sábado, 27 de septiembre de 2025

La Crucifixión, de Juan de Flandes

Juan de Flandes (¿?, 1465-Palencia, 1519) fue uno de los pintores más destacados del Renacimiento español. De origen flamenco, se formó en la Escuela de Brujas; sin embargo, desarrolló la mayor parte de su carrera artística en Castilla desde 1496, cuando la reina Isabel la Católica le nombró pintor de Corte. Entre sus obras destacan Retablo de Isabel la Católica (1496-1504), La resurrección de Lázaro (1510-1518) y La Crucifixión (1509-1519).

Juan de Flandes: La Crucifixión, 1509-1519.
Estilo: Renacimiento.
Técnica: Óleo sobre tabla.
Temática: Religiosa.
Dimensiones: 123 x 169 cm.
Museo Nacional del Prado, Madrid, España.

  

Juan de Flandes pintó La Crucifixión como parte del retablo mayor de la catedral de San Antolín de Palencia por encargo del obispo Juan Rodríguez de Fonseca. Estuvo situada en la calle central del retablo entre las tablas Camino del Calvario y Entierro de Cristo.

Atendiendo al sitio que iba a ocupar la tabla, Juan de Flandes optó por un formato de gran tamaño, disposición apaisada y con los elementos esenciales; además, eligió el momento en el que la mayoría de testigos de la crucifixión de Cristo marcharon y con él solo quedaron, de izquierda a derecha, san Juan, la Virgen María, María de Cleofás, María Salomé, María Magdalena, dos jinetes y un soldado, además de los personajes inanimados de la nube, el tarro de ungüentos, la calavera, el fémur y la cadera, piedras preciosas y Jerusalén al fondo.

El eje de la composición lo ocupa Cristo en la cruz. Su aspecto es siríaco, aparece con corona de espinas, clavado con tres clavos, lo que desequilibra las caderas teniendo como consecuencia que Cristo aparezca en contraposto, cabeza inclinada hacia el hombro derecho y de las manos, del costado derecho y de los pies mana sangre, la del costado alcanza el paño de pureza y continúa por el muslo de la pierna derecha. Sobre la cabeza de Cristo se extiende una filacteria en la que se lee INRI, abreviatura latina de Iesvs Nazarenvs Rex Ivdeaorvn, que se traduce por Jesús de Nazaret, Rey de los judíos.

La Virgen María aparece sentada sobre una piedra, vestida de verde y blanco, con rostro cubierto de lágrimas por la pérdida de su hijo. Junto a ella se reconocen el apóstol san Juan, María de Cleofás y María Salomé, mirando a la Virgen María con semblantes afectados, rostros cubiertos de lágrimas y manos en posición orante. Sin embargo, María Magdalena dirige su mirada a Cristo en la cruz. Los jinetes y el soldado, con armadura del siglo XVI y de espaldas al espectador, dirigen su mirada a Cristo en la cruz.

Los gestos, los colores y muchos de los elementos que componen la escena tienen un significado simbólico: las manos de María Cleofás y María Salomé, el poder de la oración; el blanco, la pureza; el verde, la esperanza; el azul, la nobleza de corazón; el rojo, la Pasión; y el dorado, la Gloria; el tarro de los ungüentos, el perdón de los pecados; el soldado el cumplimiento de las profecías; la calavera, el fémur y la cadera, el pecado capital de Adán y Eva; y las piedras preciosas, el Paraíso.

Juan de Flandes aprovechó el gran tamaño de las figuras para dotarlas de monumentalidad, volumen y pliegues marcados, además remarcó algunos contornos para subrayar el modelado de las figuras.

La luz entra por el lado izquierdo proyectando las sombras hacia la derecha.

Los colores tienen una tonalidad oscura en coherencia con los semblantes doloridos de los personajes que aparecen en la escena.

La Crucifixión fue trasladada a la Sala Capitular de la catedral de San Antolín de Palencia en 1559, don Manuel Arburúa la compró en 1944 para su colección particular y la constructora Ferrovial en 2005, año en el que la donó al Museo Nacional del Prado en concepto de pago de impuestos.

sábado, 20 de septiembre de 2025

Santa María de Retortillo

La iglesia de Santa María de Retortillo se construyó en el siglo XII en estilo románico. Se edificó dentro de las ruinas de la ciudad romana de Julióbriga siguiendo la costumbre medieval de levantar iglesias sobre templos paganos con el fin de sacralizar ese espacio.

De la iglesia de Santa María de Retortillo llaman la atención la portada, la escalinata que lleva a la espadaña y los elementos decorativos.

  

La iglesia de Santa María de Retortillo presenta planta de una sola nave, presbiterio y ábside semicircular. Los muros perimetrales están reforzados con contrafuertes.

