Salvador Dalí (Figueras, 1904-1989) se inició en el surrealismo en la década de los veinte del siglo XX.
Alcanzó a ser el pintor surrealista más sobresaliente e influyente. Sus cuadros
son el mejor ejemplo de pintura surrealista por el marcado carácter onírico de
los temas pintados, la manera de ser tratados, las composiciones y la técnica
pictórica. Las explosiones de las bombas atómicas
en 1945 determinaron su evolución pictórica. En 1948 Dalí regresó a
España e inauguró su etapa atomista o mística. De esta etapa son Leda atómica (1949), La Madona de Port Lligat (1950) y Cristo
de san Juan de la Cruz (1951).
Para pintar Cristo de san Juan de la Cruz se inspiró en un dibujo de san
Juan de la Cruz (1542-1591) conservado en el convento de la Encarnación de
Ávila y en dos sueños. En el primero vio a Cristo pintado por san Juan de
la Cruz en Port Lligat. En el segundo vio a Cristo sin los atributos de la
Crucifixión.
Dalí afirmó que quería pintar el Cristo
“más hermoso de cuantos nadie haya pintado (…). Deseo pintar un Cristo que sea
la antítesis absoluta del Cristo materialista y salvajemente antimístico de
Grünewald”.
Salvador Dalí: Cristo
de san Juan de la Cruz, 1951.
Estilo: Surrealismo.
Técnica: Óleo sobre lienzo.
Temática: Religiosa.
Dimensiones: 205 x 116 cm.
Mungo Museum of
Religions Art and Life, Glasgow, Reino Unido.
Cristo aparece crucificado sin los
atributos de la Crucifixión sobre fondo negro. Está tomado en perspectiva visto
desde arriba. La cabeza mira hacia abajo, hacia los pies. La parte inferior del
cuadro está ocupada por un paisaje de la bahía de Port Lligat con una barca y
dos pescadores. La cruz irradia una luz que atraviesa el cielo oscuro que
separa a Cristo y la bahía de Port Lligat.
La composición del cuadro es triangular.
Cristo ocupa el triángulo que estructura el cuadro. Cuelga por debajo de la
línea de visión. La vertical de la cruz refuerza su proximidad al espectador y
parece salirse del lienzo por su parte superior.
Dalí utilizó la técnica fotorrealista o “fotografía hecha a mano”. La pincelada es tan fina que apenas
resulta visible, pero le permitió reproducir los detalles más ínfimos.
El claroscuro domina el cuadro. Sobre
fondo negro aparece iluminada la figura de Cristo con una luz que parece
eléctrica. Las sombras aparecen perfiladas con nitidez.
Cristo aparece como Redentor. Pero
distinto a los representados hasta entonces. En el madero en lugar de la leyenda
INRI aparece una hoja de papel; carece de los símbolos de la Crucifixión para
mostrar la belleza metafísica del Cristo crucificado; el cabello es corto, se
prescinde de la melena del Cristo siríaco; los brazos se arquean por el peso
del cuerpo; la musculatura está marcada y crea una sensación de realidad
tangible; cabeza y pies son el foco de atención del cuadro: la cabeza inclinada
hacia abajo impide ver el cuerpo de Cristo y los pies aparecen empequeñecidos por
la perspectiva; y manos y pies no están clavados a la cruz, pero sí adheridos a
ella.
El paisaje es la bahía de Port
Lligat, pero las formaciones rocosas del fondo recuerdan las primeras obras
metamórficas de Dalí.
Dalí se vale de los pescadores para expresar su
reconocimiento hacia Velázquez (1599-1660) y Le Nain (1593-1648). El pescador
de la izquierda se inspira en los personajes de La rendición de Breda (1635), de Velázquez, y el de la derecha en los
muchos campesinos que pintó Le Nain, pero que Dalí reinterpretó como pescador.
Cristo de san
Juan de la Cruz se expuso por primera vez en la galería Lefevre de Londres.
Muchos lo criticaron por carecer de sentimiento religioso. Pero si es una de
las pinturas más valoradas de Dalí se debe a su iconografía alejada de
convencionalismos y a la humanidad con que se inviste a Cristo.
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