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sábado, 17 de diciembre de 2022

Yáñez de la Almedina

Fernando Yáñez de la Almedina (Almedina, 1475-1537) fue uno de los pintores renacentistas españoles más sobresalientes. Se formó en Italia e introdujo en España las enseñanzas de Leonardo da Vinci. Su carrera artística en España la realizó en Valencia, Cuenca y Almedina, durante unos años en colaboración con Fernando de Llanos. Su obra maestra es Santa Catalina (1510), una de las obras más destacadas del Renacimiento. 

Las pinturas de Yáñez de la Almedina se caracterizan por composiciones equilibradas, el sfumato leonardesco, figuras monumentales, bien proporcionadas en actitud serena, introducción de arquitectura clásica como marco escenográfico y de elementos moriscos y como técnica empleada el óleo sobre tabla. 

La trayectoria artística de Yáñez de la Almedina pasó por tres etapas:

  • Italiana, antes de 1506.
  • Valenciana, de 1506 a 1518.
  • Almedinense, de 1518 a 1537.
Santa Catalina (1510) es la obra maestra de Yáñez de la Almedina y la que mejor muestra cuánto le influyó Leonardo da Vinci.

  

La etapa italiana (antes de 1506) fue breve, pero intensa. No hay datos de sus años de formación en España, por lo que no se sabe con qué grado de conocimientos llegó a Italia; tampoco se sabe en qué año llegó a Italia, pero sí está documentada su presencia en 1505 y sé sabe que regresó a España en 1506. En Italia se formó en Milán, Florencia y Roma; trabajó con Leonardo da Vinci, de quien aprendió su manera de pintar hasta asumir su estilo; también estudió a otros maestros italianos, caso de Lippi, Perugino, Pollaiuolo y Rafael; además estudió los grabados de Durero. Inició su colaboración con Fernando de Llanos. De esta etapa son las obras Santos en un paisaje, El Salvador y La batalla de Anghiari, de la Gran Sala del Consejo de la Señoría de Florencia, en colaboración con Leonardo da Vinci, pero que quedó sin terminar.

Durante la etapa valenciana (de 1506 a 1518) sigue trabajando con Fernando de Llanos en algunas de sus obras más sobresalientes, la primera de ellas el retablo de los santos Cosme y Damián (1506) para la iglesia catedral basílica metropolitana de la Asunción de Nuestra Señora de Valencia, de la que la tabla dedicada a san Cosme la debió hacer Yáñez de la Almedina y la predela, en la que aparece una Piedad, la pintaría en colaboración con Fernando de Llanos.

Otra obra en la que colaboraron Yáñez de Almedina y Fernando de Llanos fue el retablo mayor de la iglesia catedral basílica metropolitana de la Asunción de Nuestra Señora de Valencia (1607), compuesto por doce tablas en las que se representan los gozos de la Virgen María. De Yáñez de la Almedina son las tablas Abrazo ante la Puerta Dorada, Presentación de María en el templo, Visitación, Natividad, Pentecostés y Dormición de María. Son obras de gran formato en las que se reconoce todo lo que Yáñez de la Almedina aprendió en Italia, en particular de Leonardo, abriendo la etapa clásica de la pintura renacentista española.


El retablo mayor de la iglesia catedral basílica metropolitana de la Asunción de Nuestra Señora de Valencia es obra de Yáñez de la Almedina y Fernando de Llanos. La tabla Pentecostés es del primero.

  

Yañez de la Almedina pintó dos de sus obras más destacadas en 1510: San Damián y Santa Catalina.

En San Damián las líneas verticales del traje del santo se imponen a las horizontales de un paisaje inconcluso; la paleta de colores está equilibrada entre el azul, el encarnado, el negro y el ocre; la condición de patrón de los médicos de san Damián viene indicada por el tarro de ungüentos que sostiene en la mano izquierda.

