sábado, 1 de junio de 2019

Gaspar de Guzmán, conde-duque de Olivares, a caballo, de Velázquez

Diego Velázquez (Sevilla, 1599-Madrid, 1660) es el pintor barroco español más universal. Se formó en Sevilla a la sombra de Francisco Herrera el Viejo y Francisco Pacheco. En 1623 se instaló en Madrid y fue nombrado pintor de cámara de Felipe IV. Viajó a Italia en dos ocasiones (1629 y 1649). Pintó cuadros costumbristas, desnudos, históricos, mitológicos, paisajes, religiosos y retratos. Entre los muchos retratos hay que citar La venerable madre Jerónima de la Fuente (1620), El conde-duque de Olivares (1626), El infante don Carlos (1627), Felipe III, Felipe IV e Isabel de Borbón, todos en 1635, Pablo de Valladolid (1637), Gaspar de Guzmán, conde-duque de Olivares, a caballo (1638), Francisco Lezcano (1645) e Inocencio X (1650). El rey Felipe IV le nombró caballero de la Orden de Santiago (1658).

El conde-duque de Olivares (Roma, 1587-Toro, 1645) fue nombrado valido por Felipe IV en 1621. Su política fue de restauración del poder imperial y centralización de la Monarquía hispánica llevó a que esta interviniese en la Guerra de los Treinta Años (1618-1648) desde 1621 y a presentar el proyecto de Unión de Armas (1625). Fracasar en su política y una oposición creciente provocó su caída en 1643.

Diego Velázquez: Gaspar de Guzmán, conde-duque de Olivares, a caballo, 1638.
Estilo: Barroco.
Técnica: Óleo sobre lienzo.
Temática: Retrato.
Dimensiones: 313 x 239 cm.
Museo Nacional del Prado, Madrid, España.


El lienzo Gaspar de Guzmán, conde-duque de Olivares, a caballo es un encargo del conde-duque, que quería ser inmortalizado como el hombre fuerte y mano derecha de Felipe IV. Velázquez supo dar respuesta a la petición del conde-duque y le retrató triunfal en el campo de batalla.

Velázquez eligió el momento en el que las tropas francesas fueron expulsadas de Fuenterrabía. El conde-duque de Olivares no participó en las operaciones militares, pero sí las sufragó de su bolsillo.

El conde-duque de Olivares está retratado de medio perfil a lomos de un caballo bayo en corveta, viste media armadura, fajín, bastón de mando y sombrero de ala ancha emplumado con puntas levantadas, además, presenta golilla, peinado tufo y bigote con puntas levantadas. El caballo se presenta agitado mientras el conde-duque sujeta las riendas con la mano izquierda a la vez que mira con superioridad a los espectadores de la escena; esta sensación se refuerza con un punto de vista bajo.

La composición se organiza en diagonal. El caballo está dispuesto en escorzo hacia dentro, igual que el brazo derecho del conde-duque de Olivares. Compensa la diagonal la línea vertical del  árbol de la derecha del cuadro y la horizontal del fondo donde se está desarrollando la batalla.

La gama de colores destaca por su riqueza; abundan los azules, grises, ocres y verdes en diversas tonalidades.

El tratamiento de la luz proporciona naturalidad a la escena.

Se combinan pinceladas minuciosas para retratar al conde-duque de Olivares y al caballo, con otras  largas, superpuestas y en contra dirección en la cola del caballo, sueltas en el paisaje y la batalla, empastadas en las flores y restregones que se mezclan en la retina. La perspectiva aérea está conseguida de una manera magistral.

Antes de pintar Gaspar de Guzmán, conde-duque de Olivares, a caballo Velázquez se inspiró en al grabado Julio César a caballo de Antonio Tempesta, y se ajusta al cuadro de propaganda. El conde-duque de Olivares aparece a caballo, privilegio reservado a los monarcas, y como un hombre poderoso capaz de dirigir la nación en momentos difíciles.

El lienzo Gaspar de Guzmán, conde-duque de Olivares, a caballo pasó por varias manos. Las primeras las del propio conde-duque de Olivares en su palacio de Loeches, después pasó a las del marqués de la Ensenada hasta 1768, año en el que fue adquirido por Carlos III para formar parte de la Colección Real, y por último, desde  1819 cuelga de las paredes del Museo Nacional del Prado.

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