sábado, 1 de mayo de 2021

La condesa de Chinchón, de Goya

Francisco de Goya (Fuendetodos, 1746-Burdeos, 1828) se formó como pintor en el taller de José Luzán (1760-1761), en la Real Academia de Bellas de San Fernando (1763-1766), en Roma (1770-1771) y con Francisco Bayeu a su regreso a España. Destacó como cartonista, grabador y pintor; como cartonista en la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara (1775-1792); como grabador con sus series Los Caprichos (1799), Los Desastres de la Guerra (1815), La Tauromaquia (1816), Los Disparates o Proverbios (1820-1823) y Los toros de Burdeos (1825); y como pintor desarrolló los más diversos géneros: religioso con Cristo crucificado (1780), histórico con El dos de mayo de 1808 en Madrid y El tres de mayo de 1808 en Madrid, ambos de 1814, y el retrato con Los duques de Osuna y sus hijos (1788), La duquesa de Alba (1795), La condesa de Chinchón (1800) y La familia de Carlos IV (1800-1801). Entre su producción más singular se cuentan las Pinturas negras de la Quinta del Sordo en Madrid (1800-1823). Fue nombrado pintor del rey en 1786, pintor de cámara en 1789 y primer pintor de cámara en 1799.

Francisco de Goya: La condesa de Chinchón, 1800.
Estilo: Neoclasicismo.
Técnica: Óleo sobre lienzo.
Temática: Retrato.
Dimensiones: 216 x 144 cm.
Museo Nacional del Prado, Madrid, España.

  

Goya atendió el encargo de retratar a doña María Teresa de Borbón y Vallabriga, XV condesa de Chinchón y marquesa de Boadilla del Monte, hija del infante don Carlos, hermano del rey Carlos III, y de la noble aragonesa doña María Teresa de Vallabriga y Rozas. El retrato es de 1800, cuando la condesa de Chinchón contaba veinte años y llevaba tres de matrimonio con Manuel de Godoy; se trató de un matrimonio decidido por el rey Carlos IV por el cual la condesa de Chinchón recuperaba poder usar el apellido Borbón y Manuel de Godoy reforzaba su posición al casar con una infanta de España.

Goya reutilizó un lienzo que ya había usado un par de veces, una para retratar al marqués de Villafranca y otra a Manuel de Godoy. Sobre estos retratos extendió una capa de pigmento beige rosado que sirvió de base para retratar a la condesa de Chichón.

El fondo del lienzo es neutro, pero se oscurece desde el primer plano, que recibe más luz, hacia el fondo, que queda en la penumbra.

La condesa de Chichón aparece sentada en un sillón de época, de madera y tapizado en tonos dorados y plateados; dentro de una composición piramidal se distinguen dos diagonales opuestas, la del sillón y piernas de la condesa y la de la cabeza de esta; la condesa viste un traje de gala escotado y de mangas por encima de los codos, hecho de gasa de color plata con estampado floreado y bandas azules bajo los pechos y en la boca de las mangas; el cabello rizado rubio aparece recogido con un tocado azul cuyas cintas se anudan bajo la barbilla; el tocado está decorado con plumas y espigas de trigo verdes; las manos de la condesa se cruzan delante de su vientre abultado, la derecha está adornada con una sortija en la que se reconoce un retrato de Manuel de Godoy y en la izquierda la sortija lleva un diamante; la condesa confirma su carácter timorato al girar la cabeza para no ver de frente al espectador y ofrecer una sonrisa apenas esbozada.

La paleta de colores es escasa, aunque rica en tonalidades, con predominio del color plata.

La luz entra por la izquierda y sirve para subrayar la belleza de la condesa y realzar los volúmenes.

La pincelada es fluida, lo que le sirvió a Goya para marcar los volúmenes bajo el vestido de la condesa, como se aprecía en las rodillas y el vientre, y mostrar su textura vaporosa.

Goya se valió de elementos simbólicos y recursos pictóricos para llamar la atención acerca del embarazo de la condesa de Chichón; las espigas de trigo se relacionan con la diosa Ceres y simbolizan la fertilidad y la luz que recibe la condesa es más intensa en el vientre que en cualquier otra parte de su anatomía.

Por otra parte, el semblante timorato y reservado de la condesa fue la manera que tuvo Goya de mostrar su rechazo y el desagrado de la condesa ante las infidelidades de Manuel de Godoy. La sonrisa apenas esbozada también servía para ocultar la dentadura deteriorada de la condesa, que quiso compensar mostrando los brazos y la parte alta del busto, de gran belleza.

La condesa de Chinchón se considera uno de los retratos más depurados y elegantes de Goya, que le confirma como de los mejores retratistas de todos los tiempos.

Por último, decir que el cuadro perteneció a los duques de Sueca, descendientes de la condesa de Chinchón, hasta que el Museo Nacional del Prado lo adquirió en 2000 por 24 millones de euros.



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