La iglesia de Santa María de Retortillo se levantó sobre las ruinas de la ciudad de Julióbriga. Presenta una sola nave, presbiterio y ábside semicircular.

  

La fachada meridional acoge la portada a la iglesia, siendo uno de los elementos más llamativos de la iglesia de Santa María de Retortillo. Presenta tres arquivoltas de medio punto doveladas carentes de decoración; estas descansan sobre jambas lisas, que rematan en impostas decoradas con motivos vegetales y reticulares. Sobre el acceso se distingue un tímpano semicircular empotrado, rescatado de la perdida fachada principal del templo; alberga un mesorrelieve en el que se distinguen enfrentados un grifo, a la izquierda, y un león alado, a la derecha, uniendo dos de sus patas delanteras, sobre estas descansa una cruz griega inscrita en un círculo y sobre las fieras una pareja de ángeles portan una cruz latina; el propósito es transmitir la idea del triunfo del bien, representado por la cruz, sobre el mal, simbolizado por las bestias. Sobre el tímpano se abre una hornacina, que acoge una imagen de la Virgen con el Niño en brazos; la Virgen aparece suspendida sobre cabezas de ángeles, coronada y con manto; es de hechura renacentista.

La portada de la iglesia de Santa María de Retortillo destaca por su sobriedad, siendo el tímpano el elemento de más valor artístico y simbólico por representar el triunfo del bien sobre el mal.

  

La cabecera ofrece un ábside semicircular; se divide en tres lienzos verticales mediante dos contrafuertes sobre los cuales descansan dos columnillas emparejadas; las columnas presentan pedestal troncocónico compartido y basa, sobre el contrafuerte correspondiente, fuste liso y capiteles, que sirven para sostener el alero de la cornisa. En cada lienzo del ábside se abre un vano de medio punto, el central descansa sobre columnas y los laterales se prolongan hasta los alfeizares; el vano central presenta tres arquivoltas, un guardapolvos decorado con motivos florales y dos columnas con basas y capiteles decorados con motivos zoomórficos, parejas de gallos y cuadrúpedos rampantes.


El ábside semicircular de la iglesia de Santa María de Retortillo aparece dividido en tres paños verticales por contrafuertes y parejas de columnas.

  

A los pies de la iglesia de Santa María de Retortillo se levantó una espadaña campanario de tres troneras, dos en la base y una sobre estas de menor tamaño, las tres en arco apenas apuntado. Se accede a la espadaña campanario mediante una escalinata.

La cabecera de la iglesia de Santa María de Retortillo se divide en dos tramos, el presbiterio, recto y cubierto con bóveda de cañón, y el ábside, semicircular y cubierto con bóveda de horno.

  

Al presbiterio se accede bajo un arco triunfal, que apea en columnas embebidas en el muro; de estas el elemento más llamativo es el capitel, el septentrional muestra dos caballeros combatiendo a caballo y el meridional la Paz de Dios impuesta por la Iglesia, simbolizada por una mujer que se interpone entre dos caballeros dispuestos para combatir. En los muros presbiteriales se abren dos arcos ciegos de medio punto sobre columnas con capiteles decorados con motivos vegetales y zoomórficos; cuentan con baquetones y guardapolvos ajedrezado; en las enjutas se distinguen dos relieves zoomórficos, sendas parejas de leones y aves. De los tres vanos absidiales de medio punto, el central cuenta con columnas.


En el capitel en el que se representa la Paz de Dios se distingue una mujer separando a dos caballeros dispuestos al combate.

  

La nave aparece cubierta por una bóveda estrellada, que no es original, el presbiterio por una de cañón apuntada y el ábside por una de horno. Al exterior las cubiertas son a dos aguas, excepto la del ábside, semicircular a una vertiente.

Para la construcción de la iglesia de Santa María de Retortillo se utilizaron sillares de granito.

sábado, 13 de septiembre de 2025

Museo de Bellas Artes de Asturias

El Museo de Bellas Artes de Asturias, con sede en Oviedo, se abrió al público en 1980. Su historia arranca en 1969, año en el que la Diputación Provincial de Asturias y el Ayuntamiento de Oviedo constituyeron la Fundación Pública Centro Provincial de Bellas Artes. En 2015 se amplió con un nuevo edificio, lo que permitió sumar metros expositivos y mostrar nuevas obras. 

La colección de arte del Museo de Bellas Artes de Asturias se creó a partir de los fondos de la antigua Diputación Provincial de Asturias, el antiguo Museo de Pinturas Provincial de Bellas Artes de San Salvador de Oviedo, la dación en pago de la Colección Pedro Masaveu Peterson y donaciones particulares. En la actualidad suma más de 15.000 piezas entre carteles de cine, cuadros, dibujos, esculturas, fotografías, grabados, lozas, planchas calcográficas y vidrios, distribuidas por los tres edificios expositivos que forman el museo.

