sábado, 2 de abril de 2022

Carreño de Miranda

Juan Carreño de Miranda (Avilés, 1614-Madrid 1685) es uno de los pintores más destacados e influyentes del Barroco español. Se formó en Madrid bajo la dirección de Pedro de las Cuevas y Bartolomé Román. Trabó amistad con Velázquez, quien le influyó, igual que Rubens y Van Dyck. Colaboró con Francisco Rizi. Fue nombrado pintor del rey (1669) y pintor de cámara (1671). Destacó como pintor de temática religiosa y retratista, siendo quien más veces retrató a Carlos II y Mariana de Austria. Ejerció una influencia decisiva entre muchos de los pintores de finales del siglo XVII y principios del XVIII.

Los dos géneros desarrollados por Carreño de Miranda fueron:

  • Religioso, destacando las obras de carácter devocional, en particular las Inmaculadas.
  • Retrato, siendo retratista de la realeza, la nobleza y los bufones de la corte. 

La trayectoria pictórica de Carreño de Miranda pasó por tres etapas:

  • Formación y primeros años, de 1625 a 1659.
  • Colaboración con Francisco Rizi, de 1659 a 1669.
  • Pintor del rey y pintor de cámara, de 1669 a 1685. 

Carreño de Miranda inició la etapa de formación y primeros años (1625-1659) una vez que su familia se instaló en Madrid. Se formó bajo la dirección de Pedro de las Cuevas y Bartolomé Román.

Las obras de esta etapa son en su mayoría religiosas.

Las primeras obras de Carreño de Miranda se han perdido; fueron las del claustro del colegio de doña María de Aragón y las del convento dominico del Rosario, ambos en Madrid.

Entre las muchas obras religiosas de Carreño de Miranda destaca San Antonio predicando a los peces (1646).

  

La primera obra que se conserva de Carreño de Miranda es San Antonio predicando a los peces (1646), obra en la que se distinguen dos niveles, en el inferior el santo aparece dirigiéndose a los peces que se acercan a la orilla a escuchar su prédica, en el superior aparecen ángeles niños portando elementos vegetales simbólicos e instrumentos musicales; la pincelada es ligera, la paleta de colores rica en tonalidades y la luz llena el lienzo. El cuadro San Francisco predicando a las aves (1646) es de temática similar, pero el paisaje ocupa más espacio y la luz es más pobre.

Otras obras religiosas destacadas de esta etapa son La Magdalena penitente (1654), San Sebastián (1656) y Asunción de la Virgen (1657) en las que se aprecia la influencia de la escuela veneciana en el color, la luz y la complexión de las figuras. En La Magdalena penitente la santa hace un alto en la lectura y sujetando la calavera dirige la mirada al rayo de luz que se abre paso en el cielo cerrado; San Sebastián llama la atención por sus volúmenes, marcado contraposto y expresión serena a pesar de haber recibido una flecha en la pierna derecha; Asunción de la Virgen ofrece una composición piramidal, dividida en dos niveles, en el inferior aparece la Virgen fallecida y en el superior ascendiendo al cielo rodeada de ángeles, ambos niveles aparecen conectados por las miradas de los apóstoles dirigidas hacia la Virgen ascendente.


Asunción de la Virgen (1657) se estructura en dos niveles, en ambos aparece la Virgen.

  

Durante la etapa de colaboración con Francisco Rizi (1659-1669) participó en la decoración del Salón de los Espejos del Alcázar de Madrid por recomendación de Velázquez; estas obras se perdieron tras el incendio de 1734. También se perdieron los frescos que decoraron la casa familiar del marqués de Carpio y de Heliche en 1936.

La obra más sobresaliente de esta etapa es la Apoteosis de san Antonio, fresco de la cúpula oval y anillo inferior de la iglesia de San Antonio de los Portugueses, hoy conocida como iglesia de San Antonio de los Alemanes, en Madrid, realizada entre 1662 y 1666. Carreño de Miranda se ocupó de pintar la Gloria de san Antonio de Padua con la Virgen y el Niño, que ocupa el cielo de la cúpula.


Carreño de Miranda y Francisco Rizi colaboraron en varias obras, la más sobresaliente son los frescos de la cúpula de la iglesia de San Antonio de los Portugueses, hoy San Antonio de los Alemanes, en Madrid.

  

Otra obra destacada nacida de la colaboración entre Carreño de Miranda y Francisco Rizi es La fundación de la Orden Trinitaria (1666); un grupo de religiosos levantan la mirada a la imagen de la Inmaculada Concepción, uno de ellos también la Sagrada Forma, para que interceda ante la Santísima Trinidad, que aparece en la parte superior del lienzo rodeada de ángeles músicos.


Carreño de Miranda y Francisco Rizi colaboraron en el lienzo La fundación de la Orden Trinitaria (1666).

  

Durante esta etapa inició la temática de la Inmaculada Concepción ajustándose a los postulados del Concilio de Trento (1545-1563) y de la Contrarreforma. La más valorada es La Inmaculada Concepción del Museo de Guadalajara (1662), que aparece con las características que repetirá en otras obras con el mismo título; la Virgen aparece de pie, en contraposto, sobre una luna creciente, mano derecha sobre el pecho, mano izquierda separada del cuerpo, cabeza apenas inclinada, cabello largo, túnica blanca, símbolo de pureza, y manto azul, símbolo de nobleza y eternidad y que sirve para identificarla como reina de los cielos; además, hay que señalar que la pincelada es ligera y la paleta de colores brillante.


