sábado, 17 de junio de 2023

Ribalta

Francisco Ribalta (Solsona, 1565-Valencia, 1628) es uno de los pintores españoles barrocos más sobresalientes. Se formó en Barcelona y Madrid, donde estudió a los manieristas, las colecciones reales y, a través de estampas, a los maestros venecianos y a Durero. En 1598 se instaló en Valencia, donde recibió la influencia de Vicente Masip y Juan de Juanes. Viajó a Italia donde estudió la obra de Caravaggio. Sus mejores obras son las de sus últimos años, destacando el retablo mayor de la capilla de Porta-Coeli (1625-1627) y Cristo abrazando a san Bernardo (1627).

San Lucas es una de las piezas más valoradas del retablo mayor de la capilla de Porta-Coeli, que Ribalta pintó entre 1625 y 1627. Le sirve para retratar al santo y a la Virgen María leyendo y para reivindicar la pintura como una bella arte a la altura de la arquitectura y la escultura.

  

Las características de la pintura de Ribalta son las siguientes:

  • Recibió la influencia de los pintores que decoraron el Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, de los maestros venecianos y de Caravaggio.
  • Apostó por el naturalismo, el tenebrismo y la expresividad contenida.
  • Los personajes de sus cuadros se ajustan a un modelo de belleza idealizado.
  • Composiciones sobrias, pero monumentales.
  • Virtuosismo en la reproducción de las texturas.
  • Pincelada fluida.
  • Casi todos sus cuadros son de temática religiosa y siguen los principios del Concilio de Trento (1545-1563) y la Contrarreforma. Así, los cuadros de santos tienen la intención de exacerbar la fe del espectador.

La carrera artística de Ribalta pasó por las siguientes etapas:

  • Barcelonesa, de 1571 a 1582.
  • Madrileña, de 1582 a 1598.
  • Valenciana, de 1598 a 1628. 

Durante la etapa barcelonesa (1571-1582) se formó con Isaac Hermes, un pintor holandés seguidor del manierismo nórdico con influencias italianas y de los principios contrarreformistas.

Durante la etapa madrileña (1582-1598) estudió las colecciones pictóricas del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, dejándose influir por los maestros italianos.

De estos años han llegado pocas obras hasta nuestros días, pero significativas en la carrera de Ribalta, debiendo citarse Preparativos para la Crucifixión (1582), que llama la atención por una composición compleja, los escorzos de las figuras y una luz crepuscular.

Preparativos para la Crucifixión (1582) es la mejor obra de la etapa madrileña de Ribalta.

  

La etapa valenciana (1598-1628) es la más brillante de Ribalta. Tras la muerte del rey Felipe II en 1598, Ribalta se trasladó a Valencia, atraído por la renovación artística que estaba llevando a cabo el arzobispo Juan de Ribera bajo los principios contrarreformistas. Recibió la influencia de Juan de Juanes, de quien copió algunas de sus obras.

Los primeros trabajos de Ribalta en Valencia fueron de menor importancia, pero le sirvieron para demostrar su capacidad de adaptación a las exigencias de sus clientes. Entre los trabajos de los primeros años en Valencia hay que citar Margarita Agulló (1600), por encargo del arzobispo Juan de Ribera, un retrato de la beata de Játiva, que muestra la fe que tenía en Cristo, realizado a partir del que hiciera Juan Sariñena.


Ribalta pintó el retrato Margarita Agulló (1600) por encargo de Juan de Ribera, arzobispo de Valencia.

  

En Algemesí pintó el retablo mayor de la iglesia parroquial (1603-1605) y Última Cena para el colegio del Corpus Christi (1606). El retablo mayor de la iglesia parroquial de Algemesí está dedicado al apóstol Santiago y lo componen diecinueve telas en las que se reconoce la influencia escurialense de Ribalta. Última Cena presenta una composición circular alrededor de una mesa, Cristo aparece en la parte central superior bendiciendo el pan, contemplando el cielo, con todos los apóstoles prestándole atención, excepto Judas, que mira al espectador mientras sujeta la bolsa con las treinta monedas de plata recibidas por traicionar al Señor.

Ribalta pintó Última Cena en 1606. Llama la atención por su disposición vertical. La escena se enmarca dentro de una arquitectura de estilo clásico.

  

Uno de los trabajos más destacados de Ribalta de la primera década del siglo XVII es Cristo muerto sostenido por dos ángeles (hacia 1609), en el que se aprecia la influencia de Juan de Juanes; sin embargo, Ribalta utiliza una paleta de colores y un juego de luces contrastados con el fin de subrayar el dramatismo de la escena; el virtuosismo de Ribalta se aprecia en la reproducción de la anatomía de Cristo, habiendo conseguido representar de manera naturalista la flaccidez del cuerpo inerte en el brazo izquierdo de Cristo sujetado por un ángel.

Una de las obras que han hecho de Ribalta uno de los grandes maestros de la pintura barroca es Cristo muerto sostenido por dos ángeles (hacia 1609).

