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viernes, 25 de octubre de 2019

Monasterio de Santa María de Sobrado de los Monjes

El monasterio de Santa María de Sobrado de los Monjes tiene sus orígenes en el siglo X como cenobio familiar y dúplice perteneciente a la familia del conde Hermenegildo; estaba formado por dos comunidades, una masculina y otra femenina, bajo la advocación del Divino Salvador. Como monasterio cisterciense, bajo la advocación de Santa María, inició su andadura el 14 de febrero de 1142; el conde Fernando Pérez de Trabia y su sobrina Urraca hicieron donación del cenobio al abad Pedro y a sus monjes llegados de Claraval. En 1147 el papa Eugenio III confirmó la fundación del monasterio de Santa María de Sobrado. En 1498 el monasterio se unió a la Congregación reformada del Císter. Durante el siglo XVII el monasterio se amplió y reformó. En 1834 por Real Orden se suprimió el monasterio cayendo en el abandono, en 1954 se inició su restauración y en 1966 regresaron al monasterio monjes cistercienses procedentes de la abadía de Viaceli de Cóbreces, Cantabria.

Vista aérea del monasterio de Santa María de Sobrado de los Monjes.


Fachada de la iglesia del monasterio de Santa María de Sobrado de los Monjes.


La fachada principal es obra de Pedro de Monteagudo y del año 1676; se compone de los elementos siguientes: sobre el vano rectangular de la puerta se encuentra una hornacina con la imagen de la Asunción, un frontón partido, dos pares de columnas salomónicas, que enmarcan el cuerpo central y sirven de apoyo al entablamento, escudo flanqueado por dos columna, frontón, las insignias imperiales y, a modo de remate, un calvario.

La imagen de la Asunción ocupa un lugar destacado en la fachada de la iglesia del monasterio de Santa María de Sobrado de los Monjes.


El escudo imperial corona la fachada de la iglesia del monasterio de Santa María de Sobrado de los Monjes.


El claustro de los peregrinos se construyó entre 1625 y 1635 y fue reconstruido en 1972. Las dos galerías se apoyan en arcos de medio punto. Las pilastras inferiores son de orden dórico y las superiores de orden jónico. En su ala izquierda se encuentra la escalera principal, llamada “maristela” por estar presidida por una figura de la Virgen.

En el claustro de los peregrinos se superponen pilastras dóricas y jónicas.


El claustro reglar, de las procesiones o de los medallones fue construido entre 1714 y 1744 sobre otro románico del siglo XII. Es de planta rectangular. El primer piso es una galería de arcos de medio punto. El segundo piso es una galería de vanos enmarcadas por pilastras. En sus ángulos exteriores destaca la decoración alegórica y los treinta y seis medallones sobre otros tantos ventanales. En los medallones aparecen bustos de santos, personajes bíblicos, monjes, reyes, nobles, etc.

El claustro de los medallones debe su nombre a los treinta y seis medallones que decoran la galería superior.


La cocina está dividida en siete compartimentos. Está cubierta por una bóveda ojival. Cuatro columnas sustentan la campana y la chimenea.

Las columnas y los arcos de la cocina monacal llaman la atención por su solidez.


La sala capitular se construyó en el siglo XII y fue reconstruida en 1965. Es de planta cuadrada. Está cubierta por nueve bóvedas de crucería. Las bóvedas se apoyan en nervios que descargan en ménsulas insertadas en las paredes, en las cuatro columnas de las esquinas y en cuatro pilares con columnas adosadas.

Las bóvedas ojivales de la sala capitular destacan por sus depuradas líneas.


Interior de la iglesia del monasterio de Santa María de Sobrado de los Monjes.


La iglesia impresiona por su interior grandioso en proporciones (60 m. de longitud y cúpula que se eleva a 35 m. de altura) y esmerado trabajo de las piedras. Es obra de Pedro de Monteagudo y del año 1680. Su planta es de cruz latina de tres naves.  Las naves están separadas por arcos de medio punto sobre pilares y con intradós decorado con casetones. Un entablamento recorre la nave central. La bóveda es de medio cañón y se apoya en el entablamento. Al fondo de la nave central se localiza el coro alto. La cúpula del crucero se sostiene sobre pechinas, cada una con sendos escudos adosados. En relieve resaltan las cruces de las Órdenes Militares.

