jueves, 18 de octubre de 2018

Inmaculada Concepción, de Martínez Montañés

Juan Martínez Montañés (Alcalá la Real, 1568-Sevilla, 1649) se formó como escultor en Granada en el taller de Pablo de Rojas. Se estableció en Sevilla en 1585 dando inicio a la escuela sevillana barroca. Su estilo se caracteriza por el realismo, la armonía y la serenidad. Entre sus obras más importantes hay que citar Cristo de la Clemencia (1606), el retablo de la iglesia de Santiponce (1609) y la Inmaculada Concepción de la catedral de Santa María de la Sede de Sevilla (1631).

Juan Martínez Montañés: Inmaculada Concepción, 1631.
Estilo: Barroco.
Técnica: Madera de cedro policromada y estofada.
Temática: Religiosa.
Dimensiones: 164 cm. de altura.
Catedral de Santa María de la Sede, Sevilla, España.


La Inmaculada Concepción fue un encargo de Jerónima Zamudio, viuda del jurado don Francisco Gutiérrez de Molina, que en 1628 hizo a Juan Martínez Montañés. A ambos les unía su fe en la Virgen María; defendían que la Virgen estaba exenta del pecado original desde su concepción. La imagen debió estar terminada en 1629, pero no fue así por enfermedad del artista; se terminó en 1631. La Inmaculada Concepción preside el retablo homónimo de la capilla de los Alabastros de la catedral sevillana.

Martínez Montañés esculpió a la Inmaculada Concepción siguiendo los principios de belleza que el pintor Francisco Pacheco expuso años más tarde en el tratado Arte de la pintura (1641). Así se explica que la imagen se ajusta a la visión que san Juan da de la Virgen en Apocalipsis 12, 1: “Una gran señal apareció en el cielo: una mujer vestida de sol, la Luna a sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas”.

La Virgen María aparece de pie sobre un pedestal compuesto por una nube, una media luna y tres ángeles. Se la representa en su juventud; la mirada se dirige hacia el suelo en señal de obediencia hacia el Señor, en actitud orante con las manos unidas por los dedos delante del pecho; el cabello está suelto peinado con raya en medio, lo que simboliza la pureza de la Virgen; el rostro es nácar. La Virgen está coronada por doce estrellas, que simbolizan el apostolado y las tribus de Israel. Se apunta un tímido contraposto al avanzar la rodilla izquierda. Aparece vestida con túnica y manto, que recoge con las manos, creando unos pliegues angulosos; la policromía original fue de Baltasar Quintero, que eligió el blanco para la túnica, lo que simboliza su pureza, y el azul para el manto, simbolizando su nobleza y eternidad y que es la Reina de los cielos; sin embargo, la policromía actual es de 1779.

Juan Martínez Montañés había hecho antes la Inmaculada de la Casa profesa de los jesuitas de Sevilla y la del convento de Santa Paula, pero con la Inmaculada Concepción de la catedral de Santa María de la Sede de Sevilla fijó un estereotipo de Virgen María que quedó incrustado en el imaginario de la ciudad de Sevilla y del Barroco español.


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