San Pablo (ca. 1608-1614), de El Greco, es una de las obras más valoradas del Museo de Bellas Artes de Asturias.

  

El Palacio de Velarde acoge las piezas más valoradas. Son de los siglos XIV al XIX. Hay cuadros de Fernando Gallego, Pedro Berruguete, El Greco, Murillo, Ribera, Zurbarán, Goya, Federico de Madrazo y muchos otros. 

En la Casa Oviedo-Portal se exhiben la obra de los pintores asturianos del siglo XIX Suárez Llanos, Álvarez Catalá, Martínez Abades y otros. También se muestran piezas de los fondos de artes industriales, carteles de cine, dibujo, fotografía y grabado.


Luis Álvarez Catalá es uno de los pintores asturianos representados en el Museo de Bellas Artes de Asturias. Llama la atención su cuadro Filandón en el monasterio de Hermo (1872).

  

En el edificio Ampliación se exponen obras de los siglos XX y XXI. Destacan las obras de Sorolla, Regoyos, Dalí, Picasso, Gargallo y de los artistas asturianos Piñole y Vaquero entre otros.


Metamorfosis de ángeles en mariposas (1973) es una de las obras de Dalí que completan la muestra de pinturas del siglo XX.

sábado, 14 de junio de 2025

Valdés Leal

Juan Valdés Leal (Sevilla, 1622-1690) es uno de los pintores barrocos más destacados. Es posible que se formase como pintor en los talleres de Francisco Herrera el Viejo en Sevilla y de Antonio del Castillo en Córdoba. Desarrolló su carrera artística en Córdoba y Sevilla. Fue uno de los artistas fundadores de la Academia de pintores de Sevilla (1660). Ingresó en la Hermandad de la Caridad de Sevilla (1667), donde conoció a su fundador y Hermano Mayor Miguel de Maraña, quien le encargó decorar el hospital de la Caridad de Sevilla; para su iglesia pintó In ictu oculi y Finis gloriae mundi (1670-1672), sus obras maestras. 

La obra de Valdés Leal presenta las siguientes características:

  • Diversidad de géneros, destacando las vánitas o bodegones moralizantes y la temática religiosa, en concreto series de santos de órdenes religiosas.
  • Uso tenebrista de las luces y las sombras, en muchas ocasiones para subrayar el mensaje moralizante que quiere hacer llegar al espectador.
  • Una paleta de colores escasa y en tonos apagados.
  • Pincelada suelta, más evidente en las obras realizadas a partir de 1660.
  • Virtuosismo en la reproducción de detalles y texturas. 

La carrera artística de Valdés Leal pasó por las etapas siguientes:

  • Formación y primeros años, de 1637 a 1647.
  • Cordobesa, de 1647 a 1656.
  • Sevillana, de 1656 a 1690. 

Durante la etapa de formación y primeros años (1637-1647) aprendió el oficio de pintor en los talleres de Francisco Herrera el Viejo en Sevilla y de Antonio del Castillo en Córdoba. 

La etapa cordobesa (1647-1656) se inicia con San Andrés, para la iglesia de San Francisco, que llama la atención por el naturalismo y paleta de colores escasa; aparece el santo delante de la cruz en aspa en la que fue martirizado, con un libro a los pies y un paisaje de fondo.

El San Andrés (1647) para la iglesia de San Francisco de Córdoba es la primera gran obra de Valdés Leal.

  

Valdés Leal se ocupó de decorar los muros laterales del presbiterio de la iglesia conventual de Santa Clara de Carmona (1653). Se trata de una serie de lienzos de gran tamaño en los que se narran episodios de la vida de santa Clara en los que se aprecia la influencia de Francisco Herrera el Viejo, en particular en la sobriedad y equilibrio de las composiciones; los lienzos se titulan La procesión de santa Clara, El milagro de santa Clara con su hermana Inés, La procesión de santa Clara con la Sagrada Forma, La retirada de los sarracenos del convento de Asís y La muerte de santa Clara.

De nuevo en Córdoba realizó pinturas de gran interés, caso de Virgen de los plateros, Inmaculada Concepción con san Felipe y Santiago el Mayor, ambas de 1654; los rostros están individualizados y rebelan la influencia que tuvieron Francisco Herrera el Viejo y Antonio del Castillo en Valdés Leal.

Pedro Gómez de Cárdenas, comendador del Tesoro de la Orden de Calatrava (1655), contrató a Valdés Leal los doce cuadros del retablo mayor de la iglesia del Carmen Calzado, que terminó en 1658.

La etapa sevillana (1656-1690) es la de mayor producción y calidad de Valdés Leal. Durante estos años se aleja de las influencias recibidas y desarrolla un estilo propio característico.

