Del maestro de Avià apenas se tienen datos. Se sabe que trabajó en
Cataluña a finales del siglo XII y primeras décadas del XIII. Se le atribuyen el frontal de Santa María de Avià
(1170-1190) y el frontal de San Sadurní
de Rotgers (primer tercio del siglo XIII).
El antipendio
es la parte delantera del altar. Durante el románico en Cataluña se decoraba
con pinturas realizadas sobre tablas llamadas frontales, que cubrían la parte delantera
del altar y, en ocasiones, también las laterales. Cumplían una función de
adoctrinamiento de los fieles. Estaban dedicados a la vida de Jesús, la Virgen
o al santo que daba nombre a la iglesia.
Maestro
de Avià: Frontal de Santa María de Avià,
1170-1190.
Estilo:
Románico.
Técnica:
Temple sobre madera, barniz dorado y estuco.
Temática:
Religiosa.
Dimensiones:
105 x 176 cm.
Museo Nacional de Arte de Cataluña, Barcelona, España.
El frontal de Santa María de Avià está
dedicado a la Virgen María y se estructura en cinco escenas: Virgen con el
Niño, Anunciación, Nacimiento, Epifanía y Presentación de Jesús en el templo.
La escena de la Virgen con el Niño ocupa
el centro del frontal y es la de mayor tamaño. La Virgen aparece sentada en un
trono con el Niño sentado en el regazo, bajo un arco trilobulado y dos ángeles.
La Virgen y el Niño se presentan nimbados; la Virgen viste un manto azul
adornado con motivos florales; el Niño mira hacia su lado derecho, y adopta un
gesto parecido al de la bendición; ambos destacan sobre un fondo ocre.
La Anunciación ocupa la parte superior
derecha. Son dos escenas: en la de la izquierda el arcángel Gabriel se aparece
a la Virgen y la anuncia la buena nueva; y en la de la derecha Isabel visita a
la Virgen y se abrazan. Ambas escenas aparecen encuadradas bajo arcos de medio
punto.
El Nacimiento ocupa la parte superior
derecha. La Virgen María y José aparecen sentados a ambos lados del Niño Jesús
en la cuna, cubierto por un lienzo, y detrás el asno y el buey. Los nimbos de
la Virgen María y del Niño Jesús son ovalados y el de José circular.
La Epifanía ocupa la parte inferior
izquierda. Aparecen los tres reyes magos identificados por sus nombres en
mayúsculas: GASPAR, BALTASAR y MELCHIOR. Los tres aparecen coronados.
La Presentación de Jesús en el templo
ocupa la parte inferior derecha. Simeón devuelve a Jesús a la Virgen María, que
hace el gesto de recibirle en los brazos; a la derecha, se reconoce a la
sacerdotisa Ana y, a la izquierda, un personaje del que se desconoce la
identidad.
Las escenas están separadas por líneas
en relieve hechas con estuco.
La influencia bizantina se constata en
el alargamiento de las figuras y la riqueza de las vestiduras de inspiración
oriental.
Los colores predominantes son el azul y
el rojo, y los secundarios el amarillo y el verde. La tonalidad es intensa y
contrasta con el barniz dorado.
Los aspectos formales se ajustan a las
características de la pintura románica:
- Simetría bilateral, tomando como eje las figuras de la Virgen con el Niño.
- Perspectiva jerárquica, que sirve para indicar la importancia de las figuras, siendo la de mayor tamaño la de la Virgen.
- Frontalidad, geometrización, hieratismo e isocefalia de las figuras, que no manifiestan sentimiento alguno. Su canon es alargado.
- Los paños presentan dobleces antinaturalistas y carecen de textura, no se puede saber de qué tejido están hechos.
- La línea se impone al color, es gruesa y negra, y sirve para delimitar los contornos.
- El color es plano. La gama es escasa –azul, blanco, amarillo, verde y rojo– y carente de tonalidades, pero de un fuerte impacto simbólico: el azul representa la eternidad y la nobleza, el blanco la pureza, el amarillo la Gloria, el verde la esperanza y el rojo la Pasión. El negro no cumple una función simbólica.
- La luz es inexistente.
- No hay espacio, el fondo es plano.
- La decoración es escasa, sólo unas líneas estucadas que separan las escenas y enmarcan el frontal.
El frontal
de Santa María de Avià debe su importancia a ser ejemplo de la introducción
del estilo italo-bizantino en el Románico catalán, que se distingue por la
ausencia de simetría en las escenas y el progresivo abandono del hieratismo en
las figuras, que se humanizan.
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