Santa Catalina es su obra maestra. Yáñez de la Almedina representa a santa Catalina de Alejandría en primer término de cuerpo entero, de pie, delante de una arquitectura, en la parte baja renacentista, asemejando mármol, y en la parte alta morisca, imitando piedra y ladrillo. Aparecen los símbolos martiriales que identifican a la santa: a sus pies la rueda dentada y en su mano derecha la espada con la que fue decapitada; otros símbolos son la corona, que alude a su ascendencia real, el libro en referencia a su sabiduría y la palma que dice que murió siendo virgen; aparece vestida con telas lujosas para simbolizar su origen aristocrático, las telas son pesadas, en color azul, oro y rojo, adornadas al modo morisco, con motivos epigráficos; la santa recoge con su mano derecha la túnica formando pliegues angulosos; y está adornada con nimbo, velo y un collar de perlas, oro y piedras preciosas. La disposición vertical de santa Catalina de Alejandría se compensa con el movimiento suave de los brazos y la monumentalidad por la expresión leonardesca y mirada delicada. Esta obra sirvió para consolidar en España el estilo leonardesco.

Yáñez de la Almedina volvió a trabajar para la iglesia catedral basílica metropolitana de la Asunción de Nuestra Señora de Valencia entre 1511 y 1514, ocupándose en la decoración del órgano.

Yáñez de la Almedina viajó a Barcelona en 1515 para valorar las pinturas que Juan de Borgoña realizó para el retablo de la iglesia de Santa María del Pino. Se desconoce si realizó alguna obra durante su estancia en Barcelona.


Cristo presenta a la Virgen a los redimidos del limbo es una de las obras más representativas de los últimos años de Yáñez de la Almedina en Valencia. Sin abandonar el clasicismo, la pintura se oscurece.

  

Durante los últimos años de la etapa valenciana, entre 1515 y 1518, Yáñez de Almedina se aleja del clasicismo luminoso para introducir algunas novedades en sus obras: los personajes se agolpan en el primer plano, la iluminación se oscurece y en la paleta de colores predominan los tonos fríos. Así se pone de manifiesto en Resurrección, Calvario y Cristo presenta a la Virgen a los redimidos del limbo. Esta última obra es singular porque desarrolla un tema poco tratado en la producción artística; se vale de un elemento arquitectónico, la pilastra, para dividir el escenario y separar a los personajes, la Virgen María aparece a la derecha, con expresión sumisa, mientras Cristo resucitado, señalando a su madre, y los padres y patriarcas del limbo abarrotan el lado izquierdo de la tabla.

La etapa almedinense (de 1518 a 1537) se desarrolló entre la localidad de Almedina y Cuenca. Muchas de las obras de este período se han perdido, caso del retablo mayor de la iglesia parroquial de Almedina, y muchas otras no se conservan en el lugar para el cual fueron realizadas.

De los primeros años de la etapa almedinense es La Sagrada Familia (1523), San Onofre y San Francisco de Asís, ambos de 1525. En La Sagrada Familia sigue a Leonardo da Vinci en la agrupación geométrica de las figuras, en San Onofre se detiene en hacer un estudio anatómico del cuerpo semidesnudo del santo y en San Francisco de Asís se mantiene fiel a sus principios estéticos en la definición de los rasgos faciales, rostro oval, barbilla pronunciada, ojos grandes y mirada esquiva; en los dos últimos cuadros también aparece una característica de Yáñez de la Almedina, el muro de ladrillo para delimitar el espacio.


Yáñez de la Almedina reflejó en San Francisco de Asís (1515-1525) dos de las características estéticas que le definen, el rostro ovalado del personaje y el muro de ladrillo para cerrar el espacio en el que se encuentra este.

  

Durante la etapa almedinense, Yáñez de la Almedina trabajó para la catedral de Santa María y San Julián de Cuenca entre los años 1526 y 1531. Para la capilla de los Carrillo Albornoz ejecutó los retablos Epifanía, Piedad y Crucifixión y para la capilla de Hernández del Peso el retablo de La Adoración de los pastores. A los modelos de Leonardo da Vinci y Filippo Lippi se suman los de Sebastiano del Piombo.


La Piedad es una de las tablas del retablo de la capilla de los Carrillo Albornoz de la catedral de Santa María y San Julián de Cuenca. Presenta composición piramidal.

  

Durante sus últimos años en Cuenca, quizá en 1530, Yáñez de la Almedina debió concluir Salvador eucarístico, iniciado cerca de 1520; representa al Cristo siriaco, de frente al espectador, con los párpados bajados, bendiciendo con la mano derecha y sujetando el cáliz con la izquierda y sobre el cáliz aparece la Sagrada Forma; se reconoce la inspiración leonardesca.


Yáñez de la Almedina se inspiró en Leonardo da Vinci para pintar Salvador eucarístico entre 1520 y 1530.