El primer encargo que recibe es decorar la sacristía de la iglesia del monasterio de San Jerónimo de Buenavista (1657), que se distribuía en dos conjuntos: el primero suma cuatro lienzos en los que se desarrolla la vida de san Jerónimo, de acabado desigual, dibujo deficiente y riqueza cromática; y el segundo, compuesto por doce retratos de santos y frailes de la Orden, que se caracteriza por un cromatismo sobrio.

Las tentaciones de san Jerónimo (1657) es uno de los lienzos que Valdés Leal realizó para el monasterio de San Jerónimo de Buenavista de Sevilla.

  

Otros cuadros de gran valor que Valdés Leal pintó en la segunda mitad de los años cincuenta del siglo XVII fueron Los desposorios de la Virgen con san José (1657), llamativo por la factura deshecha y el color, San Juan Evangelista y las tres Marías camino del Calvario, La Piedad, Descendimiento de la Cruz y La liberación de san Pedro, todos de 1658, caracterizados por un fuerte patetismo.

Valdés Leal participó en la creación de la Academia de dibujo de Sevilla (1660) junto con Francisco Herrera el Mozo, Bartolomé Esteban Murillo, siendo su presidente de 1663 a 1667.

Valdés Leal realizó sus mejores obras a partir de 1660, destacando las del género vanitas con dos obras que en un principio hacían pareja y que ahora están dispersas, se trata de Alegoría de la vanidad y Alegoría de la salvación, en los que se apela al espectador a reflexionar sobre la fugacidad de la vida y las glorias mundanas.

Otros cuadros importantes en la producción de Valdés Leal son Las bodas de Caná y La comida en casa de Simón, ambas de 1660, pintadas alla prima con una pincelada rápida, variedad de expresiones de los personajes que aparecen retratados y paisajes arquitectónicos, e Inmaculada Concepción con dos donantes (1661), en la que pone en valor sus capacidades como retratista.

Valdés Leal viajó a Madrid en 1664 para participar en la decoración del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Aprovechó este viaje para estudiar a fray Juan Ricci y dejarse influir por este.

Valdés Leal participó en las fiestas habidas en Sevilla por la canonización del rey Fernando III de Castilla (rey, 1217-1252), desde entonces conocido como Fernando el Santo. Diseñó numerosas estampas y arquitecturas efímeras.

Valdés Leal pintó sus mejores obras para decorar la iglesia del hospital de la Caridad de Sevilla por encargo de Miguel Maraña, fundador y Hermano Mayor de la Hermandad de la Caridad de Sevilla, de la que era miembro. Son los lienzos In ictu oculi y Finis gloriae mundi, ambos de 1672. Se trata de dos vanitas o bodegones moralizantes, que forman los Jeroglíficos de las postrimerías.

En In ictu oculi la muerte es la protagonista. Está representada por el esqueleto, que con la mano derecha apaga una vela, representación de la vida, con la izquierda sujeta una guadaña, que simboliza la muerte que siega la vida, y con el brazo izquierdo porta un ataúd, la última morada de las personas, sea cual sea su condición. Sobre la mano derecha se lee un mensaje en latín que dice “IN ICTV OCVLI”, es decir, “En un parpadeo” o si se quiere “En un abrir y cerrar de ojos”, haciendo entender al espectador lo rápido que pasa la vida. En la mitad inferior del cuadro, en primer y segundo plano, se acumulan los objetos de una manera desordenada, todos con un mensaje simbólico evidente: los libros el saber intelectual, la armadura el poder militar, la mitra y otros objetos litúrgicos el poder religioso, las joyas la riqueza, la vela la vida y el pie del esqueleto sobre el globo terráqueo el desengaño universal. In ictu oculi presenta una composición piramidal, facilitada por el hecho de que el lienzo culmina en arco de medio punto, siendo la mano derecha con la que apaga la vela la cúspide de la pirámide y la acumulación de objetos del primer plano su base. Valdés Leal creó una atmósfera tenebrista para In ictu oculi con fuertes contrastes de luz y sombra entre las diferentes zonas del cuadro, lo que sirve para subrayar el mensaje moralizante que se quiere hacer llegar al espectador, el de que la muerte le puede llegar en cualquier momento. La luz procede de un foco exterior situado a la izquierda del lienzo, que ilumina los objetos acumulados en la mitad inferior del mismo y la representación de la muerte; los objetos de color blanco reflejan una mayor cantidad de luz, mientras que los ocres la absorben. El fondo del cuadro queda en la oscuridad absoluta. La paleta de colores es escasa, con el predominio del ocre, en tonalidades oscuras, el blanco, el negro y el rojo de manera aislada, pero llamativa. El dibujo es nítido y la pincelada suelta. Llama la atención el virtuosismo en la representación de los detalles y de las texturas de los objetos.