La Inmaculada Concepción del Museo de Guadalajara (1662) es una de las obras maestras de Carreño de Miranda.

  

Carreño de Miranda inició la etapa como pintor del rey y pintor de cámara (1669-1685) cuando recibe sendos nombramientos en 1669 y 1671, poniéndose fin a la colaboración que mantenía con Francisco Rizi.

Las obras de esta etapa son en su mayoría retratos reales, de Carlos II y Mariana de Austria, de miembros de la nobleza y bufones de la corte, pero también realizó pintura religiosa, aunque en menor número.

Uno de los primeros cuadros de esta etapa es La reina Mariana de Austria (hacia 1670), regente desde el fallecimiento de Felipe IV (1665); aparece representada como viuda y regente en el Salón de los Espejos del Alcázar de Madrid, por lo que aparece con toquilla negra sobre vestido blanco; los objetos del escritorio simbolizan su entrega a las tareas de gobierno y el cuadro de Tintoretto Judith y Holofernes que es una mujer fuerte, como revela su mirada, que busca la del espectador. Poco después pintó Mariana de Austria, reina de España, en el que sigue el mismo estilo que en el anterior.


La reina de Mariana de Austria (hacia 1670) es uno de sus primeros retratos de la familia real española.


Carreño de Miranda en Carlos II a los diez años (1671) fijó la tipología del retrato oficial del último rey español de la dinastía de los Habsburgo.

  

Carreño de Miranda fijó la imagen que se tiene del rey Carlos II por los muchos retratos que hizo de este, siendo todos muy similares. El primero de ellos fue Carlos II a los diez años (1671); aparece en el Salón de los Espejos del Alcázar de Madrid, de pie, junto a una mesa, cuyas patas son dos leones de bronce dorado, viste de negro con golilla blanca, porta el Toisón de Oro y ciñe espada; apoya la mano izquierda en la mesa y con la derecha sujeta un memorial; muestra cabello largo, lacio y suelto peinado con raya en medio; detrás de él aparecen dos espejos enmarcados por sendas águilas de bronce dorado con cabezas enfrentadas; uno de los espejos refleja la nuca del rey y los cuadros que cubren la pared opuesta; el suelo de losetas blancas y rojas subraya la perspectiva; por último, la paleta de colores es sobria y la luz se concentra en el rostro del monarca. Otros retratos del monarca fueron Carlos II (1673), muy similar al anterior, Carlos II (1675), en el aparece en primer plano, Carlos II (hacia 1680), en el que aparece representado de medio cuerpo y en el que se aprecia la influencia de Velázquez en los distintos grados de acabado y Carlos II con armadura (1681) en el que renueva la imagen del rey, como una persona adulta; viste una armadura alemana, espada, bastón de mando y banda de general de los ejércitos y sobre un bufete casco y manoplas, apreciándose la influencia de los retratos Felipe II (1551) de Tiziano y Felipe IV armado con un león a los pies (1652), de Velázquez.


Carreño de Miranda en Carlos II con armadura (1681) fija la imagen oficial del rey en su edad adulta.

  

Carreño de Miranda también retrató a la nobleza de la corte. Hay que citar los retratos El duque de Pastrana (hacia 1679), en el que integra al noble, sus dos sirvientes y un caballo en un paisaje, y Piotr Ivánovich Potiomkin (hacia 1681), embajador ruso en Madrid, que aparece de pie y apenas girado y que llama la atención por su composición, cromatismo y vestuario.


Piotr Ivánovich Piotemkim (hacia 1681) es el retrato más original de Carreño de Miranda por el ropaje que viste el personaje.

  

Carreño de Miranda continuó la tradición de retratar a los bufones de la corte al modo de Velázquez, es decir, dignificando a los personajes. Hay que citar El bufón Francisco Bazán (hacia 1680), que padecía de locura, lo muestra en un escenario neutro en el que apenas se distinguen suelo y pared, con rostro ensimismado y sumiso, con traje negro y golilla blanca, sujetando un memorial con la mano derecha y un bonete con la izquierda. También son llamativos Eugenia Martínez Vallejo, desnuda y Eugenia Martínez Vallejo, vestida, ambos pintados hacia 1680, quien padecía síndrome hipercortical, mostrándose obesa en la niñez; Carreño de Miranda la muestra disfrazada de Baco en el cuadro en el que aparece desnuda, racimos de uva y hojas de viña le sirven para coronarla y cubrir el sexo y en el lienzo en el que aparece vestida luce un vestido de gala con rojo y dorado.


Carreño de Miranda mantuvo la tradición velazqueña de dignificar a los bufones de la corte. Así se pone de manifiesto en El bufón Francisco de Bazán (hacia 1680).

  

Los cuadros religiosos de esta etapa son de carácter devocional. Hay que mencionar Cristo crucificado (hacia 1670), en el Señor muestra corona de rosas y faldellín bordado en lugar de paño de pureza, Santa Ana enseñando a leer a la Virgen (1674), de composición piramidal, y La Virgen de Atocha (hacia 1680), de silueta cónica.

Carreño de Miranda ejerció una influencia decisiva sobre el barroco cortesano y la llamada “generación del cambio dinástico”. Entre sus discípulos hay que citar entre muchos a José Jiménez Donoso, Jerónimo Ezquerra, Claudio Coello, Mateo Cerezo y José García Hidalgo.


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