  

Yáñez de la Almedina regresó a su localidad natal para pasar los últimos años de su vida. Pinta Santa Ana, la Virgen, santa Isabel, san Juan y Jesús Niño (1532) para el retablo mayor de la iglesia de Santa María; recupera los modelos de Durero y Leonardo da Vinci, pero las proporciones son manieristas, además la iluminación es sombría.


Yáñez de la Almedina en Santa Ana, la Virgen, santa Isabel, san Juan y Jesús Niño (1532) alarga las proporciones de los personajes siguiendo criterios manieristas.

  

Yáñez de la Almedina es una de las figuras más destacadas de la pintura española por haber introducido en ella la estética leonardesca, consolidando el arte renacentista en España y, en sus últimos años, abrir el camino hacia el manierismo.


sábado, 3 de diciembre de 2022

San Miguel de Almazán

La iglesia de San Miguel de Almazán se levantó durante la segunda mitad del siglo XII una vez que el Alfonso I el Batallador (rey de Aragón, 1104-1134) fortificase y repoblase la villa de Almazán. De época románica son la cabecera, el primer tramo de las naves y el cuerpo inferior de la torre. El resto de la iglesia se levantó en el siglo XV. No se conoce quiénes fueron los arquitectos que edificaron la iglesia.

De la iglesia de San Miguel de Almazán destacan al exterior la cabecera y el cimborrio.

  

La iglesia de San Miguel de Almazán ofrece una planta basilical de tres naves, la central cuatro veces más ancha que las laterales, que son muy estrechas. Las naves están separadas por arcos torales apuntados, que descansan en pilares No tiene transepto. La nave central está dividida en tramos romboidales, además se prolonga hasta la cabecera que se divide en dos tramos, uno rectangular y otro semicircular; el ábside está desviado hacia el sur con respecto al eje de la nave. Las naves laterales culminan en pequeños absidiolos abiertos en el muro, plano al exterior.


San Miguel de Almazán ofrece planta basilical de tres naves y una cabecera desviada hacia el sur con respecto al eje de la nave central.

  

Llama la atención la cúpula del tramo de la nave central anterior a la cabecera. El paso de un espacio romboidal a otro octogonal se realiza mediante el uso de cuatro trompas con cinco baquetones arqueados. Los ocho arcos generan una cúpula califal, dado que no se cruzan en el centro; descansan sobre ménsulas. Al exterior el cimborrio ofrece dos cuerpos.

Del interior de San Miguel de Almazán llama la atención la cúpula califal.

El acceso a la cabecera se realiza a través de un arco triunfal apuntado y doblado. El tramo presbiterial de la cabecera se cubre con una bóveda de medio cañón apuntado y el ábside está cubierto con una bóveda de horno.

Al exterior las naves laterales se cubren a una vertiente, la nave central y el tramo presbiterial de la cabecera a dos aguas, el ábside y la torre a un agua y el cimborrio a ocho vertientes.

La iluminación de la iglesia se consigue mediante los ocho óculos y dieciséis vanos del cimborrio y los tres vanos abocinados del ábside cabecero.

San Miguel de Almazán ofrece una decoración escultórica abundante. En el exterior se localiza en los canecillos que soportan los aleros y en los arquillos ciegos trilobulados y mesenas del ábside cabecero. En el interior se encuentra en los capiteles de las columnas, líneas de imposta y ménsulas; los motivos son antropomórficos, vegetales, zoomórficos y taqueado jaqués. El conjunto escultórico más importante es el frontal del ábside de la nave lateral norte; se trata del martirio de santo Tomás Becket, arzobispo de Canterbury, mandado martirizar por Enrique II de Plantagenet en 1170; aparecen cuatro soldados armados, uno decapita al santo, que estaba recogido en oración, de rodillas ante un altar, otro mata a un religioso que estaba junto al santo sujetando un báculo; el alma del santo se representa con una pequeña cabeza que unos ángeles suben al cielo; en lado izquierdo se distingue una figura sedente y dos ángeles. 


El relieve Martirio de santo Tomás Becket es lo mejor de la decoración escultórica que contiene la iglesia de San Miguel de Almazán.

  

Los materiales de construcción utilizados han sido el sillar y el ladrillo.

La iglesia de San Miguel de Almazán fue declarada Monumento Histórico-Artístico en 1931.