Otros
cuadros de gran valor que Valdés Leal pintó en la segunda mitad de los años
cincuenta del siglo XVII fueron Los desposorios de la Virgen con san José
(1657), llamativo por la factura deshecha y el color, San Juan Evangelista y
las tres Marías camino del Calvario, La Piedad, Descendimiento de
la Cruz y La liberación de san Pedro, todos de 1658, caracterizados
por un fuerte patetismo.
Valdés
Leal participó en la creación de la Academia de dibujo de Sevilla (1660) junto
con Francisco Herrera el Mozo, Bartolomé Esteban Murillo, siendo su presidente
de 1663 a 1667.
Valdés
Leal realizó sus mejores obras a partir de 1660, destacando las del género vanitas
con dos obras que en un principio hacían pareja y que ahora están dispersas, se
trata de Alegoría de la vanidad y Alegoría de la salvación, en
los que se apela al espectador a reflexionar sobre la fugacidad de la vida y
las glorias mundanas.
Otros
cuadros importantes en la producción de Valdés Leal son Las bodas de Caná
y La comida en casa de Simón, ambas de 1660, pintadas alla prima
con una pincelada rápida, variedad de expresiones de los personajes que
aparecen retratados y paisajes arquitectónicos, e Inmaculada Concepción con
dos donantes (1661), en la que pone en valor sus capacidades como
retratista.
Valdés
Leal viajó a Madrid en 1664 para participar en la decoración del Real
Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Aprovechó este viaje para estudiar a
fray Juan Ricci y dejarse influir por este.
Valdés
Leal participó en las fiestas habidas en Sevilla por la canonización del rey
Fernando III de Castilla (rey, 1217-1252), desde entonces conocido como
Fernando el Santo. Diseñó numerosas estampas y arquitecturas efímeras.
Valdés
Leal pintó sus mejores obras para decorar la iglesia del hospital de la Caridad
de Sevilla por encargo de Miguel Maraña, fundador y Hermano Mayor de la
Hermandad de la Caridad de Sevilla, de la que era miembro. Son los lienzos In
ictu oculi y Finis gloriae mundi, ambos de 1672. Se trata de dos vanitas
o bodegones moralizantes, que forman los Jeroglíficos de las postrimerías.
En
In ictu oculi la muerte es la protagonista. Está representada por el
esqueleto, que con la mano derecha apaga una vela, representación de la vida,
con la izquierda sujeta una guadaña, que simboliza la muerte que siega la vida,
y con el brazo izquierdo porta un ataúd, la última morada de las personas, sea
cual sea su condición. Sobre la mano derecha se lee un mensaje en latín que
dice “IN ICTV OCVLI”, es decir, “En un parpadeo” o si se quiere “En un
abrir y cerrar de ojos”, haciendo entender al espectador lo rápido que pasa la
vida. En la mitad inferior del cuadro, en primer y segundo plano, se acumulan
los objetos de una manera desordenada, todos con un mensaje simbólico evidente:
los libros el saber intelectual, la armadura el poder militar, la mitra y otros
objetos litúrgicos el poder religioso, las joyas la riqueza, la vela la vida y
el pie del esqueleto sobre el globo terráqueo el desengaño universal. In
ictu oculi presenta una composición piramidal, facilitada por el hecho de
que el lienzo culmina en arco de medio punto, siendo la mano derecha con la que
apaga la vela la cúspide de la pirámide y la acumulación de objetos del primer
plano su base. Valdés Leal creó una atmósfera tenebrista para In ictu oculi
con fuertes contrastes de luz y sombra entre las diferentes zonas del cuadro,
lo que sirve para subrayar el mensaje moralizante que se quiere hacer llegar al
espectador, el de que la muerte le puede llegar en cualquier momento. La luz
procede de un foco exterior situado a la izquierda del lienzo, que ilumina los
objetos acumulados en la mitad inferior del mismo y la representación de la
muerte; los objetos de color blanco reflejan una mayor cantidad de luz,
mientras que los ocres la absorben. El fondo del cuadro queda en la oscuridad
absoluta. La paleta de colores es escasa, con el predominio del ocre, en
tonalidades oscuras, el blanco, el negro y el rojo de manera aislada, pero
llamativa. El dibujo es nítido y la pincelada suelta. Llama la atención el
virtuosismo en la representación de los detalles y de las texturas de los
objetos.