  

Ribalta retrató durante los primeros años de la segunda década del siglo XVII a dos figuras prominentes fallecidas: el arzobispo Juan de Ribera y el padre Francisco Jerónimo Simón. Este último religioso aparece en varias obras de Ribalta, destacando Visión del Calvario del padre Francisco Jerónimo Simón (1612).


El padre Francisco Jerónimo Simón fue un religioso muy querido en Valencia. En Visión del calvario por el padre Francisco Jerónimo Simón (1612) aparece individualizado venerando a Cristo en la cruz.

  

Ribalta viajó a Italia entre 1613 y 1615, donde estudió a los maestros italianos, en especial a Caravaggio, y a Madrid entre 1618 y 1619, donde estudió a Carducho y Cajés. Después de estos viajes la pintura de Ribalta se caracterizará por composiciones más equilibradas, tenebrismo matizado, una paleta de colores reducida y naturalismo estricto, utilizando como modelos a personas de la calle.

Ribalta pintó sus mejores cuadros durante los últimos años de la etapa valenciana. Cabe citar Ramón Llull, San Francisco confortado por un ángel músico, ambos de 1620, el retablo mayor de la capilla de Porta-Coeli (1625-1627) y Cristo abrazando a san Bernardo (1627).

El retrato de Ramón Llull evidencia un realismo primoroso en la representación del personaje en una pausa durante la lectura de una carta, además de un tenebrismo muy acusado con el fin de centrar la atención del espectador en el rostro del pensador y en la carta que sujeta con las manos.

A Ribalta no le gustaba el género del retrato; sin embargo, Ramón Llull (1620) es uno de los retratos barrocos más valorados.

  

Ribalta en San Francisco confortado por un ángel músico representó el momento en el que un ángel se aparece a san Francisco en su celda; se inspiró en una estampa de Paolo Piazza; llama la atención por la expresión de sorpresa del santo y el contraste entre la luz de la vela de san Francisco sobre una mesa y la que desprende el ángel, que ilumina casi toda la estancia.

San Francisco confortado por un ángel músico (1620) es el cuadro más valorado de los que Ribalta pintó para el convento capuchino del Corpus Christi de Valencia.

  

La última gran obra de Ribalta en cuanto a su complejidad fue el retablo mayor de la cartuja de Porta-Coeli de Valencia, sustituido por otro neoclásico en 1773 y desmantelado con la desamortización de Mendizábal de 1835. Estaba compuesto por dieciséis tablas, sobresaliendo San Lucas y San Bruno. En San Lucas hace un triple retrato, el del santo y dos de la Virgen María, el que estaría pintando el santo a partir del hecho por Ribalta; la paleta de colores es escasa y terrosa; le sirve a Ribalta para reivindicar la pintura como una de las grandes bellas artes. En San Bruno llena todo el lienzo con la figura del santo; este de pie, pide silencio, cualidad que distingue a los monjes cartujos; hay que valorar el realismo del rostro del santo, las diferentes tonalidades del blanco, la iluminación lateral y la pincelada suelta.


Ribalta pintó San Bruno para el retablo mayor de la cartuja de Porta-Coeli de Valencia.

  

Ribalta pintó Cristo abrazando a san Bernardo para la Celda Prioral de la cartuja de Porta-Coeli de Valencia. Es su obra maestra y una de las más sobresalientes del Barroco. Se representa el episodio del Flos Sanctorum (1599), de Pedro de Ribadeneyra, en el que se cuenta el milagro de san Bernardo (1090-1153), fundador de la Orden del Cister (1115), en el cual una imagen de Cristo se desclava de la cruz para abrazar y consolar a san Bernardo, que le estaba rezando. Ribalta se inspiró en los modelos de Piombo para representar a Cristo, que aparece sedente, mirando y abrazando a san Bernardo, dándole consuelo, mostrando una belleza idealizada. San Bernardo parece desvanecido, con los ojos cerrados y con la cabeza reposando en uno de los brazos de Cristo; sus rasgos parecen sacados de un modelo real; viste la cogulla cisterciense, de pliegues angulosos y pesados. El punto de vista es bajo con el fin de subrayar la monumentalidad de la escena y obligar al espectador a alzar la vista hacia Cristo y hacerle sentir el mismo goce místico de san Bernardo. En el tratamiento de la luz se reconoce la influencia de Caravaggio; la luz es tenebrista; parte de un foco exterior al cuadro que se sitúa en el extremo inferior izquierdo; se concentra en las figuras de Cristo y san Bernardo y deja la cruz y los dos ángeles en la penumbra. Los colores utilizados son escasos y en tonos contrastados, llamando la atención el blanco marfil de la vestimenta de san Bernardo.

Cristo abrazando a san Bernardo (1627) es la obra maestra de Ribalta y la que mejor muestra su característico tenebrismo.

  

La importancia de Ribalta se debe a protagonizar el tránsito del manierismo al Barroco, asumiendo los valores estéticos de los maestros venecianos y Caravaggio, ajustándose a los principios del Concilio de Trento (1545-1563) y de la Contrarreforma.

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