In ictu oculi es uno de los lienzos que componen Jeroglíficos de las postrimerías, que pintó Valdés Leal para decorar la iglesia del hospital de la Caridad de Sevilla por encargo de Miguel Maraña, fundador y Hermano Mayor de la Hermandad de la Caridad.

  

Finis gloriae mundi presenta tres planos. En el primero se disponen dos ataúdes, que dejan ver los cuerpos de un obispo, reconocible por el báculo, y el un caballero de la Orden de Calatrava, que se distingue porque la capa que lo cubre lleva bordada la cruz roja que le corresponde; delante de ellos hay una cinta en la que se lee “FINIS GLORIAE MUNDI”, es decir, “El fin de la gloria del mundo”. El segundo plano está ocupado por una mano que ocupa la parte superior del lienzo; sostiene una balanza con dos platillos: en el izquierdo se reconocen tres animales, un cerdo, una cabra, un pavo real y un murciélago, además de una manzana que hace las veces de un corazón podrido, y se lee “NI MÁS”, en el derecho se distingue un libro y un corazón coronado con una cruz y las letras JHS y se lee “NI MENOS”. En el tercer plano se reconocen, de izquierda a derecha, una lechuza, que mira al espectador, cráneos amontonados y un cadáver recostado. Los elementos que aparecen en el lienzo tienen un simbolismo específico. Así, que los cadáveres reconocibles sean los de un obispo y un caballero de la Orden de Calatrava quiere decir que aquellos que han logrado la gloria en vida no se libran de la muerte; la balanza hace referencia al peso de las almas; los animales representan algunos de los pecados capitales: el cerdo la gula, el  perro la ira, el pavo real la soberbia y el murciélago la envidia; la lechuza guarda relación con las tinieblas, por ello aparece en una zona de sombra; los elementos del platillo derecho están relacionados con las virtudes a cultivar para conseguir la salvación. Finis gloriae mundi presenta una composición piramidal, facilitada por el hecho de que el lienzo culmina en arco de medio punto, siendo la mano que sostiene la balanza la cúspide de la pirámide y los cuerpos inertes su base. Valdés Leal creó una atmósfera tenebrista para Finis gloriae mundi con fuertes contrastes de luz y sombra entre las diferentes zonas del cuadro, lo que sirve para subrayar el mensaje moralizante que se quiere hacer llegar al espectador, el de la fugacidad de las glorias mundanas. Hay dos focos de luz: uno cenital, que rodea la mano que asoma en la parte superior del cuadro y otro exterior al mismo, que ilumina los cuerpos del primer plano. La paleta de colores es escasa, con el predominio del ocre, en tonalidades oscuras, el blanco, el negro y el rojo de manera aislada, pero llamativa. El dibujo es nítido y la pincelada suelta. Llama la atención el virtuosismo en la representación de los detalles y de las texturas de los objetos.

VValdés Leal en Finis gloria mundi demostró su dominio de la representación de los cuerpos sin vida, ganándose el apelativo de “pintor de los muertos”.

  

Valdés Leal viajó a Cabra en 1672 para pintar Visión de san Francisco en la Porciúncula para el retablo mayor de la iglesia del convento de la Orden Capuchina. Su iconografía es poco corriente y dramática, apareciendo las figuras propias del evento que son las de Jesús de Nazaret, la Virgen María, san Francisco, el ángel portador de la bula, además del arcángel san Gabriel, san Antonio de Padua y el patriarca san José con gran número de ángeles.

El arzobispo Ambrosio Ignacio Spínola y Guzmán encargó a Valdés Leal que realizase una serie de cuadros de la vida de san Ambrosio para el oratorio del palacio arzobispal de Sevilla. Estuvo compuesta por los lienzos El nombramiento de san Ambrosio como gobernador, La consagración de san Ambrosio como arzobispo, San Ambrosio negando al emperador Teodosio la entrada en el templo y San Ambrosio absolviendo al emperador Teodosio, con un acabado exquisito, y El milagro de las abejas y Última comunión, no tan cuidados.

Valdés Leal pintó La consagración de san Ambrosio como obispo para el palacio arzobispal de Sevilla. Presenta un acabado muy cuidado y el marco arquitectónico juega un papel destacado.

  

De entre las últimas obras de Valdés Leal hay que citar San Fernando (1674) para la santa iglesia catedral de la Asunción de María y el dorado y otros trabajos de los retablos mayores de la iglesia del hospital de la Caridad de Sevilla (1675) y las pinturas murales del hospital de los Venerables (1688) en colaboración con su hijo Lucas.

Entre los seguidores de Valdés Leal hay que citar a su hijo Lucas y a Clemente Torres.

