Diego Velázquez (Sevilla, 1599-Madrid, 1660) es el pintor
barroco español más universal. Se formó en Sevilla a la sombra de Francisco
Herrera el Viejo y Francisco Pacheco. En 1623 se instaló en Madrid y fue
nombrado pintor de cámara de Felipe IV. Viajó a Italia en dos ocasiones (1629 y
1649). Pintó cuadros costumbristas, desnudos, históricos, mitológicos,
paisajes, religiosos y retratos. Entre los muchos retratos hay que citar La venerable madre Jerónima de la Fuente (1620), El
conde-duque de Olivares (1626), El infante don Carlos (1627), Felipe
III, Felipe IV e Isabel de Borbón, todos en
1635, Pablo de Valladolid (1637), Gaspar de Guzmán, conde-duque de Olivares, a
caballo (1638), Francisco Lezcano (1645)
e Inocencio X (1650). El rey Felipe IV le nombró
caballero de la Orden de Santiago (1658).
Diego Velázquez: La venerable madre Jerónima de la Fuente,
1620.
Estilo: Barroco.
Técnica: Óleo sobre
lienzo.
Temática: Retrato.
Dimensiones: 160 x
110 cm.
Museo Nacional del
Prado, Madrid, España.
La venerable madre Jerónima de la Fuente
es el primer retrato de los muchos que hizo Velázquez. Hasta 1926 se atribuía a
Luis Tristán, pero tras una limpieza del cuadro se encontró la firma “diego
Velázquez.f.1620”.
El motivo del
cuadro fue inmortalizar a la madre Jerónima de la Fuente, que, con 66 años de
edad, decidió marchar a Filipinas con el fin de fundar el convento de Santa
Clara de la Concepción de Manila, del que fue la primera abadesa.
La madre
Jerónima de la Fuente ocupa el centro del lienzo sobre un fondo neutro en el
que no se reconoce que haya suelo. Aparece de pie, vestida con el hábito de las
clarisas, compuesto por una toca blanca, una túnica y un manto marrón de paño
basto, que cae hasta los pies formando pliegues ampulosos. La religiosa empuña
un crucifijo con la mano derecha y sostiene un breviario con la izquierda.
La gama
cromática es escasa. Predominan los colores oscuros en el hábito y en el fondo
del cuadro, lo que hace que se puedan confundir. Las notas de color se limitan
al blanco de la toca, las encarnaciones y el rojo de las páginas del breviario.
Las pinceladas son rápidas y poco cargadas de pintura.
La luz se
focaliza en el rostro de la religiosa. Se pretende forzar al espectador a que
reflexione acerca de la fe que impulsó a una persona en sus últimos años de
vida a marchar a Filipinas a evangelizar
a los infieles.
El carácter
fuerte de la madre Jerónima de la Fuente se hace evidente en la mirada profunda
y la seguridad con la que sujeta el crucifijo y el breviario.
Completan el
cuadro dos textos. En la parte superior se lee: “BONVN EST PRESTOLARI CVM
SILENTIO SALVTARE DEI”, que se traduce por “Es bueno esperar en el silencio la
salvación de Dios”. En la parte inferior se lee: “Este es verdadero Re / trato
de la Madre / Doña Jerónima de la Fuente, / Relixiosa del Convento de Santa
Isabel de los Reyes de T. / Fundadora y primera Ab / badesa del Convento de
Santa Clara de la Concepción / de la primera regla de la Ciudad de Manila, en
Filipin / nas. Salió a esta fundación de edad de 66 años, martes / veinte y
ocho de Abril de 1620 años. Salieron de / este convento en su compañía la madre
Ana de / Christo y la madre Leo / nor de sanct francisco. / Relixiosas y la herma / na Iuana de sanct Antonio /
novicia. Todas personas de mucha importancia / Para tan alta obra”.
Velázquez
pintó otro retrato de la madre Jerónima de la Fuente semejante al del Museo
Nacional del Prado que se encuentra en la colección Fernández de Araoz. En
dicho cuadro aparece una filacteria cerca de la boca de la religiosa que dice:
“SATIABOR DVM GLORIA… FICATVS VERIT”, que se traduce por “En su gloria está mi
verdadera satisfacción”, refiriéndose a Cristo en la cruz, devoción de la
religiosa. Del cuadro del Museo Nacional del Prado se eliminó el mismo texto una
vez que fue adquirido por el Ministerio de Educación en 1944 y entregado al
museo. El lienzo procedía del convento de Santa Isabel la Real de Toledo.
La
trascendencia de La venerable madre
Jerónima de la Fuente radica en ser el primer retrato de Velázquez y en
fijar un estilo de retratar que repitió en Pablo
de Valladolid (1637), y que se caracteriza por la disposición vertical del
personaje, presentar un fondo neutro y la ausencia de un suelo en el que apoye
el personaje.