se representa una escena al aire libre a orillas del mar Mediterráneo. Se distinguen tres planos: en primer plano, un religioso y un grupo de niños, algunos de los cuales se sostienen con la ayuda de muletas; el segundo plano está ocupado por más niños, distribuidos en varios grupos de manera equilibrada; y el tercero, al fondo, un mar oscuro, que rompe en varias olas, además del cielo, que ocupa una estrecha franja del lienzo.

Los aspectos formales de la obra acompañan el dramatismo de la escena. Lo consigue a través de una línea de horizonte muy alta, por encima de la figura del religioso; un mar de agua oscura, casi negra; la figura del religioso, de gran altura, vestido de negro y de rostro enjuto; de los niños, lisiados y pálidos; y de la luz vespertina, que incide en los niños y sirve para proyectar sus sombras.

La pincelada es suelta; la paleta de colores reducida, pero contrastada, con predominio del negro y el encarnado, también aparecen el ocre y el blanco; y la luz es apagada en comparación con la de obras posteriores.

Sorolla respeta la dignidad de los niños de dos maneras: una, aunque aparecen desnudos, son desnudos “pudorosos”, apareciendo de espaldas o bañándose; y otro, representándoles de manera anónima.

Sorolla realizó varios bocetos antes de ejecutar la obra. Algunos de esos dibujos los regaló a artistas amigos o a los que admiraba, caso de William Merritt Chase, John Singer Sargent o Leon Bonnat.

La importancia de ¡Triste herencia! radica en ser el último cuadro en el que Sorolla realiza una denuncia social. Reconoció cuánto le “dolió” pintar este cuadro, razón por la cual abandonó el llamado realismo social. De hecho, los niños que Sorolla pintó en sus cuadros posteriores son sanos y aparecen en actitudes vitalistas.

Sorolla presentó ¡Triste herencia! en la Exposición Universal de París de 1900 ganando el Gran Premio y en la Exposición Nacional de Bellas Artes de España de 1901 ganando la Medalla de Honor. Estuvo en depósito en el Museo de Arte Moderno hasta su venta en 1902 a Jesús Vidal, un coleccionista español residente en Nueva York, que en 1904 lo vendió al empresario del carbón John E. Berwind, quien lo donó en 1908 al Colegio Dominical de la iglesia de la Ascensión de Nueva York. La Fundación Bancaja lo adquirió en 1981 por 240.000 dólares y lo trajo a su sede en Valencia.

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