Valdés Leal debe su trascendencia artística a haber elevado a la máxima categoría el género vanitas con el fin de influir en el espectador y orientarle hacia una vida virtuosa ajustada a la doctrina católica.

sábado, 7 de junio de 2025

Santa María de Santa Cruz de las Serós

La iglesia de Santa María de Santa Cruz de la Serós se construyó durante la segunda mitad del siglo XI en estilo románico como parte de una abadía benedictina dependiente del monasterio de San Juan de la Peña. La abadía estuvo vinculada a la familia real aragonesa; por ello, durante la segunda mitad del siglo XI, ingresaron en la Orden Benedictina y en la abadía la infanta doña Urraca y la condesa doña Sancha, hijas del rey Ramiro I. La abadía perdió importancia durante los siglos XII y XIII a medida que la reconquista aragonesa avanzaba al sur del río Ebro. El rey Felipe II ordenó la exclaustración de la abadía y el traslado de las religiosas a Jaca. Desde este momento la abadía cayó en el abandono, utilizándose como cantera para otros edificios. De la abadía solo se respetó la iglesia. La iglesia de Santa María de Santa Cruz de la Serós fue declarada Monumento histórico-artístico en 1931, restaurada durante la última década del siglo XX y primeros años del XXI y declarada Bien de Interés Cultural en 2005.

La iglesia de Santa María de Santa Cruz de las Serós es una de las obras más destacadas del primer románico en el reino de Aragón. Es notable su desarrollo vertical al exterior gracias a la torre campanario.

  

La iglesia de Santa María de Santa Cruz de la Serós presenta planta de cruz latina de una sola nave de dos tramos desiguales, falso crucero, dos capillas laterales abiertas en los costados de este, tramo presbiterial y ábside semicircular.

La planta de la iglesia de Santa María de Santa Cruz de la Serós es de cruz latina de una sola nave.

  

La portada principal de la iglesia de Santa María de Santa Cruz de la Serós se abre en la fachada occidental y es su elemento más característico. Se abre bajo un tejaroz con alero soportado por canecillos. El acceso es adintelado, con cuatro arquivoltas en arco de medio punto, un guardapolvo exterior, cuatro jambas y tímpano. La primera y la tercera arquivolta tienen forma de baquetón, la segunda de escocia recorrida por catorce esferas, siete a cada lado de un rostro humano, que ocupa la clave de la arquivolta, y la cuarta es lisa. El guardapolvo exterior está decorado con el taqueado jaqués. Las arquivoltas descansan sobre dos pilastras lisas y dos columnas con capiteles historiados, que se alternan. En los capiteles de las columnas del lado izquierdo aparece una figura antropomórfica entre dos fieras bajo volutas; los capiteles de las columnas del lado derecho ofrecen motivos vegetales estilizados y un ábaco corrido decorado con palmetas. El tímpano semicircular descansa sobre jambas lisas. Está decorado con un crismón entre dos leones; el crismón cuenta con ocho brazos, que lo divide en ocho triángulos semicirculares. Las letras que aparecen en el crismón lo hacen de manera desordenada, excepto la P, que llena el primer triángulo superior derecho, a continuación, la S, a caballo entre los triángulos dos y tres, la Alfa griega ocupa el cuarto triángulo y la Omega griega el sexto; los leones se disponen a cada lado del crismón; el izquierdo saca la lengua y tiene levantada la pata derecha delantera; bajo el vientre del león derecho aparece grabada una margarita de once pétalos. El crismón, los elementos que aparecen en él y que lo rodean obedecen a un lenguaje simbólico: el crismón es la Trinidad, el círculo que encierra el crismón representa el cielo, la P al Padre, la S al Espíritu Santo, la Alfa y la Omega al Señor como principio y fin de la creación del mundo y los leones a la justicia, la lucha contra el mal y la protección del paraíso, representado por la margarita. En el círculo del crismón se lee una inscripción en latín, que dice: “+ IANVA SVM P-PES-P PER ME TRANSITE FIDELES FONS EGO SVM VITE PLVS ME QVAN VINA SITITE VIRGINIS HOC TEMPLVM QVIS PENETRARE BEATIVM”, que se traduce por “Yo soy la puerta. Por mí pasan los pies de los fieles. Yo soy la fuente de la vida. Deseadme más que a los vivos, todos los que entren en este santo templo Virgen”. En el borde inferior del tímpano se lee una inscripción en latín, que dice: “CORRIGE TE PRIMVN VALEAS QVO POSCERE XPISTVM”, que se traduce por “Corrígete primero para que puedas invocar a Cristo”. El crismón, las inscripciones, los leones y la margarita están labrados de manera tosca en bajo relieve, aunque en el crismón se distinguen tres planos.


El tímpano de la portada occidental de la iglesia de Santa María de Santa Cruz de la Serós está decorado con un crismón entre dos leones.

