sábado, 18 de noviembre de 2023

La rendición de Breda, de Velázquez

Diego Velázquez (Sevilla, 1599-Madrid, 1660) es el pintor barroco español más universal. Se formó en Sevilla a la sombra de Herrera el Viejo y Francisco Pacheco. En 1623 se instaló en Madrid y fue nombrado pintor de cámara de Felipe IV. Viajó a Italia en dos ocasiones (1629 y 1649). Pintó cuadros costumbristas, desnudos, históricos, mitológicos, paisajes, religiosos y retratos. Su único cuadro histórico es La rendición de Breda (1635), pintado durante la segunda etapa madrileña (1631-1649). El rey Felipe IV le nombró caballero de la Orden de Santiago (1658).

Diego Velázquez: La rendición de Breda, 1635.
Estilo: Barroco.
Técnica: Óleo sobre lienzo.
Temática: Histórica.
Dimensiones: 307 x 371 cm.
Museo Nacional del Prado, Madrid, España.

  

El rey Felipe IV encargó para la decoración del Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro de Madrid la realización de cuadros históricos que recogiesen las victorias más importantes de la Monarquía hispánica. El objetivo era impresionar a los embajadores extranjeros que visitasen el palacio. Se contrataron los servicios de Velázquez, Carducho, Leonardo, Maíno y Pereda; además, Zurbarán se ocupó de pintar la serie Trabajos de Hércules, personaje mítico con quien los monarcas españoles dicen entroncarse.

La batalla de Breda se desarrolló durante la guerra de los Treinta Años (1618-1648); finalizó el 5 de junio de 1625 con la rendición de Justino de Nassau, gobernador de la ciudad, y de las tropas holandesas ante el general de los tercios españoles Ambrosio Spínola.

Velázquez se inspiró en la obra de Calderón de la Barca El sitio de Breda (1625) para pintar La rendición de Breda, también conocido como Las lanzas. Con la intención de exaltar la caballerosidad de la Monarquía Hispánica y de su ejército recreó una escena en la que Ambrosio Spínola impide que se humille Justino de Nassau en el momento de la entrega de la llave de la ciudad.

Ambrosio Spínola y Justino de Nassau ocupan el centro de la escena; visten uniformes de gala; Spínola empuña el bastón de mando de general con la mano izquierda, mientras con la derecha evita que Justino de Nassau se arrodille, a la vez que con la mano derecha hace entrega de la llave de la ciudad. Tras Ambrosio de Spínola se concentra el ejército español de manera disciplinada exhibiendo las lanzas; un caballo cierra la escena por el lado derecho; junto al caballo aparece un soldado español aislado del resto, tal vez sea un autorretrato de Velázquez. Tras Justino de Nassau aparecen los soldados holandeses, jóvenes, armados con picas y agrupados de manera desordenada, demostrando su inexperiencia frente a los soldados de los tercios españoles. En el fondo del cuadro aparece la ciudad de Breda, aún humeante tras un año de asedio.

La composición del cuadro se estructura sobre dos rectángulos superpuestos; el inferior está ocupado por los personajes y el superior por el paisaje.

La paleta de colores es muy rica; hay gran variedad de colores y tonalidades.

La luz se concentra en aquellos elementos en los que el espectador ha de centrar su atención, desde los rostros de los personajes en función de su importancia en la escena hasta los ropajes, que ofrecen unas texturas realistas hasta el mínimo detalle.

La perspectiva aérea y el puto de vista alto han servido para difuminar el paisaje del fondo y crear un cielo brumoso, característico de los Países Bajos.

Velázquez integra al espectador en el cuadro recurriendo al recurso de que algunos de los personajes que aparecen en el mismo se giran para mirar hacia el exterior del lienzo, de frente y a la altura del espectador. Así, La rendición de Breda además de un cuadro de contenido histórico se convierte en una galería de retratos. En cuanto a los retratos que aparecen en el cuadro llama la atención el de Ambrosio Spínola por su verismo, debido a que Velázquez conoció en persona al general en su viaje a Italia de 1629.

La importancia de La rendición de Breda radica en ser el único cuadro de contenido histórico que pintó Velázquez y en el uso propagandístico que se hizo de él desde el primer momento con el fin de exaltar la fortaleza y generosidad de la Monarquía Hispánica.

La rendición de Breda se salvó de los incendios del Palacio del Buen Retiro en 1640 y del Álcazar de Madrid en 1734. Luego colgó de las paredes del Palacio Real hasta que Fernando VII dio orden de trasladarlo al Museo del Prado, donde se exhibe desde su inauguración en 1819.

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