viernes, 8 de marzo de 2019

Doña Juana la Loca, de Francisco Pradilla

Francisco Pradilla (Villanueva de Gállego, 1848-Madrid, 1921) se formó en Zaragoza y Madrid, donde estudió a los grandes maestros de la pintura. En 1874 fue pensionado para completar su formación en la Academia de España en Roma. Puso fin a su estancia en Roma pintando Doña Juana la Loca (1877) por el que obtuvo la Medalla de Honor en la Exposición Nacional de Bellas Artes en Madrid (1878) y la Medalla de Honor en la Exposición Universal de París (1878). Se distinguió como pintor de cuadros históricos de gran formato, tales como La rendición de Granada (1882), La reina doña Juana la Loca, recluida en Tordesillas con su hija, la infanta doña Catalina (1906) y Cortejo del bautizo del príncipe don Juan, hijo de los Reyes Católicos, por las calles de Sevilla (1910).

Felipe el Hermoso murió en septiembre de 1506; tres meses después la reina doña Juana decidió enterrar a su marido en el panteón de los Reyes Católicos en la Capilla Real de la catedral metropolitana de la Encarnación de Granada. En Doña Juana la Loca Pradilla recoge el momento en el que la reina hace un alto en el traslado del féretro desde la Cartuja de Santa María de Miraflores (Burgos) a Granada; el viaje se hacía en etapas muy cortas y de noche, por el día se descansaba en algún monasterio o iglesia; sin embargo, en la etapa de Torquemada a Hornillos sucedió algo inesperado que despertó los celos de la reina; Pedro Mártir de Anglería dejó escrito: “mandó la reina colocar el féretro en un convento que creyó ser de frailes, mas como luego supiese que era de monjas, se mostró horrorizada y al punto mandó que lo sacaran de allí y le llevaran al campo. Allí hizo permanecer toda la comitiva a la intemperie, sufriendo el riguroso frío de la estación”.

Francisco Pradilla: Doña Juana la Loca, 1877.
Estilo: Romanticismo.
Técnica: Óleo sobre lienzo.
Temática: Histórica.
Dimensiones: 500 x 300 cm.
Museo Nacional del Prado, Madrid, España.


La composición se organiza a partir de la diagonal que marca el féretro de Felipe el Hermoso. La reina doña Juana ocupa el centro de la escena; inclina la cabeza y fija la mirada en el catafalco en el que descansa su marido; viste traje de terciopelo negro, que pone en evidencia el avanzado estado de gestación; en la mano izquierda se observa dos alianzas, que dicen que la reina es viuda. Las parihuelas están cubiertas por un lienzo blanco donde aparecen estampados el águila imperial bicéfala y la de Sicilia y los cuarteles de Aragón, Borgoña, Castilla, Flandes, Granada, León y Tirol; el féretro aparece cubierto por una tela negra adornada con bordados del águila imperial y el león de Bramante. Dos velones flanquean la cabecera del féretro. Los personajes que acompañan a la reina doña Juana son su séquito; está formado por caballeros, nobles, eclesiásticos y criadas ancianas. Al fondo se divisa el convento de monjas.

La tensión de la escena se refuerza presentando a la reina doña Juana de luto y en posición erguida y aislada del resto de personajes, el recogimiento en oración de uno de los religiosos, el cielo oscuro poco antes del ocaso, el árbol seco y la gama cromática cargada de tonalidades frías y oscuras.

Pradilla demuestra su virtuosismo en una pincelada vigorosa, que no anula un dibujo correcto; en la representación del frío y del viento a través de la llama de los velones y el humo de la hoguera, que parecen arrastrados; del silencio, presentando a la reina doña Juana en una escena de recogimiento e introversión; y sus conocimientos históricos en su magnífica puesta en escena y a través del vestuario de los personajes y accesorios.

La reina doña Juana nunca llegó a su destino por varios motivos: la lentitud del cortejo en la marcha, la peste, el alumbramiento de doña Catalina de Austria en Torquemada y las quejas de los nobles al rey Fernando el Católico. Los restos de Felipe el Hermoso descansaron en el convento de Santa Clara de Tordesillas hasta 1525, año en el que el emperador Carlos V ordenó su traslado a Granada.

Doña Juana permaneció encerrada por orden de su padre el rey Fernando el Católico y de su hijo el emperador Carlos V en el convento de Santa Clara de Tordesillas desde 1509 hasta su muerte en 1555.

La trascendencia de Doña Juana la Loca se fundamenta en ser la primera gran obra de Francisco Pradilla, uno de los pintores más sobresalientes del Romanticismo español, y ser uno de los cuadros más destacados de género histórico.


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