sábado, 14 de diciembre de 2024

Pedro Berruguete

Pedro Berruguete (Paredes de Nava, 1450-Ávila, 1504) fue un pintor renacentista español. Se formó en Castilla e Italia, donde realizó obras notables, caso de Retrato de Federico de Montefeltro y su hijo Guidobalo (1477). Regresó a Castilla en 1483, donde pintó sus mejores cuadros, caso de Auto de fe presidido por santo Domingo de Guzmán (1499). Estuvo influido por las pinturas gótica flamenca y renacentista italiana. 

La obra de Pedro Berruguete presenta las siguientes características:

  • Combinó principios estéticos renacentistas italianos y de la pintura flamenca.
  • Sus composiciones son renacentistas, pero el detallismo flamenco.
  • Introdujo elementos arquitectónicos clásicos para enmarcar las escenas, a la vez que mantuvo elementos góticos, como los dorados.
  • Practicó la perspectiva lineal.
  • Las figuras representadas son sobrias.
  • Mostró preocupación por la luz en espacios interiores.
  • Virtuosismo en la reproducción de las texturas de cualquier objeto.
  • Practicó diferentes técnicas, destacando el temple sobre lienzo y óleo sobre tabla. 

La carrera artística de Pedro Berruguete pasó por las siguientes etapas:

  • Formación, de 1470 a 1473.
  • Italiana, de 1473 a 1482.
  • Castellana, de 1483 a 1503. 

Pedro Berruguete desarrolló su etapa de formación (1470-1473) en Salamanca con Fernando Gallego, de quien aprendió los principios de la pintura hispanoflamenca. De estos años son las obras Verificación de la cruz de Cristo y Adoración de los Magos, ambas de 1471, y las tablas del retablo de la iglesia de Santa Eulalia de Paredes de Nava (1473), destacando Anunciación por presentar una composición equilibrada, perspectiva lineal, valiéndose del enlosado, y uso de elementos góticos, desde el arco ojival de la arquitectura al dorado del fondo de la tabla.

Anunciación es una de las tablas que Pedro Berruguete realizó para el retablo de la iglesia de Santa Eulalia de Paredes de Nava en 1473.

  

La etapa italiana (1473-1482) debió desarrollarse en varias ciudades. Entre 1473 y 1477 quizá estuviese en Nápoles y Roma, y desde este año en Urbino, donde debió conocer la obra de Jan van Eyck, aunó la pintura gótica hispanoflamenca con la renacentista italiana, aprendió a retratar el desnudo, el cuerpo en movimiento y el escorzo. Además, pintó alguna de sus obras más destacables. Colaboró con Justo de Gante, terminando algunas obras iniciadas por este, caso de Vitorino da Feltre y El papa Sixto IV, ambas de 1475, y con Francesco di Giorgo Martini, que pintó los elementos arquitectónicos de Federico de Montefeltro y su corte escuchando la lección de un humanista (1475).

Pedro Berruguete colaboró con Juan de Gante en la realización de diversos retratos de personajes ilustres, caso de El papa Sixto IV (1475).

  

La gran obra de Pedro Berruguete en Italia es Retrato de Federico de Montefeltro y su hijo Guidobaldo (1474-1477) para la serie de 28 retratos de hombres célebres, que adornaría la biblioteca de Federico de Montefeltro, duque de Urbino. Se trata de un retrato doble; Federico de Montefeltro aparece en su estudio, sentado en un trono, retratado como humanista y militar, rodeado de símbolos de poder y conocimiento, desde una armadura a un libro, además de los símbolos que le identifican como caballero del Toisón de Oro y de la Orden de la Jarretera, y como símbolo de su reconocimiento internacional la mitra de perlas, regalo del sultán otomano, sobre la estantería; aparece retratado del perfil izquierdo, puesto que el lado derecho del rostro se lo desfiguró en un lance durante un torneo. Guidobaldo aparece de pie apoyado sobre la rodilla derecha de su padre, está vestido de gala, con abundantes joyas. El cuadro presenta un formato vertical con la perspectiva en orientación derecha izquierda.

Pedro Berruguete trabajó para el duque de Urbino, siendo su mejor obra Retrato de Federico de Montefeltro y su hijo Guidobaldo (1474-1477).

  

Pedro Berruguete abandonó Urbino tras el fallecimiento de Federico de Montefeltro en 1482.

Durante la etapa castellana (1483-1503) la Iglesia fue el cliente principal de Pedro Berruguete, que se especializó en pinturas para retablos. En las obras de esta etapa se aprecia una mejor representación de la perspectiva, de la anatomía humana en movimiento y de la arquitectura clásica, si bien sigue utilizando elementos góticos, tan característicos en Castilla.