Crucero de la iglesia del monasterio de Santa María de Sobrado. La cúpula y las pechinas que la soportan están decoradas con escudos.


La sacristía tiene una portada de líneas rectas. El túnel de entrada está adornado con motivos florales. Está rematada por una cúpula esférica apoyada en cuatro trompas en forma de concha. En sus cuatro ángulos hay imágenes de los doctores máximos de la Iglesia latina: san Gregorio, san Ambrosio, san Jerónimo y san Agustín. En el fondo de la sacristía se encuentra la entrada a la capilla, vacía de reliquias.

Las trompas que soportan la cúpula de la sacristía tienen forma de concha.


La capilla del Rosario se atribuye a Domingo de Andrade. Fue terminada en 1673. Su portada está enmarcada por dos pares de columnas ornamentadas en su mitad inferior con capiteles corintios sobre los que descansa un frontón rematado por un cuerpo superior con escudo labrado.

La capilla de San Juan Bautista es lo más antiguo que se conserva del monasterio. Su románico es típicamente cisterciense por su sobriedad. Se accede a través de un arco de medio punto apoyado sobre pilastras. Está coronado por un frontón clásico partido en su base.

Accesos a las capillas de San Juan Bautista (izquierda) y del Rosario (derecha).

viernes, 18 de octubre de 2019

Los duques de Osuna y sus hijos, de Goya

Francisco de Goya (Fuendetodos, 1746-Burdeos, 1828) se formó como pintor en el taller de José Luzán (1760-1761), en la Real Academia de Bellas de San Fernando (1763-1766), en Roma (1770-1771) y con Francisco Bayeu a su regreso a España. Destacó como cartonista, grabador y pintor; como cartonista en la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara (1775-1792); como grabador con sus series Los Caprichos(1799), Los Desastres de la Guerra (1815), La Tauromaquia (1816), Los Disparates o Proverbios (1820-1823) y Los toros de Burdeos (1825); y como pintor desarrolló los más diversos géneros: religioso con los frescos de la iglesia de San Antonio de la Florida (1789), patriótico con El dos de mayo de 1808 y El tres de mayo de 1808 (ambos de 1814), y el retrato con La duquesa de Alba (1785), Los duques de Osuna y sus hijos (1788), La duquesa de Alba (1795), La condesa de Chinchón (1800) y La familia de Carlos IV (1800-1801). Entre su producción más singular se cuentan las Pinturas Negras de la Quinta del Sordo en Madrid (1820-1823). Fue nombrado pintor del rey en 1786 y de cámara en 1789.

Francisco de Goya: Los duques de Osuna y sus hijos, 1788.
Estilo: Neoclasicismo.
Técnica: Óleo sobre lienzo.
Temática: Retrato.
Dimensiones: 225 x 174 cm.
Museo Nacional del Prado, Madrid, España.


En Los duques de Osuna y sus hijos aparecen retratados don Pedro Téllez Girón, IX duque de Osuna; su esposa Josefa Alonso Pimentel, condesa-duquesa de Benavente; y sus cuatro hijos, de izquierda a derecha, don Francisco de Borja, futuro X duque de Osuna, don Pedro de Alcántara, futuro príncipe de Anglona, doña Joaquina, futura marquesa de Santa Cruz, y doña María Manuela, futura duquesa del Infantado. Dos perros y un juguete de los niños completan el cuadro.

Se trata de un retrato familiar. La composición es piramidal y jerárquica dentro de la familia. El IX duque de Osuna aparece de pie, a más altura que el resto de los personajes, su cabeza es la cúspide de la pirámide y aparece vestido con uniforme militar de gala; por debajo, su esposa, sentada, vestida y peinada a la moda francesa para subrayar que pertenece a la aristocracia; y los hijos varones, que aparecen en primer plano, por delante de sus hermanas: el futuro X duque de Osuna de pie, montado sobre un bastón a modo de caballo, su hermano sentado sobre un cojín, doña Joaquina amparada por su madre y doña María Manuela cogida de la mano por su padre.

