Luis Salvador Carmona (Nava del Rey, 1708-Madrid, 1767) es uno de los escultores barrocos del siglo XVIII más destacados. Se formó en el taller de Juan Alonso Villabrille en Madrid. Estudió a Pedro de Mena, reconociéndose la influencia de este en sus obras. Abrió su propio taller en 1731. Participó en la decoración del Palacio Real de Madrid y en el Palacio Real de La Granja de San Ildefonso. Sus mejores obras son de temática religiosa, destacando Virgen del Rosario (1760), Cristo crucificado y Santa María Egipciaca, ambas del segundo tercio del siglo XVIII.
Santa
María Egipciaca (344-422) fue prostituta desde la adolescencia en Alejandría y
Jerusalén, donde una “fuerza invisible” le impidió entrar en la iglesia del
Santo Sepulcro para celebrar la Exaltación de la Santa Cruz. Ella sintió
remordimiento y al ver un icono de la Virgen Theotokos rezó, pidió perdón por
sus pecados y prometió retirarse del mundo y vivir como una asceta. Fue
entonces cuando pudo entrar en la iglesia y venerar la cruz. Al día siguiente
se retiró al desierto al este del río Jordán. La leyenda dice que se llevó tres
panes de los que siempre comió porque nunca se terminaban, además comía de lo
poco que le daba la naturaleza. Vivió en el desierto 47 años. Un año antes de
morir contó su vida a san Zósimo de Palestina. Este le llevó la comunión a santa
María Egipciaca el Jueves Santo del año siguiente, pero encontró su cuerpo sin
vida e incorrupto.
Luis Salvador Carmona representa a santa María Egipciaca como una mujer joven, de gran belleza, de cabello largo hasta las caderas, despeinada, pero con raya en medio; el rostro es de líneas suaves, mejillas redondeadas y labios y cejas bien definidas; viste un sayal de hoja de palma entrecruzada con un remiendo a la altura de la rodilla izquierda, le llega hasta los pies y aparece anudado con una cuerda a la altura de la cintura; los pies aparecen descalzos, el izquierdo adelantado con respecto al derecho, dotando a la imagen de movimiento. Todo ello muestra la vida disoluta que llevó santa María Egipciaca hasta su retiro en el desierto y la vida ascética que luego practicó.
La mano derecha se la lleva al pecho, mientras con la izquierda sujeta una calavera. El primer gesto representa el arrepentimiento por su vida pasada y el segundo la vida de meditación que llevó en el desierto.
A los pies aparecen dos panes de los que se estuvo alimentando durante su retiro en el desierto.
La paleta de colores es escasa con predominio del castaño y el ocre, lo que sirve para subrayar la sobriedad de la escultura y despertar en el espectador la espiritualidad y misticismo que vivió santa María Egipciaca.
El verismo en la representación se aprecia en los detalles y la expresividad de santa María Egipciaca.
Luis Salvador Carmona se inspiró en la Magdalena penitente, de Pedro de Mena, para realizar Santa María Egipciaca. Se aprecia en la disposición de la imagen, gestos, expresividad y semejanza en el sayal. Luis Salvador Carmona sustituyó el crucifijo que porta la Magdalena penitente, de Pedro de Mena, por una calavera.
La primera ubicación de Santa María Egipciaca fue la capilla del Ángel del convento de Trinitarios Descalzos de Madrid, en 1912 fue trasladada al Museo Arqueológico Nacional de Madrid y en 1933 al Museo Nacional de Escultura, hoy Museo Nacional Colegio San Gregorio.
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