Francisco Pradilla (Villanueva de Gállego, 1848-Madrid, 1921) se
formó en Zaragoza y Madrid, donde estudió a los grandes maestros de la pintura.
En 1874 fue pensionado para completar su formación en la Academia de España en
Roma. Puso fin a su estancia en Roma pintando Doña Juana la Loca (1877)
por el que obtuvo la Medalla de Honor en la Exposición Nacional de Bellas Artes
en Madrid (1878) y la Medalla de Honor en la Exposición Universal de París
(1878). Se distinguió como pintor de cuadros históricos de gran
formato, tales como La rendición de
Granada (1882), La reina doña Juana la Loca, recluida en Tordesillas con su hija, la
infanta doña Catalina (1906) y Cortejo del bautizo del
príncipe don Juan, hijo de los Reyes Católicos, por las calles de Sevilla (1910).
Felipe el
Hermoso murió en septiembre de 1506; tres meses después la reina doña Juana
decidió enterrar a su marido en el panteón de los Reyes Católicos en la Capilla
Real de la catedral metropolitana de la Encarnación de Granada. En Doña Juana la Loca Pradilla recoge el
momento en el que la reina hace un alto en el traslado del féretro desde la
Cartuja de Santa María de Miraflores (Burgos) a Granada; el viaje se hacía en
etapas muy cortas y de noche, por el día se descansaba en algún monasterio o
iglesia; sin embargo, en la etapa de Torquemada a Hornillos sucedió algo inesperado
que despertó los celos de la reina; Pedro Mártir de Anglería dejó escrito:
“mandó la reina colocar el féretro en un convento que creyó ser de frailes, mas
como luego supiese que era de monjas, se mostró horrorizada y al punto mandó
que lo sacaran de allí y le llevaran al campo. Allí hizo permanecer toda la
comitiva a la intemperie, sufriendo el riguroso frío de la estación”.
Estilo: Romanticismo.
Técnica: Óleo sobre
lienzo.
Temática: Histórica.
Dimensiones: 500 x
300 cm.
Museo Nacional del
Prado, Madrid, España.
La composición
se organiza a partir de la diagonal que marca el féretro de Felipe el Hermoso.
La reina doña Juana ocupa el centro de la escena; inclina la cabeza y fija la
mirada en el catafalco en el que descansa su marido; viste traje de terciopelo
negro, que pone en evidencia el avanzado estado de gestación; en la mano
izquierda se observa dos alianzas, que dicen que la reina es viuda. Las
parihuelas están cubiertas por un lienzo blanco donde aparecen estampados el
águila imperial bicéfala y la de Sicilia y los cuarteles de Aragón, Borgoña,
Castilla, Flandes, Granada, León y Tirol; el féretro aparece cubierto por una
tela negra adornada con bordados del águila imperial y el león de Bramante. Dos
velones flanquean la cabecera del féretro. Los personajes que acompañan a la
reina doña Juana son su séquito; está formado por caballeros, nobles,
eclesiásticos y criadas ancianas. Al fondo se divisa el convento de monjas.
La tensión de
la escena se refuerza presentando a la reina doña Juana de luto y en posición
erguida y aislada del resto de personajes, el recogimiento en oración de uno de
los religiosos, el cielo oscuro poco antes del ocaso, el árbol seco y la gama
cromática cargada de tonalidades frías y oscuras.
Pradilla
demuestra su virtuosismo en una pincelada vigorosa, que no anula un dibujo
correcto; en la representación del frío y del viento a través de la llama de
los velones y el humo de la hoguera, que parecen arrastrados; del silencio,
presentando a la reina doña Juana en una escena de recogimiento e introversión;
y sus conocimientos históricos en su magnífica puesta en escena y a través del
vestuario de los personajes y accesorios.
La reina doña
Juana nunca llegó a su destino por varios motivos: la lentitud del cortejo en
la marcha, la peste, el alumbramiento de doña Catalina de Austria en Torquemada
y las quejas de los nobles al rey Fernando el Católico. Los restos de Felipe el
Hermoso descansaron en el convento de Santa Clara de Tordesillas hasta 1525,
año en el que el emperador Carlos V ordenó su traslado a Granada.
Doña Juana
permaneció encerrada por orden de su padre el rey Fernando el Católico y de su
hijo el emperador Carlos V en el convento de Santa Clara de Tordesillas desde
1509 hasta su muerte en 1555.
La
trascendencia de Doña Juana la Loca
se fundamenta en ser la primera gran obra de Francisco Pradilla, uno de los
pintores más sobresalientes del Romanticismo español, y ser uno de los cuadros
más destacados de género histórico.
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