Los colores predominantes son el gris y el verde, en tonos suaves, por lo que destaca el azul oscuro y el rojo del uniforme del IX duque de Osuna.

La pincelada es suelta y vaporosa para conseguir la textura de las transparencias de los vestidos de la condesa-duquesa de Benavente y de sus hijas.

El fondo es neutro, adivinándose la pared y el suelo a través del juego de luces y sombras.

Goya retrata al IX duque de Osuna y a su familia con respeto. La composición trasmite armonía dentro de la familia con gestos de cariño, nobleza con miradas limpias y ternura en la infancia. Así es porque los duques de Osuna fueron mecenas y protectores de Goya por afinidad política; los duques de Osuna y Goya fueron ilustrados.

La relación entre la familia Osuna y Goya se prolongó en el tiempo; doña Joaquina, marquesa de Santa Cruz, fue retratada por Goya en 1805 y don Francisco de Borja, X duque de Osuna, en 1816.

La trascendencia de Los duques de Osuna y sus hijos radica en ser uno de los primeros retratos de familia de Goya y de la pintura española. Luego vendrían otros, el más importante y conocido La familia de Carlos IV (1800-1801).

En 1896 la familia Osuna se arruinó y pusieron a la venta el cuadro, pero los organizadores de la subasta lo ofrecieron al Ministerio de Fomento, que lo aceptó y cedió al Museo Nacional del Prado en 1897.

viernes, 4 de octubre de 2019

Casa Botines, de Gaudí

Antonio Gaudí (Reus, 1852-Barcelona, 1926) trabajó como delineante antes de obtener el título de arquitecto por la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona en 1878. Es el mejor representante del modernismo en España y por su obra original se le considera uno de los arquitectos más sobresalientes de todos los tiempos. Revolucionó la arquitectura al inspirarse en la naturaleza para crear nuevos elementos arquitectónicos. La mayoría de sus obras se encuentran en la ciudad de Barcelona; fuera realizó El Capricho, en Comillas (1883-1885), el Palacio Episcopal de Astorga (1889-1915) y la Casa Botines, en León (1891-1893).

Gaudí construyó la Casa Botines entre 1891 y 1893, durante su etapa neogótica (1888-1898). Contó con la colaboración de Claudio Alsina Bonafont. El edificio debe su nombre al empresario textil catalán afincado en León Juan Homs Botinàs; su segundo apellido derivó en Botines. Es menos conocida como Casa Fernández y Andrés, empresarios que continuaron con el negocio que fundó Juan Homs Botinàs. Fue reformada en 1931, suprimiéndose el altillo de madera de la planta baja y la escalera central y se sustituyeron los mostradores de madera por otros de mármol y cristal, y en 1953, eliminado siete de los 28 pilares del sótano. Caja España, propietaria del edificio, lo restauró en 1996, devolviéndolo a su estado original. La Fundación España-Duero dio un uso museístico a la Casa Botines, abriendo en 2017 el Museo Gaudí Casa Botines.

La Casa Botines se convirtió desde su construcción en los años noventa del siglo XIX en uno de los edificios emblemáticos de la ciudad de León y de la etapa neogótica de Gaudí.


Gaudí diseñó el plano de la Casa Botines en 1891, las obras se llevaron a cabo durante 1892 y culminaron en 1893 con la instalación sobre la puerta de la fachada principal de la estatua San Jorge y el dragón, diseñada por Lorenzo Matamala.

El sistema constructivo para la Casa Botines fue el de zanjas corridas rellenas de mampostería hormigonada, que Gaudí utilizaba en Cataluña, pero que en León fue visto con desconfianza por temor a que el edificio pudiese caerse.

Gaudí diseñó un edificio que diese respuesta a los distintos usos que iba a prestar –de servicios, planta baja y semisótano, y residencial, las cuatro platas superiores–, que tuviese en cuenta el entorno, lo que explica que el exterior se levantase en estilo neogótico, y que en su interior fuese cómodo y elegante ajustándose a los gustos de la época, lo que justifica que el interior sea de estilo modernista.

