sábado, 13 de febrero de 2021

La fragua de Vulcano, de Velázquez

Diego Velázquez (Sevilla, 1599-Madrid, 1660) es el pintor barroco español más universal. Se formó en Sevilla a la sombra de Herrera el Viejo y Francisco Pacheco. En 1623 se instaló en Madrid y fue nombrado pintor de cámara de Felipe IV. Viajó a Italia en dos ocasiones (1629 y 1649). Pintó cuadros costumbristas, de desnudos, históricos, mitológicos, de paisajes, religiosos y retratos. Entre los mitólogos hay que citar El triunfo de Baco o Los borrachos (1628), La fragua de Vulcano (1630) y La fábula de Aracne o Las hilanderas (hacia 1657). El rey Felipe IV le nombró caballero de la Orden de Santiago (1658).

Diego Velázquez: La fragua de Vulcano, 1630.
Estilo: Barroco.
Técnica: Óleo sobre lienzo.
Temática: Mitológica.
Dimensiones: 223 x 290 cm.
Museo Nacional del Prado, Madrid, España.

  

Velázquez se inspiró en Las metamorfosis IV, de Ovidio, para pintar La fragua de Vulcano. Recoge el momento en el que Apolo, dios del Sol, comunicó a Vulcano, el herrero de los dioses, que su esposa Venus, diosa de la belleza, le fue infiel con Marte, dios de la guerra.

Este tema resultó original en la pintura española. El historiador Jonathan Brown defiende que Velázquez hizo una interpretación personal de la edición ilustrada de Las metamorfosis, de Ovidio, llevada a cabo por el grabador italiano Antonio Tempesta.

El dios Apolo cierra la composición por el lado izquierdo; se le reconoce por la túnica anaranjada, los haces solares que desprende su cabeza y la corona de laurel; se dirige a Vulcano con la mano derecha levantada y cerrada, pero con el dedo índice extendido, para subrayar la importancia de la noticia que está comunicando. Vulcano ha hecho un alto en el trabajo para escuchar con atención al dios Apolo, al que mira de frente; su reacción de desagrado ante la noticia que recibe la expresa a través de unos ojos muy abiertos, casi desorbitados; ofrece un contrapostto muy acusado debido a la cojera que padecía. Los otros cuatro herreros también muestran su sorpresa; de ellos, el que ocupa el centro de la escena da la espalda al espectador y es el eje de simetría de la composición, el que cierra la escena por la derecha ofrece un escorzo y el cuarto está aislado de los demás, ocupando el fondo de la escena, y le sirve a Velázquez para marcar la profundidad del taller. El dios Apolo es el único que aparece vestido con túnica y lleva calzado; los herreros están descalzos y ofrecen el torso desnudo, lo que permite observar una musculatura que parece salida de las esculturas romanas que Velázquez pudo estudiar en su viaje a Italia. En las expresiones de los personajes se reconoce la influencia en Velázquez de los pintores italianos Reni y Guercino.

Velázquez pintó un cuadro de temática mitológica, pero, como era característico en él, incluyó un tema menor, en este caso un bodegón de las herramientas que utilizaban los herreros y los objetos que producían.

La paleta de colores es escasa con predominio de los ocres; por ello llama la atención la túnica anaranjada del dios Apolo y el azul que deja ver el vano abierto en el taller.

La luz se concentra en los cuerpos del dios Apolo y del herrero que da la espalda al espectador. Los juegos de luces y sombras muestran que el tenebrismo barroco iba quedando atrás y permiten modelar el contorno de las figuras.

La pincelada es fluida y rápida.

El dominio de la perspectiva aérea es completo como se aprecia en el contraste entre el herrero que se presenta de espaldas al espectador y el que está al fondo del taller.

Velázquez supo tratar un tema mitológico como una escena de la vida cotidiana gracias a dotar a los personajes de una expresividad muy natural y convincente.

Velázquez pintó La fragua de Vulcano en 1630 por iniciativa personal en su primer viaje a Italia, Felipe IV lo compró en 1634 para decorar el palacio del Buen Retiro, Carlos III lo llevó al Palacio Real y desde 1819 se expone en el Museo Nacional del Prado.


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