La presencia de Pedro Berruguete en Toledo está documentada a partir de 1483, trabajando en la catedral de Santa María por decisión del cardenal Mendoza. También trabajó en otras localidades castellanas, donde realizó importantes obras, una de ellas La decapitación de san Juan Bautista (1485) para la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción en Santa María del Campo; combinó características de la pintura italiana, como la perspectiva, la arquitectura clásica y la gradación de la luz, con otras de la pintura hispanoflamenca, como la elegancia y el detallismo en los vestidos de las mujeres.


En La decapitación de san Juan Bautista (1485) se aprecia el estilo personal de Pedro Berruguete, que supo combinar los estilos hispanoflamenco y renacentista italiano.

  

Otras obras que Pedro Berruguete realizó fuera de Toledo durante estos años fueron Milagro de la pierna de san Cosme y san Damián, Virgen con el Niño, Lamentación sobre Cristo muerto, Díptico de la Pasión y Asunción de la Virgen, todas hacia 1490. 

Pedro Berruguete perdió a su valedor tras la muerte del cardenal Mendoza en 1495; aun así, trabajó en la catedral de Santa María de Toledo hasta 1497 para concluir los trabajos que tenía comprometidos: Anunciación, Nacimiento de Cristo y Adoración de los Magos, todos para el claustro catedralicio.

Fray Tomás de Torquemada, primer inquisidor general de Castilla y Aragón y miembro de la orden de los dominicos, llamó a Pedro Berruguete para que participase en la decoración del Real Monasterio de Santo Tomás de Ávila en 1499. Realizó varias tablas dedicadas a santo Domingo de Guzmán y san Pedro Mártir de Verona, santos dominicos. Son las mejores obras de Pedro Berruguete.

Las tablas dedicadas a santo Domingo de Guzmán son Aparición de la Virgen a una comunidad de dominicos, Auto de fe presidido por santo Domingo de Guzmán, Santo Domingo y los albigenses, Santo Domingo resucita a un joven y Santo Domingo de Guzmán.

En Aparición de la Virgen a una comunidad de dominicos se recoge el momento en el que la Virgen María se aparece a un grupo de monjes dominicos, que, gracias a su devoción mariana, lograron hacer desaparecer el demonio, que tanto intentó perturbarlos.

Pedro Berruguete en Aparición de la Virgen a una comunidad de dominicos (1499) representa la intensa devoción mariana de los dominicos.

  

En Auto de fe presidido por santo Domingo de Guzmán se representa un episodio sucedido entre 1212 y 1221, aquel en el que santo Domingo de Guzmán presidió el auto de fe en el que se procesó al hereje Raimundo de Corsi y a otros albigenses; a santo Domingo de Guzmán se le reconoce por vestir los hábitos de la orden dominica con las tres flores de lis y el nimbo; aparece sentado en el trono de la tribuna superior, con la mano derecha extendida en ademán de clemencia hacia Raimundo de Corsi, que al abjurar de la herejía albigense fue indultado de morir en la hoguera; seis jueces acompañan a santo Domingo de Guzmán en el tribunal, tres a cada lado, uno de ellos sostiene el pendón del Santo Oficio; en la grada inferior aparecen doce hombres, unos leyendo las sentencias a los herejes, otros hablando, otros observando el desarrollo del Auto de fe y otro sentado durmiendo con la cabeza apoyada en el respaldo de la grada; el graderío está cubierto con un dosel; en primer plano aparecen soldados a caballo y a pie, clérigos, verdugos, público y condenados; dos de los condenados están desnudos en el quemadero a la espera de que sea encendida la hoguera y otros dos con corazas y sambenitos en los que se lee “condenado herético”. Aunque el auto de fe se desarrolló en el siglo XIII todos los personajes visten a la moda de finales del siglo XV.


Auto de fe presidido por santo Domingo de Guzmán (1499) es la obra más importante que Pedro Berruguete realizó para el Real Monasterio de Santo Tomás de Ávila.

  

En Santo Domingo y los albigenses se muestra un episodio de la prueba del fuego; santo Domingo ordenó arrojar al fuego los libros albigenses, pero uno asciende y se salva de las llamas, lo que acreditaba que no era un libro herético para la fe católica.

Pedro Berruguete pintó la prueba del fuego en Santo Domingo y los albigenses (1499).

  

En Santo Domingo resucita a un joven se representa un doble episodio, en el primero, que se ve en el exterior, el joven Napoleón Orsini cae de un caballo y muere, en el segundo, en el interior, santo Domingo, levitando de rodillas, bendice con la mano derecha a Orsini, que se incorpora, volviendo a la vida ante la sorpresa de los asistentes.