  

En el muro sur de la iglesia de Santa María de la Cruz de la Serós se abre un vano adintelado con guardapolvo semicircular decorado con el taqueado jaqués, lo que crea un tímpano ocupado por un crismón de seis brazos, que crean otros tantos espacios rellenados por seis rosetas.

El vano del muro sur pudo haber comunicado la iglesia de Santa María de Santa Cruz de Serós con el claustro desaparecido de la abadía.

  

El ábside está dividido en tres lienzos por dos semicolumnas adosadas, que lo recorren de abajo arriba. En la mitad superior del ábside se abren tres vanos de medio punto, siendo el central el que ofrece más interés al contar con dos columnillas y guardapolvo.

Las capillas adosadas al crucero presentan en el lienzo oriental sendos nichos, que al exterior son planos y apenas sobresalen del muro. Cuentan con un vano en arco de medio punto de pequeñas dimensiones.

La cámara secreta se levanta sobre el crucero. Cuenta con vanos en arco de triunfo de pequeño tamaño.

La torre campanario es de carácter monumental por sus dimensiones y dota a la iglesia de Santa María de Santa Cruz de la Serós de una proyección vertical sobresaliente. Se levanta sobre la capilla meridional del crucero. Es de planta cuadrada. Los tres cuerpos superiores están aligerados por vanos geminados, que descansan en columnas, la del vano inferior sogueada. El remate octogonal.

La nave está cubierta por una bóveda de cañón reforzada por arcos fajones de medio punto doblados, que descansan sobre columnas adosadas a pilastras, el crucero por una bóveda ochavada nervada, el presbiterio por una bóveda de cañón, el ábside por una bóveda de horno y las capillas laterales por bóvedas de crucería. Al exterior, la portada occidental y los nichos de las capillas laterales se cubren a una vertiente, la nave y las capillas a dos aguas, el ábside a una vertiente, el crucero a cinco aguas y la torre campanario a ocho vertientes.

El ábside de la iglesia de Santa María de Santa Cruz de la Serós está precedido por un presbiterio, al que se accede bajo un arco de triunfo de arco de medio punto doblado sobre pilastras.

  

La decoración escultórica en el interior de la iglesia se encuentra en los capiteles de las columnas y es de carácter figurativo, también aparecen molduras ajedrezadas. La decoración escultórica exterior aparece en los canecillos que soportan los aleros, decorados con motivos antropomórficos, vegetales y zoomórficos, estos muy variados, reconociéndose bóvidos, leones, monos, peces y figuras del bestiario.


Los canecillos de la iglesia de Santa María de Santa Cruz de la Serós llaman la atención por los motivos que los decoran. En la fotografía se reconoce la figura de un pez.

  

La iglesia de Santa María de Santa Cruz de la Serós debe su importancia a ser una de las edificaciones más representativas del primer románico aragonés. De hecho, el crismón que decora la portada occidental es un precedente inmediato del que decorada la potada de la catedral de San Pedro de Jaca.

sábado, 31 de mayo de 2025

Joven mendigo, de Murillo

Bartolomé Esteban Murillo (Sevilla, 1617-1682) es uno de los pintores más sobresalientes de la pintura barroca española. Se formó en el taller de Juan del Castillo. No se sabe que viajase al extranjero, pero fue un gran conocedor de las pinturas flamenca y veneciana. Sus primeras obras son tenebristas, pero evolucionó hacia una pintura suave de gusto burgués y aristocrático. Alcanzó celebridad gracias a las pinturas religiosas, caso de La Sagrada Familia del pajarito (hacia 1650), Santa Ana enseñando a leer a la Virgen (hacia 1655) e Inmaculada Concepción de L’Ermitage de San Petersburgo (1680), y costumbrista, caso de Joven mendigo (hacia 1650), Dos niños comiendo melón y uvas (1650) y Mujeres en la ventana (1665-1675).

Bartolomé Esteban Murillo: Joven mendigo, hacia 1645-1650.
Estilo: Barroco.
Técnica: Óleo sobre lienzo.
Temática: Costumbrista.
Dimensiones: 134 x 110 cm.
Museo del Louvre, París, Francia.

  

Bartolomé Esteban Murillo ya era un pintor célebre por sus obras religiosas cuando pintó Joven mendigo o Niño espulgándose, la que se considera su primera obra costumbrista y de denuncia social. Se acepta que Murillo desarrolló esta temática por la influencia que en él ejerció la doctrina social franciscana, pero también por lo corriente que era ver niños pobres y desamparados en la Sevilla del siglo XVII, ciudad expuesta a crisis epidémicas y económicas periódicas, viéndose más afectados los grupos sociales más sensibles.