La Casa Botines presenta una planta trapezoidal, rodeada por un foso. Las cuatro fachadas tienen longitudes distintas: la norte 35,5 m., la sur, 28,5 m., la este 25 m. y la oeste 20 m. Cada fachada tiene  una puerta de acceso a distintas partes del edificio: la de la fachada principal permitía acceder a la tienda y las oficinas, la posterior a esta daba acceso al almacén y las puertas laterales llevaban a las viviendas. Las fachadas están enmarcadas por torres esquineras de planta cilíndrica.

La Casa Botines ofrece planta trapezoidal.


La marcada disposición horizontal de las fachadas se ve compensada con la verticalidad de las torres esquineras de planta circular, que recorren el edificio desde la primera planta a la última y que están rematadas por unos esbeltos pináculos; las ventanas de la última planta que sobresalen en altura con respecto a la cornisa superior de cierre de la fachada también dotan de verticalidad a la misma. Cada planta está marcada por una cornisa en voladizo. Las ventanas son de hechura gótica, con tracerías que las segmentan en varios lienzos verticales; son de mayor tamaño las de las plantas inferiores que las de las superiores con el fin de que las viviendas reciban más luz. Los patios interiores se escalonan en altura, lo que permite que la luz llegue a las plantas inferiores, pero lleva a que los interiores de cada planta sean más pequeños en superficie.

La fachada es de aspecto monumental por su impacto visual, pero rústico en su aspecto por el empleo de sillares almohadillados de distintos tamaños y pizarra para la cubierta del edificio y de las torres esquineras.

Los motivos ornamentales más llamativos se concentran en la puerta de entrada al edificio de la fachada principal y son la forja metálica del intradós de la puerta de acceso, que presenta motivos vegetales y una boca de león abierta, obra de Juan Oñós, y la estatua San Jorge y el dragón, de 2,9 m. de altura, diseñada por el escultor Lorenzo Matamala y producida por el artesano de la piedra Antonio Cantó.

La puerta de acceso de la fachada principal de la Casa Botines ofrece un aspecto monumental por sus dimensiones y por la escultura que la corona, San Jorge y el dragón, diseñada por Lorenzo Matamala. Por el contrario, los sillares almohadillados le dan al edificio un aspecto rústico.


La distribución interior de la Casa Botines varía en función del uso que iba a proporcionar. En el semisótano y la planta baja, destinados a tienda y almacenes, desarrolló la planta libre, sustituyendo los muros de carga por 28 pilares de fundición de 20 cm. de diámetro; esta solución permitía destruir el espacio con arreglo a las necesidades logísticas de cada momento, además de una mayor iluminación y ventilación. Por el contrario, en las plantas destinadas a viviendas el espacio se dividió en 96 módulos (12 en las fachadas largas y 8 en las cortas), lo que permitía maximizar el espacio y distribuir de una manera eficiente muros, pilares, escaleras y patios de luces; además, el techo de las viviendas descansa sobre jacenas de hierro. La decoración y mobiliario de las viviendas eran de estilo modernista.

Una de las innovaciones más llamativas que ofrece la Casa Botines está en las puertas de acceso a las viviendas, que cuentan con una doble abertura, una mayor para poder introducir el mobiliario con comodidad y otra menor, enmarcada por la mayor, para el acceso de las personas. Además, proporcionaban una monumentalidad a la vivienda en correspondencia a la que ofrecía la fachada principal del edificio.

Las puertas de entrada a las viviendas fueron una de las innovaciones más prácticas que introdujo Gaudí en la Casa Botines.


Gaudí utilizó como materiales de construcción el granito y la pizarra, típicos en la arquitectura leonesa, lo que permitía adaptarse al entorno, y útiles para paliar el impacto del clima.

La Casa Botines debe su importancia a ser uno de los edificios más representativos de la etapa neogótica de Gaudí, presentar innovaciones en función del uso que fuese a tener cada planta del edificio, desde la planta libre a las puertas de entrada a las viviendas y haber establecido una relación armónica entre el exterior neogótico y el interior modernista; además, es uno de los pocos edificios que Gaudí levantó fuera de Barcelona.

La Casa Botines fue declarada monumento histórico-artístico en 1969.