Pedro Berruguete en Santo Domingo resucita a un joven (1499) representa uno de los milagros que se atribuyen al santo.

  

Santo Domingo de Guzmán es la tabla central del retablo dedicado al santo. Aparece retratado de pie, de frente, con la mirada baja, con la mano izquierda sostiene un libro del que brota la flor de lis, con la mano derecha empuña una cruz, que clava en el perro demoniaco. Se aprecia la influencia italiana en la representación de la perspectiva lineal y la influencia hispanoflamenca en la abundancia del dorado.


Pedro Berruguete en Santo Domingo de Guzmán (1499) retrató al santo como inquisidor general por iniciativa de fray Tomás de Torquemada. Nunca ocupó ese cargo, pero a fray Tomas de Torquemada le sirvió para reforzar el papel de la Inquisición y el suyo.

  

Las tablas dedicadas a san Pedro Mártir de Verona son San Pedro Mártir, San Pedro Mártir en oración, Muerte de san Pedro Mártir, El milagro de la nube y Adoración del sepulcro de san Pedro Mártir.

San Pedro Mártir es la tabla del retablo dedicado a san Pedro Mártir de Verona. Al santo se le identifica por los elementos martiriales: el cuchillo en incrustado en la cabeza, el puñal clavado en el pecho, la palma con las tres coronas y el libro abierto por la oración del Credo. Hay que mencionar que se combinan elementos arquitectónicos góticos y renacentistas y al santo se le dota de movimiento al adelantar una pierna.

San Pedro Mártir (1499) fue la tabla central del retablo dedicado a ensalzar la figura de este santo dominico.

  

En San Pedro Mártir en oración se retrata al santo de rodillas ante un crucifijo; se lamenta ante Cristo, a quien dirige la mirada y sus palabras, por sufrir por Él sin haber hecho daño a nadie, a los que el Señor le responde “¿Y yo, Pedro, qué mal hice?”. El diálogo entre los dos aparece escrito en latín sobre el paño dorado, que cubre el muro de cierre de la escena.

Pedro Berruguete en San Pedro en oración (1499) vuelve a combinar las enseñanzas de la escuela hispanoflamenca, como la utilización del dorado como fondo de la escena, y del estilo renacentista, caso de la perspectiva lineal y los elementos arquitectónicos clásicos.

  

En La muerte de san Pedro Mártir se representa el martirio de Pedro de Verona, prior del convento dominico de Como, en su camino hacia Milán, donde participaría en una vista contra unos herejes; unos correligionarios de estos le ataron y martirizaron hasta darle muerte; Pedro de Verona recoge su sangre y con ella escribe en el suelo el arranque del Credo.

En La muerte de san Pedro Mártir (1499) se subraya la importancia del martirio y de la oración del Credo.

  

En El milagro de la nube se recoge el momento en el que el hereje, sentado junto al púlpito, promete renunciar de su error si cesa el intenso calor que están sufriendo, entonces una nube nubla el cielo. Se combinan la perspectiva lineal y la jerárquica, por la cual san Pedro Mártir es de mayor tamaño que el resto de las figuras.

En El milagro de nube (1499) se reconocen características goticistas como la perspectiva jerárquica, el dorado y elementos arquitectónicos góticos.

  

En Adoración del sepulcro de san Pedro Mártir se recoge el momento en el que tiene lugar el milagro del encendido de la lámpara, que ilumina la estancia donde los creyentes rezan ante el sepulcro de san Pedro Mártir, un rayo de luz enciende la lámpara, que ocupa el centro de la escena, causando admiración entre unos y reforzando la fe en san Pedro Mártir. Pedro Berruguete sigue el relato que se recoge en La leyenda dorada, de Jacobo de Vorágine.


Pedro Berruguete se inspiró en La leyenda dorada, de Jacobo de Vorágine, para pintar Adoración del sepulcro de san Pedro Mártir (1499), donde se representa el milagro del encendido de la lámpara.

  

Pedro Berruguete pintó obras de notable interés en sus últimos años; hay que mencionar Cristo en la cruz (1499), San Juan Evangelista en Patmos (1499), La Virgen con el niño en un trono (1500), La Virgen de la leche (hacia 1500).

Pedro Berruguete se consagró como uno de los maestros de la pintura española por ser uno de los primeros maestros de la pintura renacentista en España, aunque nunca abandonó elementos característicos de la pintura gótica hispanoflamenca. Sus mejores obras fueron las que realizó para el Real Monasterio de Santo Tomás de Ávila a instancia del inquisidor general fray Tomás de Torquemada.

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