En Joven mendigo, Murillo retrata a un niño anónimo de la ciudad de Sevilla; aparece en el interior de una estancia de pequeñas dimensiones y sobria por demás, apoyado en la pared de derecha, recibiendo la luz que entra por el vano abierto en la pared izquierda; las paredes ofrecen desconchones; el niño viste de manera andrajosa, una camisa blanca, un pantalón corto y una camisa remendada, aparece descalzo, lo que explica que la planta de los pies estén sucias; el cabello es corto; se ha desabrochado la camisa y la camiseta para espulgarse. La escena se completa con una vasija de barro, una cesta de mimbre, manzanas y conchas de crustáceos, todo en primer plano, componiendo un bodegón.

El tratamiento que Murillo da al niño es respetuoso con su condición miserable, presentándole pálido y mal vestido, pero no desnutrido ni muy sucio. Así, pretende despertar la ternura del espectador hacia el niño.

La composición es sencilla, pero muy barroca al reunir dos géneros en un mismo cuadro, en este caso el costumbrista y el bodegón.

En el tratamiento de la luz se aprecia la influencia de Caravaggio por el contraste tan acusado entre las zonas que reciben una luz intensa, típica del verano sevillano, y las zonas dejadas en penumbra. Así,  el claroscuro es muy acusado.

La paleta de colores es escasa, predominando el amarillo y el verde en diferentes tonalidades, además del negro.

Murilo utilizó una pincelada suelta, permitiéndole demostrar su virtuosismo técnico en la reproducción de las texturas de los diferentes objetos.

No sé sabe quién encargó a Murillo la realización de Joven mendigo, apuntándose la posibilidad de que fuese un comerciante flamenco. Sin embargo, se tiene la certeza de que el rey Luis XVI de Francia lo adquirió en 1782 para que formase parte de las colecciones reales.

sábado, 24 de mayo de 2025

Castillo de Molina de Aragón

El castillo de Molina de Aragón lo mandó construir don Manrique de Lara entre 1138 y 1144, sobre los restos de una alcazaba musulmana, levantada sobre los restos de un castro íbero. Doña Blanca Alfonso de Molina lo finalizó entre 1262 y 1293. El castillo es de estilo románico.

El castillo de Molina de Aragón es el elemento más característico de la localidad. Se puede observar el recinto exterior amurallado, el castillo y la torre de Aragón al fondo.

  

El castillo de Molina de Aragón se encuentra en la parte más elevada de la localidad. Cuenta con dos recintos: el exterior o albacara y el interior o castillo.

El recinto exterior o albacara es de planta irregular, de un perímetro aproximado de 800 m. Está amurallado y rodeado por un foso. Cuenta con cinco puertas de acceso: al norte la de la Traición, al sur la de los Caballos, al este la del Campo y al oeste las de Hogalobos y la del Reloj, puerta adintelada, reforzada con un arco de medio punto y flanqueada por dos torres. Dentro de este recinto se encuentran los restos de la iglesia románica de Santa María del Collado, de una sola nave y ábside semicircular. Además, hay una sima natural, que recibe el nombre de Cueva de la Mora, cuya función se desconoce.

Al recinto interior o castillo se accede a través de una puerta en arco apuntado, ubicada en el muro oeste, protegida por torreones y un balcón de madera en la parte superior. El recinto tiene unas medidas de 80 x 40 m. Se conservan cuatro de las ocho torres originales: en el lado norte la del Homenaje y la de los Caballero o Cubierta y en el sur la de las Armas y la de los Valedores. Están unidas por un adarve almenado. Las torres ofrecen tres plantas con vanos de gran tamaño en arco apuntado y están cubiertas con bóvedas de crucería. En el patio de armas se disponían el aljibe, las caballerizas, los calabozos, la cocina, las habitaciones y otras dependencias. En algunos lienzos del castillo se observan restos de decoración mural. 

El castillo de Molina de Aragón aún conserva cuatro de las ocho torres originales.

  

La torre de Aragón se encuentra en el lado norte del castillo. Se trata de una torre vigía amurallada y almenada. Presenta planta pentagonal. Se accede a través de un vano dispuesto en el lienzo meridional. Cuenta con tres plantas; cada una cuenta con un vano, el primero adintelado, el segundo en aspillera y el tercero en arco de medio punto. Cuenta con una terraza almenada. Estaba unida al castillo por un camino y pasadizos subterráneos desaparecidos.


La torre de Aragón se dispone fuera del recinto exterior del castillo de Molina de Aragón. Ofrece planta pentagonal.

  

Los materiales utilizados para construir el castillo de Molina de Aragón fueron piedra de sillería, que, en las torres, se refuerza con sillares de arenisca roja.

Se han verificado 46 marcas de cantero en los diferentes muros del recinto que componen el castillo de Molina de Aragón.

El castillo de Molina de Aragón fue declarado Monumento Nacional en 1931.