In
ictu oculi
es uno de los lienzos que componen Jeroglíficos de las postrimerías, que pintó
Valdés Leal para decorar la iglesia del hospital de la Caridad de Sevilla por
encargo de Miguel Maraña, fundador y Hermano Mayor de la Hermandad de la Caridad.
Finis
gloriae mundi
presenta tres planos. En el primero se disponen dos ataúdes, que dejan ver los
cuerpos de un obispo, reconocible por el báculo, y el un caballero de la Orden
de Calatrava, que se distingue porque la capa que lo cubre lleva bordada la
cruz roja que le corresponde; delante de ellos hay una cinta en la que se lee “FINIS
GLORIAE MUNDI”, es decir, “El fin de la gloria del mundo”. El segundo plano
está ocupado por una mano que ocupa la parte superior del lienzo; sostiene una
balanza con dos platillos: en el izquierdo se reconocen tres animales, un
cerdo, una cabra, un pavo real y un murciélago, además de una manzana que hace
las veces de un corazón podrido, y se lee “NI MÁS”, en el derecho se distingue
un libro y un corazón coronado con una cruz y las letras JHS y se lee “NI
MENOS”. En el tercer plano se reconocen, de izquierda a derecha, una lechuza,
que mira al espectador, cráneos amontonados y un cadáver recostado. Los
elementos que aparecen en el lienzo tienen un simbolismo específico. Así, que
los cadáveres reconocibles sean los de un obispo y un caballero de la Orden de
Calatrava quiere decir que aquellos que han logrado la gloria en vida no se
libran de la muerte; la balanza hace referencia al peso de las almas; los
animales representan algunos de los pecados capitales: el cerdo la gula,
el perro la ira, el pavo real la
soberbia y el murciélago la envidia; la lechuza guarda relación con las
tinieblas, por ello aparece en una zona de sombra; los elementos del platillo
derecho están relacionados con las virtudes a cultivar para conseguir la
salvación. Finis gloriae mundi presenta una composición piramidal,
facilitada por el hecho de que el lienzo culmina en arco de medio punto, siendo
la mano que sostiene la balanza la cúspide de la pirámide y los cuerpos inertes
su base. Valdés Leal creó una atmósfera tenebrista para Finis gloriae mundi
con fuertes contrastes de luz y sombra entre las diferentes zonas del cuadro,
lo que sirve para subrayar el mensaje moralizante que se quiere hacer llegar al
espectador, el de la fugacidad de las glorias mundanas. Hay dos focos de luz:
uno cenital, que rodea la mano que asoma en la parte superior del cuadro y otro
exterior al mismo, que ilumina los cuerpos del primer plano. La paleta de
colores es escasa, con el predominio del ocre, en tonalidades oscuras, el
blanco, el negro y el rojo de manera aislada, pero llamativa. El dibujo es
nítido y la pincelada suelta. Llama la atención el virtuosismo en la
representación de los detalles y de las texturas de los objetos.

VValdés
Leal en Finis gloria mundi demostró su dominio de la representación de
los cuerpos sin vida, ganándose el apelativo de “pintor de los muertos”.
Valdés
Leal viajó a Cabra en 1672 para pintar Visión de san Francisco en la Porciúncula
para el retablo mayor de la iglesia del convento de la Orden Capuchina. Su
iconografía es poco corriente y dramática, apareciendo las figuras propias del
evento que son las de Jesús de Nazaret, la Virgen María, san Francisco, el
ángel portador de la bula, además del arcángel san Gabriel, san Antonio de
Padua y el patriarca san José con gran número de ángeles.
El
arzobispo Ambrosio Ignacio Spínola y Guzmán encargó a Valdés Leal que
realizase una serie de cuadros de la vida de san Ambrosio para el oratorio del
palacio arzobispal de Sevilla. Estuvo compuesta por los lienzos El
nombramiento de san Ambrosio como gobernador, La consagración de san
Ambrosio como arzobispo, San Ambrosio negando al emperador Teodosio la
entrada en el templo y San Ambrosio absolviendo al emperador Teodosio,
con un acabado exquisito, y El milagro de las abejas y Última
comunión, no tan cuidados.

Valdés
Leal pintó La consagración de san Ambrosio como obispo para el palacio
arzobispal de Sevilla. Presenta un acabado muy cuidado y el marco
arquitectónico juega un papel destacado.
De
entre las últimas obras de Valdés Leal hay que citar San Fernando (1674)
para la santa iglesia catedral de la Asunción de María y el dorado y otros
trabajos de los retablos mayores de la iglesia del hospital de la Caridad de
Sevilla (1675) y las pinturas murales del hospital de los Venerables (1688) en
colaboración con su hijo Lucas.
Entre
los seguidores de Valdés Leal hay que citar a su hijo Lucas y a Clemente
Torres.
Valdés
Leal debe su trascendencia artística a haber elevado a la máxima categoría el
género vanitas con el fin de influir en el espectador y orientarle hacia
una vida virtuosa ajustada a la doctrina católica.